El Papa Francisco celebra la misa en Iquique, en el norte de Chile, tierra de migraciones: “No hay alegría cristiana cuando se cierran puertas, cuando se les hace sentir a los demás que sobran. No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar”
El Papa en el campus Lobido de Iquique
VATICAN INSIDER...,Pubblicato il 18/01/2018
ANDREA TORNIELLI
ENVIADO A IQUIQUE
“Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en regla. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares”. El Papa Francisco antes de dejar Chile desembarca en Iquique, capital de la región de Tarapacá, en el norte del país, a los pies de los Andes. Se asoma sobre el Pacífico y surge en un punto donde el océano y el desierto se encuentran. Fundada en época colonial, la ciudad pertenecía a Perú hasta finales del siglo XIX, cuando fue conquistada por las tropas chilenas.
Es una tierra considerada zona franca y representa la puerta de acceso de otros países sudamericanos como Perú y Bolivia. Aquí Bergoglio celebra en el Campus Lobito, una gran área sobre el mar a 20 kilómetros de la ciudad, una misa en favor de la integración entre los pueblos en honor de Nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile, en presencia de la estatua de la Virgen de Tirana, objeto de gran devoción popular en todo el norte del país, transportada para la ocasión desde el homónimo santuario.
En la homilía, tras la lectura del Evangelio de las bodas de Caná, el Papa subraya que el mensaje del Evangelio es fuente de gozo: “Una alegría que se contagia de generación en generación y de la cual somos herederos. ¡Cómo saben ustedes de esto, queridos hermanos del norte chileno! ¡Cómo saben vivir la fe y la vida en clima de fiesta!”.
Francisco destaca esta capacidad de festejar: “Vengo como peregrino a celebrar con ustedes esta manera hermosa de vivir la fe. Sus fiestas patronales, sus bailes religiosos —que se prolongan hasta por una semana—, su música, sus vestidos hacen de esta zona un santuario de piedad popular. Porque no es una fiesta que queda encerrada dentro del templo, sino que logran vestir a todo el poblado de fiesta”.
“Ustedes saben celebrar –continúa el Papa-- cantando y danzando la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante de Dios. Así llegan a engendrar actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción”.
Bergoglio subraya después la acción de María en las bodas de Caná. “Ella está atenta a todo lo que pasa a su alrededor y, como buena madre, no se queda quieta y así logra darse cuenta de que en la fiesta, en la alegría compartida, algo estaba sucediendo: había algo que estaba por «aguar» la fiesta. Y acercándose a su Hijo, las únicas palabras que le escuchamos decir son: «no tienen vino»”.
La Virgen, afirma de nuevo el Pontífice, “mujer de pocas palabras, pero bien concretas, también se acerca a cada uno de nosotros a decirnos tan sólo: «Hagan todo lo que Él les diga». Y de este modo se desata el primer milagro de Jesús: hacer sentir a sus amigos que ellos también son parte del milagro”.
Francisco, como ya había hecho en julio de 2015 en Bolivia, comentando el mismo Evangelio, recuerda que “el milagro comienza cuando los servidores acercan los barriles con agua que estaban destinados a la purificación. Así también cada uno de nosotros puede comenzar el milagro, es más, cada uno de nosotros está invitado a ser parte del milagro para otros”. Iquique, añade, “es una tierra de sueños —eso significa el nombre en aymara—; tierra que ha sabido albergar a gente de distintos pueblos y culturas que han tenido que dejar a los suyos, marcharse. Una marcha siempre basada en la esperanza por obtener una vida mejor, pero sabemos que va siempre acompañada de mochilas cargadas con miedo e incertidumbre por lo que vendrá”.
Iquique es una zona “de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de hombres y mujeres; de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida. Ellos —especialmente los que tienen que dejar su tierra porque no encuentran lo mínimo necesario para vivir— son ícono de la Sagrada Familia que tuvo que atravesar desiertos para poder seguir con vida”.
“Esta tierra –afirma Bergoglio-- es tierra de sueños, pero busquemos que siga siendo también tierra de hospitalidad. Hospitalidad festiva, porque sabemos bien que no hay alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar”.
“El clamor del pueblo de Dios, el clamor del pobre, que tiene forma de oración y ensancha el corazón y nos enseña a estar atentos. Estemos atentos –pide Francisco-- a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos inmigrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en «regla». Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias”.
Por último el Papa invita a seguir el ejemplo de la Virgen y de los servidores que llevan las tinajas de agua a Jesús para el milagro de la transformación en vino: “ Y como María digamos con fe: no tienen vino. Como los servidores de la fiesta aportemos lo que tengamos, por poco que parezca. Al igual que ellos, no tengamos miedo a «dar una mano», y que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que podamos entonarle a nuestro Señor.
Aprovechemos también a aprender y a dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los inmigrantes traen consigo. Sin cerrarnos a esas «tinajas» llenas de sabiduría e historia que traen quienes siguen arribando a estas tierras. No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar”.
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