8 feb 2017

México, tan cerca de Trump tan lejos del mundo

México, tan cerca de Trump tan lejos del mundo/Jordi Bacaria, director, CIDOB
Es bien conocida en México la frase atribuida a Porfirio Díaz, “pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Si bien nunca perdió vigencia, ahora con la presidencia de Donald Trump, el lamento cobra un nuevo sentido. México es muy dependiente de Estados Unidos (con alguna interdependencia a destacar) y esta fuerte dependencia en cuanto a comercio, inversiones, migración y remesas, y turismo lo sitúa tan cerca de las decisiones de Donald Trump, que convierte a la economía mexicana en muy vulnerable. Esta vulnerabilidad económica se traslada rápidamente hacia la fractura social, la estabilidad política y la seguridad.
Desde 1994 en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (NAFTA), México se ha integrado en las cadenas de valor de producción de Estados Unidos. Ciertamente, en esta integración hay algo de interdependencia, aunque muy asimétrica y más favorable a Estados Unidos. México a corto plazo tiene poco margen de maniobra para encontrar alternativas y oportunidades con el resto del mundo. Aunque esta posibilidad no es descartable, coloca a la presidencia mexicana de Enrique Peña Nieto en una difícil tesitura, la de una negociación compleja con Estados Unidos a 18 meses de la contienda electoral de 2018.

Los grandes desafíos que enfrenta México son: 1) el económico, afectado también por el tema migratorio (flujos y remesas interrumpidos) y el retroceso en las inversiones tanto de Estados Unidos como de otros países que utilizan la plataforma mexicana para la exportación; 2) el retroceso en el ámbito social, en el que si bien no se ha progresado sensiblemente en una mayor igualdad, se han contenido los niveles de pobreza; 3) la necesidad de seguir con el programa de reformas políticas, económicas y sociales, difíciles de llevar a cabo primero por el impacto de la crisis y ahora por el impacto Trump.
Sin duda, los grandes titulares de la prensa mexicana sobre las primeras decisiones de Trump han sido para la orden de construir un muro entre Estados Unidos y México e impedir el paso de migrantes y tráficos ilícitos. Siendo un hecho grave (hay que recordar que no es el único muro en el mundo, y un tercio de la frontera entre estos dos países ya está “amurallada”), bien podría tratarse de un movimiento estratégico para obligar a una negociación del NAFTA a la baja. La amenaza de revocar el NAFTA y poner aranceles a los bienes procedentes de México, con el argumento (electoral) de proteger los empleos en Estados Unidos, puede ser más efectiva, si se acompaña con la amenaza del muro ya que parece más fácil alzar una valla que derribar los acuerdos comerciales.
Un estudio del Instituto de México del Wilson Center, en Washington, evalúa en casi 5 millones de empleos los generados como resultado del comercio bilateral entre ambos países. Esto significa que uno de cada 29 trabajadores estadounidenses tiene un trabajo gracias a este comercio que supera los 500 mil millones de dólares anuales en bienes y servicios. Empleo que se concentra principalmente en los Estados de California (566 mil), Texas (382 mil), Nueva York (322 mil), o Florida (290 mil). Lo más importante de este comercio bilateral, ha sido la integración de las cadenas productivas de las industrias de ambos países. Los bienes importados por Estados Unidos incorporan el 40 por cien de valor de sus propias exportaciones.
Estas cadenas de valor además se han extendido hacia otras cadenas globales de valor en el proceso de fragmentación de la producción, sea en Europa o Asia. No son fáciles de romper aunque no son imbatibles si se consigue quebrar el eslabón débil que es México.
El estudio del Wilson Center concluye que la relación económica con México ofrece beneficios concretos, fortalece la competitividad de las empresas estadounidenses, crea empleos en los Estados Unidos y genera ahorros para las familias estadounidenses. Sin embargo, las consecuencias antiglobalizadoras de Trump, quebrando las cadenas de valor, no se acaban en la relación entre Estados Unidos y México, sino que alcanza a los países asiáticos y europeos que invierten en Norteamérica para exportar al mercado americano y al resto del mundo. Si el proteccionismo comercial conduce a represalias mutuas y las piezas van cayendo como un dominó, la pérdida de empleos en Estados Unidos y la pérdida de bienestar de sus familias será mucho mayor que la que provoque la fractura con México. Puede suceder todo lo contrario de lo que busca el argumento proteccionista de Trump.
Es normal que cunda el pánico en México por el factor migratorio. Las remesas de los migrantes pueden disminuir y puede aumentar su tasa de desempleo. La película de Sergio Arau “Un día sin mexicanos” (2004) es una comedia de ficción sobre el caos provocado en California cuando, sin ninguna explicación, desaparecen los mexicanos que en su mayoría ocupan empleos en la agricultura, los servicios de limpieza y otros empleos penosos, creando el desconcierto entre sus empleadores californianos. Obviamente el argumento no sería creíble para Donald Trump, pero si lo debería ser para los mexicanos en su posición negociadora. Algo de interdependencia todavía hay. ¿Qué sucede cuando los emigrantes (con o sin papeles) desaparecen bruscamente de sus puestos de trabajo y del mercado laboral? En este caso, como en otros, la realidad puede superar la ficción.
México se encuentra ante un importante dilema. Si tiene que negociar un nuevo Acuerdo de Libre Comercio, debe hacerlo sabiendo que ante Estados Unidos no tendrá ventaja a corto plazo, a no ser que Trump o sus asesores perciban que los efectos pueden ser dañinos para la economía de su país. México, a medio plazo, puede buscar la mediación internacional para la defensa del NAFTA. Pero al mismo tiempo, deber reaccionar con reformas políticas y sociales tantas veces dilatadas, así como buscar apoyo de otros socios del resto del mundo, para que las dañadas cadenas globales de valor se mantengan, a pesar de Estados Unidos.


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