Tal y como se esperaba, el pasado 12 de diciembre papa Francisco dio a conocer oficialmente su viaje pastoral a México. Lo hizo en el marco de la ceremonia –por segundo año- en honor de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México y de América Latina.
Esta vez no hubo Misa Criolla como en 2014. Los acordes del compositor argentino Ariel Ramírez no resonaron en San Pedro. Tampoco hubo banderas de los pueblos indígenas latinoamericanos junto al altar de la basílica, gesto tan criticado –en su momento ento- por algunos sectores tradicionalistas. Tampoco cantó Patricia Sosa…
Empero sí se escucharon las suaves notas los himnos guadalupanos más famosos. El coro de la Capilla Sixtina participó de la liturgia con el repertorio polifónico en latín que el caracteriza.
Fue la misa del tercer domingo de aviento, el tiempo litúrgico previo a la Navidad. Concelebraron más de 500 sacerdotes y cuatro cardenales.
Las lecturas e intenciones se leyeron en español, inglés, portugués, francés e incluso quechua, la lengua indígena.
En su homilía Bergoglio anunció su viaje a México ...dijo textual..
Papa pidió: 'Recemos por mi padre y madre que un día como hoy
contrajeron matrimonio'.
Esta vez no hubo Misa Criolla como en 2014. Los acordes del compositor argentino Ariel Ramírez no resonaron en San Pedro. Tampoco hubo banderas de los pueblos indígenas latinoamericanos junto al altar de la basílica, gesto tan criticado –en su momento ento- por algunos sectores tradicionalistas. Tampoco cantó Patricia Sosa…
Sosa…
http://www.elcolumnero.com/fred-alvarez/misa-criolla-en-roma-en-honor-la-virgen-de-guadalupe
Empero sí se escucharon las suaves notas los himnos guadalupanos más famosos. El coro de la Capilla Sixtina participó de la liturgia con el repertorio polifónico en latín que el caracteriza.
Fue la misa del tercer domingo de aviento, el tiempo litúrgico previo a la Navidad. Concelebraron más de 500 sacerdotes y cuatro cardenales.
Las lecturas e intenciones se leyeron en español, inglés, portugués, francés e incluso quechua, la lengua indígena.
En su homilía Bergoglio anunció su viaje a México ...dijo textual..
El
coro de la Capilla Sixtina participó de la liturgia con el repertorio
polifónico en latín que el caracteriza.
A
continuación el texto completo de la homilía:
«El
Señor tu Dios, está en medio de ti [...], se alegra y goza contigo, te renueva
con su amor; exulta y se alegra contigo como en día de fiesta» (So 3,17-18).
Estas palabras del profeta Sofonías, dirigidas a Israel, pueden también ser
referidas a la Virgen María, a la Iglesia, y a toda persona, amada por Dios con
amor misericordioso.
Sí,
Dios nos ama tanto que incluso se goza y se complace en nosotros. Nos ama con
amor gratuito, sin límites, sin esperar nada a cambio. No le gusta el pelagianismo. Este amor
misericordioso es el atributo más sorprendente de Dios, la síntesis en que se
condensa el mensaje evangélico, la fe de la Iglesia.
La
palabra «misericordia» está compuesta por dos palabras: miseria y corazón. El
corazón indica la capacidad de amar; la misericordia es el amor que abraza la
miseria de la persona humana. Es un amor que «siente» nuestra indigencia como
si fuera propia, para liberarnos de ella. «En esto está el amor: no somos
nosotros que amamos a Dios, sino que es Él que nos ha amado y ha mandado a su
Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados» (1 Jn 4,9-10).
«El
Verbo se hizo carne», a Dios no le gusta tampoco el gnosticismo. Quiso
compartir todas nuestras fragilidades. Quiso experimentar nuestra condición
humana, hasta cargar en la Cruz con todo el dolor de la existencia humana. Tal
es el abismo de su compasión y misericordia: un anonadarse para convertirse en
compañía y servicio a la humanidad herida. Ningún pecado puede cancelar su
cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de conversión,
con tal de que la invoquemos.
Más
aún, el mismo pecado hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre
quien, para rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de
Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo que, en el Bautismo, hace
posible, genera y nutre la vida nueva de sus discípulos.
Por
más grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que renueva
la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más humana, llena de
alegría y esperanza. También nosotros gritamos jubilosos: «¡El Señor es mi Dios
y salvador!». «El Señor está cerca», y ésto nos lo dice el apóstol Pablo, nada
nos tiene que preocupar. No solamente, también con su mamá que le decía a san
Juan Diego: '¿Por qué tienes miedo, no estoy yo aquí y soy tu mamá?'. Él y su
mamá.
La
misericordia más grande radica en su estar en medio de nosotros, en su
presencia y compañía. Camina junto a nosotros, nos muestra el sendero del amor,
nos levanta en nuestras caídas, nos sostiene ante nuestras fatigas, nos
acompaña en todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos
para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena de
esperanza. «Y la paz de Dios [...] custodiará sus corazones y sus pensamientos
en Cristo Jesús» nos dice San Pablo. (Flp 4,7).
Esta
es la fuente de nuestra vida pacificada y alegre; nada ni nadie puede robarnos
esta paz y esta alegría, no obstante los sufrimientos y las pruebas de la vida.
El Señor con su ternura nos abre su corazón, nos abre su corazón. El Señor es
alérgico a las cosas rígidas. Cultivemos esta experiencia de misericordia, de
paz y esperanza, durante el camino de adviento que estamos recorriendo y a la
luz del año jubilar.
Anunciar
la Buena noticia a los pobres, como Juan Bautista, realizando las obras de
misericordia, es una buena manera de esperar la venida de Jesús en la Navidad.
Tenemos
que imitarlo a Él que dio todo y si dio todo, ésta es su misericordia sin pedir
nada en cambio.
Dios
se goza y complace muy especialmente en María. En una de las oraciones más
queridas por el pueblo cristiano, la Salve Regina, llamamos a María «madre de
misericordia». Ella ha experimentado la misericordia divina, y ha acogido en su
seno la fuente misma de esta misericordia: Jesucristo.
Ella,
que ha vivido siempre íntimamente unida a su Hijo, sabe mejor que nadie lo que
Él quiere: que todos los hombres se salven, y que a ninguna persona le falte
nunca la ternura y el consuelo de Dios. Que María, Madre de Misericordia, nos
ayude a entender cuánto nos quiere Dios.
A
María santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos
de todo el continente americano, que la aman como madre y reconocen como
«patrona», bajo el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe.
Que
«la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos
redescubrir la alegría de la ternura de Dios». A Ella le pedimos que este año
jubilar sea una siembra de amor misericordioso en el corazón de las personas,
las familias y las naciones.
Que
siga a decirnos, ¿pero no estoy yo aquí
que soy tu madre? Madre de misericordia que nos convirtamos en misericordiosos.
Que las comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia,
testigos de una caridad que no admite exclusiones.
Para
pedir ésto de manera fuerte viajaré a venerarla en su santuario el próximo mes
de febrero. Así podremos rezar todo esto, en toda América de quien Ella es
particularmente Madre.
A
Ella le suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino que
busca a la Madre de misericordia, y solamente le pide una cosa que le muestre a
su Hijo Jesús".
(Texto
controlado con el vídeo de la homilía)
Fuente : ACI
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