17 jun 2015

En el documento de Aparecida ya están muchos temas de la próxima encíclica

Vatican Insider, 06/15/2015
En el documento de Aparecida ya están muchos temas de la próxima encíclica
El texto de los episcopados latinoamericanos de 2007, escrito con el aporte de Bergoglio, contiene ya una fuerte sensibilidad ecológica y ambiental. La crítica a un modelo de desarrollo predatorio, el ambiente como «casa común», la defensa de la biodiversidad, la atención por los campesinos, la alarma ante el cambio climático
FRANCESCO PELOSO
En América Latina y en el Caribe se está cobrando consciencia de que la naturaleza es un bien gratuito recibido en herencia que debe ser protegida en cuanto espacio precioso para la convivencia humana. «Esta herencia se manifiesta muchas veces frágil e indefensa ante los poderes económicos y tecnológicos. Por eso, como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma humanidad». Este es uno de los pasajes dedicados a la cuestión ambiental del documento conclusivo de Aparecida de 2007. 

El texto es el fruto de los trabajos de la V Conferencia de los Episcopados latinoamericanos que se llevó a cabo en ocasión del viaje de Benedicto XVI a Brasil. Y tuvo un papel determinante en la redacción del documento justamente el cardenal Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, que logró a intermediar entre las diferentes sensibilidades eclesiales de la región y al mismo tiempo dio un fuerte aporte personal a un texto que a menudo es citado para desentrañar las prioridades pastorales y el pensamiento del actual Pontífice. Entre los diferentes aspectos afrontados está el del medio ambiente, una cuestión que asume particular significado en estos días, pues está por ser publicada la encíclica “Laudatio si’” de Papa Francisco. En la primera parte del documento se subraya que la preservación de la naturaleza a menudo es subordinada al desarrollo económico, una decisión que provoca daños a la biodiversidad, facilita la extinción de las reservas de agua y de otros recursos naturales, además de auemntar la contaminación y el cambio climático.

Una serie de párragos del capítulo 9 del documento de Aparecida está dedicada al «respeto del ambiente»; en sus páginas, pues, se pueden encontrar diferentes temas, preocupaciones y directrices pastorales relacionadas con las cuestiones ecológicas, incluida la «ecología humana» de la que se ha hablado en estas últimas semanas y que es uno de los puntos fundamentales del magisterio de Bergoglio. «Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable y no un planeta con aire contaminado. Felizmente, en algunas escuelas católicas, se ha comenzado a introducir entre las disciplinas una educación a la responsabilidad ecológica». «La Iglesia –se lee más abajo–agradece a todos los que se ocupan de la defensa de la vida y del ambiente. Hay que darle particular importancia a la más grave destrucción en curso de la ecología humana. Está cercana a los campesinos que con amor generoso trabajan duramente la tierra para sacar, a veces en condiciones sumamente difíciles, el sustento para sus familias y aportar a todos los frutos de la tierra».
 «En el designio maravilloso de Dios –se explica en relación con la tradición cristiana–, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión con Él, en comunión entre ellos y con toda la creación». El documento también afronta algunos temas fuertes de la cuestión medio-ambiental, a partir de la realidad de América Latina y del Caribe, en donde las mutaciones de los fenómenos climáticos y la explotación indiscriminada de los recursos representan un problema central para el desarrollo y el futuro de la región. En este sentido, del documento surge de manera significativa el peso que ha tenido la experiencia latinoamericana del Papa y de muchos obispos en relación con el desarrollo de una reflexión sobre la defensa de la Creación, como, por ejemplo, en la difícil batalla para la preservación de la selva tropical amazónica. El texto después describe un recorrido en el que se puede observar cuál es el origen de una sensibilidad específica en la que la naturaleza, el ambiente humano, las decisiones políticas y el anuncio evangélico se entrelazan.
 «La riqueza natural de América Latina y El Caribe –se lee en el documento de Aparecida– experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región. En todo ese proceso, tiene una enorme responsabilidad el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos y del respeto racional de la naturaleza». «La devastación –continúa el texto– de nuestros bosques y de la biodiversidad mediante una actitud depredatoria y egoísta, involucra la responsabilidad moral de quienes la promueven, porque pone en peligro la vida de millones de personas y en especial el hábitat de los campesinos e indígenas, quienes son expulsados hacia las tierras de ladera y a las grandes ciudades para vivir hacinados en los cinturones de miserias».
 Por ello es necesario un desarrollo agro-industrial para dar valor a las riquezas de la tierra ofreciendo las propias capacidades humanas al servicio del bien común. Sin embargo, escribieron los obispos latinoamericanos, «no podemos dejar de mencionar los problemas que causa una industrialización salvaje y descontrolada de nuestras ciudades y del campo, que va contaminando el ambiente con toda clase de desechos orgánicos y químicos». El documento también advierte sobre los daños provocados por la industria de extracción que a menudo tiene efectos dañinos para el medio ambiente y constituye la causa de la desaparición de bosques y de la contaminación del agua, mientras transforma las zonas explotadas en inmensos desiertos.
 Frente a este marco dramático de la explotación ambiental, el documento trata de ofrecer algunas respuestas a partir de la evangelización de «nuestros pueblos para descubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del planeta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los recursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias». Se subraya además que una presencia pastoral incisiva entre las poblaciones más frágiles y amenazadas por «un desarrollo depredatorio» las apoya en el objetivo de una distribución justa de la tierra, del agua y de los espacios urbanos. Por ello es necesario «un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes, y que supere la lógica utilitarista e individualista, que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr su justo reclamo».


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