Hillary
Clinton ¿presidirá?/ Darío Valcárcel, director de la revista «Política Exterior»
ABC, 8 de junio de 2016
La
llegada de Hillary Clinton, primera mujer en la presidencia de Estados Unidos,
cambiará algunas cosas: quizá muchas cosas. La derrota de Donald Trump, un
necio enloquecido según un senador del Capitolio que no nombraremos, será la
derrota del extremismo en estado puro. España, una de las sociedades más vivas
y solidarias de Europa, tiene dificultades a veces para generar nuevos
proyectos.
Un
síntoma: dos representantes de los españoles, Pablo Iglesias y Xavier Domènech,
besándose en la boca, en el centro del Parlamento, haciendo pasar no poca
vergüenza a millones de espectadores. El gesto, beso en la boca de Iglesias a
Domènech, se repetirá unas semanas después. Asunto significativo. Lo grave de
la primera escena es dónde tiene lugar, el Parlamento. Pero la sociedad civil
entretanto reclama atención sobre sus problemas: la política internacional y el
esquema de seguridad no son hoy especiales preocupaciones para la opinión
pública porque se dan por garantizados, pero deben serlo para los gobernantes
que conocen su fragilidad.
Si
gana, Hillary Clinton dibujará una línea de continuidad como antigua
colaboradora del presidente Obama (secretaria de Estado) en frentes externos e
internos: armas nucleares, cambio climático, nuevas energías… caballos de
batalla, pilares básicos de la futura Administración. Hillary, imaginamos,
mantendrá la nueva línea abierta con La Habana; continuará seguramente el
esfuerzo en AsiaPacífico; China, imprescindible colaboradora en la estabilidad
de la arquitectura mundial (a cambio de pasar de puntillas sobre los derechos
humanos de sus ciudadanos). En sus conversaciones con Jeffrey Goldberg («The
Obama Doctrine» –The Atlantic–, abril 2016) el presidente Obama explicaba su
preocupación si China no supiera asumir «su papel al mantener el orden
internacional y solo mirar al mundo bajo el prisma de exclusivas esferas
regionales». Pero todo esto no nos afecta directamente: son asuntos del Lejano
Este.
Donde
surgen grandes dudas es en un entorno más próximo: en Europa, en la región MENA
(Middle East and North África) y en Rusia, como áreas que más afectan a España.
Dejando aparte el Tratado de Libre Comercio (TTIP) con otra dimensión, los
grandes asuntos que el próximo presidente/a americano/a deberá gestionar son, a
nuestro entender, Rusia, Siria, el Mediterráneo y, por supuesto, Daesh.
Rusia:
los intereses de España deben defenderse haciendo equilibrios. La lealtad a la
OTAN y la solidaridad con nuestros aliados del este de Europa deben ser
combinadas con la sensatez: no hay arquitectura de seguridad estable sin Rusia,
punta de lanza contra el terrorismo yihadista, país indispensable en el desarme
nuclear.
Quizá
la mejor decisión que podría tomar la nueva Casa Blanca fuese seguir el consejo
de Henry Kissinger y «cerrar el expediente Destruir Rusia», aliviando la
presión sobre los aliados europeos, Alemania entre ellos, incómodos ante un
esquema de confrontación. En cierto modo, el Brexit ha roto en el Reino Unido
toda relación con los años 2000-2015. Rusia, como China, es indispensable para
mantener en pie este edificio, el orden y el equilibrio mundiales. Reconstruir
el equilibrio no significa mirar para otro lado como en Siria o en Crimea (de
nuevo aquí citamos las 29 páginas de Jeffrey Golberg en The Atlantic). El
interés de España pasa por colaborar con ese país de importancia central que es
Turquía y por la ayuda española al problema de los refugiados, sobre todo
sirios. Nuestras relaciones con Ankara son buenas y deben seguir siéndolo.
Nuestros Patriot siguen en la zona de Incirlik. La colaboración en materia
militar con los países del entorno (Irak, Líbano, Jordania, Israel, Qatar,
Emiratos y, por supuesto, Arabia Saudí) redundaría en beneficio de los
intereses de seguridad españoles.
Y
aquí reaparece Rota, gran punto estratégico mundial. Rota es la base en la que
fondean y se desplazan esos cuatro destructores americanos que vigilan lo que
ocurre desde el norte al sur de Europa. Los respaldarán a veces cinco fragatas
españolas. Nuestra política exterior y de defensa se plantea con un doble
anclaje: la OTAN y la Unión Europea. Y concretamente la amenaza que supone la
proliferación de misiles balísticos (solo nueve países los tenían en 1972, más
de 30 los tienen ahora). Todo esto es muy complicado: en Faslane (Escocia) se
construyen tres nuevos submarinos nucleares británicos y, sobre todo, el
portaviones Queen Elizabeth 2. Así es que pocas bromas con Rota, señores de
Podemos; también en la cooperación de defensa entre Estados Unidos y España y
en el ámbito de la OTAN. Rota, ya sabemos, está junto al estrecho de Gibraltar,
lado atlántico.
Al
recibir cuatro destructores antimisiles Arleigh–Burke en Rota, la contribución
española a la defensa europea se ha convertido en una de las llaves de la
seguridad continental, desde el norte de Rusia al sur del mar Rojo. Estos
cuatro buques de la Armada americana representan una tremenda potencia de
fuego: serán capaces de controlar el espacio que media entre la zona norte de
Moscú y el extremo sur del mar Rojo. Rota se funda en un acuerdo entre Estados
Unidos y España. España es un pequeño país comparado con el gigante americano.
Francia y Reino Unido tienen otra clase de vinculación, más poderosa, con
Estados Unidos: son modestas potencias nucleares. Jens Stoltenberg, secretario
general de la OTAN, ha insistido en este punto clave, en 2014-2016, la Alianza
ha invertido más que nunca. Brexit puede ser una grave herida para las
industrias de defensa europeas: Airbus, Thales, Leonardo, Finmeccanica, MBDA…
En defensa y política exterior, el Brexit reaparece. No sabemos quién será el
sustituto del derrotado David Cameron dentro de tres meses: quizá Theresa May,
su actual ministra del Interior. En los últimos dos años, el intercambio de
información ha sido permanente entre Jens Stoltenberg, OTAN y la representante
europea de Asuntos Exteriores, Federica Mogherini.
El
nuevo gobierno español deberá hacer un esfuerzo pedagógico. En términos
americanos, freedom is not free, la libertad no es gratis. Tiene un coste y
unos compromisos. Al acabar la tarde, nuestra seguridad está en nuestras
capacidades y en la voluntad de usarlas. En otras palabras: dependemos de
nosotros mismos.
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