La comisión de
expertos acusa al Gobierno de obstruir el caso Ayotzinapa
- El GIEI sostiene en su informe final que el Ejecutivo ha dejado sin investigar las conductas de ciertos funcionarios públicos y apunta al Ejército
JAN
MARTÍNEZ AHRENS
El Pa´si, 24
ABR 2016 - 13:00
La
noche de Iguala no encuentra amanecer. La desaparición y muerte de los 43
estudiantes de Ayotzinapa le ha vuelto a estallar en las manos al Gobierno de
Enrique Peña Nieto. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes
(GIEI), tras la negativa del Ejecutivo a prorrogar sus investigaciones, se ha
despedido con un informe que pone en duda no sólo la versión oficial de la
matanza, sino la credibilidad misma del Estado mexicano. A lo largo de 608
páginas, este equipo, dependiente de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH), detalla las dilaciones, obstrucciones y bloqueos que sufrieron,
pero sobre todo denuncia que, más allá del alcalde de Iguala y sus policías
municipales, las “conductas omisivas de los funcionarios públicos” han quedado
sin investigar. Un obús que tiene como blanco al intocable Ejército mexicano.
En
un país acostumbrado a los seísmos, la despedida y cierre del GIEI responde a
una escala de magnitud desconocida. Cuando el Gobierno de Peña Nieto, en plena
crisis de confianza, abrió las puertas a esta comisión para que brindara su
asistencia técnica en el caso Ayotzinapa, el gesto fue interpretado como el
inicio de una nueva era en el sangrante capítulo de las desapariciones. El
equipo, formado por cinco personalidades iberoamericanas conocidas por su lucha
a favor de los derechos humanos, parecía asegurar la transparencia y las buenas
prácticas en la investigación.
Como última recomendación, recuerda que la “comunidad internacional” puede
ayudar en la investigación, pero que el papel central corresponde a “México, a
su pueblo y sus instituciones”. El próximo sábado el GIEI dejará su misión en
el país.
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El
teléfono del más allá sonó en Iguala
JAN
MARTÍNEZ AHRENS
México
24 ABR 2016 - 21:11 CDT
No
hay suelo firme en el caso Ayotzinapa. Ni siquiera la muerte de los 43
estudiantes es aceptada. Sus familiares la niegan y siguen exigiendo al Estado
su devolución con vida. En este universo de confusión y tumbas abiertas los
puntos negros se multiplican. El informe del Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes (GIEI) les da un intenso repaso. Aquí se destacan
cinco.
El
teléfono del más allá. Los celulares suelen ser una prueba incontrovertible en
cualquier caso. Pero en Ayotzinapa todos fueron destruidos por los sicarios.
Eso mantiene la versión oficial. Tras su secuestro por la Policía Municipal,
los normalistas fueron asesinados y sus teléfonos enviados a la hoguera. El
GIEI lo pone en duda. En su análisis, los expertos internacionales sostienen
que algunos aparatos estuvieron activos “unas horas o días después de lo
sucedido”. Una intrigante cuestión alcanza el rango de misterio en el caso del
normalista que envió un mensaje a su madre pidiéndole una recarga telefónica a
las 1.16 de la madrugada, es decir, una hora después de su asesinato en el
basurero de Cocula. O el celular estaba activo o se comunicó con su madre desde
el más allá.
El
Ejército omiso. Supieron, vieron y no hicieron nada. El papel de las Fuerzas
Armadas en Iguala está en el ojo del huracán. Soldados y oficiales presenciaron
la salvaje cacería que acabó con seis muertos y 43 desaparecidos. La respuesta
oficial a esta inacción nunca ha logrado tranquilizar a las familias. Tampoco
al GIEI. El Ejército sostiene que la ley impide a los militares actuar fuera de
sus cuarteles si no es bajo petición de la autoridad civil, algo que no ocurrió
esa noche, y que de haber pasado habría puesto a los soldados bajo el mando del
alcalde de Iguala, un apéndice del cártel de Guerreros Unidos.
Policía
Federal implicada. El GIEI apunta también a la Policía Federal. Este cuerpo,
dependiente del Gobierno central, tuvo conocimiento detallado de los
movimientos de los normalistas desde su salida de Chilpancingo (capital de Guerrero)
hasta su llegada a Iguala. Cuando se desató la vorágine, recibieron orden de la
Procuraduría General de la República (PGR) de investigar. Se personaron en uno
de los escenarios del crimen, se coordinaron con los agentes locales para
desviar el tráfico e incluso se reunieron con el jefe de la Policía Municipal
de Iguala, Felipe Flores (ahora prófugo y considerado uno de los principales
cerebros de la matanza), quien les dijo que estaba todo en orden. Los federales
volvieron a su cuartel y, según el GIEI, en su reporte de la noche señalaron
que no había muertos ni heridos.
El
quinto autobús y la heroína. La gran incógnita del caso es la violencia
desencadenada por el narco. ¿Por qué mataron a 43 estudiantes? ¿Cuál fue el
motivo de tal sangría? Los investigadores del GIEI han elaborado una hipótesis
muy sugerente. Uno de los autobuses, el quinto y menos investigado, habría
transportado un alijo de heroína con destino a Estados Unidos sin que los
jóvenes lo supieran. Cuando los normalistas tomaron los vehículos, los sicarios
de Guerreros Unidos, creyendo que se lo estaban robando, lanzaron un salvaje
ataque para recuperar la droga y castigar a los ladrones, identificados
erróneamente como integrantes de Los Rojos, el cártel rival. “Esta línea de
investigación no está cerrada ni puede cerrarse”, señala el GIEI, para quien
las autoridades han intentado bloquear las pesquisas. “Ni hay certeza de que el
conductor que ha declarado sea el auténtico ni que el vehículo corresponda al
quinto autobús. Alguien miente claramente”, señalan los expertos.
Tortura.
El GIEI concluye que en 17 casos hay indicios de torturas. Los malos tratos se
registraron no en el momento de la detención, sino en el periodo de custodia. A
la mayoría de los arrestados, además, no se les efectuó una fe de lesiones al
tomarles declaración. Tampoco, siempre según el GIEI, en las entrevistas
psicológicas se inquirió sobre posibles torturas.
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