Ocho años sin
el Antonio Roqueñí (1934-2006) In
Memoriam/Fa
Publicado en La Otra Opinión, 29 d enoviembre de 2014
“¿Imagínate Fred que llegará un jesuita al
papado?…Antonio Roqueñi
“El principal mérito del padre Roqueñí fue su
valentía para señalar los abusos no sólo de la jerarquía mexicana, sino también
de la curia vaticana. Fue un verdadero ombudsman eclesiástico...” FA
El
abogado y sacerdote católico Antonio Roqueñí Ornelas, murió hace ocho años, la
mañana del miércoles 29 de noviembre de 2006, tenía apenas 72 años. La causa un
enfisema pulmonar.
¡Como
se siente tu ausencia amigo!
La
tarde de aquel miércoles recibí la lamentable noticia a través una llamada
telefónica de un amigo común el periodista Ricardo
Alemán.
-¿Estas
seguro?-, le pregunte.
-Sí,
infortunadamente -, me respondió. Y agregó: "lo acabo de escuchar en la
radio con Joaquín (López Dóriga)“
Pero como reportero –‘que lo es“-, me dijo: ¡mejor confírmalo!
Pero como reportero –‘que lo es“-, me dijo: ¡mejor confírmalo!
No
había necesidad, pero lo hice hable con su secretaria del Montepío Luz Saviñón.
Esa
noche en la funeraria de Gayoso, Félix Cuevas lo acompañe con sus familiares y
amigos.
Lo
ví en su catafalco ¡Muy propio, muy el
Alguien
–quizá su hermana Roció-, lo vistió de sacerdote con alzacuello y estola, como
si se preparara para un servicio religioso mañanero, en donde vivió los dos
últimos años de su vida.
Me
permití leer un texto sobre él enfrente de su féretro.
Recuerdo
que lo hice con la autorización de sus hermanos y mucha emoción y sentimiento.
Por
cierto, una parte la publicó la desaparecida revista Milenio, otra parte, se
publicó en el numero 3 de la Revista Sociedad y Justicia del tribunal
Electoral de Hidalgo. Un texto firmado por el magistrado Raúl Arroyo, a quien conocí en
los funerales y me pidió una copia de mi borrador (Por cierto me bautizó como
Libio E. Lazcano)
Y
bueno para los de hoy quizá no sepan de quien estamos hablando.
¿Quién fue Toño
Roqueñí?Leamos como se describía él mismo:
“Yo soy el padre Antonio Roqueñí
Ornelas. (…) soy abogado y doctor en derecho civil y abogado y doctor en
Derecho Canónico. He sido miembro del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis
de México por más de 21 años.
Fui ordenado sacerdote en 1963. Trabajé
sobre todo con el Cardenal y Arzobispo emérito de la Ciudad de México Ernesto
Corripio Ahumada. Tres referencias: los tres últimos presidentes de la
Conferencia del Episcopado Mexicano: Cardenal Antonio Adolfo Suárez Ribera;
Mons. Sergio Obeso Ribera, y Mons. Luis Morales Reyes”.
La
fuente es una misiva traducida al polaco en 2002, al hoy cardenal Stanislaw Dziwisz, entonces secretario
particular del Papa, Juan Pablo II, donde le informa de los delitos cometidos
por el padre Marcial Maciel Degollado. (al parecer esa misiva nunca llego a manos del hoy Santo Juan Pablo II).
Toño
–para los amigos– fue una rara avis en
la iglesia católica, una de esas personas que no se dan fácilmente; buen
hombre, buen abogado, mejor sacerdote y amigo de sus amigos.
Con
una voz grave como de locutor, gran elocuencia, aguda inteligencia, y sobretodo –hay que subrayarlo±: ¡uno de los hombres más valientes que ha dado la iglesia
católica en México!
Preciso
que el padre Roqueñí fue un crítico de los abusos de la jerarquía católica, que
no de la Iglesia como institución, de la que era un leal súbdito.
“Hombre sabio y justo, humoroso y decidido, no
pocas veces combatió abiertamente vicios que lastran a la Iglesia católica de
la que jamás se apartó.”, así lo describió Miguel
Ángel Granados Chapa -su "paisano" en su columna Plaza Publica,
del periódico Reforma, a los tres
días de difunto.
Antes
de su muerte era capellán en un hospital privado atendido por monjas, y además
colaboraba con la Fundación y el Montepío Luz Savigñón, instituciones de
asistencia privada (IAP).
Toño
conectaba muy bien con los medios.
Era
un hombre generoso para dar entrevistas, y tenía la paciencia para explicar a
todos los reporteros que lo buscaban lo que él sabia de la legislación, de la
iglesia, y del derecho canónico.
¡Y
vaya que sabía!
Se
hizo amigo de muchos reporteros de la “la fuente” religiosa y también de la fuente política.
Además
siempre daba nota, y algunos veces la charla era of de record...
Algunas
veces era discreto, otras veces fue duro, sobretodo contra los altos jerarcas.
Criticó
duramente al cardenal Joseph Ratzinger (pero no al papa Benedicto XVI), al
cardenal Norberto Rivera Carrera, a
Onésimo Cepeda Silva, a Berlie. Y a muchos más, los
conocía muy bien.
También fue un gran crítico de políticos corruptos y próvido con sus amigos.
También fue un gran crítico de políticos corruptos y próvido con sus amigos.
Esos
y otros eran sus comentarios en Radio Red donde colaboraba ocasionalmente, y
con Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula.
Toño
no era de TV..., no le gustaba salir, de hecho lo evitaba...
Debo
decir, que yo “abuse” de su amistad y lo convencí de que me diera una
entrevista, a propósito de la cuarta visita papal, en enero de 1999; se
transmitió en el programa Realidades en canal 40, conducido entonces por Ciro
Gómez Leyva.
Su gusto por la
religión y la política
Toño
era un hombre que desde adolescente en su “natal” Pachuca (nació en Tlalpan,
DF, pero se decía hidalguense y conocía a todos los políticos hidalguenses), la
gustó la política -influenciado quizá por su padre- y la religión. Algo raro,
mítico e incluso prohibido en este país y sobretodo en aquella época:
"a mí el tema de las relaciones Iglesia Estado siempre me ha interesado desde chamaco y en los clubes a los que fui invitado cuando se decía “se prohíbe hablar de religión y de política”, simple y sencillamente yo no accedía, porque eran los temas que a mí me gustaban: religión y política, y siempre he hablado de religión y de política", decía:
"a mí el tema de las relaciones Iglesia Estado siempre me ha interesado desde chamaco y en los clubes a los que fui invitado cuando se decía “se prohíbe hablar de religión y de política”, simple y sencillamente yo no accedía, porque eran los temas que a mí me gustaban: religión y política, y siempre he hablado de religión y de política", decía:
“Cuando estudié derecho tuve la inquietud
vocacional de ser sacerdote, desde ese momento concebí que mi quehacer sería la
política y la religión y (se preguntaba) ¿cómo resolver esa esquizofrenia de mi
Patria en donde por un lado estaba la política y por otro lado estaba la
religión? (Pero yo) nunca vi la raya divisoria, porque creo que no existe. La
raya divisoria entre religión y política no existe porque el hombre, como lo
dice Aristóteles es un Zoon politikón, por naturaleza es político”, nos dijo en
una entrevista en abril de 1997.
Toño
fue hijo del abogado Antonio Roqueñí
López y de doña María Ornelas Miranda, fue el mayor de sus hermanos, una
familia numerosa.
Insisto.
Nació en Tlalpan, Distrito Federal (igual que Renato Leduc) pero desde muy
chico se fue a vivir a Pachuca, Hidalgo, debido a que su padre fue invitado a
colaborar en la administración del gobernador Javier Rojo Gómez.
En
la bella airosa asistió a la Escuela Americana.
Dice
el poeta Libanés Gibrán Jahalil Gibrán que "Las cosas que el niño ama
quedan en su corazón hasta la vejez”, y Toño adoraba y añoraba a Hidalgo. Por
eso sus restos están allá en La Villita.
Años
después, la familia Roqueñí regresó a la Ciudad de México, y el futuro abogado
fue inscrito como alumno del Instituto Patria: con los jesuitas.
Tiempo
después, su padre regresó –de nuevo-, a Pachuca esta vez para
colaborar en el gobierno de Vicente
Aguirre Castillo quien gobernó Hidalgo de 1945 a 1951. Para entonces el
futuro sacerdote era ya un joven quinceañero.
En
ese tiempo Toño fue estudiante en el Instituto Científico y Literario, hoy
flamante Universidad Autónoma del estado de Hidalgo, de donde obtuvo el grado
de bachiller. Me dicen que era amiguero, y un líder entre su grupo.
En
1954, dejo el Instituto Científico y “brinco” a estudiar derecho en la UNAM y
formar así parte de la generación fundadora de la recién inaugurada Ciudad
Universitaria.
De
hecho Toño se sentía orgulloso de ello, me lo decía una y otra vez.
Ahí
en la UNAM se hizo amigos de muchas personas que después llegaría a ocupar
altos cargos en la política y en el Poder Judicial. De los amigos entrañables
que me presumía eran Manuel Bartlett Díaz, el ministro Mariano Azuela Guitrón,
Alejandro Sobarzo Loaiza y Miguel Estrada Sámano., entre muchos otros.
En esa década –los años cincuenta–Toño por alguna razón que desconozco -nunca le pregunte y era discreto con el tema-, se vincula al Opus Dei como miembro numerario, justo cuando estudiaba en la UNAM; de ahí quizá la vocación sacerdotal. Aunque una vez me confesó que la vocación le nació en el Instituto Patria, con Los jesuitas.
En esa década –los años cincuenta–Toño por alguna razón que desconozco -nunca le pregunte y era discreto con el tema-, se vincula al Opus Dei como miembro numerario, justo cuando estudiaba en la UNAM; de ahí quizá la vocación sacerdotal. Aunque una vez me confesó que la vocación le nació en el Instituto Patria, con Los jesuitas.
Al
terminar sus estudios universitarios partió rumbo a Roma, donde obtuvo un
doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomas;
después en 1964, obtuvo un doctorado en Derecho por la Universidad de Navarra,
un año más tarde de su ordenación sacerdotal en Madrid, como sacerdote del Opus
Dei, Prelatura Personal fundada por el hoy Santo José María Escrivá de
Balaguer.
Años
después Toño abandonó La Obra y se convirtió en sacerdote diocesano, pero tenía
un enorme respeto por Escrivá, a quién quizá conoció y trato muchas veces.
Toño
se regresa a México después de varios años de estudio, y es enviado a
Monterrey, Nuevo León. Pero la vida le cambio –y quizá por eso deja La Obra– y
en los setentas don Ernesto Corripio Ahumada (1919-2008), quien era entonces
Presidente de la CEM ,lo invita a colaborar con él.. Corripio sabía de la habilidad del sacerdote para
las relaciones, era abogado y muchos de sus amigos de la UNAM empezaban a
gobernar el país.
Además,
Corripio no sólo presidía la CEM sino que era el arzobispo Primado de México, y
nombró a Toño como responsable de las relaciones con el gobierno; el puesto
ideal para él.
Por
eso le era fácil participar en organizaciones como el Grupo San Ángel, de la
que fue fundador.
¡De
hecho Toño me sorprendía siempre!
¡Si
hubiera sido político sin duda habría sido, diputado, senador e incluso
gobernador de Hidalgo.
Más
de una vez lo acompañé a comer con políticos hidaguenses, entre ellos con
Humberto Lugo Gil.
Antonio
fue en un tiempo Párroco por el rumbo de la Merced, pero su habilidad era lo
jurídico y eso lo lleva a ser -de 1978 a
1997- miembro del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de México, y tiempo
después y casi por 20 años fue su presidente.
También
fue nombrado Apoderado legal de la Arquidiócesis Primada de México y de varias
Congregaciones femeninas, a las cuales no les cobraba un peso.
Toño amigo de
Prigione
Para
preparar la visita del papa -la primera en la historia-, la Santa Sede envió el
9 de febrero de 1978 como delegado apostólico a México al italiano Girolamo
Prigione Pozzi.
Y
Roqueñí hizo relación y amistad con el italiano, e incluso lo presentó a varios
de sus amigos, entre ellos al hoy Senador Manuel Bartlet, quién
estaba entonces en la Secretaría de Gobernación.
Once
meses después, el 26 de enero de 1979, Juan Pablo II llegaba a México y era
recibido por el presidente mexicano JLP sin una recepción oficial.
Pero
años después las cosas cambiaron...
Sobretodo
con la llegada de Carlos Salinas de Gortari al poder se pudieron
formalizar las relaciones del Estado con las Iglesia católica, y de paso con todas las demás iglesias.
Hoy
hay más de ocho mil registros de todas las denominaciones.
En
1991, un año después de la segunda visita papal se sentaron las bases para una
reforma constitucional en materia religiosa. Y a Roqueñí le tocó jugar un papel
clave, ya que fue nombrado representante del Arzobispado primado en las mesas
de discusión.
Pero
en ese tiempo ocurrió algo. La relación estrecha e institucional con su “viejo
amigo” Girolamo Prigione se resquebrajó. Y es que el representante papal quería
controlar a toda la Conferencia del Episcopado y el cardenal Ernesto Corripio
se opuso, y Toño estaba por delante:
“Nosotros
fuimos amigos hasta que él decidió tacharme de su lista, justamente en el
momento de los registros (me dijo Toño).
“Es
decir, mi relación con Prigione fue muy estrecha precisamente porque se
acostumbra en México que los obispos tengan una gran relación con el
representante del papa; y como el Cardenal Corripio no empataba con el
Prigione, prefería arreglar los asuntos con un enviado, que en muchos de los
casos era yo, no en todos.”, me confeso en una entrevista.
La
disputa por el registro número UNO
El
alejamiento de Roqueñí con el enviado papal se inicia por la disputa por el
registro número Uno, pero en el fondo era otra cosa.
¡Toño
quería quitar al italiano del control de la Iglesia católica!
Además,
tenía razón, la Arquidiócesis Primada de México había sida la primera en
cumplir los requisitos y solicitar el registro correspondiente en Gobernación.
De
hecho ese asunto genero un conflicto interno, que incluso obligó a todos los
obispos de la CEM a que se adhirieran a la solicitud del Nuncio. (Hay cartas de
adhesión, incluso de la Eparquía greco Melquita).
Pero
el cardenal Corripio y sobretodo Roqueñí no cedían y se mantuvieron en esa
posición, al grado de que se retrasó el registro de varias Iglesias. Hasta que
intervino Roma, al parecer el Cardenal Ángelo Sodano, quien quería ser Papa.
Semanas
después, concretamente el 25 de noviembre de 1993, don Ernesto Corripio dirigía
una misiva –conservo una copia de la original-, enviada a don Fernando
Gutiérrez Barrios, entonces secretario de Gobernación; que dice:
“”Señor
Secretario de Gobernación. Por medio de estas letras deseo manifestar mi
adhesión a la solicitud presentada por el Sr. Arzobispo Jerónimo Prigione,
Nuncio Apostólico en México, por Indicaciones de la Santa Sede, el 25 de
noviembre del presente año.”
Firmado: Ernesto Card. Corripio
Ahumada.
¡Por
indicaciones de la Santa Sede, así dice el texto histórico!
Esa
carta es evidente que Prigione quería tener el registro número Uno y de ahí que
se derivaran todas las diócesis, prelaturas, y congregaciones masculinas y
femeninas.
Debemos
decir que Roqueñí tuvo la razón histórica; el registro número 1 otorgado a la
Nunciatura no tienen ninguna razón de ser, y debe ser desaparecido. Un tema que
el gobierno no le ha querido entrar.
La llegada del
nuncio Justo Mullor y el conflicto con Maciel
Dos
años después en abril de 1997, don Justo Mullor era nombrado nuncio en lugar de
Prigione. Y com era de esperarse Toño dejaba el cargo en el Tribunal
eclesiástico.
Don
Justo Mullor curiosamente era viejo conocido del Dr. Roqueñí en sus años de estudiante
en Roma, incluso fue su maestro; entonces ocurrió algo raro. Alguién generó un
conflicto en la nunciatura –un plantón de gente de Puebla- cuando todavía
Mullor no presentaba cartas credenciales.
Y
Roqueñí intervino con mucha inteligencia y pudo ayudar a destrabar el futuro
conflicto. Para ello contó con la ayuda
de sus amigos en el gobierno.
En
los tiempos que Toño fue Juez eclesiástico atendió los reclamos de las victimas
del poderosísimo fundador y director de los Legionarios de Cristo.
No
era fácil entrarle a ese tema, Roqueñí sabía del poder del michoacano en los
círculos papales y en la jerarquía católica, sobretodo en Roma.
Pero
tomo una decisión y decidió jugársela.
Por
esos días me pidió que nos viéramos, quería charlar conmigo de algo importante.
Y
de inmediato nos vimos en el lugar acostumbrado en La Condesa; cenamos,
bebíamos algo -cual debe ser-, él
encendió un cigarrillo y dándole una fumada me platicó -como si fuera secreto
de confesión- el asunto de Los Legionarios de Cristo.
Yo
sabía del tema. Lo había leído en los medios, sobretodo internacionales.,
Me
platico de las víctimas, y de su visita a Roma donde iría a litigar el caso.
(el litigio lo llevó Martha Wegan).
La
charla fue larga, además me lo dijo que fuera discreto, que por favor no se lo
contará a nadie.
Yo
sabía de sus contactos en la Santa Sede. De hecho Toño conocía al cardenal
Ratzinger, lo había visto años atrás para el caso de Samuel Ruiz García y
probablemente hayan coincido en mayo de 1996 cuando el poderoso cardenal estuvo
de visita en la Ciudad de México.
Me
dijo: -Mañana me voy a Roma.
-¿Y
que vas hacer?- le pregunte.
-Voy a ver el asunto de las víctimas del padre
Maciel-, respondió.
Le
agradezco a Toño su confianza. Venía de una reunión con don Justo Mullor, el
nuncio apostólico. Conocía del caso también el cardenal Norberto Rivera y las
victimas.
Pepe
Barba, ex legionario lo relata así: “Nos acercamos al padre Antonio Roqueñí,
una de las máximas autoridades en derecho canónico y un hombre generoso y justo
que supo escuchar los reclamos de este grupo de sesentones que están tratando
no tan sólo de dar un testimonio y buscar justicia para lo que les ocurrió hace
tantos años, sino de evitar que tales cosas sigan ocurriendo ante la
indiferencia o la complicidad de las altas jerarquías eclesiásticas.
Hablamos
con Roqueñí, con Don Justo Mullor y finalmente decidimos ir a Roma “.
Insisto,
la charla esa noche fue larga, más de lo acostumbrado.
Toño
estaba inquieto, incluso lo sentí tenso. Sabía donde se había metido y lo que
ello implicaba. Era difícil su situación. Su carrera por una mitra ya no
importaba, de hecho eso nunca le intereso. Una vez me comentó que ni siquiera
fue a pagar los derechos a Roma por el Monseñorato que le otorgó el Cardenal
Corripio.
Tenía
el compromiso con esa gente y se la jugó.
Y
en ese tiempo y debido a las circunstancias se vio obligado a presentar la
renuncia al cargo de juez eclesiástico de la arquidiócesis de México.
Le
dolió mucho esa renuncia ¿obligada?
¡Sin
duda!
Y
es que si algún trabajo disfrutó intensamente el Padre Roqueñí fue el de ser
Juez eclesiástico.
Conocí al padre
Roqueñi cuando ya era una figura nacional
Era
enero de 1994 el conflicto en Chiapas estaba todo lo que daba.
En
ese tiempo Toño acompañado del sacerdote Enrique González Torres SJ, fueron a
decirle al nuncio que sacara las manos del conflicto en Chiapas, y que se fuera
de México
En
una larga entrevista -22 de abril de 1997- que nos dio a Carlos Martínez Assad
y a Sara Sefchovich nos dio los pormenores dijo:
"Fuimos a invitarlo, Enrique
González Torres y yo a que abandonara el país... eso fue en 94...Estaba metido
hasta las cejas manejando el asunto de la relación con los obispos chiapanecos,
en un problema donde era muy delicado que él metiera las manos, problema
interno de la guerra y todo el asunto: ¡Señor, fuera manos de aquí!"
Y agregó: (Y previamente habíamos)
"convocamos una rueda de prensa y dijimos vamos a hablar con Prigione y
nadie se lo creyó. Le mandamos primero a 3 mensajeros: a José Luis Soberanes
(ex presidente de la CNDH) a Miguel Olimón Nolasco y al rector de la
Universidad Pontificia y a Raúl Duarte: “Háganos favor de decirle a Prigione lo
que acabamos de acordar en esta mesa con periodistas, que vamos a decirle que
saque las manos de Chiapas”, Y fueron y se lo dijeron, entonces cuando le
pedimos la cita, pues claro que nos recibió, dijo aquí me los agarro.
Y entonces la conversación comenzó en
tono jesuítico, con Enrique González Torres, muy despacito,” mire hemos visto su
intervención en este punto y en este otro...”
“Sí,
sí, si sí, ya me di cuenta que ustedes... “
¡Y empezó a regañarnos porque nos
habíamos portado mal!
Entonces yo estaba de espectador y los
dos platicando... Y en un cierto momento no lo dejaba hablar a Enrique
(González Torres) .
Entonces yo pedí la palabra, le dije,
“señor ¿me permite un segundo?
Primero: ¡no somos dos monjas que
vengan aquí a pedirle el favor de que canonice a su fundadora!
Segundo: ¡no somos dos curas que vengan
a pedirle a usted el favor de darnos una mitra episcopal, ninguno de los dos
nos interesa ser obispo!
¡Venimos a decirle que usted debe irse
de este país!
Entonces ya se aplacó.
No, no, no, se desencajó y lo vi pequeñito
en su sillón, y entonces ya Enrique continuó, y le dijimos todo lo que teníamos
que decirle.
(Entonces)
Salió a despedirnos, fue muy cordial la despedida, pero el trancazo ya no se lo
pudo quitar.
A renglón seguido organiza él una rueda
de prensa como si el Cardenal Corripio nos desautorizara…y entonces van con
nosotros y lo que no hicimos nosotros, pues lo hizo la gente…."
¡Eso
generó un ruido mediático!
Por
cierto, mi amiga Ángeles Fernández,
entonces en el periódico El Heraldo fue a entrevistar a
Corripio y esté le dijo a pregunta expresa: "No yo no los mande, ellos
están grandecitos para saber lo que hacen”.
En
efecto, Corripio -aunque en el fondo estaba de acuerdo-, fue ajeno a ello.
En
ese entonces fue cuando lo conocí e hicimos amistad que se convirtió en
entrañable.
Roqueñí
vivía entonces austeramente en la Casa del Sacerdote, allá por los rumbos de la
colonia Santa María La Ribera; después se fue a vivir a un modesto departamento
que le prestó un amigo sacerdote en la Colonia Roma. Los últimos dos años de su
vida los dedico a ser capellán, primero de un hospital, después en un asilo de
ancianos -donde se fue a vivir cuando cumplió 70 años-, también dedicaba parte
de su tiempo a asesorar a varias congregaciones religiosas y trabajo felizmente
en el Montepío Luz Saviñón. Ahí se lo llevó a trabajar su amigo y alumno
Fernando Balzareti, cuando deja el Tribunal.
Su opinión
sobre el Papa
Y
cuando nombraron Papa a Joseph Ratzinger, el otrora prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, y de la que Toño era un fuerte crítico, nos dijo a
Jesús Rangel y a mi en una entrevista para Milenio Semanal:
"Me parecen superficiales las
observaciones que hacen los periódicos sobre el Papa. No han visto al Ratzinger
profundo ni a Benedicto VXI...
-¿Y el intransigente Ratzinger? le
preguntamos
A lo cual nos contestó categórico:
¡Ratzinger ya no existe! existe Benedicto XVI!; agrego de inmediato ¡Mi lealtad
total a él!
Lo
dijo cuál si fuera súbdito.
Toño
estaba convencido de que Benedicto XVI haría justicia a las victimas y que
bajaría de los altares a Marcial Maciel Degollado. (Véase Los pecados del padre
Marcial Maciel Degollado /Fred Alvarez en Código
Topo de Excélsior, 1 de junio de 2009;)
¡No
se equivocó!
No
le toco verlo, murió antes, hace siete años, ya.
Así
era Toño.
Sus
restos descansan donde el deseó en "La Villita" en Pachuca de Soto,
Hidalgo.
Por
cierto Toño un día me dijo como soñando ¿imagínate Fred que llegará un jesuita
al papado?
No
le toco verlo, pero se hizo el milagro y desde marzo de 2013 hay un jesuita
dirigiendo la Iglesia Católica, se llama Francisco. Y esta haciendo muchos de
los cambios que quería Toño.
Como
es la vida.
Seguramente
si Roqueñí viviera fuera un fiel seguidor del papa Francisco...Coincidían en
mucho.
Creo
que Bergoglio supo del caso Maciel por Roqueñí...Pero esa es otra historia.
Hoy
me beberé un trago en recuerdo de mi amigo abogado y sacerdote.
Un
abrazo a sus hermanos y familiares, a sus amigos…del Montepio Luz Savignon. a Fernando Balzareti, a Ricardo Alemán, a
Estela Livera, a Toño Román, a Angeles Fernández.
Asimismo, a su viejo amigo Luis Himelfard, a Jesús Martínez, a Carlos Martínez Assad, a Sara Sefchovich, a Abelardo Alvarado, a Abner López, Chano Guerra, Beto Guzmán, Rogelio Hernández, Carlos Olmos, Alvaro Delgado, Katia Dartigues, Jesúa Rángel, Pepe Reveles, y un largo etcétera.
Asimismo, a su viejo amigo Luis Himelfard, a Jesús Martínez, a Carlos Martínez Assad, a Sara Sefchovich, a Abelardo Alvarado, a Abner López, Chano Guerra, Beto Guzmán, Rogelio Hernández, Carlos Olmos, Alvaro Delgado, Katia Dartigues, Jesúa Rángel, Pepe Reveles, y un largo etcétera.
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