La
lucha contra el ISIS/Jean-Marie Colombani, fue director de Le Monde.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
El
País | 2 de diciembre de 2015.
En
la lucha emprendida contra Daesh (Estado Islámico, ISIS en sus siglas en
inglés), la política exterior es decisiva. Además de los atentados cometidos en
Túnez, París, Ankara, Bamako, Sinaí (más de 600 muertos desde principios de
año), está la bomba de relojería que constituyen los entre 3.000 y 5.000
jóvenes europeos que han ido a Siria a luchar junto a la organización
terrorista. Y ahora se ha abierto un nuevo frente: Libia, donde el Estado
Islámico es cada vez más agresivo. Una nueva amenaza que nos recuerda que los
ataques aéreos, por eficaces que sean (prepararon el terreno para la caída de
Gadafi), no son la solución si no van acompañados de una estrategia política.
Libia
está presente en las mentes de todos los que rechazan la coalición
internacional que está intentando construir François Hollande. Por eso, el
presidente ha pasado de hablar de coalición a hablar de coordinación, que
también es muy difícil, con los distintos intereses de las potencias. La
petición de Francia, expresada en Versalles ante el Congreso, es de ámbito
europeo e internacional, pero no tiene asegurado el éxito en ninguno de los
dos.
Hollande
sorprendió al utilizar un artículo de los Tratados europeos que exige la
solidaridad de los miembros cuando uno de ellos sufre un ataque. Esta
referencia, hasta entonces olvidada, puede enseñar algo a quienes todavía no
han comprendido que la defensa europea ya no es necesaria, sino urgente.
La
ayuda vendrá sobre todo de Alemania, que va a movilizar a 1.200 soldados, en su
mayoría destinados a Malí. Es de subrayar la importancia histórica de esta
manifestación de solidaridad por parte de un país que, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, se resiste a cualquier intervención armada. Italia, ya
presente en varios escenarios (Afganistán, Kosovo, Líbano), permitirá sin duda
que se desbloquee el contingente francés en Líbano. Falta el socio estratégico,
sin el que no puede haber defensa común: Reino Unido. David Cameron necesita la
aprobación del Parlamento, que debería ser más fácil de obtener después de que
el líder laborista, Jeremy Corbyn, haya concedido libertad de voto a sus
diputados.
Dentro
de la UE, la petición francesa se ha visto devorada por el debate sobre los
refugiados, prioritario tanto para quienes los rechazan como para quienes, como
Alemania, tratan de encaminarlos y legalizarlos. Hasta que termine la guerra
civil en Siria, se trata de ayudar a Turquía a contener la marea de exiliados y
a recibir a los que los países europeos rechacen. De un plumazo, Turquía pasa
de inspirar desconfianza (especialmente por comprar el petróleo del ISIS) a
ser, pese al autoritarismo de Erdogan, socio estratégico, en palabras de
Merkel. Y la situación, ya compleja, se complica aún más tras el derribo de un
cazabombardero ruso por parte de los turcos. En estas circunstancias, ¿cómo
vamos a hablar de coalición e incluso de coordinación? Hollande había empezado
bien con el voto unánime para aprobar una resolución de Naciones Unidas que
otorga legitimidad internacional a una gran variedad de actuaciones, basada en
la necesidad de derrotar al ISIS. Pero ese éxito se convirtió en decepción en
Washington y Moscú.
Desde
que comenzó el drama sirio, EE UU se mantiene en segunda fila. Después de
rechazar, en 2013, los ataques aéreos contra El Asad que proponía el presidente
francés, Barack Obama se muestra satisfecho con sus resultados: El ISIS no se
ha extendido e incluso empieza a retroceder en Siria. Parece que lo único que
ha obtenido Francia de su aliado norteamericano es un mayor intercambio de
informaciones.
Rusia,
culpable —muy culpable— de sostener la sangrienta dictadura de Bachar el Asad,
vuelve a ser un socio necesario. Hollande ha vuelto de Moscú con la promesa de
coordinación entre las aviaciones rusa y francesa y la petición del mapa con la
situación de los rebeldes apoyados por los occidentales en Siria. Aun así, días
después, la aviación rusa volvió a bombardearlos, en especial a los turcomanos.
El precio de este acercamiento a Rusia es que la suerte de El Asad no se
decidirá más que después de un periodo de transición todavía por definir, y con
la esperanza de que Putin acceda al plan. Pero no olvidemos que en el trasfondo
está la batalla que libran chiíes y suníes, Irán y sus deudos por un lado, y
Arabia Saudí y Turquía por otro. Será necesaria una habilidad extraordinaria
para que unos y otros piensen en un horizonte después del ISIS en el que no
están necesariamente interesados.
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