Desafío
a la seguridad y la convivencia/Fernando Reinares es director del Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos.
Autor de ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg).
El
País | 22 de marzo de 2016.
Bélgica
cesó de bombardear objetivos del Estado Islámico (EI, también conocido como
ISIS) en territorio iraquí a finales de junio de 2015. El país se había
adherido a la coalición internacional contra esa organización yihadista en
septiembre del año anterior, pero para entonces ya era blanco de los
terroristas. Cuando, poco tiempo después de la proclamación de su pretendido
nuevo Califato, en junio de 2014, el mando de operaciones externas del EI
decidió establecer una red operativa para perpetrar atentados en Europa
Occidental, el entorno de Bruselas se convirtió en base de la misma. Y en algo
más.
Es
en Bruselas y en ese entorno, en la municipalidad de Molenbeek, donde desde
hace más de una década existe una subcultura yihadista en el seno de la cual se
han venido desenvolviendo con facilidad agentes de radicalización y
reclutamiento vinculados a entidades como, por ejemplo, Sharia4Belgium.
Recuérdese que en Molenbeek residía y fue detenido el nodo del componente que
el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) introdujo en la red del 11-M.
También donde por primera vez conocida quedó constancia escrita, el 19 de
octubre de 2003, de la fecha elegida para atentar en Madrid.
No
es extraño que Bélgica sea el país de la Unión Europea donde la actual
movilización yihadista estimulada desde Siria e Irak por el EI es más intensa.
Ningún otro ha producido tantos combatientes terroristas extranjeros respecto a
su población total y al tamaño de sus comunidades de ascendencia musulmana. En
concreto, 562 a fecha de febrero de 2016, de los que una cuarta parte, según
las autoridades belgas, habrían retornado al país. Hace un año, en marzo de
2015, el número de individuos encarcelados en prisiones belgas por actividades
relacionadas con el terrorismo yihadista era de 61, cifra que quintuplicaba la
de 2014.
Los
atentados del pasado 13 de noviembre en París fueron ideados y planificados en
Siria pero preparados en Bélgica. Sin embargo, una ciudad belga, muy
probablemente Bruselas, era el blanco inicialmente ambicionado por la red
operativa del EI en Europa occidental. Así quedó de manifiesto el 15 de enero
de 2015, cuando una operación antiterrorista en Verviers desbarató los planes
de una célula compuesta por no menos de diez terroristas, algunos de ellos
combatientes terroristas extranjeros retornados, vinculada con el directorio
del EI. Célula que, como luego se comprobó, formaba parte de aquella red
operativa.
Atentar
en Bruselas, como en París, es intentar que los ciudadanos europeos
interioricen el miedo, modifiquen sus conductas y condicionen las decisiones de
sus gobernantes. Supone además hacerlo en las capitales de dos países europeos
con amplias comunidades musulmanas y muy extendidas segundas generaciones mal
acomodadas, una estructura social particularmente vulnerable a la fractura que
buscan los terroristas. Hemos de evitar que se difunda la islamofobia sin dejar
de ser conscientes del desafío que para las sociedades abiertas plantean tanto
los yihadistas con sus atrocidades terroristas como los salafistas con sus
prédicas antidemocráticas.
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