¡mas tú no
me dijiste que mayo
fuese eterno!...Amado Nervo, In Memoriam, a 150 años de su nacimiento...
Hoy dejaré una flor y leeré un poema enfrente a su busto en la Plaza Machado en Mazatlán, y luego me beberé un tinto en su memoria...; 21 horas
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¿Quién fue Nervo?
No requiere presentación sólo decir que nació el 27 de agosto de 1870 en Tepic, lugar donde vivió su niñez y adolescencia, después se vio obligado a emigrar para estudiar en Jacona y Zamora. Ahí en un seminario, aprende gramática, latín, literatura y se adentra a la lectura de los clásicos de la literatura universal; además estudia Teología pero interrumpe sus estudios para regresar a su patria chica y hacerse cargo de la familia, entonces solicita de sus superiores las órdenes menores, pero éstas no se las conceden para su fortuna, se aborta la posibilidad de ser cura y quizá haber ido a estudiar a Roma como muchos de sus compañeros.
En 1892 las cosas cambian...
Decide probar suerte en el puerto de Mazatlán, Sinaloa, donde fue contratado como reportero y cronista en El Correo de la Tarde. Por aquel tiempo el mejor periódico del noroeste. Aprovechó el tiempo para explorar su habilidad como escritor en verso y prosa, y desde ahí realizó adelantos de sus dos poemarios iniciales: "Perlas Negras" y "Místicas" que publicó años después.
Dice Ernesto Hernández Norzagaray que una de las cosas más importantes que hizo Nervo en Mazatlán fue haber fincado las bases de un nuevo periodismo, que definió las nuevas formas de hacer ese oficio en el siglo 20.
En efecto, en todos lados se habla del Nervo poeta y sólo en este puerto se ha reivindicado la figura de Nervo periodista.
En El Correo publicó 69 crónicas, dos gacetillas y 13 cuentos en la columna "Lunes de Mazatlán" bajo el seudónimo de Román o el Conde Juan; y fue desde ahí donde sigue y admira a los precursores modernistas como Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío, incluso a este último le dedicó un artículo publicado el 26 de marzo de 1994, donde lo describe con un éxtasis cariñoso: "Oh, amigo Rubén Darío, soñador perenne de mil bellas mentiras; tú que posees esa mágica paleta que tiene tan vivos colores...".
En octubre de 1894, el vate abandona el puerto de Mazatlán, pasa por Tepic y de ahí parte a la Ciudad de México; más tarde, en 1900 es enviado a París como corresponsal de El Imparcial para cubrir la Exposición Universal, ahí conoce al poeta nicaragüense Rubén Darío que había sido enviado por el diario La Nación de Buenos Aires. Ambos se convierten en amigos entrañables e incluso comparten durante casi un año una casa en París: Faubourg 29, en Montmartre.
Más tarde regresa a Europa, pero ya como funcionario del servicio exterior, y permanece muchos años; durante ese tiempo publica poemarios, novelas cortas y compilaciones de prosa y ensayos, y promueve la aparición de obras mexicanas en España y de autores peninsulares en México; en suma, fue un hombre puente entre México y España.
La Amada Inmóvil
En 1912 muere la francesa Ana Cecilia Dailliez, a quien conoció en 1901 y sería su compañera, su amor secreto con la que viajaría y vivirían juntos 11 años, pero en lo oscurito. Era su amada de clóset: "mi ingenuo secreto de tantos años", como le llamó.
¡El golpe fue durísimo!
Y desde que la estaba velando escribe el más grande poemario en elegía que se ha escrito a una difunta: "La Amada Inmóvil" que terminaría meses después, fue publicado póstumamente en 1922, gracias a Alfonso Reyes.
"Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!".
Este poema lo grabó el sacerdote José Mojica con música compuesta especialmente para él por el veracruzano Mario Talavera en la película "La cruz y la Espada", filmada a mediados de la década del treinta. Jorge Negrete la cantó en la película "Tal para cual" estrenada en 1952.
El regreso a México y su partida al cono sur, su encuentro con la muerte.
Atendiendo el llamado del secretario de Relaciones Exteriores, el nayarita se entrevista con el presidente Venustiano Carranza, quien le pide asuma el cargo de ministro plenipotenciario de Argentina, Uruguay y Paraguay; Nervo tenía en esa parte del mundo grandes amigos en la política y se requería su apoyo para el gobierno constitucionalista.
En noviembre de 1918 Amado emprende su largo viaje que no fue fácil, sobre todo a los problemas de la primera guerra mundial; también rondaba una pandemia -gripe española-, como la de hoy que amenazaba al mundo.
Llegó a aquellos lugares a finales de febrero de 1919 con el único propósito de defender la doctrina Carranza, ante las amenazas del "acoso estadounidense a la Revolución".
En los primeros días de mayo de 1919 llega a Montevideo a presentar cartas credenciales, su enfermedad crónica se ve agravada. Aun así, da muchas entrevistas periodística y frecuentes homenajes de escritores, y mientras presidía un Congreso tuvo que retirarse por una crisis de uremia, ya no se levantaría jamás; el día 20 escribe su última carta dirigida una dama de nombre Carmen de la Serna -tía del Che-, donde le dice "sólo usted me falta, pero usted está en mi alma...".
Y dos días antes de morir pide la visita de un sacerdote para que lo confiese, ese encuentro espiritual lo hizo feliz.
La muerte llegó la mañana del 24 de mayo en una habitación del Parque Hotel de Montevideo.
Hay un dato curioso, que le ocurrió. El cuarto de su habitación estaba en semi penumbra había varias personas en la habitación, y el diplomático mexicano pidió como último deseo que abrieran la ventana porque quería ver el sol antes de morir, pero lamentablemente el día estaba nublado, eran antes de las 8 horas.
Minutos después sufrió un síncope, y volvió en sí y el doctor Belaúnde puso en sus manos un crucifijo lo estrechó amorosamente contra su corazón y musitó: "-¡Señor!, ¡Señor! Yo no quiero morir sin ver el sol... Gracias, gracias... Señor, ya sé que estoy muerto...".
ntonces como algo mágico el sol entró, por la ventana abierta, en un torrente de luz y la mañana se volvió cristalina como un diamante. Eran las nueve con 37 minutos de ese sábado 24 de mayo de 1919...
¡El deceso conmovió al pueblo de ese país!
El gobierno de Uruguay le otorgó grandes honores y su cuerpo fue velado en la Universidad Nacional bajo las banderas de México y aquel país hermano; ambas Cámaras constituidas en Asamblea General, sesionaron en su honor; el pueblo acudió por miles desfilando frente al féretro y el Presidente de la República de Uruguay con sus Ministros en pleno, acudieron para hacer una guardia al Bardo Nayarita...
¡Increíble!
El féretro de Nervo quedó provisionalmente depositado en la cripta que guarda los restos de los próceres uruguayos durante 4 meses después es trasladado a México.
Fue todo un acontecimiento, para un guion de un filme hollywoodense.
¡Nunca se ha dado un cortejo fúnebre tan impresionante!
Fue sepultado por fin el 14 de noviembre de 1919 en la Rotonda de las Personas Ilustres, dicen que acudieron más de 300 mil personas, el féretro fue donado por el pueblo de Uruguay.
Cuando murió hubo varios poemas que se le dedicaron, Juana de Ibarbouru, la uruguaya distinguida como Juana de América, escribió:
"Dulce hermana Agua, anda a acompañarlo;
buen hermano viento, vete a hablar con él...
Habladle del campo, del cielo y del trigo;
llevadle noticias de fuentes y estrellas.
¡Era tan amigo de las cosas bellas!...".
Pero fue el mismo Nervo quien escribió su mejor epitafio:
"...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno,
¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol (de Mazatlán) acarició mi faz.
Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!".
PD. Sabemos que Nervo quiso regresar a Tepic y de paso visitar Mazatlán, ya no le dio tiempo. Sólo decir que en Mazatlán vio Nervo junto con su hermano "el rayo verde que trae ventura".. En estos días de pandemia lo he visto casi a diario, incluso se ha dejado fotografiar –anexo-, sirva esto para que cuando regresen los turistas vayan y admiren el atardecer donde verán a la puesta del sol un rayo verde el mismo que vio Nervo y su hermano a finales del siglo XIX.
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