Así
me secuestraron/ARTURO
RODRÍGUEZ GARCÍA
Revista Proces # 1963, 14 d ejunio de 2014
El
reciente secuestro de la exsecretaria de Medio Ambiente Julia Carabias en la
selva chiapaneca se inscribe en un contexto de viejos conflictos sociales,
agrarios y ambientales, específicamente en la Reserva de la Biosfera de Montes
Azules, que se agudizaron en los últimos años. En entrevista con Proceso, la
investigadora narra las vicisitudes de su plagio, que ha sido puesto en duda
sobre todo por grupos defensores de los asentamientos irregulares en la zona,
los cuales recelan del trabajo que la bióloga y su equipo de Natura Mexicana
realizan ahí. La académica evita señalar a posibles sospechosos de su secuestro
y descarta que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional esté implicado.
Un
sonido metálico pero apagado, como el de un objeto grande golpeando el
mosquitero-pared del dormitorio de la Estación Ambiental Chajul IV, sustrajo a
Julia Carabias Lillo de su sueño. La exsecretaria de Medio Ambiente intentó
adaptar su visión a la oscuridad cuando la puerta de acceso a las instalaciones
de este centro sucumbió ante una embestida estruendosa. Tan pronto se puso en
pie quedó encandilada por una lámpara enfocada a su rostro que apenas le
permitió ver dos siluetas apuntándole con armas largas. Entonces gritó…
Eran
como las dos de la madrugada del pasado lunes 28 de abril. La bióloga quería
que la escucharan los tres estudiantes que la acompañaban ahí. Una chica fue
encañonada y otro joven se mantuvo oculto en un módulo contiguo, aunque
presenció la escena.
Carabias
temía que, acostumbrados a que ella salía de la estación sola y muy temprano,
los estudiantes no se percataran de lo que estaba ocurriendo. Así pasó con la
tercera joven, que realiza su servicio social: permaneció dormida.
La
académica universitaria se esforzaba por conservar la calma cuando escuchó cómo
desgarraban el mosquitero; segundos después, el cañón de un revólver se le
acercó a la espalda.
“¡Somos
del EZLN y tenemos órdenes de llevarla con nuestros jefes!”, exclamó uno de los
sujetos, encapuchado, que irrumpieron en la estación. Ella intentaba pensar
rápido. Les dijo: “Yo los he buscado… También quiero hablar con ellos… Sólo
permítanme ponerme mis botas. Bajen las armas, no me voy a resistir”…
Le
dieron unas botas que no le pertenecían y la sacaron de ahí. Caminaron un breve
tramo y, aun cuando le cubrieron el rostro, ella dice saber dónde estaba, pues
conoce la selva. Durante diez minutos, una lancha los transportó por el Chajul,
río arriba. Cuando alcanzaron la ribera percibía prisa en sus captores.
Lo
accidentado de la vereda, la incomodidad del calzado ajeno y la capucha que le
pusieron entorpecía su avance. Le descubrieron los ojos y, horas después,
cuando ya había amanecido, por fin se detuvieron en una parte de selva muy
cerca de la frontera con Guatemala.
Ahí,
la encadenaron de una pierna a un árbol, frente a un arroyo donde abreva el
ganado. Escrupulosa, se resistía a beber de esa agua, hasta que la sed la
venció. Afirma que los secuestradores le exigieron 10 millones de pesos por
liberarla.
Con
el paso de las horas, repasaba los acontecimientos: Sus plagiarios supieron a
qué dormitorio llegar y a qué hora para mantener a raya, como lo hicieron,
tanto al vigilante como a los estudiantes albergados en la estación. Pensó que
sólo alguna de las personas cercanas a su entorno podía haber conocido esta
información…
Pero
lo importante ahora era conseguir tiempo y establecer contacto, como una
“prueba de vida”, con Javier de la Maza, el biólogo y ambientalista cuya
organización, Natura Mexicana, trabaja en la zona desde los años setenta.
La
necesidad de lograr esa comunicación para conseguir los 10 millones que le
pedían como rescate, fue el argumento de Carabias ante sus captores para
intentar hacer una llamada telefónica.
Era
una suma que, les dijo, no tenía y debía conseguir con amigos y familiares. Así
que a las 8:00 de la mañana del mismo 28 de abril, los plagiarios le
permitieron hacer una primera llamada desde un teléfono que ellos llevaban.
Habló
con De la Maza, quien se puso en contacto “al más alto nivel” con los gobiernos
estatal y federal. Después de ello, en la zona se registró una intensa
movilización policiaca.
Cuenta
que dos quemas de terreno muy próximas al lugar donde estaba se habían
realizado durante su primera noche de cautiverio. Añade que la mañana del
martes 29, una avioneta, no sabe si del ejército o de la policía, sobrevoló la
zona donde permanecía encadenada. El grupo de plagiarios parecía estar rodeado
por fuerzas policiacas.
De
repente, le quitaron la cadena y la dejaron huir alrededor de las 19: 00 horas
del martes 29. Así que, con miedo, caminó hasta que anocheció. Consiguió
refugiarse en un pequeño cobertizo abandonado y, al amanecer del 30 de abril,
reemprendió la travesía. Unos campesinos la encontraron y la condujeron a la
carretera. De ahí finalmente pudo regresar al municipio Marqués de Comillas,
donde Natura Mexicana mantiene una buena relación con la comunidad.
Julia
Carabias narra así a Proceso su secuestro en la selva, molesta por algunas
declaraciones de personas que lo ponen en duda y lo consideran una
“simulación”.
Un
mes y medio después de los hechos, dice que ha visitado una y otra vez el lugar
de su secuestro, pero sólo a través de Google, pues aclara que no puede
regresar a Chiapas porque ningún orden de gobierno ha querido brindarle
protección a ella y a los estudiantes que pretendían trabajar en la zona
durante el actual verano.
“El
batidero”
Para
quien fuera titular de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y
Pesca en el gobierno de Ernesto Zedillo, la selva lacandona “es un batidero” en
el que se entremezclan los intereses de los grupos étnicos que la habitan, las
demandas de campesinos carentes de tierras por acceder a un patrimonio, el
clientelismo, los vacíos de poder que deja el Estado y los problemas
relacionados con la protección ambiental en el último reducto de la selva
húmeda tropical que alguna vez se extendió hasta el sur de Tamaulipas.
En
este contexto conflictivo, cuyo antecedente se remonta a 2002, ocurrió el
secuestro de Carabias en abril pasado.
En
aquel tiempo comenzaron a establecerse asentamientos irregulares en el área
protegida. Sobre siete de éstos, el entonces titular de Semarnat, Víctor
Lichtinger, declaró que constituían un problema agrario y no ambiental, lo que
en opinión de Carabias provocó que los asentamientos ilegales en Montes Azules
se elevaran a 37.
Para
resolver las invasiones, el gobierno de Felipe Calderón erogó más de 700
millones de pesos como parte de un programa mediante el cual se logró reubicar
30 asentamientos en otras zonas, aunque los siete restantes se mantuvieron en
Montes Azules.
El
problema siguió agudizándose con el tiempo, lo que derivó en la interposición
de recursos jurídicos de inconformidad por parte de comunidades lacandonas
contra grupos tzeltales proclives a la venta de tierras.
En
2013, cuando los asentamientos se extendían con la consecuente apertura de
brechas, habitantes de Lacanhá Chansayab, Frontera Corozal, Las Guacamayas,
Nahá, Las Nubes, Palestina y Lacanhá Tzeltal, se opusieron al avance de las
obras.
En
medio de esta maraña de conflictos, la presencia de Natura Mexicana resultó
molesta para algunos grupos por varios motivos: primero, por su postura contra
la invasión de Montes Azules y, luego, porque las comunidades que se opusieron
al avance de las obras invasoras estaban siendo apoyadas por esa organización,
en la que participa Carabias con gestiones para crear proyectos productivos.
La
bióloga cuestiona el hecho de que en este contexto la etnia tzeltal –la
población más numerosa de la región, con 12 mil personas, la mitad de ellas
menores de 25 años de edad y carentes de tierra– decida vender parcelas, algo
que la investigadora considera alarmante, porque, sostiene, eso podría
convertirse en un llamado a la ocupación de Montes Azules y la consecuente
destrucción de la reserva ecológica
“Hay
un problema de gobernabilidad en la Comunidad Selva Lacandona (CSL). Hay un
problema de tierras. Hay un problema de deslindes y, en ese escenario, me
llevan a mí”, dice.
Luego
agrega:
“Nuestra
posición es muy clara: No estamos en contra de que la gente tenga tierra ni
estamos en contra de la gente. Al contrario: creemos que todos merecen una vida
digna y tener sustento, pero categóricamente rechazamos que esas condiciones se
puedan dar en la reserva, donde esas personas ni siquiera tienen viabilidad… ¿O
a poco destruir esta misma selva en Veracruz y Tabasco sacó de la pobreza a sus
habitantes?”
Quedaron
en medio
Cuando
concluyó el gobierno de Ernesto Zedillo y Carabias dejó la titularidad de la
Secretaría de Medio Ambiente, regresó a sus actividades académicas. Catedrática
e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma
de México e integrante de Natura y Ecosistemas Mexicanos, organización civil
conocida como Natura Mexicana, se incorporó a antiguos proyectos que encabezaba
en el estado de Guerrero.
Poco
tiempo después decidió trasladar su experiencia de trabajo a la Selva
Lacandona, donde Natura Mexicana, dirigida por Javier de la Maza, tiene
actividad desde los años setenta, antes de que el Estado mexicano declarara
área natural protegida al territorio que ocupa Montes Azules.
Cada
año, Carabias viaja a esa reserva de la biosfera con pasantes o estudiantes de
posgrado de la UNAM, o bien con jóvenes de las universidades Juárez Autónoma de
Tabasco, Autónoma de Chiapas y Autónoma de Nuevo León que realizan su servicio
social, preparan sus tesis y toman parte en las acciones de Natura Mexicana.
La
CSL está dividida entre lacandones, choles y tzeltales. Dentro de las tierras
de los primeros está Montes Azules, donde Carabias y De la Maza desarrollan sus
actividades de conservación e investigación.
En
entrevista con Proceso, ambos coinciden en que los factores geográfico y
ambiental, así como el relacionado con la pobreza, se enlazan con “el batidero”
de conflictos sociales descritos, que colocaron a los investigadores de Natura
Mexicana en el centro de las disputas, desatadas no sólo entre los grupos de la
zona, sino entre otros ajenos a ella pero con interés en las tierras.
En
un mapa, los dos académicos señalan las regiones selváticas del mundo, haciendo
énfasis en su ubicación en torno a la franja ecuatorial. La única zona de esas
características que se extiende hacia el norte es la que inicia en
Centroamérica y sigue –o mejor dicho, seguía– hasta el sur de Tamaulipas. Esta
continuidad tropical ya no existe. La última mancha que se forma en el
acercamiento satelital es Montes Azules.
Ahí,
sostienen, se produce el 30% del agua dulce de México que nutre las pesquerías
de Tabasco; vive el 50% de las aves de México, entre éstas la guacamaya roja;
el 40% de las mariposas; el 30% de mamíferos, muchos de ellos en peligro de
extinción como el tapir, el jaguar y el mono araña… Una diversidad de flora y
fauna que la hacen no sólo valiosa para ambientalistas y quienes la habitan,
sino para todo el país.
Según
Carabias, el conflicto en Montes Azules puede ser resuelto por el gobierno
actual siempre que se implemente un programa integral de reubicación y
productividad sustentable con base en una coordinación interinstitucional real.
No
como ocurre hasta ahora, dice, cuando la Comisión Nacional Forestal (Conafor)
otorga recursos para reforestación y días después llega la Secretaría de
Agricultura con recursos de Procampo para desmontar lo que acaba de sembrar
Conafor, “como vemos a diario”.
Carabias
y De la Maza describen las acciones que realiza Natura Mexicana para conservar
la selva: monitoreo de especies, así como de sus patrones de reproducción y
comportamiento; análisis de ríos; proyectos de reconversión productiva y manejo
sustentable de los recursos naturales por parte de las comunidades aledañas,
entre otras.
Advierten
que la presión que ejercen los asentamientos humanos sobre la zona implica
quema de selva; producción de maíz que dura si acaso cinco años, después de lo
cual los terrenos se vuelven improductivos; ganadería que contribuye a una
deforestación aún mayor… Un modelo que, en opinión de Carabias, no es
sustentable.
Los
investigadores explican que estas prácticas han ido alterando la conectividad
del ecosistema de la región con la selva en Guatemala y Belice, ante lo cual
impulsan proyectos con los ejidos cercanos a fin de conservar los espacios no
afectados.
Comentan
que en el ejido Galacia se construyó el hotel Canto de la Selva, un “proyecto
sustentable” enclavado frente a la reserva de la biosfera que resultó un éxito
y permitió conservar 155 hectáreas de selva tropical. Otros ejemplos semejantes
son, dicen, el campamento Tamandua en el ejido Flor del Marqués, un mariposario
con un taller de artesanías y un servicio de recorridos en kayak a través de la
selva.
Mediante
estos proyectos, afirman los investigadores, ejidatarios que antes sólo se
dedicaban a la ganadería y a la agricultura triplicaron sus ingresos.
–Los
documentos de ustedes tienen el sello de la USAID (Agencia de Estados Unidos para
el Desarrollo Internacional)… –se les comenta
–Nosotros
no nos escondemos. Las organizaciones reciben apoyos de donde se puede,
presentan proyectos. Nosotros lo hemos hecho con la agencia europea y con la
japonesa, y con nacionales como la Fundación Banamex. Somos transparentes, no
nos escondemos y, como se sabe, hay cláusulas muy específicas de no
intervención política ni ideológica (en las comunidades de la zona) –ataja
Carabias.
Suspicacias
Actividades
como las que describen los dos académicos han sido descalificadas por quienes
se oponen a la presencia de Natura Mexicana en la CSL. Por ejemplo, esos grupos
denuncian supuestas prácticas de bioprospección –extracción de material
genético de especies– y sugieren que el resultado de éstas es vendido a
corporaciones trasnacionales. Así lo sostiene un comunicado difundido por la
Asociación Rural de Interés Colectivo- Independiente y Democrática el 15 de
mayo último.
“Es
un documento infecto de alguien que tiene nociones de biología y medio
ambiente. Es lacerante que se diga eso y, además, está mal empleado (el término
bioprospección). En todo caso sería biopiratería. Que lo demuestren. Cuando
algunos botánicos han ido a la zona y registran especies, hay un trabajo
científico que está en los herbarios, en las
universidades. No vamos a regresar al oscurantismo porque se argumente
que (el resultado de los estudios) se vende a empresas”, indica la bióloga.
Carabias
dice estar lista para responder a los señalamientos en el sentido de que es
propietaria de hoteles en la región. En especial se refiere a Natura Miramar,
un proyecto generado durante el gobierno de Juan Sabines al que Natura Mexicana
se opuso hasta frenarlo, no sólo por la similitud con el nombre de su
organización, sino porque no era sustentable.
Además,
muestra a Proceso copias de las actas constitutivas de la Sociedad de
Producción Rural (en la que se organizan los ejidos asesorados por Natura
Mexicana): Los artículos 16, 47 y 48 de los estatutos respectivos en ningún
caso permiten que personas que no sean ejidatarias o hijos de ejidatarios
trabajen en las empresas comunales o sean socios de ellas. La ambientalista
reitera una y otra vez: “no manejamos recursos; realizamos gestiones y los
recursos son de las comunidades”.
Julia
Carabias considera que estas sospechas pueden deberse a que los recursos se
etiquetan como “Selva Lacandona”, por lo cual hay quienes creen que son para la
CSL, cuando en realidad esta leyenda sirve para identificar los proyectos que
tienen que ver con la selva, es decir, con la reserva y su protección. En
cuanto a las imputaciones que se le hacen a ella, declara: “Mi única posesión
es el departamento en el que he vivido siempre”.
–¿Quién
la secuestró? –se le pregunta.
–Yo
hice una declaración contra quien resulte responsable. No imputé a Gabriel
Fernando Montoya Oseguera (asesor de Bienes Comunales de la Zona Lacandona
encarcelado el 14 de mayo último, suceso que algunas organizaciones relacionan
con el secuestro de Carabias) y no creo que haya sido el EZLN. Yo expliqué los
hechos como fueron. No señalé a nadie porque no sé si son parte de los de aquí,
si son parte de los invasores reubicados en años pasados por nuestra presión,
si es alguien más o si es alguien que aprovecha el viaje…
“Porque hay otras cosas: la caza, por ejemplo…
A lo mejor llevamos muchos años aquí con esos intereses afectados que nos están
queriendo fregar y dijeron: este es el momento porque se va a enredar con
todo.”
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