20 nov 2008

Veinte de noviembre de 2008

El Presidente Calderón en la Ceremonia Conmemorativa del XCVIII Aniversario del Inicio de la Revolución Mexicana y entrega del Premio Nacional de Deporte
Jueves, 20 de Noviembre de 2008 Discurso
Señor Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Senador Gustavo Madero Muñoz, Presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República.
Diputado César Duarte Jáquez, Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados.
Ciudadanas y ciudadanos galardonados este día de la Revolución Mexicana.
Honorables integrantes del presídium.
Distinguidos invitados especiales.
Integrantes de nuestras Fuerzas Armadas.
Jóvenes estudiantes de México.
Señoras y señores:
En primer lugar, quiero felicitar a los galardonados del día de hoy.
Por una parte, a los galardonados con el Premio Nacional de Deporte: a Guillermo Pérez Sandoval, a María del Rosario Espinoza Espinoza, a Nelly Edith Miranda Herrera, a Amalia Pérez Vázquez, al profesor José Luis Onofre y a la Fundación TELMEX, que promueven las prácticas deportivas; a ustedes que han sido ejemplo de esfuerzo y de tenacidad y que han puesto muy en alto el nombre de México, enhorabuena.
Felicito también a quienes hoy reciben los premios del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México: a don Carlos Herrejón, a Moisés González Navarro, Arnaldo Córdova, a Soledad Loaeza y José Iturriaga de la Fuente, así como a los integrantes del Archivo General de la Nación por su contribución a la investigación documental.
Gracias a su dedicación y talento, las mexicanas y los mexicanos podemos comprender mejor lo que somos, entender mejor nuestra historia, y particularmente ahora que estamos cerca del Bicentenario del Inicio de la Independencia y del Centenario de la Revolución.
Hoy la Nación recuerda el inicio de la Revolución Mexicana. Un pueblo que rinde homenaje a sus héroes, que celebra y conoce su pasado, es un pueblo capaz de construir un futuro a la altura de esos héroes.
A 98 años del inicio de la Revolución Mexicana, hoy México es una Nación libre y democrática, que recuerda a Francisco I. Madero y su lucha por la democracia, a Villa y su combate contra la injusticia, a Zapata y su defensa de la tierra y la libertad.
A 98 años del inicio de la Revolución, hoy México es también una Nación soberana, respetada en el mundo, que recuerda a las mujeres y hombres que ofrendaron su vida por una Patria más justa.
A dos años de celebrar el Centenario de esta Gesta, México es una Nación orgullosa de su pasado y llena de confianza en el futuro, que recuerda a todos los que lucharon, vivieron y murieron por las libertades fundamentales de los mexicanos.
Evocamos a don Francisco I. Madero, al Mártir de la Democracia, quien llamó al pueblo a reconquistar las libertades que le eran negadas por un régimen autoritario, que suprimía el derecho al sufragio, a la libertad de expresión, el derecho a la asociación, el de huelga y muchos de los derechos fundamentales de México.
Contra ese régimen, en 1908, Madero escribió: La Sucesión Presidencial en 1910. Explicaba en ella a los mexicanos que el absolutismo era la causa de todos los males, convocaba a despertar y a sacudirse el yugo. Los llamaba a hacer uso del voto para conquistar la libertad.
El Apóstol de la Democracia concluía: La libertad es un bien precioso sólo concedido a los pueblos dignos de disputarla. A los que la han sabido conquistar luchando valerosamente contra el despotismo.
El régimen reaccionó con dureza. Madero fue encarcelado y no encontró otra vía para defender los derechos ciudadanos que el camino de las armas. A él se sumaron miles y miles de mexicanos.
La causa de la libertad y la democracia triunfó, y Madero llegó a la Presidencia mediante elecciones democráticas. Sin embargo, enfrentó la deslealtad, la envidia, el rencor y finalmente fue asesinado a manos de sus traidores.
Tras su muerte inició nuevamente un vigoroso movimiento popular que se extendió rápidamente a lo largo del país. Había comenzado una revolución que se prolongaría y tendría un alto costo para el país, pero que a la vez permitiría la construcción de una Nación moderna.
En el Plan de Guadalupe, Carranza llamó a los mexicanos a restituir el orden constitucional.
Tierra y libertad, exigió Zapata en el Plan de Ayala.
Y con espíritu justiciero Villa encabezó la División del Norte en apoyo a las demandas de los pobres y los campesinos.Desde aquellos días nuestro pueblo tomó en sus manos las riendas de su destino.
Como señalara Octavio Paz, en El Laberinto de la Soledad, toda revolución pretende crear un mundo en donde el hombre, libre al fin de las trabas del viejo régimen, pueda expresarse de verdad y cumplir su condición humana.
Esos ideales, los ideales de la Revolución se habrían de plasmar en la Constitución del 17: en su Artículo 3º, donde decretó el derecho a la educación y la hizo laica y gratuita; el 27, que declaró la soberanía de la Nación sobre sus recursos naturales; o el 123, que consagró los derechos de los trabajadores: el de huelga, el de la protección laboral a mujeres y menores, y muchos otros.
Con la Revolución nacerían también otras grandes transformaciones de la vida nacional: la de las letras, las de las artes, las del pensamiento, las de la educación, las de la vida pública.
De aquí surgieron grandes escritores como Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán; grandes pintores como el doctor Atl, José Clemente Orozco, Siqueiros, Rivera o Frida Kahlo; grandes pensadores, como los del Ateneo de Juventud, o el más grande de los educadores, que llevó el alfabeto, el conocimiento y la lectura de los clásicos a las plazas del país, José Vasconcelos.
Los Siete Sabios, entre quienes estaban Alfonso Reyes, Antonio Caso, Manuel Gómez Morín o Vicente Lombardo Toledano.
En suma, quienes pertenecieron a aquella generación revolucionaria lucharon, trabajaron y construyeron por un México en el que, además de la democracia, se garantizara la igualdad.
El México de hoy se asienta sobre esos ideales. Su lucha ha sido el cimiento del México moderno.
Leopoldo Zea dice sabiamente que todos y cada uno de los revolucionarios aspiraron a realizar un México mejor. Un México en el que la mayoría de los mexicanos pudiese alcanzar el máximo de oportunidades que haga su felicidad.
Los mexicanos de nuestra generación debemos aprender de la enseñanza de nuestra historia, es más, mucho más lo que nos une y nos identifica que lo que nos hace diferentes. Somos un mismo pueblo heredero de la Revolución, una misma generación obligada a conservar y a engrandecer ese legado.
Decía Gómez Morín que es difícil definir lo que sea una generación, pero su esencia debe buscarse en una vinculación establecida entre varios hombres por un impulso inefable, por una inquietud peculiar, por ciertas maneras profundas de entender y valorar la vida y de plantear sus problemas.
La nuestra es una generación también, en el sentido amplio de la palabra: somos la generación del 2010, y aunque no seamos de la misma edad, somos contemporáneos en esta fecha tan singular para la Patria.
No nos une forzosamente la misma forma de pensar o de actuar; sin embargo, todos estamos convencidos de que nuestra Patria enfrenta grandes desafíos, como la inseguridad o la miseria.
Y estamos convencidos de que debemos actuar aquí y ahora para resolverlo y revertir siglos de rezago. Todos nosotros deseamos el bienestar de las familias mexicanas; anhelamos una Patria más justa, más libre, más ordenada, más democrática, más segura, más limpia, más equitativa.
El legado de nuestros antepasados nos impone a los mexicanos de hoy grandes obligaciones. A nosotros nos corresponde ahora conservar las libertades por las que luchó Madero en 1910, defendiendo a los ciudadanos de aquellos enemigos de la Patria que, precisamente, desean cancelar esas libertades a través de la violencia, la delincuencia, las adicciones o la intimidación.
La generación de 1910 conquistó la libertad. Nosotros, la de 2010, debemos cuidarla, preservarla y engrandecerla. El legado de los revolucionarios es patrimonio de los mexicanos de hoy y del mañana.
A nuestra generación toca ahora llevar a buen puerto los ideales de equidad y de justicia, superar la desigualdad que divide a los mexicanos, lo cual es sin duda nuestro más grande desafío como generación.
Un México más igualitario y justo, que fue el sueño de Zapata o de Villa, entre otros revolucionarios, como lo fue 100 años antes el de Miguel Hidalgo o José María Morelos.
Hoy, cuando estamos por llegar al Bicentenario de la Independencia y al Centenario de la Revolución, la falta de oportunidades sigue aún limitando el desarrollo de las personas y el de la Nación.
Celebrar la Revolución es luchar por superar los desafíos de la Patria. Enarbolar los ideales de la Revolución es brindar seguridad y tranquilidad a las familias mexicanas.
Conmemorarla es ampliar la cobertura y la calidad de la educación. Enarbolar los ideales de la Revolución es trabajar para que los mexicanos tengan mejores condiciones de vida y servicios públicos.
Por eso, por ejemplo, el Gobierno de la República busca que, entre otras cosas, para el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, México alcance la cobertura universal de salud; es decir, atención médica, tratamiento y medicinas para toda mexicana o todo mexicano que lo necesite.
Celebrar la Revolución es mantener vigente sus ideales de democracia, de libertad, de justicia, y con base en esos ideales transformar el México de hoy.
Es impulsar las reformas que se requieren para que nuestro país pueda competir y triunfar en el mundo; es enfrentar las difíciles condiciones adversas del entorno mundial, superadas éstas para que los mexicanos podamos vivir mejor.
Alcanzar estos propósitos es un compromiso con quienes nos precedieron en la historia, particularmente hoy que estamos a dos años de celebrar el Centenario de esta Gesta gloriosa.
Mexicanas y mexicanos:
La unión, la fraternidad, el patriotismo deben ser el sello de los festejos del 2010, el año de la Patria. Sé que en ese año palpitará con fuerza en cada hogar el orgullo de ser mexicano.
Celebremos con la dignidad y el orgullo de una Nación que se sabe libre, que se sabe soberana, que se sabe democrática.
Por ello hemos establecido un programa para estas fechas históricas, conjuga esfuerzos de los Poderes de la Unión y de los tres órdenes de Gobierno, de las universidades y de la sociedad civil.
2010 vestirá a México de gala con eventos artísticos y culturales; llegaremos a esos festejos con espíritu de unidad y de amor a la Patria.
Quiero decirles que ya trabajamos con las autoridades locales para anunciar en los próximos días y publicar las convocatorias que darán origen a la construcción de obras y monumentos conmemorativos en la capital del país.
La historia es de todos y todos somos parte de ella. Los mexicanos hemos decidido hacer del 2010 una fecha de conciliación y de esfuerzo compartido.
Es nuestro deber llevar ahora la historia de nuestra Patria a cada rincón del territorio nacional y conocerla y vivirla en cada familia.
Por ello, editaremos libros para difundir los sucesos de la Independencia y la Revolución; producimos y produciremos documentales históricos para que sean transmitidos por todos los medios electrónicos; construiremos grandes obras de infraestructura, carreteras, presas, puertos, refinerías, aeropuertos, obras públicas del Programa Nacional de Infraestructura que conmemorarán esta singular fecha.
En 2010 abriremos las puertas de Palacio Nacional a una magna exposición sobre nuestros 200 años de historia independiente y organizaremos exposiciones, convenciones y encuentros de talla internacional, que convoquen a celebrar con México el orgullo nacional.
A las niñas y a los niños de México pedimos que se acerquen a conocer las hazañas de nuestros antepasados.
A los jóvenes que hagan suyos los ideales de un país mejor.
A las maestras y maestros que transmitan con emoción y orgullo a sus alumnos la historia de nuestro México.
A las familias, a los padres y las madres, las invito a que platiquen de México y de su pasado, que recuerden los ejemplos de Hidalgo y de Morelos; de Juárez y de Zaragoza; de Madero, Zapata, Villa, Carranza.
A los académicos e investigadores los exhorto a que sigan investigando y compartiendo sus conocimientos con nuestra gente.2010 será tiempo para la celebración. Será también un año de reflexión en que habremos de preguntarnos: qué México queremos heredar a las generaciones del mañana.
Yo confío en que llegaremos al año de la Patria con un país más unido, más integrado por la democracia y la búsqueda del anhelo común, de equidad y de justicia para todos.
El mejor homenaje que podemos rendir a nuestros próceres es unirnos y darle cumplimiento a sus ideales. La historia debe servirnos para construir el presente y prepararnos para el futuro.
Somos más los mexicanos orgullosos de nuestros valores y tradiciones. Somos más los que sabemos que esta Patria saldrá adelante.
2010 será también tiempo de alegría, de júbilo y optimismo por la grandeza de la historia que hemos tenido y la grandeza de la historia que habremos de construir.
Llegaremos al Bicentenario y al Centenario como una Nación más comprometida con la justicia; como un México en el que cada persona pueda, precisamente, salir adelante a partir de su propio esfuerzo y de manera digna.
Como un México que va en la ruta de construir un futuro de certeza y seguridad en el que nuestros hijos caminen libres y tranquilos por las calles, los barrios, los pueblos y las ciudades.
Precisamente, en medio de la adversidad y en medio de los retos, el orgullo de nuestro pasado nos dará la orientación y el valor en el presente, para llevar a México hacia su porvenir.
Qué viva la Revolución Mexicana.
Viva México.
Muchas gracias.

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