El Papa elevó a los altares a Jacques Berthieu (1838-1896), sacerdote de la Compañía de Jesús y mártir; a Pedro Calungsod (1654-1672), laico catequista y mártir; a Giovanni Battista Piamarta, (1841-1913), sacerdote, fundador de la Congregación de la Sagrada Familia de Nazaret y humildes siervos del Señor; a Marianne Cope, (1838-1918), religiosa profesa de la Congregación de las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Syracus; a Anna Schäffer, (1882-1925), una laica; a María Carmen Sallés Y Barangueras (1848-1911), fundadora de la Congregación de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza; y a Kateri Tekakwitha, mujer laica.
Nuevos Santos:
1. Santa Kateri Tekakwitha, la primera “piel roja” de la historia en subir a los altares.
Naió en el actual estado de Nueva York, en 1656, hija de padre mohawk y de madre algonquina cristiana, quien le trasmitió la experiencia del Dios vivo. Fue bautizada a la edad de 20 años y, para escapar de la persecución, se refugió en la misión de san Francisco Javier, cerca de Montreal. Allí trabajó hasta que murió a los 24 años de edad, fiel a las tradiciones de su pueblo, pero renunciando a las convicciones religiosas del mismo.
Llevando una vida sencilla, Kateri permaneció fiel a su amor a Jesús, a su oración y a su Misa diaria. Su deseo más alto era conocer y hacer lo que agradaba a Dios.
El Papa señaló que el ejemplo de esta santa “impresiona por la acción de la gracia en su vida, carente de apoyos externos, y por la firmeza de una vocación tan particular para su cultura. En ella, fe y cultura se enriquecen recíprocamente”.
“Que su ejemplo nos ayude a vivir allá donde nos encontremos, sin renegar de lo que somos, amando a Jesús. Santa Kateri, protectora de Canadá y primera santa amerindia, te confiamos la renovación de la fe en los pueblos originarios y en toda América del Norte. Que Dios bendiga a los pueblos originarios”, dijo Benedicto XVI
2. Santa María del Carmelo Sallés y
Barangueras, la nueva santa española
Rligiosa nacida en
Vic, España, en 1848. Ella, viendo colmada su esperanza, después de muchos
avatares, al contemplar el progreso de la Congregación de Religiosas
Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, que había fundado en 1892, pudo
cantar junto a la Madre de Dios: “Su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación”.Su obra educativa, confiada a la Virgen Inmaculada, sigue dando abundantes frutos entre la juventud a través de la entrega generosa de sus hijas, que como ella se encomiendan al Dios que todo lo puede.
“Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti’. Con estas palabras, la liturgia nos invita a hacer nuestro este himno al Dios creador y providente, aceptando su plan en nuestras vidas”, dijo el Papa de esta nueva santa.
3. San Giovanni Battista Piamarta, Santo
italiano
Scerdote de la diócesis de Brescia, fue un gran apóstol de la caridad y de la
juventud. Percibía la exigencia de una presencia cultural y social del
catolicismo en el mundo moderno, por eso se dedicó a hacer progresar cristiana,
moral y profesionalmente a las nuevas generaciones con claras dosis de
humanidad y bondad. Animado por una confianza inquebrantable en la Divina
Providencia y por un profundo espíritu de sacrificio, afrontó dificultades y
fatigas para poner en práctica varias obras apostólicas, entre las cuales: el
Instituto de los artesanillos, la Editorial Queriniana, la Congregación
masculina de la Sagrada Familia de Nazaret y la Congregación de las Humildes
Siervas del Señor.El secreto de su intensa y laboriosa vida estaba en las largas horas que dedicaba a la oración. Cuando estaba abrumado por el trabajo, aumentaba el tiempo para el encuentro, de corazón a corazón, con el Señor. Prefería permanecer junto al Santísimo Sacramento, meditando la pasión, muerte y resurrección de Cristo, para retomar fuerzas espirituales y volver a lanzarse a la conquista del corazón de la gente, especialmente de los jóvenes, para llevarlos otra vez a las fuentes de la vida con nuevas iniciativas pastorales.
4. Santa Anna Schäffer, nueva santa alemana
Originaria de Alemania, quería
entrar en una congregación misionera. Nacida en una familia humilde, trabajó
como criada buscando ganar la dote necesaria y poder entrar así en el convento.
En este trabajo, tuvo un grave accidente, sufriendo quemaduras incurables en
los pies que la postraron en un lecho para el resto de sus días. Así, la
habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el
sufrimiento en servicio misionero.Al principio se rebeló contra su destino, pero enseguida, comprendió que su situación fue una llamada amorosa del Crucificado para que le siguiera. Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo.
“Que su apostolado de oración y de sufrimiento, de ofrenda y de expiación sea para los creyentes de su tierra un ejemplo luminoso. Que su intercesión intensifique la pastoral de los enfermos en cuidados paliativos, en su benéfico trabajo”, expresó Benedicto XVI.
5. San Jacques Berthieu, el último francés en
subir a los altares
Nacido en 1838 en Francia, fue desde muy
temprano un enamorado de Jesucristo. Durante su ministerio parroquial, deseó
ardientemente salvar a las almas. Al profesar como jesuita, quería recorrer el
mundo para la gloria de Dios. Pastor infatigable en la isla de Santa María y
después en Madagascar, luchó contra la injusticia, aliviando a los pobres y los
enfermos. Los malgaches lo consideraban como un sacerdote venido del cielo, y
decían: tú eres nuestro padre y madre. Él se hizo todo para todos, sacando de
la oración y el amor al Corazón de Jesús la fuerza humana y sacerdotal para
llegar hasta el martirio, en 1896. Murió diciendo: “Prefiero morir antes que
renunciar a mi fe”.“Queridos amigos, que la vida de este evangelizador sea un acicate y un modelo para los sacerdotes, para que sean hombres de Dios como él. Que su ejemplo ayude a los numerosos cristianos que hoy en día son perseguidos a causa de su fe. Que su intercesión, en este Año de la fe, sea fructuosa para Madagascar y el continente africano. Que Dios bendiga al pueblo malgache”, dijo el Papa.
6. San Pedro Calungsod, nuevo santo para
Filipinas
Pedro Calungsod nació alrededor del año 1654, en la región
de Bisayas en Filipinas. Su amor a Cristo lo impulsó a prepararse como
catequista con los misioneros jesuitas. En el año 1668, junto con otros jóvenes
catequistas, acompañó al P. Diego Luis de San Vítores a las Islas Marianas,
para evangelizar al pueblo Chamorro. La vida allí era dura y los misioneros
sufrieron la persecución a causa de la envidia y las calumnias.Pedro, sin embargo, mostró una gran fe y caridad y continuó catequizando a sus numerosos convertidos, dando testimonio de Cristo mediante una vida de pureza y dedicación al Evangelio. Por encima de todo estaba su deseo de salvar almas para Cristo, y esto le llevó a aceptar con resolución el martirio. Murió el 2 de abril de 1672. Algunos testigos cuentan que Pedro pudo haber escapado para ponerse a salvo, pero eligió permanecer al lado del P. Diego. El sacerdote le dio a Pedro la absolución antes de que él mismo fuera asesinado.
“Que el ejemplo y el testimonio valeroso de Pedro Calungsod inspire al querido pueblo filipino para anunciar con ardor el Reino y ganar almas para Dios”, agregó el Santo Padre.
7. Santa Mariana Cope: Alemania y EU comparten
santa
Nacida en 1838 en Heppenheim, (Alemania), fue
llevada a los EU con apenas un año de edad, y en 1862 entró en la
Tercera Orden Regular de san Francisco, en Siracusa, Nueva York. Más tarde, y
como superiora general de su congregación, Madre Mariana acogió gustosamente la
llamada a cuidar a los leprosos de Hawai, después de que muchos se hubieran
negado a ello.Con seis de sus hermanas de congregación, fue personalmente a dirigir el hospital en Oahu, fundando más tarde el hospital de Malulani en Maui y abriendo una casa para niñas de padres leprosos. Cinco años después aceptó la invitación a abrir una casa para mujeres y niñas en la isla de Molokai, encaminándose allí con valor y poniendo fin de hecho a su contacto con el mundo exterior.
Allí cuidó al P. Damián, entonces ya famoso por su heroico trabajo entre los leprosos, atendiéndolo mientras moría y continuando su trabajo entre los leprosos. En un tiempo en el que poco se podía hacer por aquellos que sufrían esta terrible enfermedad, Mariana Cope mostró un amor, valor y entusiasmo inmenso.
“Ella es un ejemplo luminoso y valioso de la mejor tradición de las hermanas enfermeras católicas y del espíritu de su amado san Francisco”, agregó.
“Estas palabras han constituido el programa de vida de los siete beatos que hoy la Iglesia inscribe solemnemente en el glorioso coro de los santos. Con valentía heroica gastaron su existencia en una total consagración a Dios y en un generoso servicio a los hermanos. Son hijos e hijas de la Iglesia, que escogieron una vida de servicio siguiendo al Señor”.
“Que el testimonio de los nuevos santos, de su vida generosamente ofrecida por amor de Cristo, hable hoy a toda la Iglesia, y su intercesión la fortalezca y la sostenga en su misión de anunciar el Evangelio al mundo entero”, concluyó Benedicto XVI.
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