México preso/Jorge Volpi
Reforma, 29 de febrero de 202o
Calderón se obstina en criticar a López Obrador como si le quedara alguna fuerza moral
Las épocas de crisis suelen ser épocas de desmemoria. México atraviesa hoy una particularmente difícil: los niveles de violencia no sólo no han disminuido, sino que se aceleran; nuestro sistema de justicia sigue siendo inexistente, incapaz de concedernos la menor seguridad jurídica y la menor certeza de que los criminales obtendrán su castigo; la violencia hacia las mujeres no ha sido contenida y el gobierno federal ha mostrado un lamentable desdén hacia sus víctimas; la economía permanece estancada; la austeridad ha sido aplicada sin medir las consecuencias en sectores prioritarios; y hemos terminado por someternos a las políticas discriminatorias de Trump hacia los migrantes, a quienes les concedemos un trato inhumano en nuestras dos fronteras.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene poco que presumir a estas alturas: sus programas sociales hacia los desfavorecidos, el aumento sostenido de los salarios mínimos, una lucha contra la desigualdad económica sin precedentes y un combate a la corrupción que es la reacción natural al derroche y el abuso sistemáticos de la administración de Enrique Peña Nieto. Los errores del Presidente, obstinado con su verborrea cotidiana, no han hecho sino agravarse. Todo esto es cierto y se vuelve imperativo señalarlo, y sobre todo señalarlo desde la izquierda, porque somos sus votantes de izquierda quienes esperábamos mucho más de su gestión. Cada crítica busca que rectifique, en particular en temas de seguridad y migración, porque aún puede hacerlo y porque la esperanza en esos cambios lo llevó al poder.
Sin embargo, este escenario no debe hacernos olvidar nuestro pasado reciente ni las desastrosas gestiones de sus predecesores. Ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto tienen ya oportunidad de rectificar: sus gobiernos, no debe quedarnos duda, son algunos de los peores que hayamos sufrido en el siglo XX. Si nos encontramos en esta terrible encrucijada, se debe sobre todo a sus decisiones. La frivolidad y la venalidad de Peña, que fueron las marcas de su gobierno, lo siguen ahora en la vida privada: mientras que sus hombres de confianza son detenidos o acusados de corrupción, él exhibe las fotografías con su nueva pareja, tan lejano del país como cuando fue su Presidente.
Mucho más dramático -e indignante- es el caso de Calderón. Sería difícil hallar una acción pública más irresponsable, más funesta para varias generaciones o que más daño le haya causado a México que su guerra contra el narco. Dotado de una soberbia irreprimible, mayor incluso a la de su némesis, Calderón no esperó a asentarse en la silla presidencial cuando, a fin de legitimarse con un enemigo común que distrajese la atención de su pelea postelectoral con López Obrador, lanzó en diciembre de 2006 sus primeros operativos conjuntos. Poco después, no dudó en llamar a su estrategia "guerra" sin medir las consecuencias de su arranque. En un lugar donde no existía la justicia, lanzó una estrategia puramente punitiva que hizo añicos el endeble equilibrio en que vivíamos.
Desde entonces, México es un cementerio. Los 250 mil muertos que se han acumulado desde entonces, sumados a los 70 mil desaparecidos e incontables desplazados, son consecuencia directa de su irresponsabilidad. Pocos políticos en el mundo llevan una carga semejante a cuestas. Y, aun así, Calderón no deja de reaparecer en la vida pública, obstinado en criticar a López Obrador como si le quedara alguna fuerza moral. Con un cinismo arrebatador, ha dicho desconocer la corrupción y las violaciones a derechos humanos cometidas por Genaro García Luna, su hombre de confianza en temas de seguridad. Con el mismo descaro, hoy se posiciona a favor de las mujeres. Y, para colmo, se apresta a fundar un nuevo partido político para articular la oposición ultraconservadora alrededor suyo y de su esposa.
Más allá de nuestra justificada decepción frente a López Obrador, no debemos olvidar. A estas alturas ya sabemos lo que significó ser gobernados por Calderón y su estirpe. México Libre sólo aspira a volvernos prisioneros de ese pasado atroz.
@jvolpi
Ego sum qui sum; analista político, un soñador enamorado de la vida y aficionado a la poesía.
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