23 ene 2011

Los amigos equivocados de Israel

Los amigos equivocados de Israel/Ian Buruma, profesor de Democracia y Derechos Humanos en el Bard College.

LA VANGUARDIA, 23/01/11;

Israel ha estado dando la bienvenida a visitantes bastante peculiares últimamente. El populista holandés Geert Wilders es una visita asidua, que les dice a audiencias simpatizantes que Israel está en la primera línea de la guerra occidental contra el islam. Y, en diciembre, una delegación de políticos de extrema derecha europeos visitó los asentamientos judíos en la ocupada Cisjordania, complaciendo a sus huéspedes al decirles que esa era “tierra judía”.

Algunos de estos “amigos de Israel” representan partidos políticos cuyos seguidores, por no decir algo peor, no se caracterizaron tradicionalmente por sus sentimientos fraternales hacia los judíos.
Heinz-Christian Strache, por ejemplo, lidera el Partido de la Libertad de Austria, que comenzó, bajo el mando de su difunto fundador y líder, Jörg Haider, seduciendo activamente a ex nazis. Su colega belga, Filip Dewinter, representa un partido nacionalista flamenco manchado por una colaboración en tiempos de guerra con los nazis.
Wilders es ostensiblemente prosemítico, y a todos los nuevos derechistas les gusta acentuar la importancia de lo que llaman los “valores judeocristianos”, a los que hay que defender del “islamofascismo”. A los críticos de izquierda y liberales de la política israelí les gusta señalar que antisionismo no es lo mismo que antisemitismo. Pero es igualmente cierto que ser amigo de Israel no es necesariamente lo mismo que ser amigo de los judíos. Richard Nixon, por ejemplo, decía de los judíos que “no se puede confiar en los bastardos”, pero era un gran admirador de Israel. En EE. UU., algunos de los más feroces defensores del sionismo de línea dura son cristianos evangélicos.
Algunas veces, los amigos equivocados pueden resultar útiles. Cuando Theodor Herzl recorría Europa a fines del siglo XIX, intentando conseguir apoyo para el establecimiento de un estado para los judíos, muchas veces fue rechazado por grandes judíos ricos y poderosos, que lo consideraban un agitador. En cambio, encontró seguidores entusiastas entre los protestantes píos, para quienes los judíos pertenecían a su propia tierra sagrada y no a Europa.
Una vez establecido el Estado judío, los primeros amigos europeos de Israel muchas veces eran personas provenientes de la izquierda, que admiraban la vida comunitaria de los kibutz, y veían a Israel como un gran experimento socialista.
Las cosas empezaron a cambiar tras la guerra de los Seis Días de 1967, y más después de la guerra del Yom Kipur de 1973, cuando quedó claro que Israel no iba a ceder los territorios palestinos conquistados. Cuando Israel comenzó a construir asentamientos en los territorios ocupados, la admiración devino en hostilidad activa por parte de la izquierda de Europa.
Para muchos en la derecha, sin embargo, las mismas cosas que deploraba la izquierda europea (e israelí) se convirtieron en razones para admirar a Israel. A esos nuevos amigos les gustaba el uso implacable de la fuerza, el nacionalismo étnico, la continua humillación de los palestinos. Políticos como Strache, Wilders y Dewinter ven a Israel como una suerte de modelo, un modelo desacreditado hace mucho tiempo en Europa, debido a malos recuerdos del fascismo y el nazismo.
De hecho, los izquierdistas antisionistas frecuentemente intentan desacreditar a Israel comparando sus acciones en Gaza y Cisjordania con las atrocidades nazis.
Es un truco sucio, destinado a causar una ofensa máxima. Contrariamente a lo que alguna vez dijo el premio Nobel Saramago, los ataques del ejército israelí en Gaza no son comparables de ningún modo con Auschwitz. Pero la visión, abrazada por los nuevos amigos de derecha de Israel, de que Israel está en la primera línea contra el fascismo islámico es igualmente mendaz.
Comparar al islam en general – no sólo al terrorismo islamista-con el fascismo, como hacen los populistas de derecha, y sugerir que Europa enfrenta una amenaza comparable con los nazis, no sólo es equivocado, sino peligroso. Si fuera verdad, todas las medidas tomadas contra los musulmanes, por más brutales que fueran, estarían justificadas, e Israel en verdad sería un estado de primera línea que resiste al islamofascismo para impedir otro Auschwitz. Así es como muchos políticos de derecha israelíes explican las cosas.
Esta es una visión que conlleva la grave implicación de que una solución pacífica del conflicto palestino-israelí es casi imposible. Cuanto más Israel, alentado por los amigos europeos equivocados, siga humillando a los palestinos y ocupando sus tierras, más probable es que el odio y la violencia se interpongan para un acuerdo, sin el cual no puede haber paz alguna.
Las falsas analogías con el pasado trivializan la historia. Si los israelíes, o los palestinos, son como los nazis, entonces el horror de lo que los verdaderos nazis hicieron ha disminuido enormemente. Ahora bien, explotar la historia para justificar la violencia actual no funcionará para siempre. Una vez que la gente deje de creer que Israel está defendiendo a Occidente del fascismo, se culpará a Israel por toda la violencia en Oriente Medio. Y los judíos en todas partes serán culpados por asociación. En resumen, los amigos equivocados de Israel son incluso los peores amigos del pueblo judío.

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