El
arzobispo primado de México pide perdón a los homosexuales por haberles
ofendido
El
nuncio del Papa logra su primera victoria con la disculpa del ultraconservador
cardenal Rivera.
Nota de JAN
MARTÍNEZ AHRENS
El País, 1 NOV 2016
El
cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México.
La
llegada del nuevo nuncio del Papa ha surtido su primer efecto. En plena batalla
contra el matrimonio homosexual, el arzobispo primado de México y líder del
sector más conservador, Norberto Rivera, entonó un inesperado mea culpa y se
excusó en público por haber empleado “términos ofensivos” contra los que
denominó “hombres y mujeres con atracción hacia el mismo sexo”. “Les pido
perdón si he utilizado palabras que no son las adecuadas”, afirmó públicamente
Rivera.
El
insólito gesto tuvo como escenario un acto para promover la “castidad” entre
los homosexuales. En ese ambiente de pureza católica, un gay con VIH se quejó
ante el cardenal del rechazo que había sentido por parte de la Iglesia. “No se
trata de una opción, sino de una orientación. Desearía que los ministros de la
Iglesia se enteraran para que no reprendan a las personas con atracción hacia
el mismo sexo preguntándoles si no les da vergüenza sentir eso”, dijo el
participante.
Ante
esta petición, no se sabe si preparada o no, el cardenal respondió: “Cuando
llegué a los 60 años, ya no me gustó que me dijeran joven; cuando me dieron mi
tarjeta de la tercera edad, no me agradó que se refirieran a mí como persona de
la tercera edad, para mí lo correcto era que me dijeran viejo; pero otros se
enojan si les dicen así. Por lo que a mí se refiere, les pido nuevamente perdón
si he utilizado palabras que no son las adecuadas, pero sepan que de ninguna
manera mi intención ha sido ofenderles”.
Su
contestación supuso un repliegue, o al menos un giro ante los desmedidos
ataques lanzados en los meses anteriores contra el colectivo gay. El más grave
se registró a finales de septiembre pasado cuando el semanario de la
arquidiócesis Desde la fe, el altavoz predilecto del purpurado, atribuyó a los
homosexuales todo tipo de calamidades: aumento de enfermedades de transmisión
sexual, desestabilización emocional de los menores, peor rendimiento escolar y
hasta un mayor riesgo de agresión sexual: “Un niño tiene más posibilidades de
sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”, afirmó la revista. Como remate,
el incendiario artículo negaba que el Papa hubiese dicho que la Iglesia tuviese
que disculparse con los gais por la forma en que se les trataba. Por el contrario,
el semanario citaba al cardenal Rivera: “Sólo hay que pedir perdón cuando se ha
ofendido”.
Un
mes después, el primado ha tenido que enmendar sus propias palabras y
disculparse. En este cambio de actitud, que en ningún modo desactiva la
ofensiva contra el matrimonio homosexual, ha influido la llegada a México del
nuevo nuncio, el arzobispo italiano Franco Coppola. Hombre próximo al Papa, su
tarea es poner orden en una Iglesia en llamas, volcada en un durísimo conflicto
con el Gobierno de Enrique Peña Nieto y que, tras la salida de su antecesor, ha
quedado al mando de Rivera y los sectores ultras.
El
cardenal, de 74 años, vive en los antípodas de la doctrina Francisco. Elegido
en tiempos de Juan Pablo II, el primado encarna los modos antiguos del inmovilismo
eclesial. Carismático (¿de donde?), influyente y cercano al poder, su monolitismo ideológico
le ha hecho impermeable a todo tipo de crisis, incluida la abierta por su
defensa del pederasta Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
Bajo su dirección, aprovechando la debilidad del presidente de la conferencia
episcopal mexicana, los prelados han lanzado una oleada de manifestaciones que
ha desbordado el mero rechazo al matrimonio homosexual. La movilización ha
atacado frontalmente a Peña Nieto por su “retórica populista” y ha tratado de
modificar la Constitución para incluir un concepto de familia acorde a su
ideología y abrir así las puertas de la educación a la iglesia. En este pulso
al Estado laico, Rivera y su halcones no han dudado en rescatar de las
catacumbas a la ultraderecha mexicana, convirtiendo su reivindicación en un
combate netamente político.
Frente
este escenario, el recién llegado nuncio se ha movido discretamente, pero con
un objetivo claro: reducir la tensión. Para ello cuenta con una llave de oro:
la jubilación en un año de Rivera. Ese será el momento clave, según los
expertos, para cambiar el rumbo de un episcopado patricio y ahormado a los
modos palaciegos de Juan Pablo II. Justo lo contrario de lo que predica
Francisco, como quedó patente en su visita de febrero, cuando no dudó en
reprochar a los prelados su cercanía a los “faraones”. En la misma catedral de
la Ciudad de México, de la que es obispo Rivera, el Papa recordó entonces a la
jerarquía que la Iglesia no necesita “príncipes” y les exigió que abandonasen
sus intrigas y saliesen a la calle para atender las necesidades de los pobres y
oprimidos. De momento, el nuncio ha logrado una primera victoria.
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