Cómo
evitar las muertes por sobredosis como la de Philip Seymour Hoffman / Ethan Nadelmanny Tony Newman, Ethan Nadelmann es fundador y director ejecutivo de la Alianza para las Políticas sobre Drogas (DPA, por sus siglas en inglés), la principal organización de Estados Unidos que promueve alternativas a la guerra contra las drogas. Tony Newman es director de relaciones con los medios de la DPA.
CNN
|6 de febrero de 2014
La
gente llora la trágica muerte por sobredosis del actor Philip Seymour Hoffman,
a quien encontraron el domingo solo en su departamento de Nueva York, con una
jeringa en el brazo y unas bolsas de heroína vacías.
Cuando
una celebridad querida como Hoffman muere a causa de una sobredosis, la noticia
llega a la primera plana. Pero su pérdida nos recuerda que 105 personas mueren
a diario en Estados Unidos de una sobredosis de heroína u opiáceos
farmacéuticos. Con más de 30.000 muertes al año, las sobredosis accidentales
han superado a los incidentes automovilísticos como la principal causa de
muerte entre personas de 25 y 64 años.
Los
cientos de miles de millones de dólares gastados en la guerra contra las drogas
no sirvieron para evitar el radical aumento en las muertes por sobredosis; de
hecho, es probable que esas mismas políticas incrementaran la cantidad de
personas que mueren de una sobredosis.
Algunas
personas consumirán heroína o jugarán con opiáceos farmacéuticos sin importar
lo que digamos y sin importar lo que el gobierno haga. El verdadero reto es qué
podemos hacer para ayudar a que la gente siga viva.
Estas
son siete medidas que pueden ayudar:
1.
Facilitar el tratamiento a quienes lo quieren y lo necesitan: Es trágico que
tantas personas que necesitan tratamiento no puedan recibirlo. Es indignante
que los contribuyentes paguemos en promedio 30.000 dólares al año (unos 390,000
pesos) para encarcelar a alguien que tiene un problema de drogas, pero que
escatimemos en programas de tratamiento que son menos costosos y más eficaces
para reducir el consumo de drogas ilegales y otros delitos. Muchas personas que
quieren tratamiento son rechazadas con la excusa de que no hay espacio.
2.
Ofrecer metadona y buprenorfina a quienes tienen una adicción a los opiáceos:
Ambos compuestos han sido el mejor tratamiento para las adicciones a los
opiáceos durante décadas. Estas terapias de reemplazo pueden permitir que la
gente lleve una vida normal sin los altibajos de la heroína y otros opiáceos
ilegales.
Tenemos
que eliminar los obstáculos para que estos medicamentos que salvan vidas sean
más accesibles y acaben con el estigma que desanima a la gente al buscar un
tratamiento más eficaz.
3.
Informar honestamente sobre las drogas: Urgimos a los jóvenes a mantenerse
alejados del alcohol, el tabaco y otras drogas, pero la realidad es que muchos
experimentarán con sustancias a toda costa. Debemos mostrarles los riesgos y
las consecuencias del consumo de drogas.
La
mayoría de las muertes por sobredosis son resultado de la mezcla de opiáceos
con alcohol, pero la mayoría de la gente lo ignora. Cualquier persona que
reciba una receta para un analgésico sabe que una persona que hace mal uso de
la heroína o de otros opiáceos o una persona a la que le interesa mantener viva
a la gente tiene que conocer los enormes riesgos de mezclarlos con alcohol.
4.
Implementar leyes más gratificantes para quienes llamen a los servicios de
emergencias: La mayoría de las personas que tienen una sobredosis no morirán.
Sin embargo, las probabilidades de sobrevivir a una sobredosis, al igual que
las de sobrevivir a un infarto, dependen en gran medida de lo rápido que
reciban asistencia médica. Desafortunadamente, la gente teme llamar a los
servicios de emergencia porque no saben si la policía que atienda el llamado se
concentrará más en arrestar a quien esté presente que en salvar la vida de
alguien.
En
14 entidades de Estados Unidos y en el Distrito de Columbia han aprobado leyes
que animan a la gente a llamar para pedir ayuda sin temor de ser arrestados. Aunque
al parecer Hoffman estaba solo cuando tuvo la sobredosis, otros miles de
personas no lo están. La gente necesita llamar para pedir ayuda. Nunca debería
ser considerado un delito la acción de llamar a los servicios de emergencia
para ayudar a salvar una vida.
5.
Poner al alcance la naxolona, el antídoto para una sobredosis:La naxolona es un
fármaco no narcótico seguro, genérico y barato que funciona rápidamente y es
fácil de administrar. Ha salvado cientos de miles de vidas y podría hacerlo con
muchas más.
En
muchos estados han comenzado a tomar importantes medidas para poner la naxolona
al alcance de más personas, entre ellos las autoridades y los trabajadores de
los servicios de emergencias. Cualquier persona que consuma opiáceos por
cualquier razón debería tener naxolona a la mano y sus amigos y familiares
deberían saber cómo administrarla.
Sin
embargo, no hay una buena razón para que estos antídotos solo puedan
conseguirse con receta médica. Si realmente queremos salvar vidas, los
farmacéuticos deberían venderse a quien la necesite.
6.
Crear sitios de inyección supervisada: En decenas de ciudades de todo el mundo
existen este tipo de lugares: la gente puede inyectarse sus drogas en un sitio
limpio y seguro con médicos certificados a la mano. Estos sitios eliminan las
muertes por sobredosis, reducen las prácticas riesgosas de consumo de drogas
así como la incidencia de VIH y hepatitis C, minimizan la perturbación pública
por el consumo de drogas en sitios públicos y prácticamente se pagan solos al
reducir la necesidad de recurrir a los servicios de justicia penal y de
emergencias médicas. Han sido particularmente exitosos en Canadá.
El
consenso científico que demuestra los beneficios de estos sitios debe culminar
con la apertura de uno en alguna parte de Estados Unidos. Ya es hora.
7.
Tratamiento asistido con heroína: Los tratamientos convencionales no sirven
para muchas de las personas adictas a los opiáceos que quieren dejar de
consumirlos. Por eso, en más de media docena de países en Europa y Canadá han
desarrollado una opción alterna: el tratamiento asistido con heroína.
Con
este tratamiento, la heroína farmacológica es administrada bajo controles
estrictos en un ambiente clínico a aquellas personas que no han tenido éxito
con otros tratamientos. Casi todas las evaluaciones publicadas sobre esta
alternativa han demostrado resultados extremadamente positivos: importantes
reducciones en el consumo ilícito, en los delitos, las enfermedades y las
sobredosis; mejoras en la salud, bienestar, reintegración social y permanencia
en el tratamiento.
Nadie
puede saber a ciencia cierta si Philip Seymour Hoffman seguiría vivo si se
hubieran implementado estas siete medidas, pero podemos estar seguros de que
habría menos muertes accidentales por sobredosis si así fuera.
Mientras
continuamos llorando su muerte, necesitamos informarnos sobre cuáles son las
mejores políticas y prácticas para reducir estas trágicas pérdidas. Algunas de
estas ideas nos incomodan, pero tenemos que adoptarlas lo más pronto posible.
Nuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas cuentan con ello. El costo de tener
una curva de aprendizaje lenta es demasiado grande.
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