Los
pecados de Álvaro Corcuera/Bernardo
barranco V.
La Jornada, 2 de julio de 2014
Falleció
este lunes 30 de junio Álvaro Corcuera, quien fue director general los
legionarios y del Regnum Christi. Por motivos de edad avanzada, Marcial Maciel
se retiró en 2005 del cargo de superior general de la congregación de la Legión
de Cristo, seguramente una salida pactada con Roma por los evidentes indicios
del comportamiento patológico del fundador. En 2006 Benedicto XVI de manera
generosa ordenó a Maciel que se retirara a una vida de oración y penitencia,
tras años de acusaciones de abusos sexuales a seminaristas durante décadas.
Álvaro Corcuera, su mano derecha, trabajó en estrecha colaboración con Maciel
desde los años 90 hasta ser nombrado superior de la orden, sustituyendo a
Maciel.
Tiene una herencia maldita marcada por escándalos, denuncias de abusos
sexuales de su antecesor, manejos financieros turbios, cuentas millonarias,
propiedades, fideicomisos en Bahamas. Una fortuna calculada en 20 mil 500
millones de euros, señalaba El País en esos días. Estruendo y coberturas
mediáticas que desnudaban la doble moral no sólo de un personaje siniestro,
sino de una institución que lo cobijó y condescendió en el desenfreno de su
fundador hasta que en mayo de 2010 la comisión investigadora pone punto final a
todas las interrogantes y concluye: el mexicano Marcial Maciel, fundador de los
legionarios de Cristo, incurrió en gravísimos y objetivamente comportamientos
inmorales. Fortalecen que la Santa Sede intervenga la orden para renovarla.
Durante ese periodo Corcuera se resistió a dar crédito a las numerosas
denuncias y, ante las contundentes evidencias, dijo no saber de ellas e
insistió en que desconocía los delitos de Maciel. De todos modos, los críticos
internos de la Legión le reprocharon airadamente por considerar que la cúpula
debería haber renunciado cuando se revelaron los datos sobre la doble vida de
Maciel y que no podía haber una verdadera reforma mientras siguieran en
posiciones de poder actores formados en la escuela del fundador Maciel.
Corcuera
nunca se atrevió a develar los secretos de Maciel. Se los llevó a la tumba.
¿Cuántas historias clandestinas compartió Corcuera con Maciel? ¿Cuántas
confidencias, disimulos y disfraces encubrió Corcuera? ¿Hasta dónde llegaba la
absoluta autoridad y manipulación de Maciel sobre Corcuera, al grado de haber
sido su principal encubridor? ¿Cuántas confidencias inmundas se lleva Corcuera
a la eternidad?
Álvaro
Corcuera nace en 1957 en el seno de una familia con antecedentes europeos
aristocráticos. Estudió en instituciones emblemáticas de los legionarios como
el Instituto Cumbres, el Colegio Irlandés y la Universidad Anáhuac, donde
concluye la licenciatura en educación. Hace filosofía por la Pontificia
Universidad Gregoriana de Roma y desde 1974 se liga orgánicamente a los
legionarios. Es un admirador ardiente y vehemente de Maciel, y a su muerte, en
2008, en medio de numerosas y sólidas denuncias, Corcuera sigue cultivando el
culto a la personalidad de un personaje a todas luces sinestro. Hay que leer la
melosa homilía funeraria donde casi lo coloca a la altura de un santo, un
mártir de la fe y un hombre que siempre dijo sí a los grandes desafíos que le
aproximó Dios. Quizá aún tenía esperanza de que a su muerte se apagaran las
denuncias mediáticas e iniciar una beatificación. En verdad las enmieladas
palabras del posicionamiento de Corcuera ante la muerte de Maciel son una
verdadera pieza patética de simulación, doble discurso y cinismo institucional.
Corcuera
jamás condujo la orden durante su mandato 2005-2012. Menos sin Maciel. Los que
llevaban las riendas eran el financiero y calculador Luis Garza y Evaristo
Sada. Incluso el delegado pontificio Velasio de Paolis, encargado de llevar la
renovación de los legionarios, comentó en un informe al Papa, filtrado por la
prensa, que estaba convencido de que Corcuera no tenía dotes de gobierno, que
era tibio e inseguro. Corcuera fue un continuador de la identidad institucional
sectaria, elitista y antievangélica de Maciel. Fue siempre institucional y
hasta el final defendió la identidad de la orden con base en las constituciones
que propiciaban que la orden tuviera más rasgos de secta empresarial que de
congregación religiosa. En cierta forma cargó con toda la tormenta mediática
externa así como con las fisuras internas de los legionarios, que demandaban
verdaderas y firmes acciones para recomponer un navío averiado y a la deriva.
Un texto de denuncia redactado por un legionario, en 2009, propone perdones
alternativos y en uno de ellos se lee: Perdón, porque ni Álvaro Corcuera ni
Luis Garza ni Evaristo Sada han sabido dejar sus cargos a pesar de haber
perdido toda la credibilidad.
La
muerte de Corcuera se presenta en una coyuntura muy particular. Porque el papa
Francisco aún no ha dado su aprobación a las nuevas constituciones que los
legionarios elaboraron en su capítulo general extraordinario de inicios de
2014. Tampoco la elección de un nuevo director, Eduardo Robles Gil. Al parecer
el Papa aún no está convencido del todo de los cambios propuestos en la orden,
a pesar de haber colocado a dos personas en la cúpula del gobierno legionario.
El Papa está por dar a conocer el nombre de un asistente o interventor
pontificio que testifique la veracidad y hondura en los cambios trazados, con
lo cual se confirma que la reforma y restructuración legionaria está todavía
incompleta y que el Papa no ha quedado satisfecho, aunque las propuestas fueron
avaladas por el cardenal Velasio de Paolis. Algunos legionarios macielistas ya
se veían en la recuperación o normalización de su autonomía y el anuncio ha
caído como balde de agua fría.
La
muerte de Corcuera no cierra un ciclo. Probablemente sea una señal de
debilitamiento del ala dura macielista que sigue gobernando, simulando cambios
para que todo siga igual. Adonde vaya Corcuera acompañará a Maciel, su gran
maestro. Por fin Marcial Maciel ahora ya no está solo; tiene en compañía a uno
de sus más apasionados discípulos.
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