Para los que aplauden.../Carmen Aristegui F.
Publicado en Reforma, 06-Nov-2009;
...a Mauricio Fernández, alcalde de San Pedro Garza García.
La existencia de grupos paramilitares, escuadrones de la muerte o cuerpos de limpieza social no es un fenómeno nuevo. La historia ha registrado muchos casos en donde autoridades rebasadas, grupos de poder, potentados e incluso gobiernos extranjeros han financiado, entrenado y suministrado armamento a diversos grupos que realizan actividades conducentes a eliminar físicamente a quienes se consideran lacras, entes nocivos o adversarios a quienes no pueden derrotar por las vías legales. Los individuos que conforman estos grupos son mercenarios que realizan actividades desde una siniestra clandestinidad, que cuenta con la anuencia o el patrocinio de las propias autoridades.
México vive el revuelo provocado por el alcalde del municipio de San Pedro Garza García, quien en su discurso inaugural anticipó la muerte de un capo que aparecería horas más tarde junto con otros tres ejecutados dentro de una camioneta, con placas de Nuevo León, en plena capital del país. Lo que dijo ni es una coincidencia, como afirmó después, ni es una declaración cualquiera. Tampoco se puede tomar como una muestra de folclor. Lo dicho por Mauricio fue la vanagloria de su propio discurso y, probablemente, de su propia actuación. Por lo pronto, el asunto amerita de inmediato una investigación ministerial. El alcalde no deja lugar a las interpretaciones. Está claro que ha decidido convertirse en una autoridad supralegal. Presume, incluso, de ello: "Les anuncio que me voy a tomar atribuciones que no tengo porque vamos a agarrar al toro por los cuernos... quiero dejar además claro que en el tema del narco, los confrontaremos frontalmente... no vamos a necesitar ni al (gobierno) estatal ni al federal, directamente le vamos a entrar... hay grupos de inteligencia que me reportan directamente a mí... grupos de trabajo rudo, que yo le llamo, como tipo de limpieza, que serán responsables de convencer, como sea necesario, a estos grupos criminales que aquí no tienen cabida".
"No especulen", dice Gómez Mont. ¿Cuál especulación? Más claro ni el agua. Si de lo que se trata es de eliminar a los narcos, secuestradores y delincuentes por la vía rápida, de un plomazo y ya, y bajo la lógica de "muerto el perro, se acabó la rabia", ¿por qué no nos deshacemos, de una vez, de los niños de la calle? ¿De los opositores que no nos dejan en paz? ¿De los disidentes? ¿Del competidor? Si se trata de dejar de "hacerse güeyes", tomar al toro por los cuernos y asumirse como autoridad moral y justiciera, por qué no limpiar, de una vez, lo que desentona, lo que ensucia, lo que suena diferente.
Esto se escribe el miércoles al mediodía. Quisiera pensar que el viernes que se lea, el PAN ya haya pensado mejor sus declaraciones. Es un imperativo que este partido se pronuncie, y ahora también el PRI si se confirma que el gobernador también sabía, con mucha claridad en contra de estas declaraciones y que deslinde su postura de la de su alcalde. El PAN no puede seguir balbuceando declaraciones de banqueta. Tiene que decir en voz alta que la ley y la civilización rechazan el exterminio como vía. Es tan grave el asunto que el primer panista, Felipe Calderón, tendría que pronunciarse al respecto.
La élite política, los intelectuales, los periodistas, la sociedad en su conjunto debe repasar -frente a lo que estamos viendo y a la tentación de aplaudirle a un bronco como éste- lo que ha significado la existencia de estos grupos "de inteligencia", rudos, de limpieza, de la muerte, que han marcado a países enteros: en México, los Halcones o la Brigada Blanca en tiempos de la Guerra Sucia; en Chiapas, los paramilitares cuya presencia produjo hechos como la matanza de Acteal; en El Salvador con los asesinos de D'Aubuisson a fines de los setenta; los "paras" en Colombia financiados para combatir a la guerrilla y a los secuestradores. En Guatemala, Uruguay, Argentina y muchos otros países se desarrollaron estrategias para derrotar movimientos sociales. Eran los tiempos de las dictaduras. Cada unidad militar del Ejército y de la policía tenía bajo su cargo al menos un escuadrón que tomaba información de los organismos militares y ejecutaba acciones de asesinato, secuestro, extorsión, amenazas y todo tipo de delitos en contra de personas registradas como guerrilleros, sospechosos de apoyar la lucha contra el gobierno o simplemente denunciadas como tales por terceros interesados en causarles daños. ¿En eso está pensando Mauricio? ¿Eso lo puede avalar el PAN?
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