EPN:
El salvador que no lo fue
A
mitad del sexenio, el gobierno de Enrique Peña Nieto fracasa en su propósito de
abatir los índices de pobreza. Por cada año de gestión, un millón de mexicanos
ha engrosado la estadística de sobrevivientes, que hoy alcanza al 46.2 por
ciento de la población. Sin políticas acabadas para contrarrestarla, el
gabinete se ha visto inmerso en escándalos de corrupción e impunidad, que
comienzan con la propia figura del presidente. Tres años bastaron para
destrozar la esperanza que muchos depositaron en el PRI del retorno.
Newsweek en español.., 29 de noviembre de 2015.
Por:
Albinson Linares
Si
la vida fuera justa, Antonio estaría estudiando música. A veces los furiosos
riffs de guitarra que marcan el ritmo en “Voodoo Child” lo despiertan en la
madrugada y se imagina como Hendrix en Woodstock. Sin embargo, ya no tiene
guitarra porque vendió su Ibanez para pagarse el caro semestre de un instituto
de diseño donde no pudo terminar sus estudios.
“Es
muy raro porque desde que salí de la prepa, hace dos años, han pasado muchas
cosas malas en mi familia. Y, si lo piensas bien, todo tiene que ver con la
economía: acá en México si te quedas sin trabajo, a tu familia se la lleva la
chingada”, explica el flaco rockero mientras cuenta que sus padres perdieron
consecutivamente los empleos en 2013. Desde entonces no consiguen trabajos
fijos y a todos los hijos les ha tocado trabajar.
“Mi
hermana trabaja en talleres de costura y tuvo que dejar la prepa, mi hermano es
aprendiz de mecánico porque no quedó en el Poli ni en la UNAM para estudiar
ingeniería. Yo cargo cajas en el mercado de Mixcoac y ayudo a varios taxistas,
mientras ahorro para comprarme otra guitarra”, explica con desaliento. Pese a
todas las peripecias laborales de Antonio, se considera afortunado porque gana
entre 100 y 150 pesos diarios, casi el doble de los 70.10 (4.24 dólares) que
son el mísero salario mínimo diario y legal del país.
“Hay
gente que está peor, créeme. En Oaxaca muchos chavos ni siquiera hacen el
mínimo, tienen que cargar bultos en los mercados y les dan 50 pesos o menos. Lo
que sobre, así es la gente. Así es el sistema”, asevera y se marcha a seguir
trabajando en los locales de la avenida Revolución en la Ciudad de México.
UN
AVIÓN QUE NO DESPEGA
En
julio pasado, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo
Social (Coneval) presentó un informe que reveló un incremento de dos millones
de personas en los índices de pobreza desde 2012 a 2014. Es decir, durante el
mandato de Enrique Peña Nieto, un millón de mexicanos ha ingresado anualmente
en las mediciones de pobreza, lo que ubica la cifra de población vulnerable en
55.3 millones de ciudadanos, un 46.2 por ciento del total nacional.
“Desde
la década de 1980 el país vive un proceso de depauperización; cuando uno revisa
los datos de pobreza por ingresos se da cuenta de que la cifra que teníamos en
1992 es prácticamente la misma de 2014, es decir, los indicadores de pobreza no
se han movido en veinte años. Estamos hablando de una clase política que se
llena la boca de promesas como mejorar el empleo, salud y educación... pero
cuando llegan al gobierno y vemos la permanencia de la corrupción, la
ineficacia gubernamental y la ausencia de una visión de derechos humanos, nos
percatamos de la profunda crisis que atravesamos”, comenta Saúl Arellano,
director editorial de México Social.
Al
revisar los índices de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) que agrupa a las 34 economías más grandes del planeta con
países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón y Gran Bretaña, México
aparece junto a Brasil y Turquía con los mayores porcentajes de pobreza.
En
2014 los estudios de este organismo revelaron que es el segundo país con menor
ingreso per cápita de los hogares, registrando 10 216 dólares anuales, lo que
equivale a menos de la mitad de los 20 882 dólares del promedio de la
organización. Además es la segunda nación con mayor desigualdad económica según
el índice de Gini con 0.47 puntos, sólo superada por Chile con 0.50. El
promedio de la OCDE es de 0.31 puntos.
“No
existe una estrategia salarial orientada a reducir la desigualdad, por un lado,
y fortalecer el mercado interno. La clase política no ha logrado implementar
inversiones públicas en infraestructura orientadas al sur del país para
revitalizarlo y reducir las enormes desigualdades que se viven en Guerrero,
Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán”, asevera Jaime Ros Bosch, experto
en economía e investigador de la UNAM.
Ros
acaba de publicar ¿Cómo salir de la trampa del lento crecimiento y alta
desigualdad?, un libro donde analiza el zeitgeist económico y social de México.
Este volumen se conecta con un trabajo anterior titulado Algunas tesis
equivocadas sobre el estancamiento económico de México. En ambos ensayos el
experto plantea la necesidad de una política de reforma fiscal que
efectivamente eleve los ingresos públicos en los porcentajes del Producto
Interno Bruto (PIB) para que el Estado pueda mejorar servicios públicos como la
infraestructura física, seguridad, salud y educación.
“Hay
que poner en marcha un mecanismo que provea de los recursos necesarios para las
inversiones públicas; desgraciadamente en México no se ha logrado imponer ese
criterio en los políticos del país. Ni la derecha, el centro o la izquierda han
avanzado a una reforma fiscal redistributiva. Es una cosa muy extraña para mí
porque, en otras partes, normalmente es la izquierda la gran abanderada de la
redistribución del ingreso y las reformas fiscales progresivas, pero acá eso no
ha sucedido”, explica el investigador.
Muchas
crisis pasadas han definido el actual estado de las cosas en el país. Los
expertos ríen y se tornan serísimos cuando pasan revista a lo que llaman “la
esquizofrenia económica mexicana”. Para cualquier observador son tres o cuatro
países los que se agolpan en el mismo territorio físico de México donde, por
ejemplo, cuatro hombres (Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y
Ricardo Salinas Pliego) incrementaron su riqueza desde un 2 por ciento del PIB
mexicano en 2002, a 9 por ciento en el periodo 2011-2014, según un estudio de
Oxfam. No olvidemos que es la misma nación donde conviven más de medio centenar
de millones de pobres.
Para
rastrear los inicios de la vasta desigualdad que permea todos los estratos
sociales, uno de los momentos clave parece ubicarse en el sexenio de José López
Portillo (1976-1982). El mandatario, escogido por el presidente Luis
Echeverría, recibió de este una herencia económica compleja con una de las
devaluaciones más severas vividas hasta ese momento y un préstamo del Fondo
Monetario Internacional que lo obligaba a que su gestión mantuviera un
presupuesto reducido y bajos salarios.
Nadie
contaba con la guerra del Yom Kipur cuando la interrupción de la venta de
petróleo de los países árabes a Estados Unidos y Europa catapultó a México como
el primer exportador de crudo, lo que elevó el PIB un 8 por ciento anual y se
redujo la tasa de desempleo en un 50 por ciento.
Tanta
bonanza económica distorsionó la gestión de López Portillo con múltiples
denuncias de corrupción y malos manejos burocráticos. Muchos excesos recuerdan
el estilo saudita de los países petroleros y los mexicanos aún hablan de cuando
el presidente hizo que el papa Juan Pablo II hiciera una parada especial
durante su viaje a México, para oficiar una misa especial en Los Pinos por la
recuperación de la madre del mandatario.
La
ilusión de crecimiento iniciada por los 100 000 millones de dólares que recibió
el país entre 1978 y 1981 duró poco, y con el advenimiento de la baja del
crudo, junto a una serie de préstamos internacionales, para febrero de 1982 el
peso tuvo que devaluarse en un 400 por ciento. El dólar escaló de 28.50 pesos a
46 y 70 pesos. Tuvo que cerrarse el mercado cambiario como medida de emergencia
porque la divisa estadounidense llegó a superar el centenar de pesos. Es una de
las hecatombes económicas cuyas secuelas aún hoy se sienten.
“Era
necesario un cambio de modelo. El sector público estaba demasiado obeso,
interfería mucho y era ineficiente, entonces se pensaba que si quitábamos la
inversión pública se iba a disparar la privada. Del gobierno de su sucesor en
1982, Miguel de la Madrid, para acá la inversión pública cae del 12 por ciento
al 4 por ciento, según cifras del Inegi. Es decir: bajó 8 puntos, y la privada
no subió eso, sino como a seis, más o menos. Entonces hoy tenemos un cociente
de inversión menor que en 1982, no es del 25 por ciento mínimo necesario, tal
vez sea del 5, 6 por ciento, entonces ¿cómo vamos a crecer sin inversión? No es
una paradoja, al contrario, ¿por qué demonios vamos a crecer? No hay razones
porque lo más dinámico es el sector de exportaciones y eso no jala al resto”,
explica Juan Carlos Moreno-Brid, quien es profesor de la UNAM y ocupó
importantes posiciones en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL), donde estudió el desarrollo económico de los gobiernos
latinoamericanos.
Willy
Zapata, quien fue jefe de la Unidad de Desarrollo Económico en la Cepal,
explica que, como el objetivo político en México es la estabilidad económica, a
la larga eso genera, desde el punto de vista fiscal, la idea de tener cero
déficit como resultado óptimo, por lo que debe reducirse.
“Es
una paradoja porque el Estado mexicano quiere tener casi cero déficit fiscal,
sin subir ingresos, entonces la única forma es mantener constante el gasto,
pero como lo único que puedo reducir es el gasto corriente entonces no tiene
recursos para invertir. Si no invierto, ¿cómo puedo generar crecimiento?
Tampoco hay incentivos para la inversión privada, entonces no hay un fondo
económico que sustituya a los recursos públicos”, asevera el experto.
Sin
embargo, no todo son “malas” noticias. Este mes el FMI resaltó las bondades de
la política económica de la administración de Enrique Peña Nieto por proyectar
resultados mucho más estables que los de sus competidores del mercado
latinoamericano. Distante de la recesión brasileña y el desastre bíblico
venezolano, México emerge, según este organismo, como un país confiable en
medio de la volatilidad que azotó las economías regionales durante 2015.
Luego
de la más reciente revisión de los indicadores, el FMI proyecta un incremento
del PIB del 2.25 por ciento, una cifra muy por encima del -0.3 por ciento del
promedio regional. Sin embargo, no es ni la mitad de las expectativas reales
del país que necesita, por lo menos, de un 5 por ciento. Al salir de las frías
abstracciones financieras y transnacionales, aún queda un preocupante saldo
real que son los millones de ciudadanos que no se ven reflejados en esas cifras
macroeconómicas.
“Lo
que pasa es que detrás de todo eso hay proyectos políticos. Los organismos
internacionales han hecho que muchos países transiten hacia un sistema
económico y social más similar al de Estados Unidos, donde todo está enfilado
hacia el Consenso de Washington y, como no dan buenos resultados, de todas
maneras tienen que decir que vamos muy bien. La tasa de crecimiento en México
desde la década de 1990 a la fecha ha sido de 1 por ciento en promedio, cuando
en el periodo previo había sido del orden del 5, 6 por ciento. Entonces tienen
que justificar y decir que la desigualdad está disminuyendo, la movilidad va
aumentando, la pobreza cae y que ahora sí empezó el nuevo modelo, pero eso no
es cierto”, asevera con amargura Fernando Cortés, profesor emérito de la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Cortés
explica que, si se toman los datos de 2010 y se comparan con 2014, puede verse
que el país está más o menos igual, pero los niveles de pobreza empeoran mucho
más. El académico explica que hay cuatro factores principales que afectan los
niveles de pobreza. El primero es el ingreso porque cuando cae la pobreza
aumenta, otro es el efecto desigualdad que cuando aumenta, incrementa la
pobreza de inmediato. Un tercer factor es el efecto de los programas sociales,
y otro elemento estriba en la variación de los precios de los bienes que forman
parte de la canasta alimentaria y la no alimentaria.
“En
la academia me enseñaron que, cuando tengo una hipótesis y la contrasto con los
hechos pero no coinciden, entonces tengo que rechazarla. Lo que ocurre en este
país es que todas las contradicciones por las reformas estructurales en las
década de 1980 y 1990 decían que México tenía que empezar a crecer rapidísimo y
no pasó. Entonces la clase política no rechazó la hipótesis, sino que la
modificó varias veces. La forma como se maneja el Poder Ejecutivo es rara,
pareciera que la información no le llega porque no hay reacciones al malestar
de la población. Casos sobran, como el del secretario de Comunicaciones y
Transportes, los escándalos de las casas, en fin, parece que el político no
está conectado con la sociedad mexicana”, concluye el estudioso.
POBREZA
EN EL INFRAMUNDO
Fernando
vive en Saltillo, Coahuila, y está en pleno proceso de reincorporación a la
sociedad, luego de purgar dieciocho años por un delito. Si para los ciudadanos
normales conseguir un trabajo es complicado, el infierno de Fernando sólo es
comparable con ciertos grabados de Goya.
“Todos
los internos no sabemos si debemos sentirnos alegres de salir libres, todos
queremos volver al mundo, pero te enfrentas a la discriminación y falta de
oportunidades, si no hay trabajo para la gente común y corriente es muchísimo
más complicado para un expresidiario. Uno carga el estigma de la carta de
antecedentes penales”, advierte.
Fanático
de la lectura, Fernando se atrevió a escribir recientemente y es uno de los
autores de Tic Tac, volumen que reúne los trabajos de varios reclusos con
inquietudes literarias, partícipes de un taller respaldado por la diócesis
local durante dos años. Son narraciones extraordinarias, más allá de sus
incorrecciones formales, por devenir como frescos de ese mundo sin reglas y,
sumergido en la ilegalidad, que impera dentro de los penales mexicanos.
“Un
90 por ciento de los internos presos son personas de bajos recursos económicos.
La ley que nos rige es más pa’ los pobres que pa’ los ricos y hay mucha gente
con falta de recursos, incluso dentro de los Ceresos porque allí hay trabajo,
pero con unos sueldos bajísimos que malbaratan la mano de obra. Sobre todo
hacemos manualidades porque no se permite el ingreso de grandes maquinarias por
el régimen de seguridad”, explica.
Para
entender las condiciones laborales en los penales basta con saber que en el
interior de los centros penitenciarios se pagan unos 350 pesos por semana (21
dólares), pero las jornadas son de doce horas diarias (70 pesos por jornada) y
se les ofrece la oportunidad de doblar turno, para tener un poco más de
ingresos. Según la experiencia de Fernando, un recluso ganaba unos 5.83 pesos
por hora (unos 35 centavos de dólar, aproximadamente).
“No
hay una preparación para enfrentarte a la sociedad, después de tantos años
nadie avisa nada. Yo merecía salir en libertad desde dos años antes, sin
embargo, los trámites burocráticos hacen que tengas que pelearle tus derechos
al gobierno que no te da nada. Los programas sociales deberían estar dirigidos
a la gente de bajos recursos económicos para que consigan trabajos bien pagados
porque ahorita no hay. Hay empleos con sueldos muy bajos, que no alcanzan. Vivo
solo, pero le mando dinero a mis hijos y duermo en el suelo porque acabo de
salir. Sin embargo, uno solo sobrevive, pero una familia de una madre soltera
con sus dos hijos no sobrevive en México”, advierte.
POLÍTICA
DE PANTALLA
Organizaciones
como Acción Ciudadana frente a la Pobreza estiman que hay 63.8 millones de
personas con un ingreso insuficiente para cubrir sus necesidades básicas. Esto
totaliza arriba de la mitad de la población del país, un porcentaje del 53.3
por ciento porque le suman 3 millones más de personas que en 2013. De esa
cifra, los voceros de esta iniciativa afirman que hay 24.6 millones de
personas, uno de cada cinco mexicanos (20.6 por ciento), que no perciben los
ingresos suficientes para comer.
“Hay
un millón más de pobres que en 2012. Por eso vemos que no hay nada que
festejar, no importa lo que diga el FMI. Lo que le debe quedar claro a las
personas es que el factor central del incremento de la pobreza son los bajos
ingresos, por eso el primer cambio de fondo frente a la pobreza debe ser
promover la mejora del ingreso. Se requieren nuevas políticas económicas porque
no bastan los programas sociales”, afirma el investigador Rogelio Gómez
Hermosillo, coordinador de la organización.
Gómez
explica que “repartir cosas” como despensas, uniformes, tenis, pisos de
cemento, cheques y pantallas de TV no constituyen una política social. Luego de
la reforma al artículo 1 de la Constitución, “es obligación de las autoridades
garantizar los derechos de la población. La política social debe cumplir esta
obligación”, asevera, y propone la implementación de políticas económicas
incluyentes para la mejora de ingresos y políticas sociales con enfoque de
derechos.
Fernando
Cortés difiere de esta posición y pondera las bondades de los programas
sociales que, según él, siempre han abatido la pobreza. El gran problema es que
las variables económicas funcionan al revés y la economía no crece, no se crean
empresas ni empleos, por lo que el efecto de atenuación de las políticas
sociales no es lo suficientemente sólido como para superar la generación de
pobreza.
“En
realidad, México no tiene una política social integrada, hay un conjunto de
programas sociales que abordan distintos problemas, todos muy diversos, pero no
hay una política de Estado o una línea homogénea para lograr los objetivos que
se plantea la sociedad. Los programas sociales se han ido sumando, unos a
otros, a lo largo del tiempo, por lo que el Coneval ha registrado más de seis
mil programas sociales, y eso es una locura. Lo peor es que van a seguir
aumentando porque son federales, estatales y municipales y aún falta un 77.5
por ciento de los municipios, por lo que serán muchos más. Son iniciativas
desarticuladas que responden a intereses de distintos gobiernos, en distintos
momentos. Una vez que un programa nace, nunca más desaparece”, asevera.
Saúl
Arellano comenta que, a sus cuarenta años, aún no puede sacarse de la cabeza la
idea de que vive en tres países distintos. Uno de veinte millones de personas
que tienen acceso a buenos niveles de bienestar, otro de ochenta millones que
son vulnerables porque no tienen acceso a alguno de los servicios elementales
como educación, salud y vivienda y, en la parte de abajo de la pirámide social,
otros 55 millones de personas que viven, literalmente, en la miseria todos los
días.
Explica
que tres de cada diez jóvenes en edad de bachillerato no tienen, ni siquiera,
el espacio o la cobertura suficiente para estudiar. Si se trata de la población
de dieciocho a veinticuatro años, siete de cada diez no pueden ir a las
universidades, por lo que define a su país como una nación que cierra las
puertas y empuja a muchos ciudadanos al crimen organizado.
Para
Arellano no hay clase media, ve ese rango social como un mito genial de los
gobiernos porque no hay movilidad social: “Si algo nos caracteriza es que los
que nacen pobres van a morir pobres. Un estudio reciente muestra que el
porcentaje de movilidad social en México es del 8 por ciento, por lo que si
naces pobre tienes un 92 por ciento de probabilidades en contra para superar
tus carencias. Eso habla de un país sin esperanza, ni proyecto social”.
Como
país federal, México tiene recursos operados a través del gobierno de la
república por programas centralizados como Prospera, los desayunos escolares y
el de abasto social que Arellano piensa que han ido avanzando. Comenta que
están bastante controlados por las listas de ciudadanos que los reciben,
quienes tienen registrado su IFE, pero coincide con Cortés en que el gran
problema han sido los municipios.
“Desde
1998 a 2014 se ha invertido alrededor de 5.4 trillones de pesos en
infraestructura social, pero aún tenemos diez millones de ciudadanos sin agua
potable y 45 millones viviendo sin servicios como baños y electricidad. Los
municipios, por ejemplo, no se auditaban hasta este año porque no eran sujetos
obligados por la ley. Por eso no cuentan con metas claras y objetivos
definidos, eso lo aprovechaban los alcaldes y gobernadores que hacían lo que
les daba la gana con ese dinero, sin rendirle cuentas a nadie”, asegura el
directivo de México Social.
RETRATO
DE NOVELA TRISTE
Las
condiciones que han generado y perpetuado la pobreza mexicana han sido una
preocupación constante de la academia y los movimientos sociales. Yehezkiel
Lefkowitz, mejor conocido como Oscar Lewis, fue uno de los antropólogos más
célebres del siglo pasado, y en su libro Los hijos de Sánchez narra la historia
de una familia mexicana de la década de 1950. Este volumen se ha constituido en
uno de los retratos más vívidos y crudos de la cultura de la pobreza.
“El
cuarto tenía una cama, donde dormían Faustino y su mujer. Los demás dormíamos
sobre pedazos de cartón o en mantas o trapos esparcidos por el suelo. El único
mueble era una cómoda rota, sin puertas, y una mesa que por la noche había que
llevar a la cocina para lograr más espacio. Socorrito dormía con su marido y
sus hijos en un pequeño sitio entre la cama y la pared. Paula y yo tendíamos
nuestras cosas a los pies de la cama. Mi cuñada Delila y su hijo dormían al
otro lado de Paula, y mi suegra y su marido dormían en el rincón, cerca de la
cocina, donde de día estaba la mesa. Era así como trece de nosotros, cinco
familias, nos acomodábamos en ese cuartico”, recuerda Manuel, el primogénito de
Jesús Sánchez, el patriarca de la familia retratada por Lewis.
Como
si el tiempo se hubiese detenido, la historia de Francisco no parece narrarse
en este siglo XXI, sino ser una parte de la saga de los Sánchez. A sus 63 años
maneja un taxi alquilado por doce horas diarias, los siete días de la semana, y
en cada jornada debe producir 900 pesos diarios (54.36 dólares).
Las
matemáticas de su pobreza dividen la suma de esta manera: 300 pesos para
combustible, 300 más para el dueño del coche y, por lo menos, 300 más para sus
gastos (18.12 dólares por día).
“Trabajar
doce horas es una madriza, la verdad. Pero si uno no hace así, no gana nada. El
sueldo mínimo son 70 y cacho, pero te metes a una fonda y el almuerzo te cuesta
50 varos o más, ahí ya se te fue el mínimo, y ¿cómo le haces para mantener a la
familia?”, explica mientras maneja un destartalado Tsuru por el tránsito del
Distrito Federal.
Para
Francisco, el retiro no es una opción. Pese a que la Secretaría de Desarrollo
Social (Sedesol) recientemente reveló que un 69 por ciento de los 8.26 millones
de mexicanos con 65 años o más reciben apoyo del Programa Pensión para Adultos
Mayores, este conductor no se confía.
“En
México nosotros no podemos retirarnos, esa es la verdad. Vivo en una casita de
tres cuartos con mis tres hijos, cuatro nietos y mi esposa. Al final uno recibe
una pensión de un poquito más de 1000 pesos, pero acá uno anda por su cuenta.
El Estado no pinta para nada porque el pinche gobierno sirve no más para cobrar
impuestos a todo el mundo”, exclama con desaliento.
LOBOS
CUIDANDO OVEJAS
Según
Transparencia Internacional, México es el país con la mayor percepción de
corrupción en la OCDE y ocupa el puesto 103 (de 174) del ranking global, detrás
de países como China, India y Egipto. Esto emerge como uno de los principales
frenos al crecimiento del país, puesto que organismos internacionales como el
World Economic Forum (WEF) consideran que le cuesta entre 2 y 10 por ciento del
PIB anual.
Arellano
es de los que piensan que un aspecto clave de esta problemática reside en el
Sistema Nacional anticorrupción, que no se ha implementado, por lo que ubica el
costo anual de la corrupción entre 350 000 y 450 000 millones de pesos. “Los
indicadores dicen que a los pobres se les asigna un costo por corrupción,
directo o indirecto, de 180 pesos y sus ingresos trimestrales son de 300 pesos
apenas (18.12 dólares). Evidentemente la corrupción los afecta por el acceso a
programas públicos y, por otro lado, terminan aceptando la incapacidad de los
gobiernos para darles servicios y ejecutar obras públicas que se dejan de hacer
porque se roban las partidas, o quedan mal hechas”, acota.
La
impunidad es un factor determinante en el arraigo de estas prácticas: entre
1989 y 2012 se presentaron 459 denuncias penales en la Auditoría Superior de la
Federación, pero sólo siete fueron consignadas por la Procuraduría General de
la República. Moreno-Brid explica que el fenómeno de la corrupción es casi
universal porque no conoce ningún país donde no haya alguna denuncia de ese
flagelo y fija su atención en la ausencia de castigo para los corruptos y otros
aspectos.
“A
diferencia del pasado, ahora hay leyes de transparencia y muchos mecanismos de
control, por lo que me cuesta mucho trabajo pensar que somos más corruptos
ahora, la verdad no lo creo. Convertir la corrupción en la causa de todos los
males es algo ingenuo. La impunidad sí afecta mucho y debe combatirse aplicando
las leyes que ya existen. Pero muchos países más corruptos que nosotros crecen
mucho más, no es un tema ético, hay una visión errada de país porque, mientras
no se logre la distribución del ingreso, no vamos a crecer más. La OCDE ya dijo
que desde el año 2000 para acá, la desigualdad nos costó 10 puntos del PIB”,
concluye el académico.
Cortés
añade que la desigualdad es lo que provoca los altos índices de conflictividad
en México, además explica que ya se comprobó de forma práctica y teórica que, a
menor desigualdad, se produce un mayor crecimiento económico y esto incide en
la disminución de la pobreza.
“Si
nosotros logramos un mejor ingreso para disminuir progresivamente la
desigualdad, al hacerlo atacamos la pobreza porque trasladamos el ingreso de
los que tienen a los que no tienen nada y, al mismo tiempo, la economía crece.
Eso significa que vuelven a caer los índices de pobreza y podría iniciarse un
círculo virtuoso, la gran pregunta es, si eso se sabe científicamente, ¿por qué
el gobierno no lo hace?”.
Según
cifras del Inegi, el 80 por ciento de la población nacional considera que sus
gobernantes son corruptos, un porcentaje similar no cree que los partidos
políticos los representen, ni piensan que los diputados y senadores luchan por
sus necesidades, sino que actúan en favor de sus intereses propios. Tantos
elementos adversos configuran el escenario perfecto para la actual crisis
política.
“En
este país tradicionalmente existe el ‘estilo personal de gobernar’ que está
ligado al liderazgo, tanto del presidente como de los gobernadores y
presidentes municipales, pero esas cifras demuestran que tenemos una crisis de
liderazgo. Necesitamos políticos que tengan la capacidad de generar confianza
en la ciudadanía porque estamos urgidos de una transformación. Como decía
Miguel de la Madrid, es necesaria una ‘renovación moral del gobierno’ porque la
alternancia no alcanza. Llegan gobiernos del PAN, el PRI o PRD y dan los mismos
malos resultados. No hay ninguna entidad de la república que pueda decirse
ejemplar en el manejo de recursos, la gobernanza y democratización; esto
explica por qué los mexicanos ven, con clara desconfianza, el capitalismo de
cuates que su clase política ha instaurado”, finaliza el vocero de México
Social.
ELECTROSHOCK
AL MERCADO INTERNO
Jaime
Ros se decanta por ciertas medidas que podrían mejorar el estancamiento de
México. Dice que una política salarial orientada a reducir la desigualdad y
fortalecer el mercado interno sería un buen inicio, además de fomentar una
estrategia de inversiones públicas en infraestructura orientada, sobre todo en
el sur del país con el fin de reducir los altos índices de pobreza existentes
en esos estados.
“Es
imperativa una política de reforma fiscal que efectivamente eleve los ingresos
públicos en los porcentajes del PIB para que el Estado pueda mejorar los
servicios públicos y, además, provea de los recursos necesarios para las inversiones
en todo tipo de infraestructura. Además, es necesaria una política de tipo de
cambio real muy estable que apoye el crecimiento, eso puede requerir cambiar el
mandato constitucional del Banco Central. Es necesario que se enfoque, no sólo
en la estabilidad de la moneda y la baja inflación, sino también en las metas
de crecimiento y empleo”, acota el experto.
Moreno-Brid
también resalta la importancia del fisco, pero advierte que eso siempre
dependerá de que la sociedad acepte que deben tomarse medidas. En su opinión,
ese cambio requiere de un consenso social, un pacto de cuánto quieren los
ciudadanos que el gobierno gaste y cuánto quieren pagar para que el gobierno
mejore.
“En
el mundo actual, después de 2008-2009, pensar que crecer hacia afuera y
exportar a lo bestia será la solución, es algo irreal. Si la exportación no nos
dio antes, ¿por qué nos va a dar ahora? Debemos crecer con el mercado interno
porque somos 120 millones de habitantes, hay que mejorar las condiciones del
mexicano normal, que es 52 por ciento pobre y 80 por ciento vulnerable. Lograr
un mercado interno fuerte es algo que suena precioso, pero eso conlleva una
política de redistribución”, explica.
Mientras
se logra establecer esa alianza o aparece un liderazgo político comprometido
con los cambios en el sistema, las vidas de Antonio, Fernando y Francisco
transcurren sin parar. Son reflejos vivos de las fallas del sistema que tienen
una resonancia permanente con las vivencias de millones de mexicanos.
“Yo
creo que en un año y medio podré comprarme una guitarra usada. A lo mejor hasta
un ampli... no voy a abandonar mis sueños”, dice Antonio mientras apila cajas y
procura no estropearse los dedos para volver a tocar algún día. Quizá como
Hendrix.
Albinson
Linares / @albinsonl
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