La
Iglesia Católica es confiable, dice don felipe arizmendi
La segunda institución más valorada por los
mexicanos+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Es muy interesante un estudio hecho por una reconocida empresa dedicada a hacer encuestas a la población. Preguntó qué grado de confianza se tiene a quince instituciones nacionales, con una calificación de 0 a 10. Estos son los resultados: Universidades, 7.8; Iglesia, 7.6; Ejército, 7.5; Comisión Nacional de Derechos Humanos, 7.5; Medios de comunicación, 7.2; Suprema Corte de Justicia de la Nación, 6.9; Empresarios, 6.8; Instituto Federal Electoral, 6.7; Bancos, 6.7; Presidencia de la República, 6.6; Sindicatos, Senadores y Partidos Políticos, 6; Policía, 5.9; Diputados, 5.9. Ninguna llega a la calificación de 8, quizá por la extendida actitud de desconfiar de todo lo institucional, o porque nuestros hechos generan rechazo.
En el año 2008, la Iglesia ocupaba el primer lugar de confianza. Hemos bajado por la pederastia clerical y por otras deficiencias. Sin embargo, a pesar de todo, la mayoría de la gente confía en nosotros, pues el término Iglesia en la encuesta se refiere prioritariamente a la Católica, aunque no descartamos a las otras denominaciones. La mayoría de los indígenas, campesinos, pobres, enfermos, migrantes, no letrados, marginados, bastantes universitarios, profesionales y empresarios acuden a nosotros; nos confían sus problemas y esperan les demos no tanto una ayuda económica, sino una palabra de consuelo, una orientación para su vida; muchos acuden al sacramento de la reconciliación, para encontrar el perdón de sus pecados y la paz interior. La mayoría de los políticos, sobre todo en tiempos electorales, solicitan entrevistas con nosotros. Esto no es motivo para vanagloriarnos, sino para tener confianza en nosotros mismos y esforzarnos por ser más fieles a nuestra identidad y misión al servicio de la comunidad.
CRITERIOS
Jesucristo advertía a sus oyentes que atendieran
los consejos de escribas y fariseos, pero que no imitaran sus obras, porque no
eran coherentes con lo que predicaban (cf Mt 23,2-3). Es decir, hay que fijarse
en la Palabra de Dios, que debe predicar la Iglesia, no tanto en lo que hacemos
obispos, sacerdotes y demás fieles, pues no siempre nuestros actos corresponden
a la fe que decimos profesar.
El Papa Benedicto XVI, recordando el inicio del
Concilio Vaticano II, dijo: “Hace 50 años estábamos seguros de que debía
venir una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, con nueva
presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio. También hoy estamos
felices, llevamos alegría en nuestro corazón pero con una alegría quizá más
sobria, una alegría humilde. En estos cincuenta años hemos aprendido y
experimentado que el pecado original existe y se traduce siempre y de nuevo en
pecados personales que pueden incluso convertirse en estructuras de pecado.
Hemos visto que, en el campo del Señor, hay cada
vez más cizaña; hemos visto que en la red de Pedro hay también peces malos;
hemos visto que la fragilidad humana está presente también en la Iglesia, que
la nave de la Iglesia está navegando también con viento contrario, con
tempestades que amenazan la nave y algunas veces hemos pensado: el Señor duerme
y nos ha olvidado. Esta es una parte de la experiencia hecha en estos 50 años.
Hemos tenido también nueva experiencia de la presencia del Señor, de su bondad,
de su fuerza: el fuego del Espíritu Santo. El fuego de Cristo no es un fuego devorador
ni destructivo; es un fuego silencioso, es una pequeña llama de bondad y de
verdad que transforma, da luz y calor.
Hemos visto que el Señor no nos olvida; hoy su modo
es humilde. El Señor está presente y da calor a los corazones, muestra vida, crea
carismas de bondad y de caridad que iluminan el mundo y son para nosotros
garantía de la bondad de Dios. ¡Sí, Cristo vive! Está con nosotros también hoy
y podemos ser felices también hoy porque su bondad no se ha apagado, y es
fuerte también hoy” (11-X-2012).
PROPUESTAS
Pidamos al Espíritu Santo que todos los creyentes
seamos más fieles al Evangelio. Revisemos con humildad nuestras fallas y
convirtámonos al Señor. Que no seamos piedras de tropiezo, sino puentes que
lleven a los demás hacia Cristo
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