América
Latina y la tentación china/Sergio Ramírez fue vicepresidente de Nicaragua y es escritor.
Acaba de publicar Flores oscuras (Alfaguara).
El
País, 9 de junio de 2013:
Hay
una inolvidable película italiana de Marco Bellocchio estrenada en 1967, La
China se avecina. Entre los intríngulis de la comedia, está de por medio el
miedo cerval a la China comunista que se hace dueña del planeta, con sus
legiones de uniformados de gris, a lo Mao Zedong. Esta predicción de hace casi
medio siglo no ha sido vana, pues los chinos están hoy por todas partes, salvo
que en lugar de los uniformes de basta tela llevan trajes de ejecutivos Armani
y relojes con diamantes. Otra manera de conquistar al mundo.
Tanto
en África como en América Latina, China enseña un apetito voraz de materias
primas y alimentos, sin consideraciones al medio ambiente; y si sumamos la
invasiva presencia de sus infinitas mercancías, tenemos a la vista los dos
factores tradicionales en que se basó la expansión de las economías
metropolitanas en el siglo XIX. Pese a que la globalización representa el
imperio de las comunicaciones instantáneas y las transacciones financieras
virtuales, el comercio de bienes ha aumentado, y es la base de la relación
entre América Latina y China.
La
China lejana se avecina. Por la apertura de relaciones diplomáticas con Costa
Rica, su regalo de bodas fue un flamante estadio de fútbol levantado en pocos
meses. Y el presidente Ortega ha anunciado, otra vez, el canal interoceánico a
través de Nicaragua, que será construido, según sus palabras, con capital chino
y diseñado por los chinos, algo que no parece inquietar a Estados Unidos, como
en el pasado, cuando la doctrina Monroe impedía la intromisión de cualquier
potencia extra continental en asuntos que se consideraban estratégicos.
Hemos
vivido de sueños: el viejo sueño americano representado por Estados Unidos, que
parece conformarse hoy con un discreto segundo plano y se limita a buscar
cooperación en el plano del tráfico de drogas y a la firma de tratados de libre
comercio, un paraíso abierto para las mercancías, pero cerrado para los
inmigrantes; el sueño europeo, siempre distante, la idea de la democracia plena
y el bienestar social, la defensa del medio ambiente, la calidad de vida y la
acción internacional pacífica; y ahora el sueño chino tan tentador para los
autócratas de siempre: te compro todo y me vendes todo y ambos nos hacemos
ricos sin hacernos preguntas embarazosas en cuanto a la democracia.
En
menos de dos décadas, afirma Javier Valenzuela, lo que habrá en el mundo es una
“guerra de tronos”, como en la Edad Media, “con múltiples reinos, señoríos y
ciudades de fuerzas más o menos semejantes, compitiendo implacablemente unos
con otros sin que ninguno pueda imponerse con rotundidad”.
De
modo que el sueño propio de América Latina será la participación en ese nuevo
reparto. Como en el teatro, unos autores pasarán a la penumbra en el escenario,
y otros se acercarán a los reflectores, y quienes ganen poder económico
terminarán reclamando su propia zona de influencia, y su propio estatus, como
en el caso de Brasil y México, que demandan ya un asiento en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas.
El
futuro no será homogéneo en América Latina, como no lo será en Europa,
inquietada de pronto por la fractura continental entre norte y sur, un norte
rico dueño de los instrumentos financieros, y un sur bajo la pesadilla del
desempleo, la pobreza, la inestabilidad, y la creciente inconformidad con el
modelo político.
En
ambos continentes tendremos entonces un norte y un sur. Brasil es ya la décima
economía mundial, y Argentina, antes tan próspera e independiente, depende
ahora en mucho de Brasil. Pero si las predicciones se cumplen, México habrá
superado en pocos años a Brasil en cuanto al tamaño de su economía.
Las
cifras hablan mejor en ese paisaje múltiple que las vecindades, y las
comparaciones valen a ambos lados del Atlántico. El ingreso per capita de
Argentina y Portugal se halla hoy día equiparado; Portugal se encuentra lejos
de Alemania en cuanto a riqueza, y Colombia ya ha superado a Argentina en la
cuantía de su producto interior bruto. Se trata de una movilidad de la que
habrá que esperar aún muchas sorpresas.
Chile,
Costa Rica y Uruguay tienen niveles de pobreza inferiores al 20% de la
población. En cambio, la mitad de la población en Haití, Honduras, Nicaragua,
Bolivia, Guatemala y Paraguay sigue siendo muy pobre, y la violencia es la peor
de las consecuencias de la miseria también en Venezuela, donde la dilapidación
de la riqueza del petróleo genera violencia, lo mismo que en México la pobreza
estructural se suma al auge de los carteles del narcotráfico. Esa violencia
genera cada año miles de muertos.
La
modernidad de América Latina, lo mismo que su prosperidad, solo serán posibles
si se logra dejar atrás los modelos personalistas para que las instituciones
arraiguen de manera firme. La pobreza y la desigualdad, y lo mismo la
marginalidad provocada por la falta de acceso a una educación de calidad, son
el caldo de cultivo del caudillismo, un mal que nos persigue desde el fondo
oscuro de la historia. La tentación china que viene de lejos estando tan cerca.
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