29 jul 2018

El temible Cisen!...el cierre de un ciclo...¿una nueva era?

Alfonso Durazo, propuesto como titular de la futura Secretaría de Seguridad Pública , informó la desaparición del Cisen, actualmente está adscrito a la Segob. Vamos a "desaparece el Cisen en virtud de que el uso político que se ha hecho históricamente de él ha terminado por deslegitimarlo; vamos a desaparecer el Cisen como ente administrativo e iniciamos el proceso de un nuevo organismo que será la Agencia Nacional de Inteligencia", dijo en entrevista.
¡Desaparecer es eliminarlo!


¿Intervendrá EU en el nuevo proyecto?..., lo digo porque siempre se meten, si los dejan..
Directores del CISEN:
1. Jorge Carrillo Olea, febrero de 1989;
2. Fernando del Villar Moreno, octubre de 1990;
3. Eduardo Pontones Chico, enero de 1993;
4. Jorge Tello Peón, enero de 1994;
5. Alejandro Alegre, mayo de 1999;
6. Eduardo Medina-Mora Icaza, diciembre del 2000;
7. Jaime Domingo López Buitrón, octubre del 2005;
8. Guillermo Valdés, enero de 2007 a septiembre de 2011;
9. Alejandro Poiré Romero, 9 de septiembre a 18 de noviembre de 2011;
10.  Jaime Domingo López Buitrón, 23 de noviembre de 2011;
11.- Eugenio Ímaz Gispert., diciembre de 2012 a enero de 2018., y;

12.- Alberto Bazbaz Sacal...,  10 de enero de 2018 a ....

Un reporte de la Secretaría de Hacienda, al 1 de enero de 2006, mostraba que el Cisen tenía una planta laboral de 2 mil 872 personas, de las cuales 41 eran mandos superiores, 958 medios, 342 enlaces y mil 531 considerados de confianza, es decir, estos últimos son agentes de seguridad nacional. Hoy se habla de más de 3 mil servidores públicos....
Como dice la nota de Benito Jiménez el Cisen tiene reservado el número de su personal, la tecnología que utiliza, su directorio y su estructura, el detalle de sus instalaciones y las contrataciones que realiza.
Reportajes de Proceso y la nota de Benito Jiménez de Reforma...
El sistema de inteligencia, una encrucijada/JORGE CARRASCO ARAIZAGA
Revista Proceso 2179, 2018-07-28
Si bien el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador anunció que desaparecerá el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, hasta ahora no hay certeza de lo que hará su gobierno en materia de inteligencia para la seguridad nacional. El creador del Cisen, Jorge Carrillo Olea, advierte que no puede prescindirse de una instancia como esa, que resulta estratégica para el Estado. Además, señala, debería depender sólo de la Presidencia y no de alguna secretaría de Estado, sea Seguridad Pública o Gobernación.

Visto por la opinión pública como un mero organismo de espionaje político, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) se encamina a su desaparición luego de casi 30 años en los que nunca terminó de convertirse en el órgano de la seguridad del Estado mexicano. 
El fin del Cisen estaba anunciado desde el año 2000. El entonces presidente electo, Vicente Fox, habló de su desaparición tras considerar que esa instancia se dedicaba sólo a espiar a la oposición. 
No pasó de ser una declaración y dejó el Cisen en manos de un administrador llegado desde el sector privado, Eduardo Medina Mora, ahora ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
No hubo ningún cambio. Ahora, con el mismo argumento, López Obrador anunció ya el reemplazo del Cisen por una Agencia Nacional de Inteligencia, aunque no se sabe con claridad en manos de quién quedará: si de quien está previsto como titular de una restituida Secretaría de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, o de la anunciada secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.
“No hemos visto la película completa” sobre lo que va a pasar con el tema de seguridad e inteligencia en el próximo gobierno, dice Jorge Carrillo Olea en entrevista con Proceso el jueves 26. “Espero que, más allá de las disputas, reales o no, de quienes serán funcionarios, se den cuenta de que el presidente necesita un aparato de ese orden”.
Propone incluso retomar la creación del Sistema Nacional de Inteligencia, anunciada en 2014 por el gobierno de Enrique Peña Nieto pero que se quedó en el papel. “Casi no le modificaría nada. En la Presidencia de la República quedaría la Dirección de Inteligencia o como se le quiera llamar, con la función de preparar las necesidades de inteligencia del presidente”.
Es lo que dice la ortodoxia y lo que pasa en muchos países, asevera Carrillo Olea, de 81 años y autor de varios libros en la materia, en el más reciente de los cuales, Torpezas de la inteligencia, hace una revisión histórica de más de medio siglo, del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz a la fecha, de las actividades de seguridad e inteligencia en México.
Lanzado por Ediciones Proceso, el libro empezará a circular en las próximas semanas. 
El fundador
Formado en el Ejército, de donde se retiró como coronel de infantería, Carrillo Olea fue jefe de la Sección Segunda (Inteligencia) del Estado Mayor Presidencial en el gobierno de Luis Echeverría. En esa calidad, en 1975 sacó de Ciudad Universitaria, en medio de insultos y agresiones físicas, al entones presidente, responsabilizado por los estudiantes de la represión en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, y de la matanza del 10 de junio de 1971, el Halconazo.
Durante los gobiernos de Miguel de la Madrid y de Carlos Salinas, Carrillo Olea fue el encargado de terminar con la Dirección Federal de Seguridad (DFS) y reemplazarla por un órgano concebido para defender al Estado y ya no a un régimen, como lo hizo esa instancia con el PRI mediante el espionaje, el crimen y la represión.
Infiltrada por el narcotráfico, la DFS fue desaparecida en 1985 en medio del escándalo por su participación en el asesinato en Guadalajara del agente de la DEA Enrique Camarena. Carrillo Olea propuso crear el Cisen y en cuanto Salinas asumió el gobierno, lo designó, en febrero de 1989, primer director general de la agencia.
En el gobierno de De la Madrid, además de la desaparición de la DFS Carrillo había impulsado la creación de otros organismos de inteligencia, pero sólo para la actividad delictiva, como el Centro Nacional contra las Drogas en la Procuraduría General de la República (PGR). Quedó pendiente la creación del Centro Nacional de Inteligencia Criminal.
–Como su fundador, ¿cree que es necesario desaparecer al Cisen?
–Creo que se ha jugado un poco con las palabras. No sé si a propósito o por falta de cuidado de todos. Creo que no se ha hablado de desaparecerlo. O si la palabra se usó, también fue mal usada. Hasta donde intuyo o leo, lo que se pretende es trasladarlo a la Secretaría de Seguridad Pública. 
–¿Tiene sentido un movimiento así?
–Aquí entramos en terrenos desaseados. En el gobierno de Miguel de la Madrid se creó un Programa de Seguridad. Sin calificativos. Era un tema muy complejo porque no teníamos claridad. Y lo digo con respeto, porque no estaba presente el problema de manera suficiente. Era claro que estábamos mal, muy mal. Pero no se sabía ni qué, ni cómo ni hasta dónde. Empezamos por una práctica de higiene: desaparecer lo que había que desaparecer, empezando por las policías inconstitucionales, como la DFS. Fue algo muy relevante. 
Recuerda que en ese sexenio el secretario de Gobernación era Manuel Bartlett –anunciado por López Obrador como el próximo director de la Comisión Federal de Electricidad–, quien se opuso a que el organismo que reemplazara a la DFS llevara el calificativo de “inteligencia”. El concepto se reemplazó por el de “información”. 
El boicot de Gutiérrez Barrios
Ya en el gobierno de Salinas, prosigue, se creó el Cisen, pese al rechazo y hasta boicot del entonces secretario de Gobernación, el capitán retirado Fernando Gutiérrez Barrios, quien murió en octubre de 2000 y pasó a la historia como el policía del régimen del PRI, por su larga trayectoria en las actividades de seguridad, incluido el largo control que tuvo de la DFS. Ingresó a esa corporación de policía política en 1952 y entre 1964 y 1970 fue su director general, en el gobierno de Díaz Ordaz. Y siguió controlándola en el siguiente sexenio, como subsecretario de Gobernación.
–Ahora de nuevo se plantea cambiar al organismo. Pero lo que el próximo gobierno ha dicho es que el tema de inteligencia quedará en la Secretaría de Seguridad Pública. ¿Es lo mejor?
–Creo que aún no sabemos bien lo que quieren hacer. Sé que en los temas de la próxima Secretaría de Gobernación está el de inteligencia. No sé por qué no le han dado mayor presencia. A lo que sí le encuentro lógica es a que, después de 30 años de subidas y bajadas, el saldo del Cisen no es necesariamente negativo, aunque si tomamos como referencia lo que se ha hecho desde el gobierno de Calderón hasta ahora, no es para aplaudir.
–¿Ha servido el Cisen?
–Creo que sí, pero muy por debajo de su potencial, porque ha sufrido muchas cosas desde que nació. Un día uno de sus directores me preguntó por qué era un órgano desconcentrado y no uno descentralizado. Le respondí: ‘Porque nació no con muchos enemigos’. Nada más uno: Gutiérrez Barrios. El proyecto de creación del Cisen que hicimos, él lo cambió totalmente. Lo empobreció. Le quitó funciones y lo convirtió en un órgano desconcentrado de Gobernación, de donde él era titular.
–¿Por qué se opuso Gutiérrez Barrios al Cisen?
–Porque competía, según él, con sus ideas de la DFS. Tanto, que creó a su vez un grupito de viejos agentes de la Federal de Seguridad para seguir haciendo cosas como cuando existía. 
“A mí me ignoró como director del Cisen, y él haciendo lo suyo con su grupito, a cargo de Luis de la Barreda, quien fue su sucesor en la DFS.”
–Después de esas inercias y de lo que ha pasado con el Cisen en tres décadas, ¿no es mejor tener una Oficina Nacional de Inteligencia que no dependa de la Segob ni de Seguridad Pública, sino que esté en manos del presidente?
–Eso es lo ideal. Pero (esa decisión) depende del presidente. 
–Para alguien que se ha dedicado a crear instituciones de seguridad, ¿no es mejor que el nuevo organismo esté libre de todo vestigio político y policial?
–Estoy absolutamente de acuerdo. Yo tendría cierta esperanza. Faltan cuatro meses (para que López Obrador asuma la Presidencia) e insisto en que no hemos visto la película completa. Espero que los siguientes funcionarios se den cuenta de que el presidente necesita un aparato de ese orden. Lo use o no, porque aquí viene un tema que es muy personalizado. Los presidentes pueden usarlo o no, lo que no pueden personalizar es que exista o no el aparato.
Por la seguridad nacional
Cuenta una anécdota: uno de los directores de la CIA se quejaba de que durante el tiempo de su gestión, el presidente Bill Clinton lo recibió sólo dos veces, y no para temas exclusivos de la Agencia. 
Un día, una avioneta que fue robada en los alrededores de Washington cayó en la Casa Blanca. Y el director de la CIA dijo: “Era yo buscando audiencia”. 
“Es una cosa muy personalizada. Pero era imposible pensar que Clinton hubiera desaparecido a la CIA. México necesita una cosa así, urgentemente, una inteligencia para la seguridad nacional”, subraya.
–Si se crea una entidad en la Presidencia,­ ¿dónde quedarían las otras inteligencias, las que hacen la PGR, los militares, los gobernadores?
–Creo que el decreto de Peña que creó el Sistema Nacional de Inteligencia es muy bueno. Casi no le modificaría nada. Pero que quede en Presidencia y le pongan el nombre que se quiera. Puede ser una dirección de inteligencia que haría una función que no se ha atendido en México, que es la de preparar las necesidades de inteligencia del presidente. 
“Se hace un programa anual y se le dice al presidente: ‘¿Usted está de acuerdo con que éstas son sus necesidades de inteligencia?’ ‘No, eso a mí no me importa’, puede decir. 
“Pero el encargado de esa oficina puede seguirla institucionalmente, aunque al presidente no le importe. El presidente fija sus necesidades. Eso es fundamental, al margen de que el director o jefe de inteligencia tenga su propio plan de búsqueda y lo reparta entre las instituciones. Incluso puede hacer la misma petición a diferentes dependencias para cruzar información.”
Señala que los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos evidenciaron el desorden que había en ese país en la materia, y recuerda que el exembajador de Estados Unidos en México John Dimitri Negroponte fue el primer encargado de la Dirección de Inteligencia, que desde entonces depende del presidente.
Una oficial de inteligencia en manos del presidente es lo que la ortodoxia indica, asegura. “Que le llamen como quieran, pero que la hagan, aprovechando lo que ya existe. Hoy en la Presidencia de la República está el secretario técnico del gabinete de Seguridad Nacional. Tiene presupuesto, gente calificada, edificios. Pero, sobre todo, inteligencia”. 
–¿Todos le reportarían a ese director de inteligencia de la Presidencia?
–El director mete todo en una especie de digestor de inteligencia y le dice al presidente lo que está pasando, incluso si algún secretario está en desacuerdo. Puede ser un aparato chiquito. Si me dijeran: “Tú te haces cargo, con 50 personas”, lo tendría listo, porque nada más estarían procesando información y emitiendo órdenes.
–Entonces, ¿por qué desde un principio no se propuso que el Cisen estuviera en la Presidencia?
–Porque estaba muy verde todo. Aquí estuvo la discusión con Gutiérrez Barrios, quien insistió en que se quedara en Gobernación, pero muy limitado.
–Aún no hay claridad en lo que va a hacer el próximo gobierno…
–El nuevo centro, o como le quieran llamar, requiere de una persona no sólo conocedora de la materia, sino con una experiencia y conocimiento administrativo muy grandes, porque todo hay que reacomodarlo. Incluso sacar mucha gente que no da para los requerimientos actuales. 
–¿Qué hacer con la inteligencia militar?
–No sólo la militar. La propia PGR y los gobernadores. Todo mundo busca lo que quiere y hace con los resultados lo que quiere. 
–¿Cómo meterlos al orden?
–Va a costar mucho trabajo, pero se tiene que pensar en el interés nacional, no en el de un grupo político en particular. El interés nacional pasa por saber lo que está sucediendo en el mundo y cómo nos afecta. Hoy es absurdo lo que pasa. En Estados Unidos, por ejemplo, existen unos ocho agregados en el extranjero. Pero se dedican a vigilar a las comunidades mexicanas. En Europa, los agregados se quejan de que no tienen oficina, pero, sobre todo, carecen de instrucciones. 
“El presidente necesita información para la toma de decisiones, y que no se produzcan absurdos como la expulsión del embajador de Corea del Norte para quedar bien con Donald Trump o no sé con quién. 
“Ahora con lo que está pasando en Nicaragua y Venezuela, la salida de los hermanos Castro en Cuba o la situación en Honduras y El Salvador e incluso Guatemala, México debería tener un concepto de inteligencia para la seguridad nacional en relación con el Caribe y Centroamérica. Pero nadie lo está estudiando y el presidente, sencillamente, está desinformado.”­
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El Cisen: Inteligencia de Estado... que no fue/ERUBIEL TIRADO, coordinador del Programa Seguridad Nacional y Democracia en México de la UIA.
Proceso...
“¿Qué le pasaría a México si hoy desapareciera el Cisen?”, y la respuesta
(a Jorge Carpizo, secretario de Gobernación en 1994) fue:
“Nada… se ahorrarían varios millones de pesos…, pero al día siguiente
tendríamos que crear su sustituto”.  Jorge Tello Peón, director del Cisen en el periodo 1994-1999.
En el principio… fue necesidad de Estado. El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) fue la respuesta necesaria para apartarse de tajo de la corrupción y la gobernanza criminal que entre 1947 y 1985 reinó en el país dejando una estela de asesinatos, desaparecidos y de prácticas represivas con una subcultura de cooperación de cañerías con otros organismos civiles y militares de aquí y de Estados Unidos. El origen del Cisen fue un parteaguas (tardío) de la modernidad política del sistema político mexicano. Nace apartándose de la degradación de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que desaparece en 1985 como resultado de su descomposición como policía política (dis)funcional, al servicio del presidente y/o del secretario de Gobernación en turno… Luego de un periodo de transición (1985-1989) nace el Cisen con la aspiración legítima de conformar un servicio civil de inteligencia que sirviera a los intereses del Estado mexicano (ver artículo de Jorge Carrillo Olea, La Jornada, 23 de febrero de 2018).
Ascenso de la inteligencia… y caída por oportunismo e ignorancia. Para efectos de análisis aproximado, la vida del Cisen puede dividirse en dos grandes periodos. El inicial (1989-2000), que procura una profesionalización del servicio de inteligencia civil con un marco regulatorio basado en las decisiones y la confianza discrecional del presidente en turno. Aunque, hay que decirlo, no dejó del todo prácticas de colaboración en la represión selectiva del régimen, cierta militarización del organismo o el vaivén de la cooperación, con resultados satisfactorios en términos generales, con Estados Unidos.
Y un segundo periodo comprendería a las alternancias políticas (2000-2018), PRI-PAN-PRI-(¿Morena?), donde se consolidan 1) la cultura de una burocracia privilegiada y advenediza que transa con facciones estructurales sobrevivientes del sistema autoritario. El primer pacto fue el de un grupo del gabinete presidencial foxista (liderado por Santiago Creel) para detener los reclamos por conocer el uso político del espionaje en México. Pugna en la que el entonces presidente Fox no fue el fiel de la balanza y terminó siendo rehén de los intereses de un viejo régimen que había prometido eliminar (riesgo que enfrenta ya el virtual nuevo gobierno); y 2) el secuestro del centro por inercias deformantes, con lo que se vuelve a prácticas policiales con el pretexto de la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico (sometiéndose a directrices norteamericanas), borrando de plano así las delgadas líneas de la inteligencia y las capacidades operativas. Todo ello sin perder costumbres de espionaje que, de plano, se exacerbaron al grado de mostrarse en forma cínica aun antes del inicio del proceso electoral (2017-2018).
Oportunidad perdida. La paradoja en el segundo periodo es el intento de fortalecer el diseño legal del centro con su degradación política irreversible. Con un retraso considerable de entre 15 y 20 años, hubo un marco normativo (entre 2005 y 2017) que traza líneas para implementar políticas de inteligencia y seguridad nacionales. A la Ley de Seguridad Nacional (LSN) –que sólo aludía al papel del Cisen y no a los demás órganos del Estado que realizan inteligencia civil y militar–, siguieron los diagnósticos y las definiciones estratégicas y, por primera vez, los programas en materia de seguridad nacional en el sexenio pasado y el actual. El brillo del papel de las definiciones y metodologías ambiciosas contrastan con el deterioro del Cisen: devino un ente burocrático policial con algunas funciones políticas y sometido a las influencias militares cuyo sector terminó desplazándolo del núcleo desde donde el centro (así se aspiraba), definiría y coordinaría los esfuerzos de la inteligencia estratégica, con un enfoque integral y de Estado.
Secrecía antidemocrática y espionaje. La utilidad del Cisen se desprende de los hechos documentados, las complicidades de políticas (como la de un ministro de la Suprema Corte que fuera su director) y los silencios institucionales junto con las omisiones del deber ser del centro. En cuanto a diseño institucional, no avanzó en términos de transparencia y rendición de cuentas según se practica en democracias liberales. El conocimiento público y abierto del contenido de la agenda de amenazas y riesgos, que elabora el Cisen con carácter confidencial, mostraría la calidad del análisis y si las prioridades guardan congruencia con el interés nacional y las preocupaciones sociales. Hay deficiencia u omisiones en el llamado análisis estratégico con poca utilidad. Por ejemplo, el escenario catastrofista pintado durante la campaña presidencial de 2000, si ganaba Fox; o, el evidente desdén analítico como eventual amenaza a nuestra seguridad nacional que significaba el ascenso presidencial de Donald Trump.
No sería sólo por el espionaje (y revanchismo) político por lo que desaparecería el Cisen, como reclama un exdirector del centro (Milenio, 18 de julio de 2018). Debe reconocerse que, por ese mismo hecho, no sólo habría que extirpar al organismo de la administración pública, por traicionar su origen, sino también porque habría que castigar penalmente a aquellos directores, funcionarios y empleados del centro que han realizado prácticas que nada tienen que ver con un Estado democrático de derecho. Los casos recientes de espionaje político serían suficientes para llevar a la caída de un gobierno y el enjuiciamiento de funcionarios civiles y oficiales militares de primer nivel. El Cisen no sólo no hizo nada para prevenir esta situación, sino que, entre otras situaciones deleznables, fue partícipe de una peculiar “compra consolidada” de software para espiar (The New York Times, 19 de junio de 2017).
Canto del “cisne” y la “nueva” inteligencia. La inteligencia estratégica del Cisen es prácticamente inexistente. Su utilidad, hoy por hoy, es política. Lejos está de ser, y ya no lo será, el ente rector de la inteligencia nacional y civil del Estado mexicano. Calderón y Peña Nieto, cada uno a su modo, prohijaron el desplazamiento de la importancia del centro fortaleciendo visiones de sectores duros de la defensa que aprovecharon la crisis de seguridad para ganar influencia, prerrogativas y privilegios en detrimento del poder civil. Visiones coronadas con la aprobación inconstitucional de la LSI a fines de 2017 y que, en estricto rigor, debiera derogarse y abrir un debate serio. A esto hay que añadir la superposición paralela, sin marco legal y menos con contrapesos de control, de los llamados centros de fusión de inteligencia impulsados por Peña Nieto. Son cinco centros regionales y uno nacional. Los regionales se encuentran instalados dentro de campos militares, para más señas.
El gobierno en ciernes, si ha tomado la decisión de expedir el acta de defunción a un Cisen inoperante, bien haría en estudiar el cuadro de deterioro de la inteligencia nacional a efecto de tomar, de modo integral, las riendas del país con un cerebro civil que funcione de modo eficaz, transparente y a la altura de los valores democráticos que se expresaron el domingo 1 de julio, sin caer en el chantaje de los tecnócratas de la seguridad que están en la defensa, en las instituciones civiles de seguridad y las consultorías disfrazadas de centros de pensamiento de las universidades (muchas de ellas privadas, que fungen como refugio intelectual de militares retirados y exfuncionarios del centro) y asociaciones civiles. Hay que recordar lo que alguna vez dijera su fundador, en la víspera del vigésimo aniversario del centro en 2009, “México debería haber tenido un Cisen desde hace 50 o 60 años. Antigüedad nos falta, y con ella, madurez…”.
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Prevén en Cisen una depuración
Funcionarios del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) fueron advertidos sobre una posible depuración y un recorte a partir de diciembre. Foto: Especial
Nota de Benito Jiménez/
Reforma, Cd. de México (29 julio 2018).- Funcionarios del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) fueron advertidos sobre una posible depuración y un recorte a partir de diciembre.
El virtual Presidente electo Andrés Manuel López Obrador proyecta reagrupar el Cisen y colocarlo bajo las órdenes de la futura Secretaría de Seguridad Pública (SSP), que encabezará Alfonso Durazo.
Actualmente, el órgano de inteligencia cuenta con unos 3 mil funcionarios, todos de confianza, indicaron fuentes de la Secretaría de Gobernación.
Mandos del Cisen aseguraron que todos los funcionarios del organismo están "blindados" en cuanto a disciplina y lealtad, pues se les practican exámenes de control y confianza dos veces al año, lo que no sucede en ninguna otra dependencia federal.
No obstante, directivos advirtieron cambios en el organigrama que implicaran despidos.
Los elementos del Cisen están dedicados actualmente a cinco tópicos en materia de seguridad nacional.
Uno de ellos es el de gobernabilidad democrática, que se basa en el monitoreo de lo que realizan los Gobernadores y otros funcionarios estatales en materia política y de seguridad y política para garantizar la estabilidad.
Otros se refieren a antiterrorismo y contrainteligencia; detección de operaciones del crimen organizado; enlaces internacionales, y la seguridad en aeropuertos de importancia.
Entre el 1 de diciembre de 2006 y junio de 2017, el Cisen presentó al Poder Judicial de la Federación 3 mil 607 solicitudes de intervención telefónica, de las cuales los jueces sólo rechazaron 79. El contenido de las intervenciones es un material reservado por 12 años.
Las tareas de los funcionarios del Cisen incluyen el envío de reportes al centro de operaciones.
El Cisen tiene reservado el número de su personal, la tecnología que utiliza, su directorio y su estructura, el detalle de sus instalaciones y las contrataciones que realiza.
"Una de las labores principales del Cisen es operar tareas de inteligencia, y en el ejercicio de esta labor este (órgano) desconcentrado goza de plena autonomía técnica, por lo que podrá hacer uso de cualquier método de recolección de información, siempre y cuando no se afecten los derechos humanos", indicó en respuesta a una solicitud de información.
A la espera
Eugenio Imaz, director del Cisen, ya habló con su personal y pidió tranquilidad mientras no se tomen decisiones definitivas respecto al futuro de ese cuerpo, que presume de contener y disuadir riesgos a la seguridad nacional.
López Obrador aseguró en campaña que lleva 40 años de ser el principal cliente del espionaje que se opera desde la Secretaría de Gobernación.
"Ahora que voy a triunfar una de las primeras cosas que voy a hacer, eso si por curiosidad social, curiosidad académica, como investigador que soy, quiero ir a ver mi expediente ahí en el Cisen y le voy a sacar una copia, porque es un documento histórico", sostuvo como candidato.
En las pasadas elecciones el Cisen reconoció que realizó labor de campo relacionada con los candidatos a la Presidencia y a las gubernaturas. La recopilación de esa información también es materia de reserva.
Lo que es un hecho es que directivos del Cisen ya recomendaron a sus elementos adelantar pagos e hipotecas, para evitar una carga de deudas, en caso de despidos. 

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