23 jul 2017

La victoria(en Venezuela) llevará nombre de mujer

La victoria llevará nombre de mujer/Andrés Pastrana Arango, expresidente de Colombia,  y Jorge Quiroga, expresidente de Bolivia.
ABC, Domingo, 23/Jul/2017
Neomar Lander, joven venezolano, diecisiete años, delgado, mirada decidida, impetuoso. Marchaba por las calles con un casco en la cabeza, una camiseta raída que rezaba «Yo soy libertador», máscara antigás colgando del cuello, guante en la mano derecha para devolver las calientes bombas lacrimógenas, flor en la otra para entregarla a los represores.
El 7 de junio un proyectil que se desplazaba a 270 km./hora, disparado a quemarropa, le partió el pecho y acabó con su vida. Como Neomar, muchos jóvenes libertadores están dando la vida por su Venezuela.
Leer esto es posible, pero escucharlo de su madre, sentada frente a uno, es imposible. Las lágrimas afloran, el corazón siente el impacto y se quiebra como se partió el de ese joven que se fue al cielo. El 15 de julio en Caracas escuchamos este relato y varios otros igualmente desgarradores y dolorosos.

Ese día también conversamos con las mujeres de los militares presos y con el liderazgo emergente de Venezuela, jóvenes treintañeros, alcaldes, diputados y activistas. Los llaman los 2007, porque fueron los dirigentes universitarios que se movilizaron cuando el régimen cerró RCTV, el canal de televisión con el que crecieron. Nacieron a la vida política cuando el iPhone llegó a las nuestras, aprendieron a hacer política luchando en las calles y en las redes sociales, con celular inteligente en mano, filmando, tuiteando y en Facebook.
Derrotaron a Chávez en el apogeo de su poder hace diez años, el líder que explicaba y cosechaba aplausos, que tocaba corazones y brotaban lágrimas, que bromeaba y sacaba risas. Hoy enfrentan al sucesor que habla con pajaritos, arenga vacas y saca risas; que reprime y deja a madres llenas de lágrimas; que no puede ni comprar aplausos; que reemplaza con botas represivas los votos perdidos.
La Asamblea Nacional, en una jugada magistral, canalizó todas estas fuerzas de calle y convocó una consulta popular organizada por la ciudadanía, en quince días, sin recursos, sin apoyo estatal –más bien en contra del sabotaje estatal. Las limitaciones eran enormes, la oposición logró instalar solo una tercera parte de las mesas electorales que se tiene en comicios normales; por cada siete puntos de votación, con múltiples mesas, que se tenía en diciembre 2015, ahora sólo se tenía uno. No se podía cubrir toda la geografía nacional y fue imposible llegar a muchas áreas semiurbanas y rurales.
El 16 de julio el pueblo venezolano rechazó masivamente la constituyente madurista que busca establecer un soviet cubano; exigieron que los militares bajen sus armas y controlen a los paramilitares asesinos; votaron exigiendo que se respete el Congreso castrado por el régimen y se recuperen las instituciones judiciales y electorales independientes. Las colas eran impresionantes, la fuerza y pasión popular simplemente incontenibles. Vimos la movilización ciudadana más grande de la historia. Las mujeres eran mayoría abrumadora en el manejo de las mesas y las más apasionadas en las calles. Era como ver a María Corina Machado clonada y multiplicada por miles. La mujer venezolana que Alfredo Romero, el jurista incansable que dirige el Foro Penal Venezolano, describe en su canción como: «aquellas que sueñan, que golpean con el corazón el vil despotismo… que luchan, que aman y gritan Libertad… Mi mujer, toma tu bandera, mi patria y tu belleza, mi mujer Venezuela». Contra el régimen autoritario, la victoria llevará nombre de mujer.
Los demócratas venezolanos sobrepasaron los 7,5 millones de votos, prácticamente el mismo aplastante resultado que permitió en diciembre de 2015 obtener dos tercios del Parlamento. Fueron dos goleadas consecutivas de los venezolanos al narco-régimen. Y no sólo participaron los jugadores de la cancha; también lo hizo –y en qué número– la diáspora venezolana regada por el mundo, a la que une también el afán de salvar a su país. ¿Y ahora qué? La presión popular en la calle redoblará: tiene la legitimidad democrática demostrada en la consulta del 16 de julio y la presión institucional del Congreso.
La comunidad internacional exige anular la constituyente fraudulenta. Los tres irrefutables, irrebatibles y devastadores informes del secretario general de la OEA, Luis Almagro, en 267 páginas, desnudaron a la narcodictadura ante el mundo.
Las Fuerzas Armadas deberán acatar la voz del pueblo que el 16 de julio les exigió que bajen las armas, cesen la represión y cumplan la Constitución.
El Santo Padre siempre pide «recen por mí». En esta coyuntura crítica, rezamos por él; que se pronuncie con su voz y su firma para exigir a Maduro que anule el paso final de su golpe continuado: la tramposa constituyente. Así se puede negociar la transición definitiva que permita redemocratizar Venezuela con elecciones generales este 2017.
Finalmente, Maduro deberá analizar si está dispuesto a seguir asesinando para instaurar el primer narco-soviet en la historia. La constituyente fraudulenta sería dirigida por el tenebroso Diosdado Cabello, una despreciable mezcla de Stalin y Pablo Escobar. Él anunció que después del 30 de julio va a defenestrar a la fiscal y a los gobernadores opositores, encarcelar a todos los opositores, cerrar el Congreso para que nunca más se vote en Venezuela. Maduro sería decorativo o prescindible para Cabello, quien tendría el poder eterno y dictatorial de Stalin, con el control del negocio de la cocaína que tenía Escobar, con todo un Estado petrolero a su disposición. Muchos dicen que Maduro no es tan tonto como parece, pero si persiste en instalar este narco-soviet el 30 de julio para otro, mientras él queda como un represor sanguinario, terminará demostrando que es mucho más idiota de lo que parece.
Pero la dictadura no podrá contra todo un pueblo movilizado.
No podrá contra el sacrificio de Neomar Lander, quien se hubiese graduado de Bachiller el pasado 19 de julio. Su madre, Sugei, nos dijo que su hijo no conoció otro gobierno que esta dictadura que le reventó el pecho. Llorando, pero firme, prometió que honrarán el sacrifico de Neomar luchando para que Paola –su pequeña hija de trece años, cuya cara tomó entre sus manos mientras hablaba– viva en una Venezuela libre y democrática. Paola Lander, la niña que un día será mujer, Patria y belleza. Paola será Venezuela.




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