12 sept 2018

Gracias, Reforma/Germán Martínez Cázares

Gracias, Reforma/Germán Martínez Cázares
Reforma, 12 Sep. 2018
A Garmendia, lectora fiel.
Quizá este sea mi último texto en Reforma. Cada quince días desde hace más de ocho años, hablé con la editora Maricarmen Vergara para confirmar mi entrega. Ayer también. Sólo la vida dirá si fue punto final. Nunca fallé desde mi primera colaboración el 26 de julio de 2010. Siempre me pagaron puntuales. Nunca pedí aumento. Escribí por gusto. Y lo más importante: jamás movieron una sola coma, mucho menos una palabra de mis opiniones. Me voy satisfecho y agradecido con todos los que trabajan en este diario, y honrado con los lectores.

Reforma cumple 25 años de vida. Recuerdo perfectamente el día que nació, 20 de noviembre de 1993, lo regalaban en una convención nacional del PAN, afuera del cobrizo edificio circular del Palacio de los Deportes en la Magdalena Mixhuca. Poco tiempo después acompañé a Carlos Castillo Peraza a ofrecerlo afuera del Metro Zapata, en el crucero de las calles Félix Cuevas y Universidad, para romper el boicot porril de la unión de voceadores que, palo en mano, pretendían evitar su circulación en el entonces Distrito Federal. Los editorialistas entre los coches, enfundados en chamarras verdes y blancas ofrecían sus opiniones libres. Germán Dehesa, Miguel Ángel Granados Chapa, Rafael Ruiz Harrell son héroes de la batalla por la libre expresión mexicana. Reforma rompió el cerco, ganó independencia y se colocó rápidamente en la cúspide de la credibilidad informativa. Estaba llamado a ser el periódico de la transición democrática mexicana.
Gracias a muchos periodistas de verdad, entre los que quiero destacar a uno, René Delgado, el diario Reforma se convirtió en un periódico de referencia. Signo de libertad de imprenta. "Vendemos información, y sólo vendemos información", le escuché decir a don Alejandro Junco en una cena de Navidad, donde el periódico reúne a todos sus colaboradores. El periódico no vive de otras actividades que comprometan su oficio; no tiene constructoras, televisoras, equipos de futbol para cuidar o compensar sus costos de producción, simplemente "vende información". Un día lo pueden tildar de tricolor, otro azul, amarillo o guinda, pero la verdad es que a este periódico -me confesó Lázaro Ríos con orgullo- nadie lo puede encajonar en un sólo color partidista. Reforma es Reforma porque nunca compró filias ni fobias políticas.
Todavía no tomaba posesión Vicente Fox y Ernesto Núñez le documentó y publicó, con verticalidad de reportero, al Presidente electo que en su rancho toleraba el trabajo infantil. Quien quiera recuperar la crónica de cómo y por qué perdió el PRI la mayoría de la Cámara de Diputados en 1997, o la capital de la República o Los Pinos, tendrá que repasar las páginas de Reforma. Lo mismo quien quiera encontrar el ascenso y descenso del PAN. Reforma acompañó sin titubeos la investigación que presentó la periodista Carmen Aristegui sobre la llamada "casa blanca". Peña Nieto no fue el mismo. El periódico produce consecuencias.
"Jonrón", cabeceó el periódico -seguramente a sugerencia beisbolera de Roberto Zamarripa- un día después del triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Ese nuevo gobierno espera el mismo juicio de Reforma, que Reforma siga siendo Reforma, es decir, un periódico crítico pero informado, influyente pero veraz, y rabiosamente libre, que no es sinónimo de destructor.
Para mí ha sido motivo de triunfo personal colaborar en Reforma. En mis textos dejé, con pasión, testimonios de mis certezas, dudas, lecturas, aficiones y contradicciones. Nunca me salvé frente a lo que soy, pienso y escribí. La cobardía no tecleó mis letras, ni ha guiado mis actos.
Tengo claras mis razones, mis verdades, mis "conceptos". Y con el gran periodista vienés Karl Kraus digo: "Si los conceptos no son correctos, las palabras no son correctas; si las palabras no son correctas, los asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral ni el arte; si no prosperan ni la moral ni el arte, la justicia no acierta; si la justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que verdaderamente importa".
Estoy seguro que Reforma seguirá cuidando lo que verdaderamente importa: las palabras...

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