5 mar 2012

Apoyos Sociales a Extrabajadores Migratorios

El C. Presidente ayer, durante la entrega de Apoyos Sociales a Extrabajadores Migratorios Mexicanos, en Zamora, Michoacán, 4 de marzo del 2012
Muy buenos días.
Amigas y amigos.
Señor licenciado Fausto Vallejo Figueroa, Gobernador del Estado de Michoacán. Le agradezco mucho la gentileza de sus palabras.
Señor Diputado Víctor Manuel Silva Tejeda, Presidente del Congreso.
Señor Magistrado Alejandro González Gómez, Presidente del Supremo Tribunal de Justicia.
Señora Rosa Hilda Abascal, Presidenta Municipal de Zamora. Muchas gracias por su hospitalidad.
General Juan Ernesto Antonio Bernal Reyes, Comandante de la XXI Zona Militar.
Muy admiradas, muy admirados extrabajadoras y extrabajadores migrantes.
Muy queridos braceros de Michoacán.
Muy estimados familiares que los acompañan.
Muy distinguidos Legisladores.
Muy apreciados Alcaldes, Alcaldesas de distintos municipios del Estado de Michoacán. Muchas gracias por estar aquí.
A ver, levanten la mano los Alcaldes, porque sí vi varios acá.
Sí hay bastantes.
Muchas gracias por estar aquí.
Amigas y amigos:
Querido Sergio, Presidente de CANACINTRA. Paisano y zamorano. Sergio, qué gusto. Estamos aquí, en tu tierra.
Me da mucho gusto el estar nuevamente aquí, en Zamora, en esta ciudad tan querida, y estar aquí, en mi tierra, en Michoacán, encontrarme con mi gente.

“Le agradezco mucho, Gobernador. Efectivamente, desde el viernes llegué al estado y la verdad es que frecuentemente lo hago. Vengo a casa de mi madre, ahí me quedó, en la que fue mi casa durante muchos años.
Veo a mis hermanos, veo a mis amigos, es justo lo que he hecho. Aunque esta vez, el fin de semana, he tenido eventos públicos.
Pero me da mucho gusto hacerlo y me da mucho gusto venir aquí, a esta tierra zamorana, trabajadora, prodiga, fértil y que, además, siempre me ha tratado con afecto y con sincera amistad.
Hoy, es un día muy especial, amigas y amigos, y ustedes lo saben mejor que yo.
Es un día muy especial, porque hoy vengo a Zamora, Michoacán a pagar, en nombre del Estado mexicano, una deuda histórica con los braceros de México. Venimos a pagar la deuda, a saldar una deuda que sé que han esperado por décadas, que sé que han luchado por ella año tras año, décadas.
Casi durante toda mi propia vida, por ejemplo, yo nací en 1962 y el Programa Bracero terminó en 64. Desde entonces, casi 50 años, luchando porque se les devuelva lo que es suyo. Y sé que muchas veces han sido engañados con falsas promesas.
Hoy, finalmente, hemos venido a saldar esa deuda histórica. Desde muy joven conocí de viva voz la experiencia de los braceros y, en particular, de los braceros michoacanos.
Y también conocí el descontento y el justificado reclamo por aquel dinero que les habían descontado en los Estados Unidos con la idea de hacer un ahorro, que se les devolviera una vez estando aquí, de regreso, al país.
Sin duda, es una petición de elemental justicia. Y hoy estamos aquí para responder a esta demanda largamente desatendida por autoridades pasadas.
Estamos aquí para cumplir un compromiso, un compromiso que se les hizo a ustedes hace 70 años. Se dice fácil, pero hace 70 años, en 1942, se estableció ese compromiso y hasta ahora, 70 años después, se les cumple.
Eran ustedes unos jóvenes, algunos quizá adolescentes cuando se fueron a Estados Unidos a participar en el Programa Paisano, en el Programa Bracero, perdón, que los acogió, precisamente.
Hay que recordar, amigas y amigos, que cuando estalló la Segunda Guerra Mundial allá, en 1939, poco después, muchos, muchos jóvenes estadounidenses se fueron. Sí hay que reconocerles, también, se fueron valientemente a pelear por la libertad de todos nosotros.
Pero esos jóvenes que dejaron a sus familias para ir a pelear en la guerra, dejaron también los campos americanos, dejaron las fábricas, dejaron los hoteles, los servicios. Y hay que recordar, también, que fue el propio Gobierno americano el que invitó a los trabajadores mexicanos a laborar en aquellos campos, a trabajar en aquellas fábricas.
Así empezó, no el flujo migratorio de México a Estados Unidos, que ese tiene una historia de siglos, pero así empezó el flujo más intenso de migrantes a Estados Unidos en el Siglo XX, por una invitación del Gobierno de los Estados Unidos.
De manera tal, que hay que recordarlo y hay que decirlo con toda claridad: Los trabajadores migratorios mexicanos no fueron a Estados Unidos simplemente por una ocurrencia. Fueron invitados por el Gobierno americano de entonces, y se les debe tratar así, como invitados, como huéspedes de aquél país a donde fueron, precisamente, invitados a trabajar.
Y a ese llamado acudieron miles, cientos de miles de mexicanos, y una buena mayoría de ellos, por cierto, por lo menos de los grupos más grandes, trabajadores michoacanos.
Trabajadores muy jóvenes entonces que, como dijo don Emilio, muy emotivamente hace un momento, se iban primero a hacer el trámite a la alcaldía de entonces, para que les reconocieran el carácter de campesino, como si no se viera, que labran la tierra, que tienen las manos, precisamente, surcadas de labrar la tierra.
Y luego, había que irse a México, a hacer el papeleo y a pasar días y noches en espera, y luego a pasar hambres hasta llegar a la frontera, y luego a seguirle trabajando, con la ilusión de mandar dólares a la familia. Y lo hicieron. Y un buen día regresaron. Hoy, lo siguen haciendo muchos mexicanos.
Y que, si bien es cierto, según demuestran estudios, está bajando la tasa neta de migración, todavía hay cientos de miles de familias que son sostenidas por el trabajo de los migrantes.
Yo creo, amigas y amigos, que todos, todos los michoacanos, especialmente, tenemos algún pariente en Estados Unidos.
Yo, al igual que muchos paisanos, también, tengo allá cuñados, no se imaginan qué cercanos, además; primos hermanos, sobrinos, por ejemplo, que aunque sean los más brillantes en sus escuelas y en sus bachilleratos no pueden entrar a las universidades allá; parientes a los que no he podido volver a ver en 15 años, casi.
Y sabemos que fueron no a hacer mal alguno, sino a trabajar. Punto. A trabajar y sacar adelante no sólo a su familia, sino sacar adelante a ese país.
Porque hay que decirlo, amigas y amigos, que los braceros mexicanos, que los trabajadores mexicanos en Estados Unidos aportaron su juventud y su fuerza de trabajo al crecimiento de la economía y de la sociedad americana.
Y debe recordarse, no hay quien lo pueda objetar razonablemente, que la prosperidad económica que se vivió en los Estados Unidos en el Siglo XX, en los años 50, en los 40, hasta los 70, esa prosperidad económica no se explica sin la fuerza de trabajo de los braceros mexicanos, sin la fuerza de trabajo de los migrantes.
En los 90 también y hasta la fecha, una parte clave del crecimiento de la economía mexicana sale de las manos de los migrantes mexicanos.

Hoy hay, incluso, voces de los propios Secretarios del Gobierno del Presidente Obama. Voces como, por ejemplo, del Secretario de Agricultura o de la Ministra Janet Napolitano, que hablan del temor de una crisis, incluso, en el campo de Estados Unidos por la falta de la mano de obra mexicana. Hablan de un fenómeno que nosotros vemos también de inversiones que se vienen a México, precisamente, por la falta de los migrantes mexicanos allá.
El hecho es, amigas y amigos, que nuestras dos naciones son interdependientes y que así como se necesitan el capital y el trabajo, como se necesitan, por ejemplo, el zapato izquierdo y el zapato derecho, para caminar se necesitan los dos juntos, también para progresar se necesita el capital y el trabajo juntos.

Y si Estados Unidos tenía el capital, nosotros tenemos el trabajo, gente joven, gente fuerte, gente trabajadora. Y no se puede tratar de borrar por decreto ese fenómeno social y económico.
Ahora bien. Si los trabajadores mexicanos fueron invitados por el Gobierno de los Estados Unidos formalmente, por escrito, a trabajar allá, en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, este Programa, el Programa Bracero duró 22 años, de 1942 a 1964.
Y como ya se explicó, el Gobierno de Estados Unidos, en acuerdo con el Gobierno mexicano, retuvo una parte del salario, en muchos casos el 10 por ciento del salario a los trabajadores mexicanos para formar un fondo de ahorro. Y esos recursos fueron canalizados a los gobiernos de entonces, al Gobierno de México. Y de ese dinero no se volvió a saber absolutamente nada.
Porque la idea era entregarle esos ahorros a los trabajadores migrantes, entregarle esos ahorros a quienes los habían devengado, a quien los habían trabajado, a quien se los había ganado, como está escrito, con el sudor de su frente.
Sin embargo, ese dinero llegó al Gobierno mexicano, pero nunca llegó a los migrantes mexicanos. Nunca llegó a los braceros, ni de Michoacán, ni de Zacatecas, ni de Jalisco, ni de Guanajuato, ni de ninguna otra parte. El pago nunca se realizó.
Estoy bien consciente, he estado bien consciente de esa injusticia. Y los mexicanos de nuestra generación no podíamos permitir que esa injusticia se perpetuara.

Era moralmente inaceptable que dejáramos en el baúl del olvido este compromiso. Que les falláramos a ustedes, que trabajaron tan duro por su familia y por México, para sacar adelante a sus hijos y a su comunidad.
Que no cumpliéramos nuestra responsabilidad con las viudas o con las hijas e hijos de los braceros, algunos de los cuales hoy, también, son ya adultos mayores.
Para saldar esa deuda se creó el Fondo de Apoyo Social para Extrabajadores Migratorios Mexicanos. Una iniciativa que arrancó, primero, con titubeos, que no tuvo apoyo verdadero, y por verdadero entendemos el apoyo económico, porque sí hubo muchos discursos, y muchas fuerzas políticas empujando el tema, pero nada de dinero.
Finalmente, en mi Gobierno, desde su inicio, en el año 2007, asumí el reto de trabajar intensamente para que ese fondo tuviera dinero y pudiera cumplir con su cometido social.
Y como parte de ese compromiso en mi Gobierno, acordamos entregar un apoyo, como ya se ha dicho aquí, de 38 mil pesos a los extrabajadores migratorios que hubieran participado en el Programa Bracero, o en su caso de fallecimiento a las viudas o a los hijos.
Una parte muy difícil fue definir el padrón de beneficiarios. Realizamos varias convocatorias públicas, aquí, en México, algunas, otras, incluso, en los propios Estados Unidos y, finalmente, integramos una lista con más de 193 mil personas que reunían todos los requisitos; es decir, esos requisitos nos ayudaron a saber quién realmente había estado en el Programa Bracero y quién no, porque, también, alrededor de este asunto, ustedes saben, también, se han despertado muchos vivales y abusivos que en ese río revuelto querían tener, también, su ganancia.

Finalmente, integramos la lista: 193 mil trabajadores que acreditaron haber sido parte del Programa Bracero.
Y entre 2007 y 2011 estuve pidiendo al Congreso de la Unión dinero para poder cumplirles a los braceros. De hecho le empezamos con el dinero que nos llegaba, empezamos a pagarles a los primeros beneficiarios. De a poquito a la mayoría tratamos de darle algo aunque sea a la mayoría. Pagos de a cuatro mil pesos, por ejemplo, alcanzamos a hacer en algún año, a algunos les alcanzamos a completar, por el tiempo que habían trabajado, y logramos completar el programa para 85 mil beneficiarios, 85 mil exbraceros.
Pero era claro que nos faltaba más de la mitad, que había que apretar el paso y que yo personalmente, como michoacano, sabedor de que Michoacán es el estado que más trabajadores migratorios tiene en todo el país, que si bien aquí, en este territorio, bendito que tenemos, somos como cuatro millones de michoacanos, allá, del otro lado, hay, por lo menos, dos millones de michoacanos más, no todos del Programa Bracero, pero sí muchos migrantes.
Y que si había 189 mil braceros, 193 mil y pendientes de pago 108 mil. De esos 108 mil, 12 mil, es decir, más del 10 por ciento son braceros michoacanos.
Consciente de ese tema, me aboqué junto con mi Gobierno a buscar una solución definitiva, porque para mí era apremiante, amigas y amigos, que no concluyera mi Gobierno sin que hubiéramos arreglado para siempre este asunto del pago a los braceros.
Y para eso, juntamos recursos de otras partidas, hablamos y negociamos con el Congreso y con los líderes parlamentarios de los diversos partidos. Y obtuvimos finalmente un presupuesto sin precedentes de tres mil 800 millones de pesos, para que en este Ejercicio 2012, es decir, este mismo año se pagara toda la deuda que se le debe a los braceros de México.
Eso es lo que estamos haciendo aquí, en Zamora.
Gracias a ello, ahora sí tenemos los recursos para poder honrar la palabra que dio el Gobierno mexicano. Si bien es cierto, no este Presidente, no sé si fue el Presidente Ávila Camacho, probablemente, López Mateos mucho después, porque López Mateos ya fue en los 50, en los 60. Ávila Camacho fue cuando empezó el Programa Bracero.
Esa palabra que se dio hace 70 años, tarde ciertamente, pero hoy finalmente, la vengo a cumplir a nombre del Estado mexicano.
Hoy, aquí, en Zamora, empezamos a hacerles el pago a los trabajadores que faltan, a todos ustedes. Ha sido para mí muy emocionante, por cierto, entregar los primeros apoyos a los braceros comprometidos.
Sé que han esperado largo tiempo para este acto de justicia. Este día, finalmente, ha llegado.
En este apoyo, los mexicanos reconocemos su gran aportación al desarrollo del Estado de Michoacán, al desarrollo de México y, también, debieran reconocerlo más allá de las fronteras, al propio progreso de los Estados Unidos.
Quiero decirles con satisfacción, queridas amigas y queridos amigos paisanos, admiradísimos braceros:
Hoy, cumplimos la palabra del Gobierno con los braceros de México.
Hoy, damos, también, el banderazo de salida para pagar, no sólo en Michoacán, sino en todos los estados donde hay braceros. Emprendemos a partir de hoy, 4 de marzo, una cruzada nacional para saldar esta deuda social, y cerrar un capítulo de abuso, de engaño, de atropello y de injusticia, que no debe repetirse.
Reitero, además, que esto no es ningún regalo y no es ninguna dádiva, ni de mi Gobierno, ni de ninguno. Es algo que ustedes trabajaron en su tiempo, que se lo ganaron trabajando de sol a sol, y que hoy apenas se les está resarciendo. Por eso, también, lo vamos a entregar con absoluta transparencia y sin distingos de ningún tipo.
También, quiero recalcar algo muy importante, el apoyo será directamente y sin intermediarios, ni líderes, ni organizaciones, ni representantes, ni nada. Directamente, bracero por bracero, cuenta por cuenta. Así se va a pagar este apoyo.
Y nadie puede pedirles nada a cambio, ni lucrar económicamente o políticamente con esto que a ustedes les corresponde.
Aquí, en Michoacán y en todo el país, ustedes podrán recibir el apoyo en efectivo, o a través, como lo hicimos hoy, de una tarjeta del banco BANSEFI. Me preguntaban ahí dónde está el banco. Les voy a decir aquí, el de Zamora, por lo pronto, el BANSEFI de Zamora está en Ávila Camacho 93-B, en el Centro.
Aquí, le voy a pedir a la Alcaldesa que ponga unos letrerotes bien grandotes para que todo mundo sepa.
Pero, además, a la gente que les he dado su tarjeta hace un momento, esa tarjetita que tienen en sus manos, pueden retirar ese dinero en cualquier cajero automático. Ahí, en los papeles viene la clave con la que pueden retirar, revísenlo con calmita en su casa. No quisimos entregar dinero aquí en efectivo por razones de seguridad y comodidad de todos. Pero pueden retirar el dinero en cualquier cajero automático, de cualquier banco. Es mejor que lo hagan en los del propio BANSEFI, o bien, presentándose en el banco, ahí tienen una cuenta a su nombre, donde está el dinero depositado, cada uno a su nombre.
O bien, pueden ir a una tienda de las que reciben tarjeta de crédito, por ejemplo, y si quieren comprar un mueble, si quieren comprar un comedor o un refri, con esa tarjeta lo pueden hacer; si quieren ir al super y comprar el super con esa tarjeta lo pueden hacer. Es como una tarjeta de débito, es como una tarjeta de ahorro que tiene una cuenta en BANSEFI.
Ésta tiene varias ventajas, porque ya tienen una cuenta personal donde tienen depositado ese dinero, no lo tienen que traer cargando personalmente. Además, esa cuenta les va a servir para generar lo que se llama crédito, una bancarización. Ya teniendo esa cuenta ustedes tienen acceso al sistema bancario.
Y si ya tenían una cuenta de banco antes, si ustedes quieren pueden transferir la de la cuenta de BANSEFI a su propia cuenta, en el banco que sea de su preferencia.
Muy queridas amigas, muy queridos amigos, queridos paisanos, queridos braceros:
Como Presidente de la República, como michoacano, tengo un gran aprecio, una gran admiración y un gran respeto por los trabajadores migrantes del país.
A todos los millones de michoacanos y mexicanos que están, de todo el país, al otro lado de la frontera en este momento, a todos nuestros parientes y nuestros amigos que sabemos que están allá, desde aquí les digo que no sólo los extraños, y mucho, porque nos hacen falta.
Nos hacen falta en la casa, le hacen falta a los ancianos que dejaron y que todos los días rezan por ellos; le hacen falta a los niños que están aquí y que tuvieron que ver irse un día a su padre; le hacen falta a las comunidades que necesitan líderes, líderes fuertes, líderes valientes, líderes trabajadores, como son los braceros y los migrantes de México. Pero que desde acá estamos apoyando su lucha y su esfuerzo, porque sus derechos migratorios sean reconocidos y sean respetados allá, en la Unión Americana.
Que estamos muy firmemente comprometidos con cumplir a cabalidad este compromiso que data ya de 70 años.
Los migrantes son ejemplo de voluntad de superación que los distingue entre los migrantes de todo el mundo.
Son personas que han tomado la difícil decisión de dejar su tierra, su familia, sus hijos, sus amigos, precisamente, para buscar un mejor futuro para los suyos.
Por eso seguiremos esforzándonos por ofrecerles, también a través de nuestra red de consulados en Estados Unidos, una atención cercana, sensible, pronta y eficaz.
En especial, seguiremos utilizando todos los medios a nuestro alcance para defender cabalmente sus derechos en aquella Nación.
Y quiero invitarles a todos ustedes, amigas y amigos braceros, a que sigan siendo el testimonio de admiración, de trabajo noble y de amor a la tierra, que ustedes han sido para nosotros.
Que sigan enseñándonos y compartiéndonos el orgullo de ser mexicano, el orgullo de ser michoacano, el amor por nuestra tierra y nuestras raíces.
Que sigan fomentando en sus hijos, en sus nietos, en sus bisnietos los valores: el valor del respeto a los demás, el valor del respeto a la vida y a sí mismo, el valor del respeto al trabajo como única forma de salir adelante, trátese de una persona, trátese de una familia, trátese de una empresa o una comunidad; que sígannos enseñando los valores que tanto necesita nuestra gente y nuestros jóvenes.
Muchas felicidades a todos ustedes, amigas y amigos.
Dentro de la pena que da que el Gobierno, el Estado mexicano se haya tardado tanto en pagar este adeudo, por lo menos, me queda la firme convicción de que hoy, como dice el dicho, no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.
Y me honra y agradezco que, como Presidente de México y como michoacano, se me haya dado la oportunidad de honrar esa palabra. Hoy, esa fecha ha llegado y esta deuda se paga.
Muchas gracias y muchas felicidades, amigas y amigos braceros.

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