29 sept 2014

¿Adiós al virrey Castillo?/

 ¿Adiós al virrey Castillo?/ Roberto Rock L.
Columna INFORME CONFIDENCIAL | La Silla Rota, | 2014-09-29 
Alfredo Castillo Cervantes (ciudad de México, 1975) es, sin duda, un personaje singular. Quienes lo conocen de cerca lo retratan como un hombre en conflicto eterno consigo mismo, inseguro, pero permanentemente hambriento de notoriedad.  


Su currículum advierte que lo mismo estudió derecho, ciencias políticas y administración, que finanzas. Ha estado ligado por tres lustros con temas penales, pero su verdadera pasión son los deportes, sobre los que gusta disertar largamente en reuniones privadas.  Su actual tarea lo ha convertido en una piedra al cuello de la administración Peña Nieto, donde avanzan ya voces que alertan sobre la pertinencia de enviar a don Alfredo a casa o asignarle una labor en donde haga menos daño al país.
Eterno protegido de su primo Humberto Castillejos Cervantes, el poderoso consejero jurídico en Los Pinos –y primo también de Raúl Cervantes, ex senador priísta que presidió el Senado-, Alfredo Castillo es retratado en informes internos del gobierno federal como un hombre al que el poder enajena. Su primer círculo de leales –que lo han acompañado por años- lo promueve como el próximo fiscal general de la nación, o incluso, presidente de México en el 2018.

Desde su enclave en Michoacán, Castillo ha consumado el desmantelamiento que ya padecían las instituciones del estado, incluida la gubernatura, donde convirtió en peleles a dos “mandatarios” sucesivos, Fausto Vallejo –ejemplo de incompetencia- y al actual, Salvador Jara –ejemplo de ingenuidad.
Castillo reina en el territorio michoacano –convertida en auténtica República de Barataria por asignación del gobierno-, pero tiene su propio escudero, quien por años lo ha acompañado a recorrer la legua. Se trata de José Martín Godoy, formalmente procurador de Justicia estatal, pero operador principal de Castillo; su alter ego y él mismo actor en historias de frivolidades y abusos.
Godoy Castro, abogado jalisciense, fue subprocurador de la Procuraduría Federal del Consumidor los siete meses en Castillo fue el titular; antes, coordinador de delegados de la PGR cuando Castillo fue subprocurador, y antes todavía, subprocurador de Asuntos Especializados de la Procuraduría del Estado de México cuando aquél  condujo la dependencia en 2011 y parte de 2012.
Ambos, Castillo y Godoy, se embriagaron de poder durante su breve paso por la Procuraduría General de la República en las primeras semanas del actual gobierno, cuando el titular de la dependencia, Jesús Murillo, se ausentó a poco de haber tomado posesión para atenderse de una vieja dolencia en las cuerdas bucales. 
A falta de Murillo Karam, Castillo y Godoy recorrieron la PGR anunciando despidos y nombramientos, en el contexto de una “reestructuración” inminente; cesaron a los delegados en el país –inicialmente, a todas las mujeres que ocupaban esos cargos- y designaron a los nuevos titulares.
A su regreso del hospital donde fue operado, Murillo intentó apaciguar a la Procuraduría – donde en efecto, impuso un reacomodo general-, y frenó los ímpetus de Castillo y su equipo, dejando sin efecto los nombramientos de nuevos delegados.
Desde Los Pinos se rescató a Castillo en mayo de 2013 y se le dio una nueva misión presidencial, que él interpretó como salvar al país desde la Profeco, donde Humberto Benítez Treviño había renunciado por tolerar abusos de su hija. En sólo siete meses, Castillo clausuró, amenazó y aterrorizó a comerciantes de todo tipo, quienes respiraron aliviados cuando los ímpetus de nuestro personaje fueron trasladados a Michoacán, en enero de este 2014.
Desde que fue procurador del Estado de México, Castillo había conservado –y conserva aún- una guardia personal formada por decenas de policías y vehículos de aquel estado. Esa nube de escoltas controla, intimida, alardea por donde sea que camine su jefe. Tal guardia, de suyo robusta, ha sido engrosada con policías federales, que presencian, atónitos, los excesos del ahora comisionado del gobierno federal en Michoacán. Todos los días emiten reportes a una instancia federal de lo que consideran irregularidades graves. Nada ha pasado. Hasta ahora.
Como ocurrió durante el tiempo en que fue procurador de Justicia en el Estado de México, cuando se multiplicó el crimen organizado en la entidad, la labor actual de Castillo está dominada por el fracaso. Las autodefensas, oficialmente proscritas desde mayo, siguen deambulando por zonas críticas de la entidad. La Policía Rural, la corporación que creó, está llena de ex “templarios” y se halla a cargo de personas acusadas de diversos crímenes, como es el caso del responsable en la Tierra Caliente, Alberto Gutiérrez –“Comandante Cinco”, gusta ser llamado-, al que se le atribuyen asesinatos, secuestros y extorsiones, según documentó un reciente reportaje del equipo periodístico de Denise Maerker en “Punto de Partida” de Televisa.
Aquellos que en Michoacán critican a Castillo corren el riesgo de ser acosados o encarcelados. En opinión de fuentes gubernamentales consultadas por este espacio, el desplome institucional en Michoacán y lo conflictos de personalidad del comisionado Castillo pueden derivar en el surgimiento de un cártel construido desde el Estado,  pero fuera de control del Estado.
En el primer círculo del presidente Enrique Peña Nieto crecen las voces que le recomiendan declarar concluida la labor de la Federación en Michoacán en medio de aplausos por la “proeza” del señor Castillo. El momento ideal puede ser la inminente detención de Servando Gómez “La Tuta”, como producto del trabajo de inteligencia de cuerpos militares y civiles.
Apenas quedaría tiempo para que el estado entre al proceso de elecciones del próximo año en condiciones lo más parecidas posibles a un entorno institucional. 
Tal vez entonces perdamos de vista a don Alfredo Castillo, con quien oficialmente la República estaría en deuda. Habría que develar un busto en su honor en La Ruana o en cualquier otra población que haya logrado poner en el mapa político nacional.
Si como se prevé finalmente triunfará la racionalidad, el señor Castillo podría reaparecer en el futuro a cargo del deporte nacional, donde sería feliz y resultarían muy  bienvenidas sus destrezas para crear convulsiones… pero sin poner en peligro al país entero.

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