7 nov 2009

No al grupo "limpieza"

Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
¿Por qué no al “grupo de limpieza”?
Excelsior, 6 de noviembre de 2009
Cuando la policía no podía derrotar a la delincuencia, el comisionado Gordon prendía un enorme reflector que proyectaba la forma de un murciélago. En el cielo de Ciudad Gótica aparecía la Batiseñal. En ese momento, Bruno Díaz se dirigía a la Baticueva y se transformaba en Batman. Se subía al Batimóvil y salía a combatir a terribles villanos como El Guasón, El Pingüino, El Acertijo y la guapísima Gatúbela. Le costaba un trabajo endemoniado pero, con la ayuda de su mayordomo Alfredo y de Robin, El joven maravilla, el superhéroe ganaba las batallas en contra de los enemigos de la sociedad.

Se trata, por supuesto, del exitoso cómic creado por Bob Kane, que se convirtió en programa de televisión y en películas taquilleras. Pura ficción. Desgraciadamente hay gente que cree que es posible combatir así a la criminalidad. Ahí está, por ejemplo, el alcalde de San Pedro Garza García quien anunció la creación de un grupo de limpieza para acabar con la delincuencia en su municipio. Mauricio Fernández admitió que, de ser necesario, operaría al margen de la ley. Al parecer, su estrategia ya comenzó porque, al tomar posesión, el edil anunció la muerte de uno de los capos del crimen organizado en su demarcación, El NegroSaldaña, y tres de sus cómplices. Horas más tarde aparecerían sus cadáveres en el Distrito Federal.
Muchísima gente aplaudió la estrategia de Fernández . Ya están hartos de la falta de resultados de las instituciones gubernamentales encargadas de proveer seguridad. Si la policía no puede, pues que Mauricio llame al grupo de limpieza, como lo hacía Gordon con Batman.
Pero la realidad no es tan sencilla como las historietas cómicas. En el mundo real, los supuestos héroes justicieros suelen enloquecer por el poder que acumulan. Comienzan matando a los malos. Se van envalentonando porque nadie les pide cuentas. Al contrario, los aplauden. Este poder los comienza a marear. Sienten, entonces, que tienen licencia para matar a cualquier otro ciudadano incómodo: políticos opositores, periodistas preguntones y hasta a las novias infieles. Total, ellos pueden matar con toda impunidad. ¿Quién los para? ¿Quién los controla?
En una siguiente etapa, ellos mismos se convierten en el crimen organizado. Han aniquilado a secuestradores, extorsionadores y narcotraficantes. El territorio está libre y el negocio es muy rentable. Empiezan cobrando un dinerito por acá, otro por allá. Les gusta. Se engolosinan. Cada vez quieren más. Y en San Pedro Garza García hay mucho. El alcalde ya no los controla. De hecho, si se pone rejego, igual y lo despachan al otro mundo. Se convierten, así, en el poder real de la zona.
Entonces llega un nuevo alcalde que promete eliminar al grupo de limpieza. En el colmo, puede estar tentado a crear otro grupo de limpieza. Una sociedad que, para resolver la inseguridad, acaba creando a los criminales del futuro. Porque así es la condición humana: los héroes vengativos enloquecen de poder y se convierten en villanos futuros.
Por eso, lo mejor para una sociedad es crear instituciones fuertes para combatir al crimen organizado. Instituciones formales con protocolos y reglas, respetuosas de los derechos humanos y controladas por los funcionarios democráticamente elegidos que son responsables frente a la ciudadanía. Se trata, por supuesto, de una solución compleja y tardada que a muchos desespera. Pero no hay de otra. Porque lo otro, eso de crear heroicos grupos de limpieza es pura fantasía que, de llevarse irresponsablemente a la realidad, acaba profundizando el problema de la inseguridad.

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