ECHARLE
GANAS, SÍ. RESIGNARNOS, NO
Cuautitlán
Izcalli, 7 de abril de 2016
La
Visita del Santo Padre orienta nuestra reflexión en estos días de Asamblea
General, para asumir las tareas pastorales de los próximos tres años. Por ello
hemos elegido a los responsables de las respectivas comisiones.
El
Papa, buen Samaritano, misionero de la misericordia y de la paz, ha querido
acompañar a nuestro Pueblo en su caminar y nos ha recordado que la presencia
del Resucitado está siempre cercana. Su mensaje nos ha calado hondo y nos deja
retos que habremos de afrontar. Nos anima a “echarle ganas” frente a las
dificultades que ensombrecen, deprimen y, aún, derrumban a muchos en las
orillas del camino de la vida, dejándolos sin ánimo para levantar la mirada en
busca del horizonte.
Somos
un País con una gran riqueza por la variedad de sus culturas y la diversidad de
sus recursos. No desperdiciemos este patrimonio en el despilfarro egoísta que
sólo busca la propia satisfacción o la consecución del proyecto personal,
olvidando el bien común. Todos necesitamos de todos. En una familia no sobra
nadie. México debe construirse como una familia. La común-unión, comunión en
palabras cristianas, es una tarea en la que todos debemos comprometer todo
nuestro esfuerzo. Hay que “echarle ganas”. No podemos “construir muros” ni
entre nosotros, ni para otros. Somos un pueblo que sabe darse la mano y dar la
mano para hacer puentes a pesar de nuestras diferencias. Reconocerlas y hablar cara a cara nos hace a crecer en la
verdad y en la unidad.
Esta
expresión sencilla de nuestro pueblo: “echarle ganas”, tomada por su Santidad
después de escucharla de labios de Manuel, joven adolescente en silla de
ruedas, es un verdadero criterio cristiano ante la terrible tentación de creer
que la victoria es de la muerte; que la corrupción, la droga, la violencia, el
narcotráfico, la impunidad, el consumo materialista… son las ofrendas
necesarias que hay que entregarle; que el desaliento se olvida con el
espectáculo; que la verdad se puede vender al mejor postor; que a la vida de
cada persona se le puede poner un precio comercial… No podemos resignarnos a
vivir de rodillas ante el mal. No podemos pisotear la esperanza de vivir en una
sociedad justa y fraterna.
Estamos
llamados a fortalecernos en el camino compartido en este momento de la
historia, valorando nuestras raíces antiguas, que han permitido la viva
síntesis cristiana de comunión humana, cultural y espiritual. No como nostalgia
del pasado, sino como fortaleza para el futuro. Sin raíces ningún árbol se
sostiene, ni da fruto.
El
Papa reconoce que tenemos un maravilloso patrimonio espiritual, que ha
alimentado los valores de nuestro pueblo y lo ha fortalecido para sostener la
mirada hacia delante, en medio de las adversidades. Descuidarlo nos llevaría a
bajar esa mirada, incapacitándonos para
ver el rostro del prójimo, menos aún para acercarnos al Misterio de la ternura
de Dios, en el Rostro de la Imagen bella de Guadalupe. Ella nos ha invita a
experimentar la Misericordia de Jesús, su Hijo que nos ha manifestado el
inmenso amor del Padre sobre cada uno de nosotros. Ella nos invita a abrir el
corazón al Espíritu de Amor para que seamos testigos de esa Misericordia sobre
todos, pero particularmente sobre aquellos que se sienten desechados,
abandonados, y han buscado refugio por caminos equivocados.
Les
aseguramos, junto con nuestra bendición, que el trabajo de los Obispos de
México seguirá acompañando a todos para
que nadie se sienta excluido y en cada persona brille la dignidad de hijos de
Dios. A nuestras comunidades les animamos para que, desde el Evangelio,
colaboren con todos los hombres y mujeres de buena voluntad en la edificación
de una mejor sociedad para las nuevas generaciones, y juntos alcemos con
ilusión la mirada hacia el futuro que nos desafía positivamente en el presente.
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