La
'Relatio Synodi' en español
Texto
completo de la relación final del Sínodo de los Obispos sobre la familia
La
revista ECCLESIA -que pertenece a la Conferencia Episcopal Española (CEE)- ha
traducido y publicado la Relatio Synodi de la III Asamblea General
Extraordinaria del Sínodo de los Obispos en español.
El documento, fue votado y
aprobado por los Padres sinodales en la tarde del sábado 18 de octubre, y
servirá para seguir trabajando durante este año en preparación del Sínodo
Ordinario de 2015 sobre la familia.
En el texto está la votación de cada uno de los puntos:
***
«Relatio
Synodi» de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos
INTRODUCCIÓN
1.
El Sínodo de los Obispos, reunido alrededor del Papa, dirige su pensamiento a
todas las familias del mundo, con sus alegrías, sus fatigas, sus esperanzas.
Siente, en especial, la necesidad de dar gracias al Señor por la generosa
fidelidad con que tantas familias cristianas responden a su vocación y misión.
Lo hacen con alegría y con fe incluso cuando el camino familiar las sitúa ante
obstáculos, incomprensiones y sufrimientos. A dichas familias va el aprecio, el
agradecimiento y el aliento de toda la Iglesia y de este Sínodo. Durante la
vigilia de oración celebrada en la plaza de San Pedro el sábado 4 de octubre de
2014 como preparación al Sínodo sobre la Familia, el Papa Francisco evocó de
manera sencilla y concreta la centralidad de la experiencia familiar en la vida
de todos, expresándose así: «Cae ya la tarde sobre nuestra asamblea. Es la hora
en que todos regresan gustosamente a casa para volver a reunirse alrededor de
la misma mesa, en la consistencia de los afectos, del bien realizado y
recibido, de los encuentros que enardecen el corazón y lo hacen crecer: vino
bueno que anticipa, en los días del hombre, la fiesta sin ocaso. Es también la
hora más gravosa para quien se encuentra cara a cara con la propia soledad, en
el crepúsculo amargo de sueños y de proyectos rotos: ¡cuántas personas
arrastran sus días por el callejón sin salida de la resignación, del abandono,
cuando no del rencor!; ¡en cuántas casas se ha agotado el vino de la alegría y,
con él, el sabor —la sabiduría misma— de la vida...! De unos y de otros esta
tarde nos hacemos voz con nuestra oración, una oración por todos».
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179 - Non placet: 0]
3.
Sobre la realidad de la familia, decisiva y preciosa, el Obispo de Roma ha
llamado a reflexionar al Sínodo de los Obispos en su Asamblea General
Extraordinaria de octubre de 2014, para profundizar después la reflexión en la
Asamblea General Ordinaria que se celebrará en el otoño de 2015, así como
durante todo el año que mediará entre estos dos acontecimientos sinodales. «El
“convenire in unum” alrededor del Obispo de Roma es ya un acontecimiento de
gracia en el que la colegialidad episcopal se manifiesta en un camino de
discernimiento espiritual y pastoral»: así ha descrito el Papa Francisco la
experiencia sinodal, señalando como sus cometidos la doble escucha de los
signos de Dios y de la historia de los hombres y la doble y única fidelidad que
de ella dimana.
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180 - Non placet: 2]
PRIMERA
PARTE
LA
ESCUCHA: EL CONTEXTO Y LOS DESAFÍOS PARA LA FAMILIA
El
contexto sociocultural
5.
Fieles a la enseñanza de Cristo, contemplamos la realidad de la familia actual
en toda su complejidad, con sus luces y con sus sombras. Pensamos en los
padres, en los abuelos, en los hermanos y en las hermanas, en los parientes cercanos
y lejanos, y en ese vínculo entre dos familias que todo matrimonio teje. El
cambio antropológico-cultural influye hoy en día en todos los aspectos de la
vida, y exige un enfoque analítico y diversificado. Hay que subrayar, ante
todo, los aspectos positivos: una mayor libertad de expresión y un mejor
reconocimiento de los derechos de la mujer y de los niños, por lo menos en
algunas regiones. Por otra parte, sin embargo, hay que considerar también el
peligro creciente constituido por un individualismo exasperado que
desnaturaliza los lazos familiares y acaba considerando a cada miembro de la
familia como una isla, haciendo que prevalezca, en determinados casos, la idea
de un sujeto que se construye de acuerdo con sus propios deseos, considerados
como un absoluto. A ello se añade también la crisis de fe que ha afectado a
tantos católicos, y que frecuentemente está en el origen de las crisis del
matrimonio y de la familia.
[Placet:
177 - Non placet: 3]
6.
Una de las mayores pobrezas de la cultura actual es la soledad, fruto de la
ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las
relaciones. Existe también una sensación general de impotencia ante una
situación socioeconómica que a menudo acaba aplastando a las familias. Ello se
debe a la pobreza y a la precariedad laboral crecientes, que se viven a veces
como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado gravosa que,
ciertamente, no impulsa a los jóvenes al matrimonio. Con frecuencia, las
familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca atención que les
prestan las instituciones. Las consecuencias negativas desde el punto de vista
de la organización social resultan evidentes: desde la crisis demográfica hasta
las dificultades educativas, desde la dificultad para acoger la vida naciente
hasta la percepción de la presencia de los ancianos como un peso y la difusión
de un malestar afectivo que, en ocasiones, llega a la violencia. Es
responsabilidad del Estado crear las condiciones legislativas y laborales para
garantizar el porvenir de los jóvenes y ayudarlos a realizar su proyecto de
fundar una familia.
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175 - Non placet: 5]
7.
Hay contextos culturales y religiosos que plantean desafíos especiales. En
algunas sociedades aún está vigente la práctica de la poligamia, y en algunos
ambientes tradicionales la costumbre del «matrimonio por etapas». En otros
ambientes, persiste la práctica de los matrimonios concertados. En los países
en los que la presencia de la Iglesia católica es minoritaria, son numerosos
los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con todas las dificultades que
estos acarrean en relación con la configuración jurídica, con el bautismo y con
la educación de los hijos y el respeto recíproco desde el punto de vista de la
diversidad de la fe. En estos matrimonios puede darse el peligro del
relativismo o de la indiferencia, pero también la posibilidad de favorecer el
espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso a través de una convivencia
armoniosa de comunidades que habitan en el mismo lugar. En muchos ambientes —y
no solo occidentales— se va extendiendo ampliamente la praxis de la convivencia
que precede al matrimonio, o incluso la de convivencias no encaminadas a
adoptar la forma de un vínculo institucional. A ello se añade a menudo una
legislación civil que pone en peligro el matrimonio y la familia. Debido a la
secularización, en muchas partes del mundo la referencia a Dios se ha reducido
considerablemente, y la fe ya no es compartida socialmente.
[Placet:
170 - Non placet: 9]
8.
Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, particularmente en algunos
países, y numerosos los que crecen después con uno solo de sus progenitores o
en un ambiente familiar ampliado o reconstituido. Aumenta el número de
divorcios, y no es raro el caso de decisiones determinadas únicamente por
factores de carácter económico. A menudo los niños son objeto de disputa entre
los padres, y los hijos son las verdaderas víctimas de los desgarros
familiares. Los progenitores masculinos están a menudo ausentes, no solo por
cuestiones económicas, mientras, por el contrario, se siente la necesidad de
que asuman con más claridad su responsabilidad en relación con los hijos y con
la familia. La dignidad de la mujer necesita aún ser defendida y fomentada. Y
es que hoy, en muchos ambientes, ser mujer es objeto de discriminación, e
incluso el don de la maternidad se penaliza con frecuencia, en vez de
presentarse como valor. Tampoco cabe olvidar los fenómenos crecientes de
violencia de los que las mujeres son víctimas —a veces, por desgracia, también
en el seno de las familias—, ni la grave y extendida mutilación genital de la
mujer practicada en algunas culturas. Asimismo, la explotación sexual de la
infancia constituye uno de los fenómenos más escandalosos y perversos de la
sociedad actual. También las sociedades azotadas por la violencia debida a la
guerra, al terrorismo o a la presencia de la criminalidad organizada,
atraviesan por situaciones familiares deterioradas, y sobre todo en las grandes
metrópolis y en sus periferias crece el fenómeno de los así llamados «niños de
la calle». Las migraciones constituyen, además, otro signo de los tiempos que
hay que afrontar y comprender, con toda su carga de consecuencias para la vida
familiar.
[Placet:
179 - Non placet: 1]
La
importancia de la vida
9.
Ante el contexto social que queda trazado, se detecta en muchas partes del
mundo, en los individuos, una mayor necesidad de ocuparse de su propia persona,
de conocerse interiormente, de vivir en mayor sintonía con sus propias
emociones y con sus propios sentimientos, de buscar relaciones afectivas de
calidad; tan justa aspiración puede abrir al deseo de comprometerse en la
construcción de relaciones de entrega y de reciprocidad creativas,
responsabilizadoras y solidarias como las familiares. El peligro individualista
y el riesgo de vivir en clave egoísta resultan considerables. El desafío para
la Iglesia estriba en ayudar a las parejas a madurar su dimensión emocional y
su desarrollo afectivo fomentando el diálogo, la virtud y la confianza en el
amor misericordioso de Dios. El compromiso pleno que exige el magisterio
cristiano puede constituir un fuerte antídoto contra la tentación de un
individualismo egoísta.
[Placet:
171 - Non placet: 8]
10.
En el mundo actual no faltan tendencias culturales que parecen imponer una
afectividad sin límites, de la que se quieren explorar todas las vertientes,
incluso las más complejas. De hecho, la cuestión de la fragilidad afectiva es
de gran actualidad: una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no
ayuda siempre a los individuos a alcanzar una madurez mayor. Preocupa cierta
difusión de la pornografía y de la comercialización del cuerpo, favorecida
también por un empleo distorsionado de Internet, y hay que denunciar la
situación de aquellas personas que se ven obligadas a ejercer la prostitución.
En este contexto, las parejas están a menudo perplejas, titubean y les cuesta
encontrar la forma de crecer. Son muchos los que tienden a permanecer en las
etapas primarias de la vida emocional y sexual. La crisis de la pareja
desestabiliza a la familia, y, a través de las separaciones y de los divorcios,
puede llegar a acarrear graves consecuencias a los adultos, a los hijos y a la
sociedad, debilitando al individuo y los lazos sociales. También el declive
demográfico, debido a una mentalidad antinatalista y fomentado por las
políticas mundiales de salud reproductiva, no solo determina una situación en
la que no se asegura ya la sucesión de las generaciones, sino que amenaza con
conducir, con el paso del tiempo, a un empobrecimiento económico y a una
pérdida de esperanza en el porvenir. También el desarrollo de las biotecnologías
ha ejercido un gran impacto en la natalidad.
[Placet:
174 - Non placet: 8]
El
desafío para la pastoral
11.
En este contexto, la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad
y de esperanza. Hay que partir de la convicción de que el hombre procede de
Dios y que, por consiguiente, una reflexión capaz de replantear las grandes
preguntas sobre el significado del ser humano puede hallar un terreno fértil en
las expectativas más profundas de la humanidad. Los grandes valores del matrimonio
y de la familia cristiana se corresponden con la búsqueda que caracteriza a la
existencia humana, incluso en un tiempo marcado por el individualismo y por el
hedonismo. Es preciso acoger a las personas con su existencia concreta, saber
sustentar su búsqueda, alentar el deseo de Dios y la voluntad de sentirse
plenamente parte de la Iglesia incluso en quien ha experimentado el fracaso o
se encuentra en las situaciones más diversas. El mensaje cristiano lleva
siempre en sí la realidad y el dinamismo de la misericordia y de la verdad, que
convergen en Cristo.
[Placet:
173 - Non placet: 6]
SEGUNDA
PARTE
LA
MIRADA FIJA EN CRISTO: EL EVANGELIO DE LA FAMILIA
La
mirada fija en Jesús y la pedagogía divina en la historia de la salvación
12.
Para «comprobar nuestro paso por el terreno de los desafíos contemporáneos, la
condición decisiva es mantener fija la mirada en Jesucristo, permanecer en la
contemplación y en la adoración de su rostro. [...] Y es que cada vez que
volvemos a la fuente de la experiencia cristiana se abren nuevos caminos y
posibilidades impensadas» (Papa Francisco, Discurso del 4-10-2014). Jesús miró
con amor y ternura a las mujeres y a los hombres con los que se encontró,
acompañando sus pasos con verdad, paciencia y misericordia al anunciar las
exigencias del Reino de Dios.
[Placet:
176 - Non placet: 3]
13.
Dado que el orden de la creación está determinado por su orientación hacia
Cristo, hay que distinguir, sin separarlos, los diferentes grados con los que
Dios comunica a la humanidad la gracia de la alianza. En virtud de la pedagogía
divina, según la cual el orden de la creación evoluciona hacia el de la
redención mediante etapas sucesivas, es preciso comprender la novedad del
sacramento nupcial cristiano en continuidad con el matrimonio natural de los
orígenes. Así se entiende aquí la forma de actuar salvífica de Dios, tanto en
la creación como en la vida cristiana. En la creación: como todo fue creado por
Cristo y para él (cf. Col 1, 16), los cristianos descubren «con gozo y respeto
las semillas de la Palabra que en ella laten» y atienden, al propio tiempo, «a
la profunda transformación que se realiza entre las gentes» (Ad gentes, n. 11).
En la vida cristiana: ya que con el bautismo el creyente queda insertado en la
Iglesia mediante esa Iglesia doméstica que es su familia, él mismo emprende ese
«proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los
dones de Dios» (Familiaris consortio, n. 9), por medio de la conversión
continua al amor que salva del pecado y da plenitud de vida.
[Placet:
174 - Non placet: 7]
14.
Jesús mismo, refiriéndose al designio primigenio sobre la pareja humana,
reafirma la unión indisoluble entre el hombre y la mujer, aun diciendo que «por
la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres;
pero, al principio, no era así» (Mt 19, 8). La indisolubilidad del matrimonio
(«Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», Mt 19, 6) no ha de
entenderse, ante todo, como «yugo» impuesto a los hombres, sino como «don»
hecho a las personas unidas en matrimonio. De esta manera, Jesús muestra cómo
la condescendencia divina acompaña siempre el camino humano, sana y transforma
con su gracia el corazón endurecido, orientándolo hacia su principio, a través del
camino de la cruz. En los Evangelios surge claramente el ejemplo de Jesús, que
resulta paradigmático para la Iglesia. Y es que Jesús asumió una familia, dio
inicio a sus signos durante la fiesta nupcial en Caná, anunció el mensaje
concerniente al significado del matrimonio como plenitud de la Revelación que
recupera el proyecto originario de Dios (Mt 19, 3). Pero, al mismo tiempo, puso
en práctica la doctrina enseñada, manifestando así el verdadero significado de
la misericordia. Ello aparece claramente en sus encuentros con la samaritana
(Jn 4, 1-30) y con la adúltera (Jn 8, 1-11), en los que Jesús, con una actitud
de amor hacia la persona pecadora, la induce al arrepentimiento y a la
conversión («Anda, y en adelante no peques más»), condición para el perdón.
[Placet:
164 - Non placet: 18]
La
familia en el designio salvífico de Dios
15.
Las palabras de vida eterna que Jesús dejó a sus discípulos incluían la
enseñanza sobre el matrimonio y la familia. Dicha enseñanza de Jesús nos
permite distinguir en tres etapas fundamentales el proyecto de Dios sobre el
matrimonio y la familia. Al principio, está la familia de los orígenes, cuando
Dios creador instituyó el matrimonio primordial entre Adán y Eva como
fundamento sólido de la familia. Dios no solo creó al ser humano varón y mujer
(Gén 1, 27), sino que también los bendijo para que fueran fecundos y se
multiplicaran (Gén 1, 28). Por eso «abandonará el varón a su padre y a su
madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne» (Gén 2, 24). Esta
unión quedó dañada por el pecado y se convirtió en la forma histórica de
matrimonio en el Pueblo de Dios, al que Moisés brindó la posibilidad de expedir
un acta de divorcio (cf. Dt 24, 1ss). Dicha forma era la que predominaba en
tiempos de Jesús. Con su advenimiento y con la reconciliación del mundo caído
gracias a la redención por él realizada, terminó la era inaugurada por Moisés.
[Placet:
167 - Non placet: 13]
16.
Jesús, que reconcilió en sí todas las cosas, recondujo el matrimonio y la
familia a su forma original (cf. Mc 10, 1- 12). La familia y el matrimonio
fueron redimidos por Cristo (cf. Ef 5, 21-32), restaurados a imagen de la
Santísima Trinidad, misterio del que todo amor verdadero dimana. La alianza
nupcial, inaugurada en la creación y revelada en la historia de la salvación,
recibe su plena revelación de su significado en Cristo y en su Iglesia. De
Cristo a través de la Iglesia, el matrimonio y la familia reciben la gracia
necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión. El Evangelio
de la familia atraviesa la historia del mundo desde la creación del hombre a
imagen y semejanza de Dios (cf. Gén 1, 26-27) hasta la culminación del misterio
de la Alianza en Cristo al final de los siglos con las bodas del Cordero (cf.
Ap 19, 9; Juan Pablo II, Catequesis sobre el amor humano).
[Placet:
171 - Non placet: 8]
La
familia en los documentos de la Iglesia
17.
«A lo largo de los siglos, la Iglesia no ha dejado de ofrecer su enseñanza
constante sobre el matrimonio y la familia. Una de las expresiones más altas de
este magisterio la propuso el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la
Constitución pastoral Gaudium et spes, que dedica un capítulo entero a la
promoción de la dignidad del matrimonio y la familia (cf. Gaudium et spes, nn.
47-52). Define el matrimonio como comunidad de vida y de amor (cf. Gaudium et
spes, n. 48), situando al amor en el centro de la familia, mostrando, al mismo
tiempo, la verdad de ese amor ante las diversas formas de reduccionismo
presentes en la cultura contemporánea. El “verdadero amor entre marido y mujer”
(Gaudium et spes, n. 49) implica la entrega mutua, incluye e integra la
dimensión sexual y la afectividad, conformemente al designio divino (cf.
Gaudium et spes, nn. 48-49). Además, Gaudium et spes 48 subraya el arraigo en
Cristo de los esposos: Cristo Señor “sale al encuentro de los esposos
cristianos en el sacramento del matrimonio”, y permanece con ellos. En la
Encarnación, él asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y dona
a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda su
vida de fe, esperanza y caridad. De este modo, los esposos son consagrados y,
mediante una gracia propia, edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una
Iglesia doméstica (cf. Lumen gentium, n. 11), de manera que la Iglesia, para
comprender plenamente su misterio, mira a la familia cristiana, que lo
manifiesta de modo genuino» (Instrumentum laboris, n. 4).
[Placet:
174 - Non placet: 6]
18.
«Siguiendo las huellas del Concilio Vaticano II, el magisterio pontificio ha
ido profundizando la doctrina sobre el matrimonio y la familia. En particular
Pablo VI, con la Encíclica Humanæ vitæ, puso de relieve el vínculo íntimo entre
amor conyugal y engendramiento de la vida. San Juan Pablo II dedicó especial
atención a la familia mediante sus catequesis sobre el amor humano, la Carta a
las familias (Gratissimam sane) y sobre todo con la exhortación apostólica
Familiaris consortio. En esos documentos, el Pontífice definió a la familia
“vía de la Iglesia”; ofreció una visión de conjunto sobre la vocación al amor
del hombre y la mujer; propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la
familia y para la presencia de la familia en la sociedad. En particular,
tratando de la caridad conyugal (cf. Familiaris consortio, n. 13), describió el
modo como los cónyuges, en su mutuo amor, reciben el don del Espíritu de Cristo
y viven su llamada a la santidad» (Instrumentum laboris, n. 5).
[Placet:
175 - Non placet: 5]
19.
«Benedicto XVI, en la encíclica Deus caritas est, retomó el tema de la verdad
del amor entre hombre y mujer, que se ilumina plenamente solo a la luz del amor
de Cristo crucificado (cf. Deus caritas est, n. 2). Él recalca que: “El
matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de
la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se
convierte en la medida del amor humano” (Deus caritas est, n. 11). Además, en
la encíclica Caritas in veritate, pone de relieve la importancia del amor como
principio de vida en la sociedad (cf. Caritas in veritate, n. 44), lugar en el
que se aprende la experiencia del bien común» (Instrumentum laboris, n. 6).
[Placet:
176 - Non placet: 5]
20.
«El Papa Francisco, en la encíclica Lumen fidei, al afrontar el vínculo entre
la familia y la fe, escribe: “El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y
guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza
sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que
ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y
asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos,
porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras
debilidades” (Lumen fidei, n. 53)» (Instrumentum laboris, n. 7).
[Placet:
178 - Non placet: 3]
La
indisolubilidad del matrimonio y la alegría de vivir juntos
21.
La entrega recíproca constitutiva del matrimonio sacramental está enraizada en
la gracia del bautismo, que establece la alianza fundamental de cada persona
con Cristo en la Iglesia. En la acogida recíproca y con la gracia de Cristo,
los novios se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida; reconocen
como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece,
tomando en serio su compromiso mutuo, en su nombre y ante la Iglesia. Ahora
bien: en la fe, resulta posible asumir los bienes del matrimonio como
compromisos que pueden cumplirse mejor mediante la ayuda de la gracia del
sacramento. Dios consagra el amor de los esposos y confirma su indisolubilidad
ayudándolos a vivir la fidelidad, la integridad recíproca y a la apertura a la
vida. Por lo tanto, la mirada de la Iglesia se vuelve a los esposos como al
corazón de la familia entera, que a su vez fija también su mirada en Jesús.
[Placet:
181 - Non placet: 1]
22.
En esta misma perspectiva, haciendo nuestra la enseñanza del Apóstol según la
cual toda la creación fue concebida en Cristo y con vistas a él (cf. Col 1,
16), el Concilio Vaticano II quiso expresar aprecio por el matrimonio natural y
por los elementos válidos presentes en las demás religiones (cf. Nostra ætate,
n. 2) y en las culturas, pese a sus límites e insuficiencias (cf. Redemptoris
missio, n. 55). La presencia de las «semina Verbi» en las culturas (cf. Ad
gentes, n. 11) podría aplicarse, en algunos aspectos, también a la realidad
matrimonial y familiar de tantas culturas y de personas no cristianas. Existen,
pues, elementos válidos también en algunas formas ajenas al matrimonio
cristiano —basado, en cualquier caso, en la relación estable y verdadera entre
un hombre y una mujer—, que en todo caso consideramos que están orientadas
hacia él. Con la mirada puesta en la sabiduría humana de los pueblos y de las culturas,
la Iglesia reconoce también esa familia como célula básica necesaria y fecunda
de la convivencia humana.
[Placet:
160 - Non placet: 22]
Verdad
y belleza de la familia y misericordia hacia las familias heridas y frágiles
23.
Con íntima alegría y profunda consolación, la Iglesia mira a las familias que
permanecen fieles a las enseñanzas del Evangelio, dándoles las gracias y
alentándolas por el testimonio que ofrecen. Y es que gracias a ellas resulta
creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre. En la
familia, «especie de Iglesia doméstica» (Lumen gentium, n. 11), madura la
primera experiencia eclesial de la comunión entre personas, en la que se
refleja, por gracia, el misterio de la Santa Trinidad. «Aquí se aprende la
paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso
reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de
la propia vida» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1657). La Sagrada Familia
de Nazaret es su modelo admirable, y «aquí, en esta escuela, se comprende la
necesidad de tener una disciplina espiritual, si se quiere llegar a ser alumnos
del Evangelio y discípulos de Cristo» (Pablo VI, Discurso en Nazaret,
5-1-1964). El Evangelio de la familia alimenta también las semillas aún
pendientes de madurar, y ha de curar los árboles que se han secado y que
precisan que no se los desatienda.
[Placet:
169 - Non placet: 10]
24.
La Iglesia, como maestra segura y madre solícita, aun reconociendo que para los
bautizados no hay más vínculo nupcial que el sacramental, y que toda ruptura de
este va contra la voluntad de Dios, es consciente también de la fragilidad de
muchos de sus hijos, a los que les cuesta recorrer el camino de la fe. «Por lo
tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con
misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que
se van construyendo día a día. [...] Un pequeño paso, en medio de grandes
límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente
correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A
todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que
obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas»
(Evangelii gaudium, n. 44).
[Placet:
170 - Non placet: 11]
25.
Con vistas a un acercamiento pastoral a las personas que han contraído
matrimonio civil, a las que están divorciadas y se han vuelto a casar, o a las
que simplemente conviven, corresponde a la Iglesia revelarles la divina
pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarlas a alcanzar la plenitud del plan
de Dios en ellas. Siguiendo la mirada de Cristo, cuya luz alumbra a todo hombre
(cf. Jn 1, 9; Gaudium et spes, n. 22), la Iglesia se vuelve con amor hacia
quienes participan en su vida de manera incompleta, reconociendo que la gracia
de Dios actúa también en sus vidas, dándoles el valor necesario para hacer el
bien, para cuidar con amor uno de otro y para estar al servicio de la comunidad
en la que viven y trabajan.
[Placet:
140 - Non placet: 39]
26.
La Iglesia contempla aprensión la desconfianza de muchos jóvenes hacia el
compromiso conyugal y sufre por la precipitación con la que muchos fieles
deciden poner fin al vínculo contraído, instaurando otro. Estos fieles, que
forman parte de la Iglesia, necesitan una atención pastoral misericordiosa y
alentadora, que distinga adecuadamente las situaciones. Hay que animar a los
jóvenes bautizados a no titubear ante la riqueza que aporta a sus proyectos de
amor el sacramento del matrimonio, junto con la fuerza del apoyo que reciben de
la gracia de Cristo y de la posibilidad de participar plenamente en la vida de
la Iglesia.
[Placet:
166 - Non placet: 14]
27.
En este sentido, una dimensión nueva de la pastoral familiar actual consiste en
prestar atención al fenómeno de los matrimonios civiles entre hombre y mujer, a
los matrimonios tradicionales, y, con las debidas diferencias, también a las
convivencias. Cuando la unión alcanza una estabilidad considerable a través de
un vínculo público y se caracteriza por un afecto profundo, por su
responsabilidad para con la prole y por su capacidad de superar las pruebas,
puede considerarse como una ocasión a la que hay que acompañar en su camino
hacia el sacramento del matrimonio. Muchas veces, por el contrario, se
establece la convivencia no con vistas a un posible matrimonio, sino sin
ninguna intención de establecer una relación institucional.
[Placet:
147 - Non placet: 34]
28.
Conforme a la mirada misericordiosa de Jesús, la Iglesia debe acompañar con
atención y solicitud a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y
extraviado, devolviendo confianza y esperanza, como la luz del faro de un
puerto o la de una antorcha llevada entre la gente para alumbrar a quienes han
perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tormenta. Conscientes de que la
misericordia más grande consiste en decir la verdad con amor, vayamos más allá
de la compasión. El amor misericordioso, tal como atrae y une, así transforma y
eleva. Invita a la conversión. Así, de esta misma manera, concebimos la actitud
del Señor, que no condena a la mujer adúltera, pero que le pide que no peque
más (cf. Jn 8, 1-11).
[Placet:
152 - Non placet: 27]
TERCERA
PARTE
LA
CONFRONTACIÓN: PERSPECTIVAS PASTORALES
Anunciar
el Evangelio de la familia hoy, en los diferentes contextos
29.
El diálogo sinodal ha examinado algunas instancias pastorales más urgentes, a
encomendar a la concreción de cada Iglesia local, en la comunión «cum Petro et
sub Petro». El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgencia para
la nueva evangelización. La Iglesia está llamada a llevarlo a cabo con ternura
de madre y claridad de maestra (cf. Ef 4, 15), en fidelidad a la kénosis
misericordiosa de Cristo. La verdad se encarna en la fragilidad humana no para
condenarla, sino para salvarla (cf. Jn 3, 16-17).
[Placet:
176 - Non placet: 7]
30.
Evangelizar es responsabilidad de todo el Pueblo de Dios, según el propio
ministerio y carisma de cada uno de sus miembros. Sin el testimonio gozoso de
los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aun siendo
correcto, corre el peligro de ser incomprendido o de quedar ahogado en ese mar
de palabras que caracteriza a nuestra sociedad (cf. Novo millennio ineunte, n.
50). Los Padres sinodales han subrayado en varias ocasiones que las familias
católicas, en virtud de la gracia del sacramento nupcial, están llamadas a ser
ellas mismas sujetos activos de la pastoral familiar.
[Placet:
178 - Non placet: 2]
31.
Resultará decisivo poner de relieve la primacía de la gracia, y, por
consiguiente, las posibilidades que el Espíritu da en el sacramento. Se trata
de dar a experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que «llena el
corazón y la vida entera», porque en Cristo somos «liberados del pecado, de la
tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii gaudium, n. 1). A la
luz de la parábola del sembrador (cf. Mt 13, 3), nuestra tarea consiste en
cooperar en la siembra: lo restante, es obra de Dios. Tampoco hay que olvidar
que la Iglesia que predica sobre la familia es signo de contradicción.
[Placet:
175 - Non placet: 4]
32.
Para ello se requiere, de parte de toda la Iglesia, una conversión misionera:
es preciso no quedarse en un anuncio meramente teórico y desconectado de los
problemas reales de las personas. No hay que olvidar jamás que la crisis de la
fe ha acarreado una crisis del matrimonio y de la familia, y que, por
consiguiente, a menudo ha quedado interrumpida la transmisión de la propia fe
de padres a hijos. Ante una fe fuerte, la imposición de algunas perspectivas
culturales que debilitan el matrimonio y la familia no tiene incidencia.
[Placet:
176 - Non placet: 5]
33.
La conversión afecta también al lenguaje, para que este resulte efectivamente
significativo. El anuncio debe dar a experimentar que el Evangelio de la
familia es respuesta a las expectativas más profundas de la persona humana: a
su dignidad y a su realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la
fecundidad. No se trata tan solo de presentar una normativa, sino de proponer
valores, respondiendo a la necesidad de estos que se detecta hoy en día,
incluso en los países más secularizados.
[Placet:
175 - Non placet: 7]
34.
La Palabra de Dios es fuente de vida y de espiritualidad para la familia. Toda
la pastoral familiar deberá dejarse plasmar interiormente y formar a los
miembros de la Iglesia doméstica mediante la lectura orante y eclesial de la
Sagrada Escritura. La Palabra de Dios no es solo una buena nueva para la vida
privada de las personas, sino también un criterio de juicio y una luz para el
discernimiento de los diferentes desafíos a los que se enfrentan los cónyuges y
las familias.
[Placet:
180 - Non placet: 1]
35.
Al mismo tiempo, muchos Padres sinodales han insistido en un acercamiento más
positivo a las riquezas de las diferentes experiencias religiosas, sin
silenciar sus dificultades. En esas diferentes realidades religiosas y en la
gran diversidad cultural que caracteriza a las naciones, resulta oportuno
apreciar en un primer momento sus posibilidades positivas y, a la luz de estas,
valorar sus limitaciones y carencias.
[Placet:
164 - Non placet: 17]
36.
El matrimonio cristiano es una vocación que se acoge mediante una preparación
adecuada en un itinerario de fe, con un discernimiento maduro, y no ha de
considerarse tan solo una tradición cultural o una exigencia social o jurídica.
Hay que realizar, pues, recorridos que acompañen a la persona y a la pareja de
manera que a la comunicación de los contenidos de la fe se una la experiencia
de vida que ofrece toda la comunidad eclesial.
[Placet:
177 - Non placet: 1]
37.
Se ha recordado repetidamente la necesidad de una renovación radical de la
praxis pastoral a la luz del Evangelio de la familia, superando las visiones
individualistas que aún la caracterizan. Por eso se ha insistido en varias
ocasiones en la renovación de la formación de los presbíteros, de los diáconos,
de los catequistas y de los demás agentes pastorales, mediante una mayor
implicación de las propias familias.
[Placet:
175 - Non placet: 2]
38.
Se ha subrayado, asimismo, la necesidad de una evangelización que denuncie con
franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos
—como el excesivo espacio dado a la lógica del mercado— que impiden una vida
auténticamente familiar, determinando discriminaciones, pobrezas, exclusiones,
violencia. Para ello hay que emprender un diálogo y una cooperación con las
estructuras sociales, y hay que alentar y apoyar a los laicos que se
comprometen, como cristianos, en los ámbitos cultural y sociopolítico.
[Placet:
178 - Non placet: 1]
Guiar
a los novios por el camino de preparación al matrimonio
39.
La compleja situación social y los desafíos que hoy en día la familia está
llamada a afrontar requieren un mayor compromiso de toda la comunidad cristiana
en la preparación de los novios al matrimonio. Es preciso recordar la
importancia de las virtudes. Entre estas, la castidad resulta condición muy
valiosa para un crecimiento genuino del amor interpersonal. Respecto a esta
necesidad, los Padres sinodales han sido concordes en subrayar la exigencia de
una mayor implicación de toda la comunidad que privilegie el testimonio de las
propias familias, amén de la de una radicación de la preparación al matrimonio
en el camino de iniciación cristiana, subrayando el nexo del matrimonio con el
bautismo y con los demás sacramentos. Asimismo, se ha puesto de relieve la
necesidad de programas específicos para la preparación próxima al matrimonio
que constituyan una experiencia auténtica de participación en la vida eclesial
y ahonden en los diferentes aspectos de la vida familiar.
[Placet:
176 - Non placet: 4]
Acompañar
los primeros años de la vida matrimonial
40.
Los primeros años de matrimonio son un período vital y delicado durante el cual
las parejas crecen en la toma de conciencia de los desafíos y del significado
del matrimonio. De ahí la exigencia de un acompañamiento pastoral que prosiga
después de la celebración del sacramento (cf. Familiaris consortio, III parte).
En esta pastoral, resulta de gran importancia la presencia de parejas de
esposos con experiencia. La parroquia es considerada el lugar en el que parejas
expertas pueden ponerse a disposición de las más jóvenes, con la participación
eventual de asociaciones, movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Hay que
animar a los esposos con vistas a que asuman una actitud fundamental de acogida
del gran don de los hijos. Hay que subrayar la importancia de la espiritualidad
familiar, de la oración y de la participación en la eucaristía dominical,
impulsando a las parejas a reunirse con regularidad para fomentar el
crecimiento de la vida espiritual y la solidaridad en las exigencias concretas
de la vida. Liturgias, prácticas devocionales y eucaristías celebradas para las
familias, particularmente en el aniversario del matrimonio, han sido
mencionadas como vitales para favorecer la evangelización a través de la
familia.
[Placet:
179 - Non placet: 1]
Atención
pastoral a quienes viven en el matrimonio civil o en convivencias
41.
Al tiempo que sigue anunciando y promoviendo el matrimonio cristiano, el Sínodo
alienta también el discernimiento pastoral de las situaciones de tantos que no
viven ya esta realidad. Importa entablar un diálogo pastoral con estas
personas, con el fin de poner de relieve los elementos de su vida que puedan
conducir a una mayor apertura al Evangelio del matrimonio en su plenitud. Los
pastores han de identificar elementos que puedan favorecer la evangelización y
el crecimiento humano y espiritual. Una sensibilidad nueva de la pastoral
actual consiste en captar los elementos positivos presentes en los matrimonios
civiles y, con las debidas diferencias, en las convivencias. Es preciso que en
la propuesta cristiana, aun afirmando con claridad el mensaje cristiano,
señalemos también elementos constructivos en aquellas situaciones que no se
corresponden aún o ya con él.
[Placet:
125 - Non placet: 54]
42.
Se ha advertido, también, que, en muchos países, un «número creciente de
parejas [...] conviven ad experimentum, sin matrimonio ni canónico ni civil»
(Instrumentum laboris, n. 81). En algunos países, esto sucede especialmente en
el matrimonio tradicional, concertado entre familias y celebrado a menudo en
diferentes etapas. En otros países, en cambio, crece continuamente el número de
quienes, tras vivir juntos durante largo tiempo, piden la celebración del
matrimonio en la iglesia. A menudo se opta por la simple convivencia, debido a
una mentalidad general contraria a las instituciones y a los compromisos
definitivos, pero también a la espera de una seguridad existencial (trabajo y
sueldo fijo). Por último, en otros países las uniones de hecho son muy
numerosas, no solo por el rechazo de los valores de la familia y del
matrimonio, sino, sobre todo, por el hecho de que casarse es percibido como un
lujo, debido a los condicionamientos sociales, por lo que la miseria material
impulsa a vivir uniones de hecho.
[Placet:
143 - Non placet: 37]
43.
Todas estas situaciones han de afrontarse de manera constructiva, intentando
transformarlas en oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de
la familia a la luz del Evangelio. Se trata de acogerlas y de acompañarlas con
paciencia y delicadeza. Para ello resulta importante el testimonio atractivo de
auténticas familias cristianas como sujetos de la evangelización de la familia.
[Placet:
162 - Non placet: 14]
Curar
las familias heridas (separados, divorciados no casados de nuevo, divorciados
casados de nuevo, familias monoparentales)
44.
Cuando los esposos sufren problemas en sus relaciones, han de poder contar con
la ayuda y con el acompañamiento de la Iglesia. La pastoral de la caridad y la
misericordia tienden a recuperar a las personas y las relaciones. La
experiencia enseña que, con una ayuda adecuada y con la acción de
reconciliación de la gracia, un gran porcentaje de crisis matrimoniales se
superan de manera satisfactoria. Saber perdonar y sentirse perdonado
constituyen una experiencia fundamental en la vida familiar. El perdón entre
los esposos permite experimentar un amor que es para siempre y que no pasa
nunca (cf. 1 Cor 13, 8). Con todo, a quien ha recibido el perdón de Dios le
resulta a veces difícil tener la fuerza necesaria para ofrecer un perdón
auténtico que regenere a la persona.
[Placet:
171 - Non placet: 7]
45.
En el Sínodo ha resonado con claridad la necesidad de tomar decisiones
pastorales valientes. Confirmando una vez más con fuerza la fidelidad al
Evangelio de la familia y reconociendo que separación y divorcio son siempre
una herida que provoca profundos sufrimientos a los cónyuges que los viven y a
sus hijos, los Padres sinodales han percibido la urgencia de caminos pastorales
nuevos que partan desde la realidad efectiva de las fragilidades familiares,
sabiendo que estas, a menudo, son más «soportadas» con sufrimiento que
escogidas en plena libertad. Se trata de situaciones que difieren tanto en
factores personales como en culturales y socioeconómicos. Es precisa una mirada
diferenciada, tal como sugería San Juan Pablo II (cf. Familiaris consortio, n.
84).
[Placet:
165 - Non placet: 15]
46.
En primer lugar, hemos de escuchar a toda familia con respeto y amor,
haciéndonos compañeros de camino como Cristo con los discípulos en el camino de
Emaús. Valen de especial manera para estas situaciones las palabras del Papa
Francisco: «La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes,
religiosos y laicos— en este “arte del acompañamiento”, para que todos aprendan
siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Éx 3, 5).
Tenemos que darle a nuestro camino el ritmo sanador de la projimidad, con una
mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y
aliente a madurar en la vida cristiana» (Evangelii gaudium, n. 169).
[Placet:
171 - Non placet: 8]
47.
Un discernimiento especial resulta indispensable para acompañar pastoralmente a
los separados, a los divorciados, a los abandonados. Hay que acoger y que
valorizar, sobre todo, el sufrimiento de quienes han sufrido injustamente la
separación, el divorcio o el abandono, o bien se han visto obligados por los
malos tratos del cónyuge a romper la convivencia. El perdón de la injusticia
sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. De ahí la
necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, también a
través de centros especializados a establecer en las diócesis. Análogamente,
hay que subrayar siempre que resulta indispensable hacerse cargo de manera leal
y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio para los
hijos, en cualquier caso víctimas inocentes de la situación. Estos no pueden
ser un «objeto» de litigio, y hay que buscar las formas mejores para que puedan
superar el trauma de la escisión familiar y crecer de la manera más serena
posible. En todo caso, la Iglesia deberá poner siempre de relieve la injusticia
que con mucha frecuencia se deriva de la situación de divorcio. Particular
atención hay que prestar al acompañamiento de las familias monoparentales; hay
que ayudar de manera especial a las mujeres que deben hacerse cargo solas de la
responsabilidad del hogar y de la educación de sus hijos.
[Placet:
164 - Non placet: 12]
48.
Un gran número de Padres ha subrayado la necesidad de hacer más accesibles y
ágiles —y, a ser posible, totalmente gratuitos— los procedimientos para el
reconocimiento de los casos de nulidad. Entre las diferentes propuestas se han
indicado: la superación de la necesidad de la doble sentencia conforme; la
posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del
obispo diocesano; un procedimiento sumario en los casos de nulidad notoria.
Algunos Padres, sin embargo, se declaran contrarios a estas propuestas porque
no garantizarían un juicio fiable. Hay que reiterar que en todos estos casos se
trata de la comprobación de la verdad acerca de la validez del vínculo. Según
otras propuestas, habría que considerar también la posibilidad de dar relieve a
la función de la fe de los novios con vistas a la validez del sacramento del
matrimonio, sin perjuicio de que entre los bautizados todos los matrimonios
válidos sean sacramento.
[Placet:
143 - Non placet: 35]
49.
Respecto a las causas matrimoniales, la agilización del procedimiento, que
muchos solicitan, exige, amén de la preparación de suficientes agentes,
clérigos y laicos, con dedicación prioritaria, subrayar la responsabilidad del
obispo diocesano, quien, en su diócesis, podría nombrar a asesores debidamente
preparados que puedan aconsejar gratuitamente a las partes acerca de la validez
de su matrimonio. Dicha función puede ser ejercida por un servicio o por
personas cualificadas (cf. Dignitas connubii, art. 133, § 1).
[Placet:
154 - Non placet: 23]
50.
Las personas divorciadas y no casadas de nuevo, que con frecuencia son testigos
de la fidelidad matrimonial, han de ser alentadas a hallar en la eucaristía el
alimento que las sostenga en su estado. La comunidad local y los pastores deben
acompañar a estas personas de manera solícita, sobre todo cuando hay hijos o
cuando es grave su situación de pobreza.
[Placet:
169 - Non placet: 8]
51.
También las situaciones de los divorciados casados de nuevo exigen un
discernimiento atento y un acompañamiento muy respetuoso, debiéndose evitar
todo lenguaje y toda actitud que hagan que se sienten discriminados y fomentar
su participación en la vida de la comunidad. Cuidar de ellos no supone para la
comunidad cristiana una debilitación de su fe y de su testimonio acerca de la
indisolubilidad matrimonial; antes al contrario, precisamente con ese desvelo
expresa la misma su caridad.
[Placet:
155 - Non placet: 19]
53.
Algunos Padres han sostenido que las personas divorciadas y casadas de nuevo o
convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual. Otros
Padres se han preguntado por qué, entonces, no pueden acceder a la sacramental.
Se solicita, por lo tanto, una profundización en esta temática que sea capaz de
poner de relieve la peculiaridad de las dos formas de comunión y su conexión
con la teología del matrimonio.
54.
Las problemáticas relacionadas con los matrimonios mixtos han aflorado a menudo
en las intervenciones de los Padres sinodales. La diversidad de la disciplina
matrimonial de las Iglesias ortodoxas plantea, en algunos contextos, problemas
sobre los que es necesario reflexionar en el ámbito ecuménico. Análogamente,
para los matrimonios interreligiosos será importante la aportación del diálogo
con las diferentes religiones.
La
atención pastoral a las personas con orientación homosexual
56.
Resulta totalmente inaceptable que los pastores de la Iglesia sufran presiones
en esta materia y que los organismos internacionales condicionen las ayudas
económicas a países pobres a la introducción de leyes que instituyan el
«matrimonio» entre personas del mismo sexo.
La
transmisión de la vida y el desafío de la desnatalidad
58.
También en este ámbito, es preciso partir de la escucha de las personas y dar
razón de la belleza y de la verdad de una apertura incondicional a la vida como
aquello que el amor necesita para ser vivido en plenitud. Este puede ser el
fundamento de una enseñanza adecuada acerca de los métodos naturales para una
procreación responsable, enseñanza que ayuda a vivir de manera armoniosa y
consciente la comunión entre los cónyuges, en todas sus dimensiones, junto con
su responsabilidad en relación con la generación. Hay que redescubrir el
mensaje de la encíclica Humanæ vitæ de Pablo VI, que subraya la necesidad de
respetar la dignidad de la persona en la valoración moral de los métodos de
regulación de la natalidad. La adopción de niños huérfanos y abandonados,
acogidos como hijos propios, constituye una forma específica de apostolado
familiar (cf. Apostolicam actuositatem, III, n. 11) recordada y alentada en
varias ocasiones por el Magisterio (cf. Familiaris consortio, III, II;
Evangelium vitæ, IV, n. 93). La elección de la adopción o de la custodia temporal
expresa una fecundidad especial de la experiencia conyugal, y ello no solo
cuando esta se ve marcada por la esterilidad. Dicha elección es signo elocuente
del amor familiar, ocasión para testimoniar la propia fe y para reintegrar en
la dignidad filial a quien se ha visto privado de ella.
[Placet:
167 - Non placet: 9]
59.
Es preciso ayudar a vivir la afectividad, también en el seno del vínculo
conyugal, como un camino de maduración, en una acogida cada vez más profunda
del otro y en una entrega cada vez más plena. En este sentido, hay que reiterar
la necesidad de ofrecer itinerarios formativos que alimenten la vida conyugal,
así como la importancia de un laicado que proporcione un acompañamiento hecho
de testimonio vivo. Resulta de gran ayuda el ejemplo de un amor fiel y
profundo, hecho de ternura, de respeto, capaz de crecer con el paso del tiempo
y que, en su apertura concreta a la generación de la vida, experimente un
misterio que nos trasciende.
[Placet:
172 - Non placet: 5]
El
desafío educativo y el papel de la familia en la evangelización
60.
Uno de los desafíos fundamentales a los que hoy en día se enfrentan las
familias es seguramente el educativo, desafío que la situación cultural actual
y la gran influencia que ejercen los medios hacen más arduo y complejo. Hay que
tener en la debida consideración las exigencias y las expectativas de unas
familias capaces de ser, en su vida diaria, lugares de crecimiento, de
transmisión concreta y esencial de las virtudes que forjan la existencia. Ello
implica que los padres puedan escoger libremente el tipo de educación a
impartir a sus hijos, de acuerdo con sus propias convicciones.
[Placet:
174 - Non placet: 4]
61.
La Iglesia desempeña un papel muy valioso de apoyo a las familias, partiendo de
la iniciación cristiana, mediante unas comunidades acogedoras. A ella se le
pide, hoy aún más que ayer, tanto en situaciones complejas como en las
ordinarias, que apoye a los padres en su labor educativa, acompañando a niños,
muchachos y jóvenes en su crecimiento mediante itinerarios personalizados
capaces de introducirlos en el sentido pleno de la vida y de suscitar en ellos
decisiones y responsabilidades vividas a la luz del Evangelio. María, con su
ternura, misericordia y sensibilidad maternal, puede alimentar el hambre de
humanidad y de vida, y es invocada a este respecto por las familias y por el
pueblo cristiano. La pastoral y una devoción mariana constituyen un punto de
partida oportuno para anunciar el Evangelio de la familia.
[Placet:
178 - Non placet: 1]
CONCLUSIÓN
62.
Las reflexiones aquí propuestas, fruto de una labor sinodal llevada a cabo con
gran libertad y con un estilo de escucha recíproca, pretenden plantear
cuestiones e indicar perspectivas que habrán de madurarse y precisarse mediante
la reflexión de las Iglesias locales en el año que nos separa de la Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, prevista para octubre de 2015 y
dedicada a la vocación y misión de la familia en la Iglesia en el mundo
contemporáneo. No se trata de decisiones ya tomadas ni de perspectivas fáciles.
Con todo, el camino colegial de los obispos y la implicación de todo el Pueblo
de Dios bajo la acción del Espíritu Santo, con la mirada puesta en el modelo de
la Sagrada Familia, podrán guiarnos al encuentro de sendas de verdad y de
misericordia para todos. Este es el auspicio que, desde el principio de
nuestros trabajos, el Papa Francisco nos ha expresado, invitándonos a la
valentía de la fe y a la acogida humilde y honrada de la verdad en la caridad.
[Placet:
169 - Non placet: 8]
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