Vladímir
Putin fue elegido este domingo 4 de marzo presidente de Rusia por un holgado margen y no tendrá
que competir en segunda vuelta. Con el 99% de los votos escrutados, obtenía el
63,81% de los votos. En segundo lugar se situó el comunista Guennadi Ziugánov,
con un 17,19%, y en tercero, el multimillonario Mijaíl Prójorov, (más de un
7,78%). Seguían el populista Vladímir Zhirinovski y, muy por detrás, el
socialdemócrata Serguéi Mirónov.
Putin
fue presidente durante ocho años, siendo elegido en 2000 con el 52,94% de los
votos y en 2004, con el 71,31%. Estos son los quintos comicios presidenciales
desde 1991 en Rusia, y el mandato del jefe del Estado ha sido ampliado ahora a
seis años.
Elecciones
en Rusia/Walter Laqueur, consejero del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos
de Washington.
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Publicado en LA VANGUARDIA,
04/03/12:
Hoy
se celebran elecciones presidenciales en Rusia. El resultado no es dudoso.
Vladímir Putin saldrá elegido. La única incertidumbre se cifra en saber si
ganará de manera rotunda o si habrá segunda vuelta en el caso de no obtener, al
menos, el 50% de los votos. Según los sondeos de opinión, el apoyo a Putin ha
oscilado en los últimos meses entre un 48% y un 52%, de modo que la cuestión
sigue abierta. Pero aunque Putin pueda sentirse cansado al caer la tarde de la
jornada electoral, no hay motivo para permanecer despierto toda la noche.
Mientras el precio del petróleo esté a cien dólares o más, Putin estará seguro.
Con
toda probabilidad, serán unas elecciones justas, al menos en un sentido formal.
Cabe conceder que es posible que se amañen (o se añadan) algunos votos a nivel
local. No obstante, y en un sentido más amplio, puede afirmarse que estas
elecciones presentan un valor menor: la oposición a Putin es acusada de estar
pagada por Occidente y no obtiene cobertura en los medios de comunicación; las
autoridades locales han presionado en ese sentido. Debe reconocerse que tras
las últimas manifestaciones algunos líderes de la oposición han podido aparecer
en televisión… en una ocasión. La única emisora radiofónica de oposición en el
país (Ekho Moskvy) se halla bajo grandes presiones e incluso, según
determinadas informaciones, ha sido amenazada con el cierre. El gigante de gas
y petróleo Gazprom, expuesto a su vez a presiones, posee la mayoría de la
propiedad.
Es
indudable que, aunque el apoyo a Putin haya menguado a lo largo del tiempo,
sigue siendo más popular que cualquier otro líder ruso. Es posible que Rusia
sea un país autoritario, pero es un autoritarismo por consenso… de momento.
Quienes juzgaron que las manifestaciones en Moscú y San Petersburgo anunciaban
el principio del fin de la era Putin interpretaron erróneamente la situación.
Dedujeron que como bajo el mandato de Putin se han observado escasos avances
hacia objetivos primordiales como la modernización de la economía (y del país)
y la lucha contra la corrupción omnipresente, iba a producirse con seguridad
una gran reacción política contra las figuras en el poder.
Sucede,
sin embargo, que entre una gran mayoría de la población no cunde precisamente
un gran entusiasmo a propósito de la modernización, que seguramente perjudicará
a amplios sectores (en particular, a las industrias obsoletas e ineficientes).
La gente se siente moderadamente satisfecha con la situación actual y, en
cuanto a la corrupción, ha formado parte de la vida rusa durante siglos; no
cabe esperar seguramente ningún cambio espectacular al respecto aunque
constaran incluso deseos de avanzar por la senda de las reformas en la
cuestión.
Las
protestas han quedado circunscritas a las clases medias y a la intelligentsia,
a los que cabe añadir un puñado de idealistas y patriotas descontentos con la
situación moral del país y preocupados por su futuro. Evidentemente, no es el
principal segmento de la población del país. El partido con más militantes en
sus filas es el partido “del sofá”; el de los que se quedan en casa y no
quieren manifestarse ni mezclarse en asuntos públicos. Según los sondeos más
fiables, constituyen el 75% de la población y se trata de un sector en aumento.
Dada tal apatía, el régimen de Putin se halla más seguro que cualquier otro
gobierno occidental que haga frente a unas elecciones en un futuro próximo.
Debe
observarse, sin embargo, que si se dirige la vista hacia delante hay menos
motivos para el optimismo en los próximos años. Rusia ha entrado en una segunda
era de zastoi (estancamiento), como se denominó el periodo Breznev. Putin hizo
muchas promesas sobre el gran futuro de este país. Un artículo de estos días en
Komso
molskaya
Pravda dice que Rusia es un Estado de bienestar que ofrece más ayudas y
protección social que otros países, que presta más atención a la población y a
los discapacitados, a la población en general y a las universidades y los
centros educativos, incluidas las guarderías. Afirma también que el país gozará
de mejores niveles de vivienda y mejores museos, mejores pensiones e ingresos
más elevados para las clases medias. Habrá más alimentos y más cultura.
Pero,
¿podrá Putin proporcionar todo esto? La dependencia del país de los ingresos
procedentes de una sola fuente –petróleo y gas– aumenta sin cesar y la
modernización de los sistemas y métodos de extracción de tales materias primas
presenta importantes problemas. En tales circunstancias, las faenas de
extracción están resultando más caras y complicadas.
Sería
poco realista esperar una mayor demanda social de reformas democráticas en un
futuro próximo. Pero aumentará la impaciencia entre quienes no prospere la
esperanza de una vida mejor. Putin y su entorno acusarán el paso de los años y
se debilitarán sus fuerzas en tanto que la gente joven –una generación inquieta
y hastiada– presionará en el sentido de un cambio. Rusia hará frente a diversas
dificultades. Se les dirá a los rusos (como en otras épocas) que los países
occidentales también hacen frente a diversos problemas. Es posible que se
considere una respuesta acertada, pero es de escaso consuelo para el ciudadano
que tantas promesas ha recibido.
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