Un tiempo de banda
ancha/Valentí Puig es escritor.
El
País | 19 de enero de 2013
Andamos
con gestos de Gangnam style intentado echarle el lazo a una crisis que siempre
nos va por delante al modo de la liebre en el canódromo. Con su pieza
audazmente gamberra y pegadiza, el surcoreano Psy supera los 1.000 millones de
visitas en Internet como indicativo espectacular de un mundo globalizado que
circula por la banda ancha y traslada ejes vitales a la pantalla del
smartphone.Si el pop coreano ha conquistado Estados Unidos, en un mundo plural
que se globaliza, la pérdida de arraigos se suma a los nuevos y viejos
conflictos para las masas virtuales, todos a punto para alguna ruptura
poshumana.
La
ejecución trepidante de Gangnam style no dice nada y lo significa todo. Es
decir, que cualquier cosa distrae y divierte, mejor cuando más pasajera y banal
sea. La inmadurez ataja transitoriamente los grandes miedos. Michael Sandel
recuerda aquellos tiempos en que las ansiedades del momento, después de los
años sesenta, estaban relacionadas con la erosión de las comunidades
intermedias situadas entre el individuo y la nación. Eso es: las familias y los
vecindarios, las ciudades pequeñas y los pueblos, las escuelas y las
congregaciones religiosas. Ahora estamos en el umbral de los megatemplos, en
las conexiones incontables del WhatsApp, en el peregrinar por los
hipermercados, los iconos de la lucha sumo o el retorno de los vampiros, la
indiscriminación entre cultura, cultura pop, cultura de masas y cultura
popular.
Por
eso uno se repliega sin saber hacia dónde y, teniendo la crisis en casa, se
deja llevar por los titulares de una geopolítica de la emoción: ayer fue la
plaza cairota de Tahrir, luego los cascotes de Damasco, al poco el estallido
social por la violación de una muchacha en India. Pasamos la noche de Fin de
Año frente a la televisión atentos al desliz de un escote o a un tupé. Fueron 12
uvas para nuevas formas de indiferencia y derrotismo.
Otra
geopolítica sigue en activo y mantiene dividida Corea, con un norte mísero y
sin libertad, junto a un sur próspero, una presidenta recién elegida en las
urnas y el gran Psy conquistando el mundo. Por una parte, identidades
difuminadas por los píxeles; de otra parte, el improbable esfuerzo por devenir
sociedades maduras, abiertas, seguras y evolutivas. Sin alternativas a la
democracia liberal, hay quien sigue queriendo echar el lazo a modelos utópicos,
a los centauros de la democracia iliberal y autoritaria, a los monstruos
indecibles que engendra el populismo. La música de fondo la pone Psy, a falta
de un sepelio wagneriano. Al fin y al cabo, la Novena Sinfonía de Beethoven
nunca ha tenido 1.000 millones de clics.
¿Eso
es un cambio de paradigma o una transición hacia no se sabe dónde? Con más de
cinco millones de parados, los telesillas de las pistas de esquí no daban
abasto estas Navidades. Y en los comedores de Cáritas, ciudadanos sin hogar se
quitaban un gorro de Papa Noel. Entre el optimismo racional y la inconsciencia,
a última hora decidimos cenar a lo grande para despedir un 2012 aciago. Los
potentes saltos danzarines de Psy alegraron la entrada en un 2013 de incógnitas
severas. Al mismo tiempo, vuelven las curvas femeninas y la desnutrición, los
coches descapotables y las carrocerías desconchadas, las cocteleras y las
marcas blancas, el pijama y el sin techado, las pajaritas a rayas y los puños
deshilachados, el cine risueño y el neorrealismo del sur. Hay como para
desconfiar de todo, comenzando por uno mismo.
Por
suerte, pronto veremos el Lincoln de Spielberg. El joven Lincoln temía no poder
hacer algo por lo que se le recordase. A saber en qué curso están matriculados
los estadistas del siglo XXI. Hace falta una política de banda ancha, magnánima
y clara. Sería bueno regresar a un sentido de la continuidad, al equilibrio
entre raíces y sociedad abierta. A inicios de un siglo inquietante, la
pasividad intelectual se asemeja a una patología. Persona y masa se contraponen
una vez más. Bajo las bóvedas populosas de la economía sumergida se forja, en
buena medida, la supervivencia de lo elemental. ¿Habrá que ponerle a Mario
Draghi una plaza de todas las capitales de la Unión Europea o acabaremos proscribiéndole?
A tientas y a ciegas, en busca de la fórmula que conjugue austeridad,
crecimiento y cohesión, la política se desfleca y desgasta. Unos Gobiernos más
o menos capean los temporales del porvenir; otros siguen endeudándose como en
los mejores tiempos pasados. Por las rutas del ciberespacio trenza sus pasos
alocados el hombre cibernauta y a la vez tribal de Gangnam style. Días
propicios a la amnesia, a la discontinuidad y al exorcismo. Psy sostiene el
acueducto entre dos siglos de heterogénea inmadurez. Sus 1.000 millones de
visitantes en YouTube nos contemplan.
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