21 jul 2023

Salmerón orador en el 100 aniversario de la muerte de Pancho Villa

Pedro Salmerón Sangines fue orador hoy en el 100 aniversario de la muerte de Pancho Villa en La Coyotada,  Durango..;, 20 de julio

El historiador se vistió al estilo del centauro del Norte...

Recordemos que ha sido nota ya que fue rechazado como embajador de México en Panamá debido a los señalamientos de acoso sexual en su contra, AMLO lo hizo director del Registro Agrario Nacional, hoy fue orador...

PEDRO SALMERÓN SANGINÉS, HISTORIADOR: Muy estimado, señor presidente.

Distinguido, señor gobernador.

Muy estimadas secretarias: Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez, Alejandra Frausto.


Distinguido, general secretario.

Respetado almirante secretario.

Amigo senador Enríquez.

Y saludo también a los nietos y bisnietos de Pancho Villa aquí presentes, y a todos ustedes.

A él le habría encantado, sí, a Pancho Villa le habría encantado estar aquí, vernos reunidos en el lugar donde nació hace 145 años con el nombre de José Doroteo Arango Arámbula; le habría encantado ver que recordamos a un niño, a un muchacho que parecía condenado a ser el niño de yuntero al que le cantó el poeta Miguel Hernández. 

Pero Doroteo no quiso ser esclavo y se rebeló contra su destino, a los 16 años abandonó la vida de peón de campo, que era como ser esclavo en aquel tiempo y se echó a la sierra.

Según la leyenda cultivada por el propio Pancho Villa, porque el patrón intentó abusar de su hermana, pero ya decía John Reed en 1914 que lo más probable es que hubiera sido la insoportable altanería de Villa que hacía de él un rebelde natural, lo cierto es que ahí comenzaron las leyendas que lo hacen un Robin Hood de la sierra de Durango y luego de la Chihuahua. Pero la historia es mejor que la leyenda, ese hombre que no quiso ser esclavo se convirtió en revolucionario en 1910.

Al tomar esa decisión que volvió a cambiar su vida, Pancho Villa tenía 32 años. Era un jinete infatigable y diestrísimo, infalible tirador de pistola y carabina, magnífico conocedor de la sierra de Durango y de Chihuahua. Había dirigido a pequeños grupos de hombres armados, lo mismo bandidos que arrieros. Era de buena presencia y fácil trato, salvo en sus momentos de cólera, que solían ser terribles, odiaba con encono a los hacendados y a los poderosos, y apreciaba el valor y la lealtad como virtudes cardinales. Era decidido y poseía una inagotable energía, y tenía una inteligencia natural poco común, muy aguda, pero escasamente cultivada.

Todavía discutimos los historiadores si en 1910 ya sabía leer y escribir, o si aprendió en la cárcel en 1912.

A los pocos meses de sumarse a la Revolución, Pancho conoció al jefe de la misma, su tocayo Madero. Todo parecía estar en contra de ese encuentro. 

¿Qué tenían en común el perfumado vegetariano que nació en sabanas de seda con el criador de gallos finos que dormía al raso con la silla de montar como almohada y el zarape como cobija?

Tenían en común el amor a la patria y a los pobres. La vida que había llevado le dio a Pancho Villa un infalible detector de mentiras, y este detector de mentiras le enseñó que Madero era de verdad, que lo que decía Madero era cierto, que hablaba con la verdad y que estaba dispuesto a morir por la patria, por los pobres.

Y ese mismo detector de mentiras que la vida le dio a Pancho Villa le sirvió para desconfiar profundamente, desde el principio, de Victoriano Huerta, aquél militar desleal, traidor y sin palabra que en febrero de 1913 dio cuartelazo contra el gobierno democrático y que en los siguientes 15 días ordenó el asesinato de 600 cuadros y dirigentes maderistas, incluido el propio presidente.

Entonces, Pancho reinició la lucha. Pronto estaría al frente de un millar de bragados y en seis meses sería el jefe de un poderoso ejército revolucionario; es decir, un ejército integrado por voluntarios que luchaban por ideales

No contaré la historia, pero sí quiero evocar una mañana de septiembre de 1913, cuando los jefes de la revolución popular en el norte se reunieron, en una hacienda cerca de Lerdo, y en asamblea los agraristas, campesinos, vaqueros, artesanos, obreros, maestros que formaban las guerrillas revolucionarias del norte, eligieron a Pancho Villa como jefe común, ellos lo eligieron, surge de las filas del pueblo.

Y al nuevo ejército le llaman la División del Norte. ‘La División del Norte —escribió Adolfo Gilly— es una de las mayores hazañas históricas mexicanas. Su organización fue el punto de viraje en la guerra campesina y en la Revolución. Las masas del norte del país y las que se sumaron en su avance, la organizaron de la nada y contra todos. Le dieron su tremendo empuje, alzaron a uno de sus propis filas, Francisco Villa como el mayor jefe militar de la Revolución. Barrieron en el camino con cuanto se les puso por delante’.

Al frente de la División del Norte, Pancho conquistó Chihuahua. Sus hombres lo eligieron gobernador. Su medida de mayor impacto fue la confiscación de los bienes de los enemigos de la revolución, los poderosos que acumularon fortunas despojando a los pueblos y que apoyaron al gobierno espurio de Victoriano Huerta.

Con esos dineros, administrados con acrisolada honradez, se pagaron las políticas sociales y educativas que sorprendieron al mundo, y también se convirtió a la División del Norte en un ejército capaz de enfrentar en grandes batallas al ejército federal porfirista y vencerlo en la primavera de 1914.

Triunfante la revolución, su jefe formal, don Venustiano Carranza, intentó impedir que se extendieran a nivel nacional las medidas sociales tomadas por Villa en el norte y por Emiliano Zapata en el sur; eso provocó, como en muchas revoluciones, una guerra civil entre los revolucionarios.

Durante esa guerra, villistas y zapatistas unidos tomaron la Ciudad de México y desfilaron en triunfo. Durante unos meses parecía que los oprimidos, los marginados, los humillados de siempre habían tomado en sus manos su destino y estaban cambiando al país, y de hecho lo estaban cambiando; como dijo un campesino zapatista en aquellos meses: ‘Hasta los pajaritos cantaban más bonito’.

Pero la División del Norte fue derrotada en los campos de batalla, en las batallas más cruentas de nuestra historia, sus hombres y sus jefes fueron perseguidos con saña inaudita por una violencia contrainsurgente que hizo palidecer a la de Porfirio Díaz y a la de Victoriano Huerta.

Durante esos años de violencia en escalada, Pancho Villa pareció volver a ser otra vez un mero bandido; pero en esos años también ocurre una cosa importantísima: Pancho Villa atacó Columbus, Nuevo México, y desde entonces Villa se convirtió en el símbolo de la resistencia contra el imperialismo. Un ejército estadounidense entró a México a cazar a Villa y nunca pudieron agarrarlo.

El jefe de la expedición imperialista escribió: ‘Vagos rumores y afirmaciones positivas indicaban que Villa había partido en casi cualquier dirección y hablaban de su presencia en todos lados. La imaginación popular redujo eso a una frase: Pancho Villa está en todas partes y en ninguna. El propio Pancho dijo del jefe de esa expedición: ‘Ese Pershing vino aquí como un águila y se fue como una gallina mojada’.

El fracaso de la expedición punitiva fue uno de los temas que hizo que los altos mandos políticos y militares de Estados Unidos entendieran en los años siguientes, que Estados Unidos bajo ninguna circunstancia le conviene invadir México, que nunca, no hay forma de que lo hagan, no les conviene y aunque sólo sea por eso debemos recordar la memoria de Pancho Villa.

Finalmente, en 1920, aceptó la realidad de la derrota y firmó la paz con un nuevo gobierno. 

El año anterior había sido asesinado su gran su gran compañero Zapata y ejecutado su gran amigo Felipe Ángeles, sus mejores generales estaban muertos y Pancho ya no tenía adónde ir. Se retiró tres años a la Hacienda de Canutillo, una de las cinco que el gobierno entregó a sus hombres. Pancho volvió al duro trabajo de campo de su adolescencia, hizo de la desolada comarca un vergel y un ejemplo.

Este exitoso ejemplo, el apoyo que dio a los campesinos que seguían luchando por su tierra, su mera presencia era una aguja clavada en el poder y en 1923 el gobierno dio luz verde para que lo mataran.

¿Qué motivaba a los autores intelectuales del crimen?

En algunos casos la venganza personal, en otros el resurgimiento del poder de Villa, de su poderosa voz en defensa de los pobres, el miedo al contagio de su experimento social, el miedo a la revolución campesina.

El 20 de julio, hoy hace 100 años, ocho asesinos emboscados mataron a aquel hombre al que habían respetado 20 batallas campales, 200 escaramuzas, numerosos atentados y al ejército de los Estados Unidos Mexicanos.

La reacción del pueblo de Parral demostró que no tenían… que no estaban equivocados los hombres del poder y del dinero al temer a Villa; se volcaron a las calles, lo vitorearon y dijeron claramente que era un crimen político.

Durante muchos años la historia oficial quiso opacarlo, lo trató como un mero bandolero, como un asesino despiadado. Su tumba fue profanada, sus seguidores acorralados, se intentó borrar su memoria. Pero siempre hubo quienes rescataron a Pancho Villa, al defensor de los pobres. Nacieron y crecieron infinidad de mitos. Tuvo una estatura mítica.

Villa y Zapata son héroes, porque el pueblo así lo ha reclamado. Como dice Jesús Vargas, Villa sostuvo una lucha revolucionaria desde 1910 hasta 1920. Durante 10 años alcanzó fama mundial por su genio militar y sus dotes de líder. Nunca luchó por obtener un beneficio propio, nunca traicionó, nunca acordó, nunca aceptó nada que pudiera afectar los intereses de la patria.

Por eso, los invito a repetir el grito de guerra de la División del Norte de 1913 a 1915 que es: 

¡Viva Madero!

Y por supuesto, ¡Viva Villa!

¡Viva Zapata!

¡Viva la División del Norte!

¡Viva México!


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