Javier Milei, candidato a la presidencia de Argentina, levantó una fuerte molestia por las palabras que ha empleado para referirse al papa Francisco, su paisano....Milei ha sido reconocido por su ideología, que él mismo denomina como "libertaria", y que le ha valido llegar a segunda vuelta de las elecciones argentinas que se realizarán en octubre próximo. Es un crítico acérrimo del comunismo, tanto así que lo vinculó con la figura del Pontífice.
Para Milei, el Papa se ha equivocado al promover la "justicia social"..
"La justicia social es la envidia, el resentimiento. (...) Habría que informarle al imbécil que está en Roma y defiende la justicia social... Que sepa qué es un robo y que eso va en contra de los mandamientos", expresó en una charla en 2020 con el canal Liberty World Review, que fue retomada justo en esta campaña presidencial.
"El Papa, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la Tierra, ocupando el trono de la casa de Dios. El Papa impulsa el comunismo, con todos los desastres que causó", sentenció.
En otra entrevista antes de ser candidato, había asegurado que no se sentía identificado con la Iglesia: "El papa Francisco me parece un personaje de lo peor y de lo más nefasto".
Y eso ha generado reacciones tres años despues,
Los curas villeros de la Capital y del Gran Buenos Aires y, con el aval del arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, decidieron celebrar una misa de desagravio por los ataques contra el papa Francisco para septiembre de este 2023.
"No solo durante la campaña. Ya en 2017 y en 2018 profirió insultos, mentiras y ofensas contra Francisco, a quien definía como un jesuita que promueve el comunismo", describió uno de los curas sobre las opiniones de Milei.
La misa de desagravio tendrá lugar el 11 de septiembre. Será una respuesta de la iglesia de Argentina a Milei. Eso sí, El Vaticano no se ha referido a las palabras del candidato presidencial.
Por lo pronto, Sacerdotes villeros celebran misa por el Papa, celebrada este martes 5 de septiembre frente a la Parroquia Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, en el barrio bonaerense de Barracas.
La santa eucaristía, organizada por los llamados "curas villeros", fue convocada en reparación por los ultrajes contra la figura del Santo Padre durante la campaña electoral. Estuvo presidida por Monseñor Gustavo Carrara, vicario general de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
JAVIER MILEI FRENTE AL PAPA FRANCISCO
Los curas de los barrios populares de Argentina se levantan contra los ataques de Milei al papa Francisco
Más de 70 sacerdotes celebran una misa comunitaria en rechazo a los insultos del candidato ultra, que calificó al pontífice de “imbécil”, “zurdo asqueroso”, “comunista” y “representante del Maligno”. CONSTANZA LAMBERTUCCI/
El País, Buenos Aires - 05 SEPT 2023
ENRIQUE GARCIA MEDINA
Una parroquia de paredes blancas se alza al final de una calle en la villa 21-24, uno de los barrios populares más extensos de Buenos Aires. El edificio tiene escrito, de un lado al otro de la fachada, el nombre de la Virgen de los Milagros de Caacupé en letras azules cursivas. Delante de esa iglesia, este martes, curas de barrios populares de Argentina plantaron cara al candidato presidencial Javier Milei y defendieron al papa Francisco de los dichos del ultra, que calificó al pontífice de “imbécil”, de “zurdo asqueroso” y de “representante del Maligno en la Tierra” por promover, según dijo, “el comunismo”. Sobre un escenario al aire libre, celebraron una misa comunitaria ante cientos de fieles: “Toda la Iglesia se levanta para decirle al Papa que lo quiere”.
Las calles se fueron llenando mientras sobre el escenario el párroco de la iglesia de la virgen de Caacupé, Lorenzo Toto De Vedia, de sotana blanca organizaba a los que iban llegando y repartía abrazos y mates. Los fieles se acomodaban ante el altar armado a un metro del suelo. Hasta allí llegaba el ruido de los bombos, que estaban al fondo, sobre una calle sin pavimentar de casas bajas de uno, dos o tres pisos. “¡Vamos las banderas, todos, che!”, animaba De Vedia. Por otra calle que corre en paralelo a la iglesia, hacia la derecha, asomaba una gran pancarta que decía: “Solidarios con el Papa y los pobres”. Se oían vivas a la iglesia, a Francisco, a los vecinos.
La banda de tres músicos que había sobre el escenario empezó a interpretar una canción que los asistentes se sabían. “La vida como viene / vamos a recibir / y dar al que no tiene esperanza, la fuerza / para vivir”, corearon desde el público. De Vedia también arengaba con la mano en alto, el gesto del hincha: “Hagamos lugar / en la gran familia / que la vida viene / y hay que recibirla”. Las figuras de dos vírgenes se abrieron paso entre la multitud y detrás venía una fila larga de sacerdotes. El último era el obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Carrara, que dio inicio a la misa. Se hicieron la señal de la cruz y el sonido de los bombos se apagó.
Sacerdotes de barrios populares de la ciudad de Buenos Aires y de su área metropolitana organizaron este evento para expresar su “más enérgico repudio” a las “agresiones vulgares” y “conceptos mentirosos” que Milei lanzó contra el Papa, según defienden en un comunicado más de 70 curas de todo el país. Los organizadores habían reconocido días antes que es inusual que la Iglesia se pronuncie en contra de las críticas al pontífice. Pero en este caso lo hicieron. “Uno se termina preguntando si alguien (…) que no puede encontrarse con quien piensa distinto sin gritar e insultar puede soportar las tensiones propias del cargo público”, dice el texto.
Milei, un economista ultraliberal que saltó de los platós de televisión a la política y fue el candidato presidencial más votado en las elecciones primarias de agosto, encontró en un Papa jesuita, que representa uno de los sectores menos conservadores de la Iglesia y que ha arremetido contra el neoliberalismo y el populismo, otra figura con la que confrontar. En diferentes ocasiones, se refirió a Francisco como un “zurdo asqueroso”, un “imbécil” que “impulsa el comunismo” y “defiende la justicia social”, un concepto en las antípodas de las ideas que defiende el candidato del partido de extrema derecha La Libertad Avanza, que ha prometido reducir el Estado al mínimo y eliminar ministerios como los de Salud, Educación o Trabajo.
“La justicia social parte del Evangelio, es el amor al prójimo”, respondió este martes durante la misa el cura José María Pepe Di Paola, que conoce a Jorge Mario Bergoglio desde la época en la que era arzobispo de Buenos Aires y caminaba los barrios populares. “La justicia social parte de un entendimiento de lo que significa la libertad. Y la libertad no es hacer solamente lo que me conviene a mí, es poner en ejercicio lo que puedo hacer también por el otro”, dijo, y agregó: “Cuando el Estado se pone en forma inteligente y presente en un barrio y actúa con las organizaciones del pueblo entonces se puede transformar una realidad”.
Di Paola, que trabaja en barrios populares desde hace más de dos décadas, recordó cómo se vivió la crisis política, económica y social de 2001 en las villas: “Solamente la parroquia, el centro de salud y algunos comedores eran la presencia que teníamos para dar un poco de organización. Salimos adelante, pero no teníamos nada. Hoy hay escuelas, hay una asignación universal [por hijo], la gente se reúne en cooperativas para poder trabajar...”. “Evidentemente no alcanza”, reconoció y señaló que el “voto bronca” que capitalizó Milei el 13 de agosto es “para toda la clase dirigente” porque “se han olvidado de la agenda de los barrios”.
Entre el público estaba Luján Pereira, de 55 años, que trabaja desde hace ocho años en un comedor social del oeste de Buenos Aires donde 180 familias comen tres veces a la semana. “En 2001, los chicos se desmayaban por la falta de alimento”, dijo entre la multitud este martes. También estaba Luis Castagno, un hombre que se está recuperando de una adicción a las drogas en un centro en la provincia de Entre Ríos. El centro es parte de la federación Hogar de Cristo, que atiende situaciones de vulnerabilidad social y consumos problemáticos de sustancias y recibe financiamiento estatal.
Castagno no pudo votar por estar ingresado, pero este martes se manifestó “en protesta” de las declaraciones de Milei y cargó en sus hombros la imagen de la virgen de Luján, patrona de Argentina, que después fue llevada al escenario. La figura estuvo allí durante la misa junto a otra de la virgen de Caacupé, patrona de la parroquia del barrio 21-24. Adelante y hacia los costados, la multitud se extendía por las calles. “Hoy capaz que somos 10.000″, aventuró uno de los organizadores con la voz ya rasposa de arengar. Allí estaban también el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y algunos funcionarios. La misa había durado poco más de media hora y acabó con una oración por el Papa: “¡Fuerte el aplauso para el papa Francisco! ¡Que llegue hasta el Vaticano!”.
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Sacerdotes de Argentina "desagravian" al papa Francisco
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Sacerdotes de Argentina "desagravian" al papa Francisco
Sacerdotes de Argentina celebraron este martes (05.09.2023) una misa comunitaria para "desagraviar" al papa Francisco, blanco de críticas por parte del candidato presidencial ultraliberal Javier Milei.
La misa "en desagravio por los ultrajes al papa Francisco en la campaña política" argentina de cara a las elecciones generales del 22 de octubre se realizó en frente de la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, ubicada en la villa 21-24, en el sur de la capital argentina, frente a un millar de asistentes.
Desde que se lanzó a la Presidencia, el diputado nacional Milei ha proferido críticas e insultos al papa, ya sea en redes sociales, como en entrevistas y declaraciones. En varias ocasiones se refirió a Francisco como "el maligno en la Tierra que ocupa el trono de la casa de Dios" y lo acusó de "impulsar el comunismo". También, lo ha llamado "nefasto" e "imbécil".
Sin embargo, tras las primarias del 13 de agosto en las que resultó el candidato más votado (29,86%), moderó sus palabras y expresó que, si llega a la Presidencia y el papa visita a Argentina, le daría un recibimiento "acorde a un jefe de Estado" porque es "el jefe espiritual de la gran mayoría de los argentinos".
"Esta misa es para rechazar injurias y en apoyo al papa Francisco", dijo en la misa el sacerdote José "Pepe" Di Paola, que trabajó estrechamente con Jorge Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires antes de ser nombrado papa, en 2013.
"El papa es para nosotros aquel que guía y que llega con su palabra al corazón de personas que no son de nuestra religión y en este tiempo ha recibido agravios", agregó Di Paola en su homilía. "Es indigno de un candidato decir 'la mierda de la justicia social' cuando parte del Evangelio, de la doctrina social de la Iglesia, es el amor al prójimo", agregó.
Milei ha definido la justicia social como "la mayor aberración" política.
"Esa prédica va en contra de la fe del papa Francisco, que es la persona a la que ataca, pero en definitiva el ataque va contra nuestra fe y el humanismo", aseguró Di Paola.
El religioso consideró que el resultado de las primarias es producto "del voto bronca" cuando la inflación rebasa el 100% anual. "Está bien que se entienda que es para toda la clase dirigente, para que pongan sobre sus escritorios la agenda de los barrios populares: seguridad, trabajo y mejor educación", sostuvo el cura.
ama (afp, efe, reuters)
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El agitado primer día que podría tener el “presidente Milei”/ Pablo Mendelevich
Faltan tres meses, más precisamente tres meses y cuatro días, para que la democracia argentina cumpla cuarenta años.
¿Qué vamos a festejar?
Ese mismo domingo, el 10 de diciembre, asume el nuevo presidente. Y además es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Superposición nada casual, que ahora podría llegar a ser incómoda.
La dictadura quería dejar el poder el 31 de enero de 1984, pero Raúl Alfonsín obligó a los militares a adelantar la entrega y les impuso el 10 de diciembre en sintonía con lo que sería su política medular, la de derechos humanos. Sabía que apenas horas más tarde dictaría los decretos 157 y 158 por los cuales ordenó el juicio a las juntas militares y, por cuerda separada, los procesamientos a Firmenich, Vaca Narvaja, Obregón Cano, Galimberti, Gorriarán Merlo y otros jefes del ERP y Montoneros (todos ellos indultados luego por Menem). Se hablaba de una democracia excepcional. Parece oportuno recordar cómo empezó todo hace cuarenta años.
¿Y por qué el 10 de diciembre? Los presidentes argentinos asumían tradicionalmente un 12 de octubre. Así fue hasta 1930 (a propósito, hoy se cumplen 93 años del golpe de Uriburu, el día que para muchos “se jodió” la Argentina). El llamado “Día de la Raza” volvió a ser usado por Illia en 1963 y por Perón en 1973. Pero el reloj institucional abandonó toda pretensión de regularidad debido a los golpes de estado, que no tenían horario. Cuando por fin se instauró la democracia continuada, ese reloj, lamentablemente, volvió a descomponerse, ahora por culpa de la inestabilidad político institucional.
Primero Alfonsín perdió el control de la economía y renunció antes de completar el mandato (por eso Menem asumió las dos veces un día cualquiera, el 8 de julio, en vez de repetir el fundacional 10 de diciembre). Después cayó De la Rúa y todo se fue al demonio. Lo que el sistema tiene previsto para el caso de una renuncia presidencial es que complete el mandato el vicepresidente, pero en la Argentina los vicepresidentes nunca están cuando hacen falta. El de De la Rúa, Chacho Alvarez, se había ido de un portazo el año anterior (2000). Eso fue casualmente lo que desencadenó la crisis que liquidaría al gobierno. Terminó en la Casa Rosada el senador Duhalde, a quien De la Rúa había vencido en las urnas. Duhalde no llegó a completar el mandato con el que debería haber llegado al 10 de diciembre de 2003, razón por la cual Kirchner, el sucesor, asumió el 25 de mayo.
El problema, conviene aclararlo, no está en la diversidad de fechas sino en el desorden consecuente, que exhibe la dificultad de generar series sostenidas con mandatos estrictamente ajustados al diseño constitucional. En otras palabras: con la democracia continua desaparecieron los golpes militares, pero los mecanismos sucesorios no funcionaron como un Stradivarius.
El 10 de diciembre de 1983, queda dicho, fue el día en que el general Reynaldo Bignone, último dictador de la historia, le colocó la banda presidencial a Alfonsín. Bignone se apersonó esa tarde en el Salón Blanco vestido de civil. Acaso consciente del fracaso histórico que él representaba tuvo el buen tino de no llegar con la banda puesta. La banda aguardaba sobre la mesa de mármol; él la tomó y se la calzó a Alfonsín a través de la cabeza. Fue un momento de enorme trascendencia. No se trató de un cambio de gobierno sino de régimen. En las dos acepciones del adjetivo, el último cambio.
Ahora bien, si las elecciones las ganaran Patricia Bullrich o Sergio Massa lo que cabría esperar sería una conmemoración más o menos convencional de la efemérides mayor de la democracia argentina, incluido el previsible homenaje a Alfonsín. Habría antes que nada una exaltación del período democrático más extenso de la historia (mérito conjunto, qué duda cabe, de la sociedad). Y probablemente se haría eje en los dos extraordinarios consensos logrados: la erradicación de la violencia política y la aceptación de las elecciones como la única y legítima forma de traspaso de poder.
¿Y si ganara Javier Milei?
Ahí ya estaríamos en problemas.
Hasta esta semana costaba imaginarse ese instante, el del (eventual) acceso concreto al poder del outsider de ojos azules, un panelista de la televisión hasta hace quince minutos, debido al bajo coeficiente de democracia en sangre que según el laboratorio proselitista acredita el hombre. Pero ahora encima se sumó el tembladeral de los derechos humanos según la concepción disruptiva de su candidata a vicepresidenta, quien insinúa allí un cambio de paradigmas tan feroz como la idea de él de demoler el Banco Central.
Sin entrar en la consideración de si los derechos humanos versión Villarruel son potables, aborrecibles o tienen de todo un poco, su sola personalización conlleva una anormalidad. Nunca son los vicepresidentes los encargados de diseñar, promover como propias, menos de ejecutar, políticas ni ideas fundamentales. Se supone que eso lo hace el que conduce, el candidato a presidente. Pero a Javier Milei con los derechos humanos parece sucederle lo mismo que a Cristina Kirchner con la seguridad: el tema no le gusta, no lo entiende, no le importa. O todo a la vez.
Milei no gasta un momento de su preciosa ira por los derechos humanos. Lo suyo es la economía, la dolarización, los insultos a la casta, los denuestos al Estado. Sin perjuicio de colocar de vez en cuando algún petardo a través de asuntos como el tráfico de órganos o la potestad de armarse en defensa propia. Para negacionista ya tiene bastante con la brecha salarial, el cambio climático y la centralidad del Congreso en la confección de las leyes.
Después de la malformación republicana de los Fernández, que resultó a todas luces un fiasco (el tiempo verbal aquí es discutible porque todavía está en curso el experimento, fungen ambos como presidente y vice) estamos frente al nacimiento de otra fórmula electoral morfológicamente atrofiada. Milei y Villarruel dicen que se reparten los temas de acuerdo con sus expertises, un pacto de bicefalía complementaria que no marida muy bien con el espíritu de la Constitución. Debido a los compartimientos temáticos la fórmula (que se conoció por Twitter) ha llegado a presentarse en conjunto en algunos reportajes televisivos, recurso que no podrá repetir Milei en los debates presidenciales dispuestos por ley.
Si Villarruel llega a la vicepresidencia, se anunció, va a ocuparse de la seguridad y de la defensa. No se aclaró si su trabajo en blanco, el de presidir el Senado, lo piensa delegar en el presidente provisional de la cámara, como hacía Isabel Perón cuando era vicepresidenta, o si se hará tiempo para todo. Tampoco está claro bajo qué explicación los derechos humanos podrían convertirse en un apéndice de las áreas de seguridad y de defensa.
Por su contundencia política, el homenaje a las víctimas de la guerrilla que Villarruel protagonizó el lunes en la Legislatura porteña fue uno de los pronunciamientos doctrinarios más relevantes que haya hecho La libertad Avanza. Ayudó a multiplicar su importancia la reacción que el acto generó en los sectores más fervorosos -asistidos algunos con el fervor de las Molotov- que defienden la sesgada política kirchnerista de derechos humanos. Esos sectores y otros que no salieron a la calle dicen estar en guardia ante la posibilidad de que con Villarruel de vicepresidenta se busque beneficiar, o directamente indultar, a militares juzgados y condenados por violaciones a los derechos humanos. Un extremo que La Libertad Avanza niega.
Aunque sin duda la intolerancia frente a puntos de vista distintos de los oficiales es reprochable, la súbita instalación en plena campaña de un tema altamente sensible que ni siquiera figuraba en la plataforma electoral de Milei -no nombra los derechos humanos- aporta más incertidumbre a un porvenir de por sí desbordante en la materia. Es curioso el escenario elegido: fue en esa misma Legislatura donde en el amanecer del kirchnerismo el actual presidente de la Nación le cedió su banca a la actriz videlista Elena Cruz. Alberto Fernández y Víctor Santa María, actual dueño de Página 12, compartían la lista de Domingo Cavallo de Encuentro por la Ciudad y debido a que renunciaron para dedicarse a otros menesteres (Fernández asumía como jefe de Gabinete) la compañera fanática de Videla devino legisladora.
En cierto modo Villarruel tuvo más éxito que Cristina Kirchner en cuanto a meter el tema de los derechos humanos en la campaña. A fines de junio, pocas horas después de que Sergio Massa fuera designado “candidato único” de Unión por la Patria en reemplazo del efímero representante de “la generación diezmada” Eduardo de Pedro, la actual vicepresidenta lo sentó a su lado al ministro de Economía en el acto que hizo en Aeroparque para presentar el avión que se usó en la dictadura para los llamados vuelos de la muerte. Esa línea proselitista por algún motivo no prosperó. Además de que Cristina Kirchner escamoteó su participación en la campaña hasta llegar a la ruidosa ausencia de hoy y Massa no tiene entre sus mayores preocupaciones la discusión doctrinaria sobre el favoritismo oficial por la guerrilla peronista de la que también su suegro fue parte, el kirchnerismo y la izquierda llevaban un buen tiempo sin hacer un acto defensivo de la política vigente de derechos humanos.
En su crónica de ayer expresó el diario El País de Madrid: “Villaruel ha puesto en jaque una de las pocas políticas de Estado que han perdurado en Argentina sin importar el color del Gobierno de turno. Con el regreso a la democracia, en 1983, Argentina empezó con el llamado Juicio a las Juntas una serie de acciones para juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura iniciada en 1976. Aunque ha habido avances y retrocesos, hoy 1189 personas han sido condenadas por crímenes de lesa humanidad durante esa época y el país impulsa políticas de memoria que son ejemplares en todo el mundo”.
Aunque no sea fácil, quizás habría que intentar diferenciar el sesgo sectario e ideologizado del kirchnerismo y la izquierda del consenso democrático con los derechos humanos como pilar. Todo eso estará en juego el mismísimo 10 de diciembre si las elecciones las gana la fórmula que triunfó en las PASO.
Pablo Mendelevich
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