29 nov 2014

“¿Imagínate Fred que llegará un jesuita al papado?…Antonio Roqueñi

Ocho años sin el  Antonio Roqueñí (1934-2006) In Memoriam/Fa
Publicado en La Otra Opinión, 29 d enoviembre de 2014
 “¿Imagínate Fred que llegará un jesuita al papado?…Antonio Roqueñi

 “El principal mérito del padre Roqueñí fue su valentía para señalar los abusos no sólo de la jerarquía mexicana, sino también de la curia vaticana. Fue un verdadero ombudsman eclesiástico...” FA

El abogado y sacerdote católico Antonio Roqueñí Ornelas, murió hace ocho años, la mañana del miércoles 29 de noviembre de 2006, tenía apenas 72 años. La causa un enfisema pulmonar.
¡Como se siente tu ausencia amigo!
La tarde de aquel miércoles recibí la lamentable noticia a través una llamada telefónica de un amigo común el periodista Ricardo Alemán.
-¿Estas seguro?-, le pregunte.
-Sí, infortunadamente -, me respondió. Y agregó: "lo acabo de escuchar en la radio con Joaquín (López Dóriga)“ 
Pero como reportero –‘que lo es“-, me dijo: ¡mejor confírmalo!
No había necesidad, pero lo hice hable con su secretaria del Montepío Luz Saviñón.
Esa noche en la funeraria de Gayoso, Félix Cuevas lo acompañe con sus familiares y amigos.
Lo ví en su catafalco ¡Muy propio, muy el
Alguien –quizá su hermana Roció-, lo vistió de sacerdote con alzacuello y estola, como si se preparara para un  servicio religioso mañanero, en donde vivió los dos últimos años de su vida.
Me permití leer un texto sobre él enfrente de su féretro.
Recuerdo que lo hice con la autorización de sus hermanos y mucha emoción y sentimiento.
Por cierto, una parte la publicó la desaparecida revista Milenio, otra parte, se publicó en el numero 3 de la Revista Sociedad y Justicia del tribunal Electoral de Hidalgo. Un texto firmado por el magistrado Raúl Arroyo, a quien conocí en los funerales y me pidió una copia de mi borrador (Por cierto me bautizó como Libio E. Lazcano)
Y bueno para los de hoy quizá no sepan de quien estamos hablando.
¿Quién fue Toño Roqueñí?
Leamos como se describía él mismo:
“Yo soy el padre Antonio Roqueñí Ornelas. (…) soy abogado y doctor en derecho civil y abogado y doctor en Derecho Canónico. He sido miembro del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México por más de 21 años.
Fui ordenado sacerdote en 1963. Trabajé sobre todo con el Cardenal y Arzobispo emérito de la Ciudad de México Ernesto Corripio Ahumada. Tres referencias: los tres últimos presidentes de la Conferencia del Episcopado Mexicano: Cardenal Antonio Adolfo Suárez Ribera; Mons. Sergio Obeso Ribera, y Mons. Luis Morales Reyes”.
La fuente es una misiva traducida al polaco en 2002, al hoy cardenal Stanislaw Dziwisz, entonces secretario particular del Papa, Juan Pablo II, donde le informa de los delitos cometidos por el padre Marcial Maciel Degollado. (al parecer esa misiva nunca llego a manos del hoy Santo Juan Pablo II).
Toño –para los amigos– fue una rara avis en la iglesia católica, una de esas personas que no se dan fácilmente; buen hombre, buen abogado, mejor sacerdote y amigo de sus amigos.
Con una voz grave como de locutor, gran elocuencia, aguda inteligencia, y sobretodo –hay que subrayarlo±: ¡uno de los hombres más valientes que ha dado la iglesia católica en México!
Preciso que el padre Roqueñí fue un crítico de los abusos de la jerarquía católica, que no de la Iglesia como institución, de la que era un leal súbdito.
 “Hombre sabio y justo, humoroso y decidido, no pocas veces combatió abiertamente vicios que lastran a la Iglesia católica de la que jamás se apartó.”, así lo describió Miguel Ángel Granados Chapa -su "paisano" en su columna Plaza Publica, del periódico Reforma, a los tres días de difunto.
Antes de su muerte era capellán en un hospital privado atendido por monjas, y además colaboraba con la Fundación y el Montepío Luz Savigñón, instituciones de asistencia privada (IAP).
Toño conectaba muy bien con los medios.
Era un hombre generoso para dar entrevistas, y tenía la paciencia para explicar a todos los reporteros que lo buscaban lo que él sabia de la legislación, de la iglesia, y del derecho canónico.
¡Y vaya que sabía!
Se hizo amigo de muchos reporteros de la “la fuente” religiosa y también de la fuente política.
Además siempre daba nota, y algunos veces la charla era of de record...
Algunas veces era discreto, otras veces fue duro, sobretodo contra los altos jerarcas.
Criticó duramente al cardenal Joseph Ratzinger (pero no al papa Benedicto XVI), al cardenal  Norberto Rivera Carrera, a Onésimo Cepeda Silva, a Berlie. Y a muchos más, los conocía muy bien.
También fue un gran crítico de políticos corruptos y próvido con sus amigos.
Esos y otros eran sus comentarios en Radio Red donde colaboraba ocasionalmente, y con Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula.
Toño no era de TV..., no le gustaba salir, de hecho lo evitaba...
Debo decir, que yo “abuse” de su amistad y lo convencí de que me diera una entrevista, a propósito de la cuarta visita papal, en enero de 1999; se transmitió en el programa Realidades en canal 40, conducido entonces por Ciro Gómez Leyva.
Su gusto por la religión y la política
Toño era un hombre que desde adolescente en su “natal” Pachuca (nació en Tlalpan, DF, pero se decía hidalguense y conocía a todos los políticos hidalguenses), la gustó la política -influenciado quizá por su padre- y la religión. Algo raro, mítico e incluso prohibido en este país y sobretodo en aquella época: 
"a mí el tema de las relaciones Iglesia Estado siempre me ha interesado desde chamaco y en los clubes a los que fui invitado cuando se decía “se prohíbe hablar de religión y de política”, simple y sencillamente yo no accedía, porque eran los temas que a mí me gustaban: religión y política, y siempre he hablado de religión y de política", decía:
 “Cuando estudié derecho tuve la inquietud vocacional de ser sacerdote, desde ese momento concebí que mi quehacer sería la política y la religión y (se preguntaba) ¿cómo resolver esa esquizofrenia de mi Patria en donde por un lado estaba la política y por otro lado estaba la religión? (Pero yo) nunca vi la raya divisoria, porque creo que no existe. La raya divisoria entre religión y política no existe porque el hombre, como lo dice Aristóteles es un Zoon politikón, por naturaleza es político”, nos dijo en una entrevista en abril de 1997.
Toño fue hijo del abogado Antonio Roqueñí López y de doña María Ornelas Miranda, fue el mayor de sus hermanos, una familia numerosa.
Insisto. Nació en Tlalpan, Distrito Federal (igual que Renato Leduc) pero desde muy chico se fue a vivir a Pachuca, Hidalgo, debido a que su padre fue invitado a colaborar en la administración del gobernador Javier Rojo Gómez.
En la bella airosa asistió a la Escuela Americana.
Dice el poeta Libanés Gibrán Jahalil Gibrán que "Las cosas que el niño ama quedan en su corazón hasta la vejez”, y Toño adoraba y añoraba a Hidalgo. Por eso sus restos están allá en La Villita.
Años después, la familia Roqueñí regresó a la Ciudad de México, y el futuro abogado fue inscrito como alumno del Instituto Patria: con los jesuitas.
Tiempo después, su padre regresó –de nuevo-, a Pachuca esta vez para colaborar en el gobierno de Vicente Aguirre Castillo quien gobernó Hidalgo de 1945 a 1951. Para entonces el futuro sacerdote era ya un joven quinceañero.
En ese tiempo Toño fue estudiante en el Instituto Científico y Literario, hoy flamante Universidad Autónoma del estado de Hidalgo, de donde obtuvo el grado de bachiller. Me dicen que era amiguero, y un líder entre su grupo.
En 1954, dejo el Instituto Científico y “brinco” a estudiar derecho en la UNAM y formar así parte de la generación fundadora de la recién inaugurada Ciudad Universitaria.
De hecho Toño se sentía orgulloso de ello, me lo decía una y otra vez.
Ahí en la UNAM se hizo amigos de muchas personas que después llegaría a ocupar altos cargos en la política y en el Poder Judicial. De los amigos entrañables que me presumía eran Manuel Bartlett Díaz, el ministro Mariano Azuela Guitrón, Alejandro Sobarzo Loaiza y Miguel Estrada Sámano., entre muchos otros.
En esa década –los años cincuenta–Toño por alguna razón que desconozco -nunca le pregunte y era discreto con el tema-, se vincula al Opus Dei como miembro numerario, justo cuando estudiaba en la UNAM; de ahí quizá la vocación sacerdotal. Aunque una vez me confesó que la vocación le nació en el Instituto Patria, con Los jesuitas.
Al terminar sus estudios universitarios partió rumbo a Roma, donde obtuvo un doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomas; después en 1964, obtuvo un doctorado en Derecho por la Universidad de Navarra, un año más tarde de su ordenación sacerdotal en Madrid, como sacerdote del Opus Dei, Prelatura Personal fundada por el hoy Santo José María Escrivá de Balaguer.
Años después Toño abandonó La Obra y se convirtió en sacerdote diocesano, pero tenía un enorme respeto por Escrivá, a quién quizá conoció y trato muchas veces.
Toño se regresa a México después de varios años de estudio, y es enviado a Monterrey, Nuevo León. Pero la vida le cambio –y quizá por eso deja La Obra– y en los setentas don Ernesto Corripio Ahumada (1919-2008), quien era entonces Presidente de la CEM ,lo invita a colaborar con él.. Corripio sabía de la habilidad del sacerdote para las relaciones, era abogado y muchos de sus amigos de la UNAM empezaban a gobernar el país.
Además, Corripio no sólo presidía la CEM sino que era el arzobispo Primado de México, y nombró  a Toño como responsable de las relaciones con el gobierno; el puesto ideal para él.
Por eso le era fácil participar en organizaciones como el Grupo San Ángel, de la que fue fundador.
¡De hecho Toño me sorprendía siempre!
¡Si hubiera sido político sin duda habría sido, diputado, senador e incluso gobernador de Hidalgo.
Más de una vez lo acompañé a comer con políticos hidaguenses, entre ellos con Humberto Lugo Gil.              
Antonio fue en un tiempo Párroco por el rumbo de la Merced, pero su habilidad era lo jurídico y eso  lo lleva a ser -de 1978 a 1997- miembro del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de México, y tiempo después y casi por 20 años fue su presidente.
También fue nombrado Apoderado legal de la Arquidiócesis Primada de México y de varias Congregaciones femeninas, a las cuales no les cobraba un peso.
Toño amigo de Prigione
Para preparar la visita del papa -la primera en la historia-, la Santa Sede envió el 9 de febrero de 1978 como delegado apostólico a México al italiano Girolamo Prigione Pozzi.
Y Roqueñí hizo relación y amistad con el italiano, e incluso lo presentó a varios de sus amigos,  entre  ellos al hoy Senador Manuel Bartlet, quién estaba entonces en la Secretaría de Gobernación.
Once meses después, el 26 de enero de 1979, Juan Pablo II llegaba a México y era recibido por el presidente mexicano JLP sin una recepción oficial.
Pero años después las cosas cambiaron...
Sobretodo con la llegada de Carlos Salinas de Gortari al poder se pudieron formalizar las relaciones del Estado con las Iglesia católica, y de paso con todas las demás iglesias.
Hoy hay más de ocho mil registros de todas las denominaciones.
En 1991, un año después de la segunda visita papal se sentaron las bases para una reforma constitucional en materia religiosa. Y a Roqueñí le tocó jugar un papel clave, ya que fue nombrado representante del Arzobispado primado en las mesas de discusión.
Pero en ese tiempo ocurrió algo. La relación estrecha e institucional con su “viejo amigo” Girolamo Prigione se resquebrajó. Y es que el representante papal quería controlar a toda la Conferencia del Episcopado y el cardenal Ernesto Corripio se opuso, y Toño estaba por delante:
 “Nosotros fuimos amigos hasta que él decidió tacharme de su lista, justamente en el momento de los registros (me dijo Toño).
 “Es decir, mi relación con Prigione fue muy estrecha precisamente porque se acostumbra en México que los obispos tengan una gran relación con el representante del papa; y como el Cardenal Corripio no empataba con el Prigione, prefería arreglar los asuntos con un enviado, que en muchos de los casos era yo, no en todos.”, me confeso en una entrevista.
La disputa por el registro número UNO
El alejamiento de Roqueñí con el enviado papal se inicia por la disputa por el registro número Uno, pero en el fondo era otra cosa.
¡Toño quería quitar al italiano del control de la Iglesia católica!
Además, tenía razón, la Arquidiócesis Primada de México había sida la primera en cumplir los requisitos y solicitar el registro correspondiente en Gobernación.
De hecho ese asunto genero un conflicto interno, que incluso obligó a todos los obispos de la CEM a que se adhirieran a la solicitud del Nuncio. (Hay cartas de adhesión, incluso de la Eparquía greco Melquita).
Pero el cardenal Corripio y sobretodo Roqueñí no cedían y se mantuvieron en esa posición, al grado de que se retrasó el registro de varias Iglesias. Hasta que intervino Roma, al parecer el Cardenal Ángelo Sodano, quien quería ser Papa.
Semanas después, concretamente el 25 de noviembre de 1993, don Ernesto Corripio dirigía una misiva –conservo una copia de la original-, enviada a don Fernando Gutiérrez Barrios, entonces secretario de Gobernación; que dice:
 “”Señor Secretario de Gobernación. Por medio de estas letras deseo manifestar mi adhesión a la solicitud presentada por el Sr. Arzobispo Jerónimo Prigione, Nuncio Apostólico en México, por Indicaciones de la Santa Sede, el 25 de noviembre del presente año.”
Firmado: Ernesto Card. Corripio Ahumada.
¡Por indicaciones de la Santa Sede, así dice el texto histórico!
Esa carta es evidente que Prigione quería tener el registro número Uno y de ahí que se derivaran todas las diócesis, prelaturas, y congregaciones masculinas y femeninas.
Debemos decir que Roqueñí tuvo la razón histórica; el registro número 1 otorgado a la Nunciatura no tienen ninguna razón de ser, y debe ser desaparecido. Un tema que el gobierno no le ha querido entrar.
La llegada del nuncio Justo Mullor y el conflicto con Maciel
Dos años después en abril de 1997, don Justo Mullor era nombrado nuncio en lugar de Prigione. Y com era de esperarse Toño dejaba el cargo en el Tribunal eclesiástico.
Don Justo Mullor curiosamente era viejo conocido del Dr. Roqueñí en sus años de estudiante en Roma, incluso fue su maestro; entonces ocurrió algo raro. Alguién generó un conflicto en la nunciatura –un plantón de gente de Puebla- cuando todavía Mullor no presentaba cartas credenciales.
Y Roqueñí intervino con mucha inteligencia y pudo ayudar a destrabar el futuro conflicto. Para ello contó  con la ayuda de sus amigos en el gobierno.
En los tiempos que Toño fue Juez eclesiástico atendió los reclamos de las victimas del poderosísimo fundador y director de los Legionarios de Cristo.
No era fácil entrarle a ese tema, Roqueñí sabía del poder del michoacano en los círculos papales y en la jerarquía católica, sobretodo en Roma.
Pero tomo una decisión y decidió jugársela.
Por esos días me pidió que nos viéramos, quería charlar conmigo de algo importante.
Y de inmediato nos vimos en el lugar acostumbrado en La Condesa; cenamos, bebíamos algo  -cual debe ser-, él encendió un cigarrillo y dándole una fumada me platicó -como si fuera secreto de confesión- el asunto de Los Legionarios de Cristo.
Yo sabía del tema. Lo había leído en los medios, sobretodo internacionales.,
Me platico de las víctimas, y de su visita a Roma donde iría a litigar el caso. (el litigio lo llevó Martha Wegan).
La charla fue larga, además me lo dijo que fuera discreto, que por favor no se lo contará a nadie.
Yo sabía de sus contactos en la Santa Sede. De hecho Toño conocía al cardenal Ratzinger, lo había visto años atrás para el caso de Samuel Ruiz García y probablemente hayan coincido en mayo de 1996 cuando el poderoso cardenal estuvo de visita en la Ciudad de México.
Me dijo: -Mañana me voy a Roma.
-¿Y que vas hacer?- le pregunte.
 -Voy a ver el asunto de las víctimas del padre Maciel-, respondió.
Le agradezco a Toño su confianza. Venía de una reunión con don Justo Mullor, el nuncio apostólico. Conocía del caso también el cardenal Norberto Rivera y las victimas.
Pepe Barba, ex legionario lo relata así: “Nos acercamos al padre Antonio Roqueñí, una de las máximas autoridades en derecho canónico y un hombre generoso y justo que supo escuchar los reclamos de este grupo de sesentones que están tratando no tan sólo de dar un testimonio y buscar justicia para lo que les ocurrió hace tantos años, sino de evitar que tales cosas sigan ocurriendo ante la indiferencia o la complicidad de las altas jerarquías eclesiásticas.
Hablamos con Roqueñí, con Don Justo Mullor y finalmente decidimos ir a Roma “.
Insisto, la charla esa noche fue larga, más de lo acostumbrado.
Toño estaba inquieto, incluso lo sentí tenso. Sabía donde se había metido y lo que ello implicaba. Era difícil su situación. Su carrera por una mitra ya no importaba, de hecho eso nunca le intereso. Una vez me comentó que ni siquiera fue a pagar los derechos a Roma por el Monseñorato que le otorgó el Cardenal Corripio.
Tenía el compromiso con esa gente y se la jugó.
Y en ese tiempo y debido a las circunstancias se vio obligado a presentar la renuncia al cargo de juez eclesiástico de la arquidiócesis de México.
Le dolió mucho esa renuncia ¿obligada?
¡Sin duda!
Y es que si algún trabajo disfrutó intensamente el Padre Roqueñí fue el de ser Juez eclesiástico.
Conocí al padre Roqueñi cuando ya era una figura nacional
Era enero de 1994 el conflicto en Chiapas estaba todo lo que daba.
En ese tiempo Toño acompañado del sacerdote Enrique González Torres SJ, fueron a decirle al nuncio que sacara las manos del conflicto en Chiapas, y que se fuera de México
En una larga entrevista -22 de abril de 1997- que nos dio a Carlos Martínez Assad y a Sara Sefchovich nos dio los pormenores dijo:
"Fuimos a invitarlo, Enrique González Torres y yo a que abandonara el país... eso fue en 94...Estaba metido hasta las cejas manejando el asunto de la relación con los obispos chiapanecos, en un problema donde era muy delicado que él metiera las manos, problema interno de la guerra y todo el asunto: ¡Señor, fuera manos de aquí!"
Y agregó: (Y previamente habíamos) "convocamos una rueda de prensa y dijimos vamos a hablar con Prigione y nadie se lo creyó. Le mandamos primero a 3 mensajeros: a José Luis Soberanes (ex presidente de la CNDH) a Miguel Olimón Nolasco y al rector de la Universidad Pontificia y a Raúl Duarte: “Háganos favor de decirle a Prigione lo que acabamos de acordar en esta mesa con periodistas, que vamos a decirle que saque las manos de Chiapas”, Y fueron y se lo dijeron, entonces cuando le pedimos la cita, pues claro que nos recibió, dijo aquí me los agarro.
Y entonces la conversación comenzó en tono jesuítico, con Enrique González Torres, muy despacito,” mire hemos visto su intervención en este punto y en este otro...”
 “Sí, sí, si sí, ya me di cuenta que ustedes... “
¡Y empezó a regañarnos porque nos habíamos portado mal!
Entonces yo estaba de espectador y los dos platicando... Y en un cierto momento no lo dejaba hablar a Enrique (González Torres) .
Entonces yo pedí la palabra, le dije, “señor ¿me permite un segundo?
Primero: ¡no somos dos monjas que vengan aquí a pedirle el favor de que canonice a su fundadora!
Segundo: ¡no somos dos curas que vengan a pedirle a usted el favor de darnos una mitra episcopal, ninguno de los dos nos interesa ser obispo!
¡Venimos a decirle que usted debe irse de este país!
Entonces ya se aplacó.
No, no, no, se desencajó y lo vi pequeñito en su sillón, y entonces ya Enrique continuó, y le dijimos todo lo que teníamos que decirle.
 (Entonces) Salió a despedirnos, fue muy cordial la despedida, pero el trancazo ya no se lo pudo quitar.
A renglón seguido organiza él una rueda de prensa como si el Cardenal Corripio nos desautorizara…y entonces van con nosotros y lo que no hicimos nosotros, pues lo hizo la gente…."
¡Eso generó un ruido mediático!
Por cierto, mi amiga Ángeles Fernández, entonces en el periódico El Heraldo fue a entrevistar a Corripio y esté le dijo a pregunta expresa: "No yo no los mande, ellos están grandecitos para saber lo que hacen”.
En efecto, Corripio -aunque en el fondo estaba de acuerdo-, fue ajeno a ello.
En ese entonces fue cuando lo conocí e hicimos amistad que se convirtió en entrañable.
Roqueñí vivía entonces austeramente en la Casa del Sacerdote, allá por los rumbos de la colonia Santa María La Ribera; después se fue a vivir a un modesto departamento que le prestó un amigo sacerdote en la Colonia Roma. Los últimos dos años de su vida los dedico a ser capellán, primero de un hospital, después en un asilo de ancianos -donde se fue a vivir cuando cumplió 70 años-, también dedicaba parte de su tiempo a asesorar a varias congregaciones religiosas y trabajo felizmente en el Montepío Luz Saviñón. Ahí se lo llevó a trabajar su amigo y alumno Fernando Balzareti, cuando deja el Tribunal.
Su opinión sobre el Papa
Y cuando nombraron Papa a Joseph Ratzinger, el otrora prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y de la que Toño era un fuerte crítico, nos dijo a Jesús Rangel y a mi en una entrevista para Milenio Semanal:
"Me parecen superficiales las observaciones que hacen los periódicos sobre el Papa. No han visto al Ratzinger profundo ni a Benedicto VXI...
-¿Y el intransigente Ratzinger? le preguntamos
A lo cual nos contestó categórico: ¡Ratzinger ya no existe! existe Benedicto XVI!; agrego de inmediato ¡Mi lealtad total a él!

Lo dijo cuál si fuera súbdito.
Toño estaba convencido de que Benedicto XVI haría justicia a las victimas y que bajaría de los altares a Marcial Maciel Degollado. (Véase Los pecados del padre Marcial Maciel Degollado /Fred Alvarez en Código Topo de Excélsior, 1 de junio de 2009;)
¡No se equivocó!
No le toco verlo, murió antes, hace siete años, ya.
Así era Toño.
Sus restos descansan donde el deseó en "La Villita" en Pachuca de Soto, Hidalgo.
Por cierto Toño un día me dijo como soñando ¿imagínate Fred que llegará un jesuita al papado?
No le toco verlo, pero se hizo el milagro y desde marzo de 2013 hay un jesuita dirigiendo la Iglesia Católica, se llama Francisco. Y esta haciendo muchos de los cambios que quería Toño.
Como es la vida.
Seguramente si Roqueñí viviera fuera un fiel seguidor del papa Francisco...Coincidían en mucho.
Creo que Bergoglio supo del caso Maciel por Roqueñí...Pero esa es otra historia.
Hoy me beberé un trago en recuerdo de mi amigo abogado y sacerdote.
Un abrazo a sus hermanos y familiares, a sus amigos…del Montepio Luz Savignon. a Fernando Balzareti, a Ricardo Alemán, a Estela Livera, a Toño Román, a Angeles Fernández.
Asimismo, a su viejo amigo Luis Himelfard, a Jesús Martínez, a Carlos Martínez Assad, a Sara Sefchovich, a Abelardo Alvarado, a Abner López, Chano Guerra, Beto Guzmán, Rogelio Hernández, Carlos Olmos, Alvaro Delgado, Katia Dartigues, Jesúa Rángel, Pepe Reveles, y un largo etcétera.

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