Revista Proceso # 2094, a 18 de diciembre de 2016.
Narcopiratería en mares mexicanos/
PATRICIA DÁVILA
Una de las vías que usa el narcotráfico para llevar su mercancía a Estados Unidos es la marítima. Grandes embarcaciones con cargas ilícitas navegan por los litorales mexicanos, área de trabajo de los pescadores, muchos de los cuales, obligados por las circunstancias, abastecen de víveres y combustibles esas narconaves. Si acaso los trabajadores del mar no quisieran involucrarse con los cárteles, aún tienen que enfrentar otro riesgo que empieza a tomar auge: la piratería. Se trata de “pescadores” que lo único que pescan son paquetes de droga arrojados desde aeronaves y que asaltan lanchas pesqueras.
Los grupos de la delincuencia organizada se apoderan del mar: ahora reclutan pescadores, a quienes alejan de la pesca para convertirlos en “abastecedores” de alimentos y combustible de las embarcaciones que, cargadas de droga, cruzan las aguas mexicanas hacia Estados Unidos.
Otra actividad que tiene abatidas a las personas que aún se dedican a la pesca es la de los “piratas”, aquellos que simulan ser pescadores cuando en realidad se dedican a recoger los contenedores de droga –cargamentos destinados al mercado nacional– tirados al mar desde el aire. Estos piratas además asaltan a los pescadores, roban su pesca y los despojan de los motores de las pequeñas embarcaciones.
Esto ocurre “en complicidad” con los inspectores de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), asegura el panista Ernesto Ruffo, presidente de la Comisión de Pesca de la Cámara de Senadores.
“Del litoral del Pacífico no he sabido nada. En el del Golfo (de California), a los pescadores les roban todo; es una manera en que los otros (narcotraficantes) continúen su viaje hacia donde vayan a transportar lo que tengan que transportar y se decidan a recoger mercancía que les tiran desde el aire”, afirma Reyes Guerrero Sandoval, pescador y acuicultor de San Quintín.
Agrega: “Les roban la pesca, la gasolina y el motor de la lancha… los dejan a la deriva. A un compañero le acaban de robar sus motores y para recuperarse tiene que trabajar un año o dos. Dependiendo del caballaje, cuestan siete, 10 o 15 mil dólares…”
La Conapesca tiene siete inspectores para cubrir el litoral bajacaliforniano; el Ministerio Público Federal si acaso tiene dos agentes, y el del fuero común seis ministeriales para combatir una delincuencia ampliamente extendida.
Guerrero Sandoval recuerda que en el 2000 se detectaron campamentos con puestos de recarga entre las islas del Golfo; pero ahora el abastecimiento se da en altamar. Algunos pescadores surten a las embarcaciones más grandes, que llevan el cargamento de droga. Esto sucede a partir de 10 o 15 millas de la costa. Sólo en la temporada de atún hay que salir unas 12 millas. Más allá no se justifica la salida de un pescador ribereño; más allá es por donde pasan los buques mercantes y los que llevan la carga ilícita.
Campeche y Guerrero
El pasado 9 de octubre, en la Sonda de Campeche –donde hay más de 14 mil pescadores ribereños y alrededor de 6 mil embarcaciones registradas– resurgieron públicamente los piratas.
Pescadores campechanos denunciaron que en Isla Arena, en menos de 12 horas, entre el 7 y el 8 de ese mes, piratas atacaron a pescadores y les robaron ocho motores fuera de borda y una lancha completa, publicó el diario local Tribuna.
De acuerdo con el periódico, dos pescadores ribereños fueron interceptados por dos lanchas en las que viajaban seis hombres que cubrían sus rostros con pasamontañas; éstos los amenazaron con pistolas y armas largas y los obligaron a tirarse boca abajo en su embarcación, anclada a siete millas náuticas de la costa de la capital campechana. Les robaron el motor fuera de borda.
“Venían robando desde Isla Arena hasta que llegaron a nosotros, pudimos ver que traían cuatro motores más fuera de borda”, relataron al diario las víctimas, que acudieron a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) a denunciar el asalto. En esa ocasión se habló de que, sólo en una noche, 20 embarcaciones fueron asaltadas para despojarlas de sus motores; a las tripulaciones les robaron celulares, dispositivos GPS y el producto capturado, consignó el rotativo.
En noviembre siguieron los asaltos en altamar. El pescador Román Alavés narra su experiencia: “Eran como las nueve y media de la noche. Se nos pegó una lancha, nos deslumbraron con reflectores; unos chavos con capucha y armas de fuego se llevaron la manguera, la llave, el navegador, el estéreo, mi celular, ropa, tenis…”.
Al día siguiente, José Luis Flores Molas, comisario de Isla Arena, declaró que estaba preocupado por la ola de robos a los pescadores: “Los asaltaron a 20 kilómetros de Isla Arena y les quitaron sus motores. Se dispuso de un sobrevuelo con helicóptero para recorrer zona de manglares, donde el acceso es prácticamente imposible porque no hay caminos”.
En Acapulco la situación es muy similar: “Aquí la pesca como actividad mundial se ha venido abajo; las existencias pesqueras cada vez disminuyen más y eso empuja a que la gente haga una serie de prácticas irregulares para seguir manteniéndose de la pesca, y cuando la pesca dejó de ser una opción apareció el asunto del narcotráfico en altamar”, explica a Proceso Jesús Sosa, quien se ha dedicado a la pesca ribereña 60 de sus 67 años de vida.
Como la pesca deja de ser opción, los pescadores buscan actividades alternas; una de las que encuentran es reclutarse para los cárteles de la droga: “Mucha es gente pobre, todos son cazadores del mar. Sabemos jugárnosla todos los días y sobrevivir al mar”.
Para mantener un nivel de captura mínimo y que la pesca siga siendo negocio, los pescadores empezaron a salir cada vez más: “Hay rutas de transporte de mercancía ilegal a lo largo de todo el Pacífico (con naves que) llevan potentes motores y abasto de combustible; sin embargo, todo se acaba y ahora algunos de los pescadores cargan sus embarcaciones con una gran cantidad de gasolina, comida y agua para abastecer a estos barcos en altamar. No participan directamente del transporte de droga, pero sirven como lanchas de abastecimiento”, asegura Sosa.
Platica que algunos pescadores se salen a 70 u 80 millas náuticas de la costa –una milla náutica equivale casi a dos kilómetros–. “Estás hablando de embarcaciones menores con motores fuera de borda, que son chicos, y que salen 180 kilómetros. No son embarcaciones para salir tan lejos, pero igual, como están acostumbrados a jugársela, se la juegan para ganarse la raya”.
Una embarcación de menos de 25 pies y 50 o 60 caballos de fuerza está habilitada para salir como máximo a 30 millas de la costa (unos 60 kilómetros), y aun así es bastante; arriesgarse 100 kilómetros es sumamente peligroso. De todos modos pienso que volteando a ver lo que consumen de combustible y que regresan sin nada (de pesca) y a pesar de ello siguen operando, es obvio que se dedican a abastecer a las naves que transportan cargamento de droga.
“Y te das cuenta porque a veces aparecen con dispositivos GPS, que ahorita han bajado de precio pero cuestan mil 500 o 2 mil pesos; ellos no tienen para pagar una cosa de esas y además no saben operarlas bien. Muy fácilmente la gente que los manda les pone las coordenadas para que estén en un punto a cierta hora, para abastecer a la embarcación que lleva la droga. Los pescadores no tocan para nada la carga”, afirma.
Asegura que la Marina está imposibilitada para detenerlos porque los operativos de vigilancia continua son muy costosos y la Armada carece de presupuesto para financiarlos, lo que favorece la actividad comercial ilícita en altamar.
Marina ineficaz
Un legislador que abordó el fenómeno de los piratas y explicó cómo la delincuencia organizada coopta a los pescadores y se apodera del mar es el panista Ernesto Ruffo:
“Los pescadores ribereños me reportan que están siendo asaltados en el mar y les roban la pesca y hasta el motor. En varias regiones del país aparece el fenómeno de los asaltos cometidos por hombres que se hacen pasar por pescadores o parecen pescadores y les roban lo capturado y el motor, dejándolos al garete, a merced del viento”, dice a Proceso.
“En la Comisión de Pesca se ha reconocido que el primer problema es la pesca ilegal, y hemos estado ideando la forma en la ley para que se pueda organizar a los pescadores legales –los que tienen permiso–; quieren organizarse por sitio común de descarga para luchar contra la piratería, porque esos piratas pescan ‘paquetes’ (de droga) en el mar.”
Explica que los reportes de la Armada y de la PGR señalan que esos paquetes van llenos de droga, que se tiran desde avionetas a la orilla del litoral y estos supuestos pescadores van y los “pescan”. Y están tomando el control de las actividades pesqueras tradicionales, que sólo viven de la pesca pero que de alguna manera les estorban a los piratas ribereños.
Esto pasa en la mayoría de los litorales, sobre todo en las penínsulas de Yucatán y de Baja California: “No me han dicho que haya habido muertes, pero sí que ha habido balazos para asustarse unos a otros. Los pescadores legales me imagino que llevan algún arma y se defienden”.
–¿La Secretaría de Marina tiene conocimiento de esto?
–Sí, pero la Marina interviene siempre que haya intervención de los inspectores de la Conapesca. Es terrible, porque los marinos de la Armada no tienen facultades para intervenir directamente, a menos que sean solicitados por la autoridad civil, en este caso Conapesca. El problema es que los marinos se quejan de que cuando los asaltos suceden en un punto A, los inspectores los envían al punto B para alejarlos de donde realmente se registra el hecho; o sea que hacen que la Armada opere de manera ineficaz.
“Esto se viene dando desde hace muchos años, sólo que ahora la queja es muy alta, de un par de años para acá. La Armada ha hecho decomisos de motores enormes en embarcaciones muy pequeñas, que son mucho más rápidas que las lanchas de la Marina porque las usan para cargar contrabando, en muchos casos droga.”
Ruffo acepta que los narcotraficantes tienen mejores armas y equipo que el Ejército o la Marina:
“En el caso del mar la ventaja de la Armada es que tiene helicópteros; aunque se les fugue una lancha rápida, el helicóptero la localiza. Sin embargo eso obligó a que las operaciones ilícitas se hagan de noche, y así es muy difícil para la Marina interceptarlas.”
–¿Qué tipo de enervante entra más por el mar?
–Sé que de todo, pero lo que más abunda, según reportes de la PGR y de la Armada, es cocaína, mariguana y anfetaminas.
–Si la Marina Armada ya está en tierra, le va a ser difícil o imposible vigilar el mar.
–Está hablando de las capacidades de operación de la Armada de México. Ya le decía yo que tenemos recursos escasos. Por ejemplo, en el tema de la Conapesca, sólo hay 180 inspectores para 11 mil kilómetros de litoral. Son muy pocos. Le tocan como 60 kilómetros a cada inspector. Imagínese recorrer al día 60 kilómetros de litoral en donde la mayor parte no hay carreteras ni caminos. Lo mismo sucede con los efectivos de la Armada de México: son insuficientes.
“Por eso es que el tema que tenemos en la Comisión es la voluntad política que muestran los pescadores legales a fin de organizarse para vigilar sus áreas de pesca y sus lugares de descarga, como una manera de supervisión que coadyuve con la autoridad y multiplicar los ojos de inspección”, señala.
–¿Ha denunciado a los funcionarios de la Conapesca?
–Como presidente de la Comisión he escuchado esta queja de pescadores y de marinos de la Armada de México. Sé que es difícil controlar el orden en el mar y nuestros recursos son limitados. La Armada hace lo mejor que puede por cubrir ahora con los drones y artefactos electrónicos, pero creo que el peor enemigo, como fenómeno, es la corrupción de funcionarios del Poder Ejecutivo, de los inspectores de la Conapesca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario