HISTORIAS DE
REPORTERO/Carlos Loret de Mola
El Universal, 1 de julio de 2014
…Y
Robben salvó a “El Piojo”
Miguel El Piojo
Herrera había mutado en fiera cuando terminó el partido contra Holanda.
Corrió
a encarar los árbitros en el centro del campo de futbol de Fortaleza. Al mismo
tiempo, Robin van Persie les quiso dar la mano y para conseguirlo dio a El
Piojo un pequeño empujón con desprecio, como quien quita un estorbo.
El Piojo se
prendió y le advirtió con el índice. En la cancha no pasó a más. Pero los dos,
jugador holandés y técnico mexicano, volvieron a coincidir en las escaleras y
túnel de acceso a los vestidores.
Herrera seguía
mentando las madres de los silbantes cuando Van Persie, estrella
que no arrojó luz en esa eliminatoria e incluso fue sustituido en el segundo
tiempo cuando México aún estaba arriba en el marcador, le dijo algo en
neerlandés, infló cachetes y abdomen como para criticar de “gordo” a El Piojo y
lo empujó de nuevo.
El técnico
mexicano se le fue a los golpes, no acertó el primero, y cuando intentó el
segundo, el delantero Arjen Robben lo abrazó para frenarlo.
Robben
salvó a El Piojo porque de haber alcanzado con un puño a Van Persie le hubieran
castigado siete, ocho partidos oficiales, y quién sabe si le hubieran mantenido
la ratificación en el cargo, ante la perspectiva de un inicio de ciclo
mundialista en crisis.
Su
habitual impulsividad y la frustración por la derrota de último minuto con un
penalti dudoso no le permitieron pensar que es de los pocos entrenadores de la
Selección que pese a ser eliminado del Mundial goza de una enorme popularidad y
hasta cariño de la afición.
Su
buen desempeño le asegura un trabajo con tiempo y a profundidad como siempre lo
quiso, ahora para encabezar al Tri en Copa Oro, Copa Confederaciones, Copa
América, eliminatorias mundialistas para el 2018. No todo acaba en el manchón
penal del estadio de Fortaleza.
Todavía
su asistente, Santiago Baños, también presa de la impotencia, apuntaba para
recorrer el mismo sendero de la ira. En
el túnel corrió hacia Robben gritándole ¡ratero! pero el jugador del Bayern
Munich se resguardó rápidamente en el vestidor.
El
otro asistente de El Piojo, Diego Ramírez, hijo del técnico campeón del mundo
sub-17, Jesús Chucho Ramírez, entró de los primeros al vestidor mexicano y
trató de dar serenidad a los devastados, despedazados, destrozados jugadores de
verde:
Miguel
Layún lloraba sin poder controlarse. En la cancha primero, en el vestidor
también. Tampoco Héctor Herrera ni Oribe Peralta contenían las lágrimas. El
veterano capitán Rafa Márquez, pese a llevar a cuestas una derrota más en
Octavos sabiendo que para él difícilmente habrá una nueva oportunidad, los consolaba.
En
esos momentos era casi imposible pensar con claridad. Estuvieron tan cerca de
hacer historia, como lo habían prometido, y habían sentido durante 88 minutos
que eran perfectamente capaces de vencer a la poderosa tres veces subcampeona
del mundo, la Naranja Mecánica tan temida por todos. La misma que estrenó con
una goliza la corona de España.
Estaban
frustrados por dentro, explícitamente apenados con una afición que no les
retiró el respaldo nunca. Ni siquiera después de la derrota arrebatada en cinco
minutos.
Los
peores cinco minutos de sus vidas.
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