30 nov 2011

Sin las palabras no habría mundo/Sylvia Teresa Manríquez

Sin las palabras no habría mundo
Sylvia Teresa Manríquez

"La palabra es la casa del ser.
En su morada habita el hombre.
Los pensantes y los poetas son
los vigilantes de esa morada" Martin Heidegger

          Las palabras son mi herramienta, para entender el mundo, a mi mismo, para entender y acercarme a los otros; para entender a Dios o por lo menos acercarme a él.
        
         Es Javier Sicilia: poeta, narrador y ensayista de tradición religiosa, para quien la palabra es herencia, que viene de su padre, también poeta.

         Lo que hace la palabra es sacar a las cosas a su existencia activa. Por eso en la Biblia en el principio era la oscuridad. Cuando Dios empieza a nombrar es cuando el mundo se ordena; allí está pero solo la palabra es la que hace que el orden sea. Por eso las palabras son las herramientas de mi oficio y también de mi ser.

Es el Javier que hoy ha renunciado a la poesía, y se ha comprometido con la paz y la justicia, junto a cientos de mexicanos que exigimos freno a las pérdidas de seres queridos, en medio de una guerra arbitraria e injusta.

El Javier de poco antes de que le arrebataran la vida de su hijo, que en entrevista afectuosa declaraba que Somos seres de palabra. Sin la palabra y su base fundamental que es la lengua, no habría mundo humano, no habría ni siquiera mundo.
Un mundo que ya no gozará de la creación poética de este pacifista. El mismo que anunció dolorosamente que el mundo ya no es digno de la palabra.

Días antes, en entrevista exclusiva, Sicilia, nos hablaba de esa misma palabra, como punto de encuentro de religión, espiritualidad y mística.
Palabra y espiritualidad van juntas, Soy católico y la fe está en la encarnación. El misterio de esa encarnación es la palabra, el verbo que se hace carne. La palabra es la casa del ser, diría Heidegger, y en ese sentido palabra y espiritualidad van juntas. Santo Tomás decía: Nada de lo que sabemos existe en sí, existe porque pasa a través de nuestra carne y nuestra palabra. Lo que no tiene nombre no existe. Sólo existe lo que nombramos. Sólo lo que nombramos es lo que tiene presencia, cuerpo, relacionalidad, vínculo. A través de nuestros vínculos aquí nos relacionamos con nuestros vínculos allá, con el Dios.
        
         ¿Hay alguna diferencia entre religión y espiritualidad?
         No debería, religión viene de religare-unir y la espiritualidad es el principio de la unión. En otras ocasiones he hablado de la 'conspiratio', este beso en los labios de la primera liturgia cristiana donde se hace la comunión, el 'religare'. La verdad es que la religión está teñida de interpretación del misterio espiritual, y la religión es ideológica, por eso es parcial, excluyente; niega  a veces la presencia de lo espiritual de Dios. Dios no es excluyente, Dios es la comunión el 'religare', el fundamento de esto es el amor. En la tradición griega, Platón decía “Cuidado con la palabra porque la palabra mal empleada hace mal a las almas”. El libro de los proverbios dice “la muerte están en poder de la lengua, del uso que de ella hagas tal será el fruto”. Y es que la palabra puede matar, si no físicamente, si puede destruir la existencia de un ser, su estima, su presencia. O puede ser tremendamente liberadora; una hermosa palabra de amor,  una palabra de cariño, de afecto, de alegría, ante el encuentro del otro, produce comunión. Y luego sucede que la lingüística moderna y social dice que la palabra es arbitraria y no, la palabra es el ser de las cosas, nos vincula, nos hace permitirnos tocar el amor.
        
         En este marco, estamos formando el vínculo con quienes están leyendo para hablar de poesía y mística.
Ese es mi tema, y mi comprensión del universo poético.

Y esto nos lleva a hablar de los santos-poetas o poetas- santos.
Si, son una rara mezcla que pocas veces se da. Cómo San Juan de la Cruz, uno de los grandes poetas de la lengua española y uno de los más altos  místicos, o la gran Santa Teresa. En tradiciones orientales hay una mística muy inquietante, como la que estuvo muy de moda con el Siddha Yoga, la poeta hindú Gurumayi que tiene poemas realmente hermosos, su libro “Cenizas a los pies de mi guru”  donde el guru es de alguna forma la presencia del Dios, contiene una eroticidad muy fina, y espero no equivocarme al decir que ella es una presencia como la de San Juan, de santidad en la tradición de la India. Hay varios místicos-poetas, aunque no todo poeta es místico ni todo místico es poeta, pero cuando se da esa simbiosis es realmente encantador, porque no sólo es presencia del Dios en los actos de un hombre sino presencia del Dios y la palabra y de su poesía.

Bueno, nos damos cuenta que una de sus pasiones es esta poesía y lo estamos compartiendo con nuestros lectores, varios de ellos tal vez estén cayendo en cuenta que ya han leído a algún poeta-místico. Hacía ya algunos años que no visitaba Hermosillo, ¿Cómo encuentra hoy la ciudad?
Hermosísima, como siempre, venía viendo esos atardeceres que tienen ustedes, que son una belleza. Recuerdo que la primera vez que visité Hermosillo llegué cuando estaba amaneciendo y me sorprendió mucho ese amanecer del desierto que no logramos ver en el sur, donde también son hermosos, pero los de acá tienen una particularidad: como que vibra el misterio de Dios a través de la belleza de sus horizontes.

Yo diría que es un de los privilegios de vivir en una zona tan seca...
Curiosamente los místicos florecen en el desierto, allí es la cuna de la mística.

Y bueno, no puedo desaprovechar esta oportunidad para preguntarle su opinión sobre literatura y periodismo, y esa línea endeble que hay entre ambos, de hecho en muchos casos se cruza.
Yo pienso que si se cruza y de hecho hay grandes escritores-periodistas y grandes periodistas-escritores. Tenemos el caso concreto, que se mueve claramente entre esas dos líneas y que ha hecho y vinculado puentes, de Vicente Leñero, un gran literato en el periodismo, un gran narrador en el periodismo y un gran periodista en la producción literaria. Y bueno, hay casos, como la entrevista, que es un género literario absolutamente. Una buena crónica es un género literario, tenemos a Monsivais, que hizo de la crónica periodística un gran género literario. Hay puentes profundos entre uno y otro, por ejemplo, la novela de folletón del siglo XIX era periodismo, o “Balzac” de Víctor Hugo escrita en los periódicos por entregas; yo mismo hago periodismo. Y quizá el estilo periodístico sea la literatura que más se lee, el que más llega a la gente.

Probablemente se esta volviendo un lugar común preguntarle sobre el riesgo que hay para escribir en el periodismo sobre ciertos temas, como seguridad y distintas situaciones arriesgadas que nos toca vivir en esta época; ¿En la poesía también se viven riesgos? 
Pues lo tuvo en los espacios totalitarios, lo que pasa es que nadie lee poesía, entonces deja  de ser riesgo ¿no? (Javier deja escapar unas risitas) La poesía porque trata de realidades de la sustancia de las cosas y del ser del hombre es muy riesgosa, por eso Stalin mató poetas como moscas, y el hitlerismo también. El poeta es un riesgo, desordena porque habla de los trascendentales, desordena los mundos totalitarios, los mundos tremendamente normados, porque habla del ser de las cosas, de la trascendencia del ser de las cosas que nunca puede ser aprisionado por ningún sistema, ni filosófico, ni político, ni científico. En ese sentido (los poetas) son peligrosos para la vida de los totalitarismos.

¿Escribir es un riesgo en México?
Pues no es un riesgo, es un problema porque nadie te pela (Javier vuelve a reír), es decir, no hay lectores. No es un riesgo, digo, los periodistas que están tocando, como usted bien dice, puntos neurálgicos de la situación tan terrible que está viviendo el país, pues son aquellos que corren más riesgo que los poetas. Y es triste saber que los poetas ya no ponen en riesgo las partes negativas de la vida política. Pero bueno, (los poetas) ahí están vibrando a pesar de todo.

Se dice que en México se lee poco, que Sonora está en los lugares más bajos en la estadística de lectura, ¿Cuál es su apreciación, se lee poco en este país?
Pues según las estadísticas sí, cerca de medio libro al año, o sea nada, lo que es una pena. Yo creo que el desprecio que últimamente los gobiernos han tenido para con la cultura y la educación, nos va a hacer un pueblo mucho más imbecil. Si tenemos esta corrupción, la presencia del narcotráfico, la presencia de hampones dentro de la política, ladrones de cuello blanco, es precisamente porque hemos despreciado la cultura y la dimensión de la lectura, y la educación; y creo que si seguimos así y no ponemos énfasis, sobre todo en la lectura, en la comprensión de la lectura, -porque no se tarta nomás de leer sino de comprender, de hacer amar la memoria y los espacios que hay que rescatan la literatura-, pues tendremos un pueblo de bárbaros y de imbeciles. Creo que lo que estamos viviendo es lo que merece nuestra incultura.

¿Qué hace falta para cambiar esto?       
Fomentar. Preparar mejor a los maestros. Darle el mismo rango a la lengua y a la literatura que se les da a las matemáticas y a la ciencia. Mientras no haya eso seguiremos cultivando bárbaros o gente muy ignorante.

¿Cómo queda el problema de la distribución (de libros) en este panorama?
¡Uy! Esa es otra… Si hubiera voluntad política para hacer crecer la lectura, la distribución se daría también. Se incentivaría esa industria que está muy caída. Si tenemos lectores va a haber distribución. Si hay voluntad política para darle vida al libro, pues va  a haber distribución y va a haber lectores, pero dígale a estos bárbaros, a estos imbeciles que se llaman nuestra clase política que eso es importante, habrá que oír a los diputados equivocándose cuando hablaron de Vargas Llosa, atribuyéndole libros que no le pertenecían. Esa es nuestra clase política que va a fomentar la lectura, pues no, son unas bestias pues…

Y bueno, también tenemos que aprender a leer con el corazón, en familia, recordando la enseñanza de aquellos maestros de antes, que nos infundieron  amor por los libros.
¡Exactamente! En  los libros están las palabras y como dije al principio, las palabras son herramientas, para entender el mundo, a uno mismo, para entendernos y acercarnos a los otros; para entender a Dios o por lo menos acercarnos a él.




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