Francisco presidirá el 23 de septiembre en Washington DC, la canonización del padre Junípero Serra, el franciscano y misionero español, original de Mallorca, que en 1700 fundó diferentes misiones católicas en la Alta California.
La ceremonia se llevará a cabo en la explanada que se encuentra frente al santuario nacional de la Inmaculada concepción.
En unos días habrá una Jornada de reflexión sobre Fray Junípero Serra, en el North American College en Roma.
La jornada será presidida por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, e introducida por el rector del colegio mons. James Checchio, contará con el testimonio de diferentes personalidades (como el padre Vincenzo Criscuolo, relator general de la Congregación de las causas de los santos, el arzobispo de Los Ángeles, mons. José H. Gómez, Guzmán Carriquiry, secretario encargado de la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, Carl Anderson, caballero supremo de los Caballeros de Colón). Vatican Insider, 04/21/2015
El nuevo santo Fray Junípero Serra y la verdadera identidad americana/ Guzmán Carriquiry Lecour, secretario encargado de la Vicepresidencia de la Pontificia Comisión para América Latina
Participó en la conferencia de prensa de la presentación del congreso que se llevará a cabo el próximo 2 de mayo en el Colegio Norteamericano de Roma sobre Fray Junípero Serra.
El texto para la conferencia de prensa de presentación del congreso del próximo 2 de mayo en el Colegio Norteamericano: estas son las razones por las que Francisco decidió canonizar al fraile evangelizador de los indígenas de California el próximo 23 de septiembre, durante su viaje a los Estados Unidos
Mucho antes de la llegada de los peregrinos del Mayflower y de la fundación de las 13 colonias del litoral atlántico, hubo una larga historia de presencia hispánica, católica y misionera en los Estados Unidos, que tuvo su primer momento con la fundación de San Agustín, en Florida, en 1565, el municipio más antiguo de los Estados Unidos con un asentamiento continuo. Esta presencia se desarrolló desde Florida y Luisiana, pasando por el Golfo de México, Texas y Santa Fe, hasta llegar al litoral pacífico. «Desgraciadamente –escribió el Presidente John Kennedy– son demasiados los americanos que creen que América fue descubierta en 1620... y se olvidan de la formidable aventura que tuvo lugar durante el siglo XVI y principios del XVII en el Sur y en el Sureste de los Estados Unidos».
Esta
oleada de exploraciones, de asentamientos y de primera evangelización, vivió
una época de ajustes en el siglo XVII, pero registró un fuerte ímpetu desde
finales de ese mismo siglo y durante el XVIII gracias a las misiones de la
Compañía de Jesús –se recuerdan las formidables “reducciones” de Paraguay, pero
se sabe muy poco sobre todo lo que se hizo en California. Después de la injusta
expulsión de los jesuitas de todos los territorios de los Imperios español y
portugués, fueron los franciscanos los que fundaron las misiones en California,
en donde fue admirable la acción de fray Junípero Serra, toda volcada hacia el
servicio de Dios y de sus hijos, los indígenas, abrazados por la caridad
evangélica.
De los 70 mil nativos
americanos que poblaban California, fueron alrededor de 7 mil los que
decidieron libremente vivir en las misiones franciscanas. Fray Junípero fue
para todos ellos un gran padre y protector, pues defendió siempre la dignidad
humana de los indígenas y, por el mismo motivo, entró en grandes conflictos con
todos los mandos militares españoles de la región. Les llevó el Evangelio, es
decir la más sublime autoconsciencia de ser criaturas de Dios, a su imagen y
semejanza, llamadas, mediante la catequesis y el bautismo, a ser hijos de Dios.
Los llamó «hijo» y siempre se ocupó de ellos como tales. Aprendió incluso su
lengua “pame” y la paladeaba cotidianamente. Los instruyó en el cultivo
agrícola, en la industria y en diferentes técnicas artesanales.
La eliminación de todas
las Órdenes religiosas del Imperio mexicano en 1822 provocó una secularización
y la gradual ruina de las comunidades misioneras, además de un daño enorme para
los indígenas. Pero
el golpe de gracia fueron la conquista del Oeste y la fiebre del oro en
California, que empujaron a los indios hacia tierras improductivas, hacia la
marginación, perseguidos y despreciados. Tratar a Fray Junípero como «criminal
racista», como algunos están tratando de hacer hoy en día, no es solo una enorme
estupidez sino también una calumnia infame que no soporta la menor
confrontación con la verdad histórica, con las investigaciones históricas más
serias ni con las importantes publicaciones sobre la vida y la obra de Fray
Junípero.
Las
gestas misioneras de Fray Junípero fueron contemporáneas del proceso de
unificación de las 13 colonias, de su Declaración de Independencia y de la
Constitución de los Estados Unidos de América. Hay que recordar, pues, que
reducir la historia de la fundación de los Estados Unidos al crecimiento, a la
unificación y a la expansión de las 13 colonias del litoral Atlántico es, sin
duda, parcial y, en cierto sentido, incluso ideológico. Se trata,
efectivamente, solo de una parte, una parte muy importante y muy hermosa, de una
historia que merece ser narrada en conjunto, con todos sus actores. Sin duda,
los prejuicios anti-católicos (¡en tiempos de guerra de religión!) y
anti-hispánicos (¡en tiempos de guerras por la hegemonía europea y mundial!)
explican esa falta de conocimiento. Y cuán arraigado siguen estando estos
prejuicios anti-hispánicos y anti-católicos como clave de lectura de la
realidad.
La
frontera como mito estadounidense, construido sobre los influyentes trabajos
del historiador Freferick Jackson Turner, y famosa por el género “western”,
nunca tuvo nada semejante como contraparte narrativa por parte de los
hispánicos en los territorios del norte de México. En sus textos de 1920,
publicados bajo el título “The Frontier in American History”, Turner, de neta tendencia
anglocéntrica, transmitió la idea casi exclusiva de una expansión de los
estadounidenses hacia un Oeste virgen, despoblado y salvaje: el encuentro entre
la «savagery» y la civilización. Qué diferencia de enfoques sobre los indígenas
entre el que adoptaron las misiones franciscanas en California y el que se tuvo
en la expansión de las 13 colonias del Atlántico, en donde prevalecía el
proverbio: «El único indio bueno es el indio muerto». Además, la de Turner era
una imagen que tuvo que ser corregida para adecuarla a la realidad histórica.
De hecho, los hispánicos no se limitaron a descubrir y explorar casi todo el
territorio de los Estados Unidos, sino que mantuvieron una presencia constante
y prolungada, que en regiones como California, Nuevo México, Texas, Luisiana o
Florida, y muchas otras más, dejó una profunda huella cultural, notable en los
topónimos de las ciudades y de la geografía, pero también en la arquitectura
popular, en el urbanismo y en la transformación del paisaje urbano con la introducción
de la ganadería extensiva, en la lengua y en la tradición cristiana. Se
prefirió sepultar todo esto, sobre todo después de que enormes territorios
mexicanos hubieran pasado al dominio de los Estados Unidos.
La
recuperación de esta memoria hispánica y católica dentro de una visión más
completa del origen de los Estados Unidos enriquece la historia y la proyección
actual de la vida de la nación. Ayuda también a romper los muros de separación
entre lo “anglo” y lo “hispano”, entre la tradición protestante y la tradición
católica, entre los Estados Unidos y América Latina. Proyecta, además, una
mayor comunicación entre las Iglesias y una mayor solidaridad entre las
naciones de todo el continente, como ha pedido la Exhortación apostólica post-sinodal
“Ecclesia in America”. Y permite que muchos millones de hispánicos que viven en
los Estados Unidos se liberen de una mentalidad de gente que vive como
extranjera y a los márgenes de la sociedad norteamericana, apenas tolerados y a
menudo discriminados y perseguidos, reconociéndose por el contrario en
continuidad con todos los hispánicos que durante siglos poblaron enormes
regiones del sudoeste, del centro y del este de los actuales Estados Unidos.
Ellos pueden verdaderamente afirmar «We are americans», sin por ello abandonar
sus mejores tradiciones culturales y religiosas. Su realidad exige una seria,
profunda, razonable e incluso justa reforma migratoria y el respeto de los
derechos de los migrantes y de sus familias. El grave error de los pensadores, como
Samuel Huntington, es la coincidencia entre la identidad norteamericana con lo
anglo-protestante.
Creo
que la deseada canonización de Fray Junípero Serra lo convertirá en patrón de
todos los norteamericanos, pero especialmente de los hispánicos. Para toda la
Iglesia en los Estados Unidos y en particular para las diócesis de San Diego,
Los Ángeles, Monterey y San Francisco, el testimonio de santidad y el ejemplo
misionero de Fray Junípero Serra implica un aumento de responsabilidad en la
evangelización de los hispánicos. De hecho, diferentes institutos e
investigaciones demoscópicas demuestran que se asiste a la disminución del
porcentaje de los católicos entre los hispanos de los Estados Unidos, sobre
todo en relación con los de reciente migración, bajo el impacto de la
secularización o de la calurosa bienvenida de las comunidades evangélicas.
La
Iglesia católica en los Estados Unidos debe cobrar mayor consciencia de que
dentro de cinco años la población de origen hispano constituirá la mitad de la
población católica en el país. Con ella, todo el destino de la catolicidad
norteamericana está en juego. Las gestas misioneras de Fray Junípero Serra
enseñan que no puede faltar hoy una grave responsabilidad de toda la Iglesia
católica en los Estados Unidos para una nueva evangelización de los hipánicos.
No faltarán para este empeño la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe ni
la de Fray Junípero.
Fray Junípero sería el
primer santo hispano en los Estados Unidos. ¿Acaso no percibimos en la corona de los
santos en la historia del país como la expresión, tanto de corrientes
migratorias que lo edificaron con las virtudes y las obras de sus mejores
hombres y mujeres, como de la catolicidad de la Iglesia? ¿No es este acaso el
carácter providencial de América? En este evento católico se realiza como
realidad presente y como promesa de cumplimiento el lema que en se encuentra en
la fundación misma de los Estados Unidos: «e pluribus unum». Se ha dicho que la
Iglesia católica en los Estados Unidos es «un microcosmos global» que refleja
la extrema heterogeneidad de los elementos del mundo interno y del mismo país
en cuanto originarios de diferentes oleadas de migración, ciudadanos de la
misma democracia y potencia global. Al mismo tiempo, ella es la portadora de un
evento de unidad, de un ímpetu de catolicidad, de una fuerza de salvación en el
que están en juego el destino de la Nación y su proyección global.
Estoy
seguro de que la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, en la que también
hay muchos obispos hispánicos, haya recibido con gran alegría el deseo de Papa
Francisco de canonizar a Junípero Serra, como un gran don para la Iglesia y
para el País. Y es previsible que no faltarán sus iniciativas para custodiar la
memoria de Fray Junípero y para proponer su testimonio de santidad y de misión
a todos los americanos.
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