Aurora
Reyes (1908-1985) fue la primera muralista mexicana, pintora y poeta, admiradora de la Revolución Cubana, amiga de la pintora Frida Kahlo, sobrina de Don Alfonso Reyes, lideresa del grupo feminista “Las Pavorosas” y militante del PCM, nació el 9 de septiembre de 1908 en Hidalgo de Parral, Chihuahua, y murió el 26 de abril de 1985 en el DF.
Fue hija de León Reyes, y se la conocía como “La Cachorra”, no sólo por aquella derivación paterna, sino también por su carácter y su ferviente bravura.
Sus cenizas fueron sepultadas en las raíces de la magnolia que ella misma había sembrado en el jardín de su casa en Coyoacán.
Amiga de Renato Leduc y de Roberto López Moreno..
Dice Roberto:
"Siempre he sostenido que las dos más grandes poetisas de México en el siglo XX fueron Aurora Reyes y Rosario Castellanos una intimista (la segunda) y la otra de una pasión cívica siempre en militancia.
Para el poeta colombiano Germán Pardo García, Aurora Reyes era “la más grande poetisa india de la América contemporánea”.
Aurora y Rosario, curiosamente, representan los dos extremos de la patria: Chihuahua y Chiapas.
Aurora también fue pintora, la primera muralista mexicana. En 1948, Aurora Reyes escribió un gran poema ,“Hombre de México” dedicado a Lázaro Cárdenas. En mi libro “La sangre dividida”, escrito conjuntamente con la pintora y crítica de arte Leticia Ocharán, relato que cuando este poema fue dicho por primera vez, frente al presidente Cárdenas, un vasto contingente de campesinos en vez de aplausos saludaron el poema con salvas al aire, creándose un momento de gran emoción.
Y escribió el poema
“Hombre de México”.
Fue hija de León Reyes, y se la conocía como “La Cachorra”, no sólo por aquella derivación paterna, sino también por su carácter y su ferviente bravura.
Sus cenizas fueron sepultadas en las raíces de la magnolia que ella misma había sembrado en el jardín de su casa en Coyoacán.
Amiga de Renato Leduc y de Roberto López Moreno..
Dice Roberto:
"Siempre he sostenido que las dos más grandes poetisas de México en el siglo XX fueron Aurora Reyes y Rosario Castellanos una intimista (la segunda) y la otra de una pasión cívica siempre en militancia.
Para el poeta colombiano Germán Pardo García, Aurora Reyes era “la más grande poetisa india de la América contemporánea”.
Aurora y Rosario, curiosamente, representan los dos extremos de la patria: Chihuahua y Chiapas.
Aurora también fue pintora, la primera muralista mexicana. En 1948, Aurora Reyes escribió un gran poema ,“Hombre de México” dedicado a Lázaro Cárdenas. En mi libro “La sangre dividida”, escrito conjuntamente con la pintora y crítica de arte Leticia Ocharán, relato que cuando este poema fue dicho por primera vez, frente al presidente Cárdenas, un vasto contingente de campesinos en vez de aplausos saludaron el poema con salvas al aire, creándose un momento de gran emoción.
Y escribió el poema
“Hombre de México”.
Algo
oscuro ha pasado por el cielo de México.
Está
herida la tierra
Y
en los labios del viento
Silba
el agudo filo de antigua profecía.
El
horizonte ahoga un paisaje de alas
Ceñido
en ondulantes anillos de serpiente.
¡Águila
deshojada!
Un
sueño de poetas llora un sueño de héroes.
Algo
ha sabido el agua de litorales libres;
La
nave de la espuma
Hace
viajes de alarma entre azules y grises.
Inmóviles
metales conspiran en las sombras
Batallones
de arboles manifiestan sus brazos
La
noche vigilante se apresta para el alba.
¿En
donde estas creciendo silencioso gigante?
¿Qué
paisaje florece distancia en tu mirada?
¿Qué
sombras te transitan? ¿Que verdades te hablan?
Nutrido
de hambres públicas,
De
olvidos de ceniza,
De
espinas colectivas,
De
muchedumbres-lágrimas.
¡Ya
levántate y surge!
Ya
congrega y trasciende
Esta
imposible angustia panorámica
Múltiple
voz eleva sus hojas verticales
Clamando
por el fruto maduro de tu frente.
¡Desolada
bandera! Otra vez patria suave…
Ya
vienen otra vez los mercaderes.
Ya
vienen a llevarse tu riqueza,
Tus
cándidos tesoros,
Tu
color solferino,
Tu
morado rabioso
Y
únicos en el mundo, los ojos de tus niños
Se
acabaran tus pueblos de gardenia,
Tus
provincias de nardo,
Tus
novias de amapola,
Tu
cempasúchil de oro
Y
los intensos campos de tu flor madreselva.
Ya
no tendrás esquinas con vueltas de cilindro,
Ni
jardines de mantos,
Ni
ventanas de celo,
Ni
serenata tierna.
Ni
habrá más lotería de cartoncitos.
Apagarán
tus júbilos de cohete y chinampina,
La
deslumbrada luz de tus “castillos”,
Aquella
verde danza de tu ancestral amiga
Y
tu alucinación de maguey liquido.
Se
romperá el hechizo de tus sirenas,
Centro
de zapateado y conquián
Los
irisados gallos de las peleas
Y
los viernes de cábala y copal.
En
mecánico ritmo tomarán la armonía
Del
ardiente prodigio que modela tu mano
La
magia de tu lenta caricia, la alegría
De
los florecimientos de tu amor artesano.
Tus
veneros de azul serán cegados
En
el color caliente de tu sangre.
Envolverán
en dólares tus huesos
Y
en humo celofán tu joven aire.
Escucha
cómo crecen las tinieblas del odio,
Oye
cómo caminan los desiertos del hambre,
Cómo
construye firmes paraísos la fiebre
Y
murmura cuchillos la prisión de la sangre.
Ven
a ver cómo lloran las escuelas.
¡Que
cielos de amargura filtran las vecindades!
Las
mujeres con alma de montaña
Amasan
en su rostro silencios vegetales.
Ven
a cumplir tu entero destino, sombra clara;
Te
invocamos anónimo y auténtico,
Hermano
sin ayer y sin mañana
¡Ven
a morirte, Hombre de México!
Te
espera la impaciencia,
Lo
encuentros te buscan,
Arden
las multitudes,
Se
queman las palabras.
Surge
ya, ¡capitán de la angustia!
Te
llama la voz verde de las cañas.
Por
este barro en marcha que somos,
Por
el amor del agua,
Por
la muerte del árbol inocente
Y
su cosecha trágica.
Por
tu serena dignidad de cacto
Erguido
en los desiertos de la sed,
Tu
corazón de tuna colorada,
Y
tu canción de miel.
Por
el incomprendido desorden de tus sueños
Allí,
de donde parten los caminos de sal,
Por
la lluvia vendida,
Por
el pan traicionado,
Por
los ojos nocturnos del jacal.
Por
el sol,
Por
la nube,
Por
la flor,
Por
la palabra “Tierra”,
Por
la voz “Libertad”,
Por
los dioses de elote del cañaveral.
México,
abre los brazos, ¡crécelos!
-mar
que has purificado los ríos de otras aguas-
Acoge
nuestra voz.
¡Recíbela!
¡Levántala!
Y
coloca tu cifra de justicia
En
el cielo más alto del amor.
Abre
tu antiguo rostro golpeado de infinito,
El
volcán de tu entraña,
Tu
potencia de abismo azul.
Alcanza
los contornos morenos de la raza,
Desnuda
las tinieblas,
Multiplica
las flechas de la luz.
Crece
los brazos, ¡crécelos mas!
Y
en un himno de cumbres liberadas que crispe el huracán.
Irrumpan
el espacio de la Indoamérica
Las
palomas de azúcar de la paz.
Ven
a cumplir tu entero destino, sombra clara;
Te
invocamos anónimo y auténtico,
Hermano
del ayer y del mañana
¡Surge
ya!, ¡Hombre de México!
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