PRESIDENTE ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR: Amigas y amigos de Tijuana, de Baja California, de México y de Estados Unidos.
Representantes del Poder Legislativo.
Ciudadanos gobernadores.
Gobernadora.
Jefa de Gobierno.
Servidores públicos municipales, estatales y federales.
Representantes de comunidades indígenas, de campesinos, obreros.
Carlos Salazar, representante, presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
Representantes de las iglesias.
Libres pensadores.
Migrantes.
Amigas y amigos todos.
Estados Unidos y México no son vecinos distantes, comparten una frontera de tres mil 180 kilómetros de largo, ejercen una influencia cultural mutua y las historias nacionales de nuestros países están entrelazadas en numerosos episodios de hostilidad, pero también de cooperación y entendimiento.
El gran zarpazo de 1847 y las intervenciones del siglo XX en nuestro territorio, amén de otros agravios, han tenido una contraparte en la amistad entre gobiernos y la fraternidad de los pueblos de ambas naciones.
Por ejemplo, el presidente Benito Juárez, el mejor presidente de México, recibió una invaluable ayuda de Abraham Lincoln, en su lucha contra los invasores franceses; y en otros momentos Estados Unidos dio refugio a próceres de nuestra historia como Mariano Escobedo, Vicente Rivapalacio, Francisco I. Madero y José Vasconcelos.
No se nos olvida que desconocieron al usurpador Victoriano Huerta en 1913, quien se había hecho del poder tras un golpe de Estado. Más aún, muchos periodistas, dirigentes sociales y políticos de nuestro país optaron por combatir a la dictadura porfirista desde el territorio estadounidense para poner a salvo sus vidas, porque en ese entonces, mientras en Estados Unidos se aplicaba la ley y les castigaba con cárcel, en México desgraciadamente se les tiroteaba por la espalda, se les aplicaba la famosa y terrible ‘ley fuga’.
Más adelante, como aquí se ha dicho, los gobiernos de Franklin Delano Roosevelt y de Lázaro Cárdenas mantuvieron relaciones ejemplares a pesar de la expropiación petrolera de 1938. Unos años después, México peleó al lado de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, no sólo con los aviadores heroicos mexicanos del Escuadrón 201 que combatieron en el Pacífico, sino también enviando en ese entonces al país vecino a trabajadores, braceros, que contribuyeron a garantizar la producción de alimentos y materias primas en Estados Unidos.
A mediados del siglo pasado, la tecnología y los bienes de capital procedentes de nuestros vecinos del norte fueron fundamentales para el proceso de industrialización impulsado en nuestro país.
Hacia los años de 1960 dieron comienzo los programas para el desarrollo de la frontera norte. Con el apoyo progresivo, comercial, bilateral, con el crecimiento de nuestra economía y del mercado interno las empresas de Estados Unidos encontraron una atractiva zona de inversión en nuestro país y casi todas las grandes corporaciones establecieron filiales en nuestras ciudades.
En 1993, ambos países, además de Canadá, firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con lo que se constituyó uno de los principales bloques económicos del mundo.
En consecuencia, en 1995 el gobierno de Washington otorgó un apoyo financiero extraordinario para superar la crisis económica, la devaluación del peso, la crisis financiera que se presentó al concluir la administración de Carlos Salinas e iniciar la de Ernesto Zedillo.
Una de las consecuencias de la imposición del modelo neoliberal en nuestro país fue la expulsión masiva de población de sus lugares de origen, la pérdida de empleos, en una industria desmantelada, cuando decían que la mejor política industrial era la que no existía; y con ello, con el abandono de las actividades productivas en el campo, en la ciudad, creció el flujo de refugiados económicos y, como nunca, tuvieron que irse a buscar la vida del otro lado de la frontera millones de mexicanos.
Millones de compatriotas nuestros cruzaron el río Bravo en busca de subsistencia económica y de mejores horizontes de vida y hubieron de enfrentar la discriminación, los atropellos y la persecución policial; pero también, y eso no debemos soslayarlo, también se registraron sublimes manifestaciones de apoyo y solidaridad de una buena parte de la sociedad estadounidense.
En la actualidad, Estados Unidos tiene una comunidad mexicana formada por unos 36 millones de personas, de las cuales, 15 millones son nacidas en México. Esa población realiza un aporte fundamental a la economía y a la cultura del país vecino y su participación política allí es cada vez más relevante.
Hay en ella más de un millón de emprendedores. Además, los mexicanos realizan el 30 por ciento de las labores agrícolas en Estados Unidos, el 20 por ciento de las tareas en la construcción y el 15 por ciento en la industria turística.
En contraparte, esos compatriotas contribuyen a la economía mexicana con remesas por más de 33 mil millones de dólares anuales. Un dato poco citado es que en México residen cerca de un millón 200 mil estadounidenses; es decir, nuestros dos países son protagonistas del mayor intercambio demográfico del mundo.
Por lo demás, así como la nación vecina constituye el principal destino para las exportaciones mexicanas para vender las mercancías que se producen en México, la nuestra, nuestra nación, es también el mercado más importante para las exportaciones de Estados Unidos.
Es en este contexto, y en vísperas de la conclusión del tratado de México, Estados Unidos y Canadá, que se presenta la decisión unilateral del presidente Donald Trump de imponer un arancel generalizado y progresivo a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos.
Se trató de una medida que respetamos, pero que no compartimos. Porque de aplicarse hubiese causado, como aquí se ha dicho, un daño importante en ambas economías y debilitado en forma significativa la alianza comercial de la región.
Por fortuna desde el principio hicimos propuestas al gobierno estadounidense para resolver el fondo el fenómeno migratorio, y eso contribuyó mucho en las intensas negociaciones que se celebraron en Washington.
También abonó, para llegar al acuerdo de ayer, la decidida postura de mantener una política de respeto y buena vecindad con el gobierno de Estados Unidos, y de fraternidad con su población.
Aprovechamos aquí, en Tijuana, para decirle al pueblo estadounidense una vez más que no abrigamos ni abrigaremos intención alguna de perjudicarlo, y que estamos resueltos a colaborar con él en todos los ámbitos, especialmente ante la preocupación que suscita el crecimiento del flujo migratorio hacia su país.
Asimismo, acudimos a su comprensión porque el fenómeno migratorio no surge de la nada, es originado por las carencias materiales y la inseguridad en los países centroamericanos y en sectores y regiones marginadas de México, en donde hay seres humanos que necesitan emprender todo un peregrinar para mitigar su hambre y su pobreza o para preservar sus vidas.
Hemos expresado que resolveremos el fenómeno migratorio atacando sus causas profundas; es decir, mediante el impulso al desarrollo y a la construcción del bienestar y la paz.
En México ya lo estamos haciendo. Pero para aplicar esta propuesta en las naciones de Centroamérica y del Caribe es indispensable el concurso de Estados Unidos, de Canadá y de otros países desarrollados.
Quiero mencionar un dato conmovedor: de los 521 mil migrantes que ingresaron a nuestro país por la frontera sur en el curso de este año con la intención de llegar a Estados Unidos, 159 mil 395 son menores de edad y 43 mil 875 niñas y niños viajaron solos.
Es claro que, ante esta amarga realidad, esta amarga y dolorosa realidad, no se puede enfrentar la solución sólo a cerrar fronteras o a utilizar medidas coercitivas; lo más eficaz y lo más humano es enfrentar el fenómeno migratorio; la falta de oportunidades de empleo y la pobreza para lograr que la migración sea opcional, no forzada.
En consecuencia, reafirmamos nuestro compromiso de contribuir a evitar que los migrantes atraviesen el territorio nacional para alcanzar el de Estados Unidos, pero jamás lo haremos violando los derechos humanos de los viajeros, empezando por el principal de los derechos humanos, el derecho a vivir libres de miseria, el derecho a la vida.
Bajo este criterio que sostendremos siempre será injusto el que se pretenda castigar a México por proponer un alto a la migración mediante el impulso al bienestar y la seguridad en sus puntos de origen y por procurar la fraternidad entre las sociedades y los pueblos.
Celebramos el importante acuerdo de ayer, porque se nos estaba poniendo, se nos estaba colocando en una situación muy difícil, muy incómoda la de tener que aplicar a ciertas mercancías de Estados Unidos las mismas medidas, restricciones comerciales similares a las que se iba a imponer a las exportaciones mexicanas.
Confieso que, como persona, como ciudadano, rechazo los actos de represalia y la ley del talión. Soy un pacifista convencido, inspirado en los ejemplos de Gandhi, de Martin Luther King, de Nelson Mandela.
Sin embargo, como jefe y representante del Estado mexicano no puedo permitir a nadie que se atente contra la economía de nuestro país y menos que se establezca una asimetría injusta, indigna para nuestro gobierno y humillante para nuestra nación.
Afortunadamente, ayer se impuso la política sobre la confrontación. Y debo reconocer que hubo voluntad para buscar una salida negociada al conflicto de parte del presidente Donald Trump y de sus principales colaboradores. Me consta.
Al presidente Donald Trump, por eso no le levanto un puño cerrado, sino una mano abierta y franca.
Y reiteramos nuestra disposición a la amistad, al diálogo y a la colaboración. Manifestamos asimismo nuestra determinación de mantenernos al margen de los asuntos internos de nuestro vecino país, y cercano al mismo tiempo, vecino cercano Estados Unidos, en congruencia con nuestra política de principios de no intervención, de autodeterminación de los pueblos, que no haya injerencia extranjera en las decisiones que sólo competen a la soberanía de nuestro pueblo.
Estoy con ustedes y, como muchos mexicanos, orgulloso del trabajo profesional, político y diplomático de la delegación mexicana que estuvo a cargo de este complejo, difícil asunto, encabezada por el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard.
Como él mismo lo expresó, es sencillo de comprender: el lunes ya no van a haber aranceles, no va a haber impuestos, no va a haber crisis económica o financiera en nuestro país.
Agradezco también la solidaridad del pueblo de México, de los mexicanos. El pueblo de México es mucha pieza.
Quisiera decir más cosas sobre eso, pero me tengo que autolimitar.
Agradezco la solidaridad de todas las clases sociales, de todos los sectores, de todas las corrientes del pensamiento, de todos los mexicanos que no titubearon en manifestar su apoyo en la defensa de la dignidad de nuestro país.
Y al mismo tiempo, con mucha madurez política, preservar la amistad con el pueblo de Estados Unidos.
¿Qué sigue?
Cumplir puntualmente los compromisos, los compromisos se cumplen: reforzar nuestras fronteras, aplicar la ley y respetar los derechos humanos, promover la aplicación inmediata del programa de desarrollo de la Cepal para impulsar las actividades productivas y crear empleos en Centroamérica y en el sur sureste de México.
Desde la semana próxima estaremos ofreciendo ayuda humanitaria, oportunidades de empleo, educación, salud y bienestar a quienes esperen en México su solicitud de asilo para ingresar legalmente a los Estados Unidos.
Agrego que existen condiciones políticas inmejorables para conseguir en tiempo y forma, de acuerdo al Estado de derecho que prevalece en el país con autonomía a los poderes. Puedo decir que estoy casi seguro de la ratificación en la Cámara de Senadores del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá.
Amigas y amigos:
Voy, como lo he hecho durante muchos años, a recorrer los municipios de Baja California. Ahora son nuestros anfitriones, son los que nos permitieron llevar a cabo aquí donde comienza nuestra patria este acto de unidad. Para eso fue esta convocatoria.
De nueva cuenta agradezco a todos los sectores representantes del pueblo de México por su apoyo, por su solidaridad.
Le agradezco mucho a los medios de comunicación de nuestro país que, a pesar de que podamos tener diferencias, porque vivimos en un país libre y aspiramos a construir una democracia, no una dictadura y tiene garantizarse siempre el derecho a disentir a pesar de diferencias. Los medios de información en nuestro país se portaron a la altura de las circunstancias.
Amigas y amigos:
Como todos los sabemos, esto es de dominio público, México es un país con muchas riquezas naturales, con un pueblo noble y trabajador.
Tenemos la herencia de grandes civilizaciones y de culturas practicantes de una ética social extraordinaria que nos han dejado el hábito, así nos han heredado el hábito del trabajo, los mejores trabajadores en Estados Unidos son los mexicanos.
Y nos heredaron como enseñanza mayor nuestros antepasados el poner por delante el amor al prójimo, la ayuda mutua. ¿De dónde viene lo de la ayuda mutua? De los pueblos originarios, de las comunidades indígenas, viene de lejos, del México profundo.
¿Y se acuerdan lo que nos repetían nuestros padres, nuestros abuelos, lo que se decía en los pueblos, corría de boca en boca? Decían: ’Hacer el bien sin mirar a quién’. ¿Se acuerdan de eso?
Eso entraña toda la grandeza de nuestro país, de nuestra gran nación. Si a pesar de nuestras diferencias, como lo demostramos en esta semana, en estos días, actuamos como aquí se ha dicho también, todos juntos, sin odios, con honestidad, con humanismo y sentido de la justicia, seremos cada vez más fuertes en el concierto de las naciones y siempre capaces de remontar cualquier adversidad para consumar, más temprano que tarde, el gran objetivo de construir una patria nueva, próspera, pacífica y fraterna en la que reine por siempre el ideal, el bello ideal del bienestar y de la felicidad del pueblo.
¡Que viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!
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