Piensen en el
projimo, más que en las propias necesidades, dice el papa a los Obispos.
Francisco en la Misa por los cardenales
y religiosos difuntos: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir“; hay
que ser libres de “los afanes de las cosas efímeras, que se desvanecen“, dijo.
Primero aparición en
público de papa Francisco después de la explosión de «vatileaks 2», el
escándalo que llevó al arresto de monseñor Lucio Ángel Vallejo Balda, que era
Secretario de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede y que ahora
tiene el mismo puesto en la oficina del Revisor General, y de Francesca
Immacolata Chaouqui (que después fue puesta en libertad).
El Papa Francisco celebró este martes en la Basílica de San Pedro la Misa por
los cardenales y obispos fallecidos en los últimos doce meses, donde recordó
que quien es ministro de Jesús “no puede dejar de ser, a su vez, un Pastor
dispuesto a dar la vida por las ovejas”.
En su homilía, invitó a
repensar “con gratitud también en la vocación de estos Ministros sagrados, tal
como lo indica la misma palabra que hace referencia a la acción de administrar,
es decir servir”. “Mientras pedimos para ellos el premio prometido a los
‘servidores buenos y fieles’, somos llamados a renovar la elección de servir en
la Iglesia”, señaló.
En ese sentido, destacó que el
Evangelio recuerda precisamente que “Dios ha amado tanto al mundo”. “Se trata
de verdad de un amor tan concreto, así concreto que ha tomado sobre sí nuestra
muerte. Y que para salvaros, nos ha alcanzado allí donde nosotros habíamos ido
a parar, alejándonos de Dios dador de vida: en la muerte, en un sepulcro sin
salida”.
“Es este el abajamiento que el Hijo de
Dios ha realizado, inclinándose como un
siervo hacia nosotros para asumir todo lo que es nuestro, hasta abrirnos de par
en par las puertas de la vida”, indicó.
Posteriormente, señaló que en el
Evangelio Cristo se compara con la “serpiente elevada”, en referencia al
episodio de las serpientes venenosas que en el desierto atacaban al pueblo
judío que había salido de Egipto. Recordó que los israelitas mordidos por la
serpiente no morían si miraban a la serpiente de bronce que Moisés, por orden
de Dios, había colocado sobre un asta. De modo que una serpiente salvaba de las
serpientes.
“La misma lógica está presente en la
cruz, a la que Cristo se refiere hablando con Nicodemo. Su muerte nos salva de
nuestra muerte”, afirmó.
“Este estilo de Dios, que nos salva
sirviéndonos y anonadándose, tiene mucho que enseñarnos. Nosotros esperaríamos
una victoria divina triunfante; Jesús, en cambio, nos muestra una victoria
humildísima. Levantado sobre la cruz, deja que el mal y la muerte se vuelquen
contra Él, mientras sigue amando. Para nosotros es difícil aceptar esta
realidad”, añadió.
Finalmente, invitó a pedir “para
nosotros aquello a lo que nos exhorta el apóstol Pablo, a saber: dirigir el
pensamiento a las cosas de allá arriba, no a las de la tierra; al amor de Dios
y al prójimo, más que a nuestras necesidades”.
“Que sea suficiente para nuestra vida
la Pascua del Señor, para estar libres de los afanes de las cosas efímeras, que
pasan y se desvanecen en la nada. Que nos baste Él, en quien están la vida, la
salvación, la resurrección y la alegría. Entonces seremos siervos según su
corazón: no funcionarios que prestan servicio, sino hijos que dan la vida por el
mundo”, afirmó.
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