12 abr 2017

¡“Legión de idiotas” y barbarie!

Columna ITINERARIO POLÍTICO/Ricardo Alemán
Milenio, 12 de abril de 2017
¡“Legión de idiotas” y barbarie!
En abril de 1793, luego del triunfo de la Revolución Francesa, se creó el “Comité de Salud Pública”, integrado por un puñado de ciudadanos jefaturados por Maximiliano de Robespierre.
La creación de dicho “comité” fue el inicio de un “régimen de terror” —una de las más feroces dictaduras—,  que germinó con el argumento de que la justicia popular era la única manera de salvaguardar “la salud del Estado”.
El “Comité de Salud Pública” no fue otra cosa que el ejercicio de la justicia revolucionaria —que envió a la guillotina a todo aquel que pensara distinto al planteamiento revolucionario— en “manos del vulgo”, en donde bastaba el señalamiento y/o la delación, para que el señalado o el delatado terminara en la guillotina.
Hoy, cuando han pasado 224 años del terror desatado en Francia por Robespierre —quien fue víctima de su propia dictadura—, en México proliferan modernos Robespierre cibernéticos, mientras que el “Comité de Salud Pública” se ha modernizado y se ejerce a través de las “benditas” redes sociales.Y, claro, todos conocen al “Comité de Salud Pública” del siglo 21. A despecho de muchos, aquí lo hemos bautizado como la “Legión de Idiotas”; versión moderna de una grosera  persecución dictatorial a través de las redes. Y hay de aquel que disienta, que cuestione lo políticamente correcto, que piense diferente, que se atreva a criticar a los dioses de la verdad y a los morenos del nuevo Olimpo político mexicano, porque será visto como la representación demoniaca en la tierra; como la mafia del poder y deberá ser quemado en la hoguera de la las redes, el instrumento criminal de la Legión de idiotas. Y la víctima más reciente —y víctima de su propia creación, porque al tiempo que es adorador del mesías es víctima de sus fieras— es el mítico líder estudiantil del 68 mexicano; Marcelino Perelló, que en días recientes fue enviado a la guillotina de las redes —y echado del paraíso— por cometer “el pecado de la vulgaridad”. Marcelino ha vivido del mito y del mote; manto que hasta hace semanas lo hacían casi intocable.
Sin embargo, en lo que parece un desliz propio de los años —de los años de Radio UNAM, claro— olvidó no solo que estaba ante un micrófono de la timorata emisora y de su aún más avejentada audiencia, sino que ignoró las lecciones de la Legión de idiotas, que no dejan títere sin cabeza. Juguetón, Marcelino se metió al juego de palabras del escándalo de “los puercos” de Veracruz y sus patanerías infantiles, que los han convertido en carne de líneas ágatas y de redes sociales. Sin duda que Marcelino dijo una idiotez respecto de la violación y del abuso sexual; desliz del que nadie se habría enterado sin el escándalo mediático de la hoguera y la guillotina de las redes, a pesar de que lo dijo en Radio UNAM. Pero fue suficiente para desatar la doble moral de millones que detrás de las redes sociales se han convertido en la moderna versión de Robesrpierre y que creen tener en sus manos —manos del vulgo— la verdad y la justicia. Sin duda que Perelló pudo haber cometido una falta, acaso una falta grave, pero nada que no pueda ser sancionado por las reglas y las normas de la propia UNAM o por la oficina correspondiente en Gobernación. Sin embargo, la falta de Perelló no exhibió los supuestos o reales excesos de un líder estudiantil que ya no es intocable. No, la falta de Marcelino exhibió en su desnudez a esa dictadura a la que aquí y en otros espacios muchos se ha referido; la Legión de idiotas ¿Quién le da derecho legal, ético, moral o social a los usuarios de redes, para exigir que la UNAM despidiera a Perelló de su programa de radio, quién les autoriza a crear una campaña de linchamiento contra del otrora líder estudiantil, quién de los miles o millones que piden que Perelló sea echado de la UNAN y casi colgado en la Plaza de la Constitución se salva de la doble moral social que ofende —ya no se diga a las mujeres—, sino derechos fundamentales como los de pensar distinto, disentir, respetar la opinión del otro?
Lo cierto es que las redes y su moderna versión de los “Comités de Salud Pública” son hoy tan perniciosas como lo fueron las guillotinas de hace más de 200 años en Francia. Parece que pocos entienden que las faltas, las violaciones a la norma, las infracciones o los delitos, deben ser atendidos, sancionados y castigados por el estado de derecho, que no es otra cosa que el derecho al servicio del Estado. No quieren ver que los linchamientos morales, éticos y cibernéticos son lo más parecido a la justicia por mano propia, al linchamiento físico y la dictadura vulgar. Las redes y el regreso a la barbarie.
Al tiempo.
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