29 jul 2016

Así fue el desalojo del plantón de Nochixtlán,

 Así fue el desalojo del plantón de Nochixtlán, narrado por testigos (Primera parte)
Reportaje de Nayeli Roldán (@nayaroldan), Paris Martínez (@paris_martinez) y Arturo Daen (@ArturoDaen)
Animal Político

El 20 de junio pasado, un día después del enfrentamiento entre policías y pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, los titulares de la Policía Federal y de la Policía Estatal de esa entidad, Enrique Galindo y Jorge Ruiz Martínez, dieron una conferencia de prensa para presentar la versión oficial de los hechos, que dejaron un saldo de nueve personas muertas, al menos 26 más con heridas de distinta gravedad, y decenas con lesiones menores.
Su narración, sin embargo, difiere de lo que sobrevivientes y testigos no involucrados vivieron ese domingo, 19 de junio de 2016, en que se celebraba en el país el día del padre.
Animal Político entrevistó a 22 testigos, incluyendo dos policías federales que participaron en el operativo, de los cuales cinco vivieron los hechos ocurridos entre las 7:30 y las 9:30 horas, cuando se reportó el primer herido de bala, y el resto llegaron luego del primer enfrentamiento. Salvo los policías, ninguno de los testimonios coincide con la versión oficial.
I. El operativo para desalojar el bloqueo carretero inició, según la versión oficial, “aproximadamente a las 8:30 de la mañana”, explicó Jorge Ruiz, secretario de Seguridad Pública de Oaxaca, hora en que “llegaron a desalojar (a los manifestantes), de una manera pacífica y dialogada con los líderes de quienes ahí permanecían en este bloqueo”.
 Según el titular de la policía estatal oaxaqueña, en ese momento había “aproximadamente 250 personas” obstruyendo la autopista que conecta la Ciudad de México con la capital del estado.
Dos de los testigos, sin vínculo entre sí, afirman que los hechos no ocurrieron así. El operativo no empezó a las 8:30, no había 250 manifestantes y tampoco fue pacífico.
L. es uno de esos manifestantes que vieron llegar al contingente policiaco. Se trata de un maestro de 32 años, mixteco y habitante de Nochixtlán desde su nacimiento. Él da clases de primaria en las comunidades serranas desde hace cinco años.
El maestro estaba en el bloqueo carretero de Nochixtlán, desde la noche previa a los hechos, y su testimonio contradice la versión oficial, empezando por la hora en que se desataron los hechos, y el supuesto diálogo pacífico.
“Mira –explica–, uno como maestro está acostumbrado a los desalojos, ya nos han desalojado antes, y sabemos que existe un protocolo: llega la policía, y el que viene al mando se acerca con los compañeros y dice ‘saben qué, ustedes tienen 30 minutos o una hora, y les vamos a pedir que nos desocupen estos espacios’… Nosotros esperábamos que se aplicara ese protocolo, esa búsqueda de entendimiento. Sin embargo, en esta ocasión, nos agarraron recién de mañana, a las 7:30 de la mañana, a esa hora llegaron, y nosotros éramos poquitos en el bloqueo, algo así como 20 o 25 personas, sobre todo padres de familia, pero también algunos maestros.”
 Según los testigos, el ultimátum que los manifestantes esperaban de la policía, exigiendo su retirada, no se dio y hubo golpes y gases lacrimógenos desde el primer momento.
Uno de los policías federales lesionados confirma que el operativo inició antes de lo afirmado por los titulares de la PF y la SSP de Oaxaca, aunque no dice que haya habido golpes en esa primera etapa.
Según este agente, que resultó con una lesión en la mano, el operativo inició “como a las 7 u 8 de la mañana”, y no a las 8:30. También descartó que se hubiera dado algún diálogo pacífico entre los mandos policiacos y los manifestantes.
“Lo primero que encontramos (al llegar) fue que estaba bloqueada la autopista, pero al ver la presencia de la policía, la gente se retiró, caminó en dirección al pueblo”.
Una tercera testigo, M, una ama de casa y madre de familia en Nochixtlán, dice: “Yo los vi. Cuando ellos empezaron a disparar gases le llamé al maestro de mi hija, para avisarle lo que ocurría. Era 7:38 de la mañana”.
M. no duda en la precisión de la hora, porque su celular tiene el registro de la llamada que hizo ese domingo 19 de junio.
“Ellos (los policías) no hablaron”, confirma M., quien acudió desde la noche previa de los hechos a apoyar el bloqueo, en solidaridad con una amiga que ya participaba en la protesta. “Ellos llegaron aventando bombas y nosotros (los manifestantes) corrimos, pero nos siguieron hasta la desviación de Tlatongo. Ahí golpearon gente. Ahí había gente que iba al hospital y no tenían nada que ver, pero estaban en ese lugar cuando empezó”.
En ese momento, dice la ama de casa, ya se escuchaban los balazos. “No se vale. Ellos no llegaron hablando. Yo nomás lo creo porque yo lo viví”.
Según los testimonios de estos dos habitantes de Nochixtlán, la andanada policial puso en fuga a los entre 20 y 25 manifestantes que hacían guardia en el bloqueo carretero.
“Nos agarraron desprevenidos –explica el docente L.– nunca hubo un acercamiento dialogado, ni siquiera amenazante, como de ‘¡ya váyanse!’, nada… Nada más llegaron, cerca de las 7:30, y empezaron a dispararnos casquillos que echaban gases, y como éramos muy poquitos, y ellos eran cientos, pues nos tuvimos que replegar así como empezaron a dispararnos casquillos de lacrimógeno, nos fuimos hacia atrás, hacia el panteón municipal”, que se ubica a unos 350 metros de punto donde se mantenía el bloque carretero.
En contraste, la versión oficial de los hechos, ratificada en la misma conferencia de prensa por el titular de la Policía Federal, Enrique Galindo, descarta que los 800 uniformados que arribaron a Nochixtlán (mitad federales y mitad estatales) llevaran armas, ni siquiera para lanzar cartuchos de gas lacrimóngeno.
Según Galindo, los 800 policías portaban exclusivamente “equipo antimotín: escudo, casco, protección corporal, sin armas”, lo cual, enfatizó, fue “debidamente certificado” ante notario público, antes de iniciar el operativo.
II.
Gracias a ese repliegue inicial de los manifestantes, la policía logró tomar el control de toda la zona que va de la carretera al panteón (350 metros lineales), donde los uniformados tomaron posiciones estratégicas, según dos de los testigos.
“Unos policías permanecieron en el bloqueo carretero –explica L.–, otros avanzaron hacia donde están los chamizales (una zona de espinos y nopales que está frente al panteón), otro grupo de policías estuvo en la vulcanizadora Reyes (a 30 metros del panteón), cubriendo todo lo que era el panteón. Y otro grupo estuvo ubicado donde estaban los pirules, cubriendo toda la zona de las nopaleras (también frente al panteón).”
Entre las 8:30 y las 9:00 horas, según el maestro, “fue cuando comenzaron a escucharse las campanas del pueblo, y toda la comunidad acudió a apoyar a los maestros, llegó bastante, pero bastante, gente de la comunidad. Eran ya las 9:00 y ahí sí empezó el enfrentamiento, si así se le puede llamar, porque más bien parecía una batalla.”
Tanto habitantes de Nochixtlán, como autoridades, coinciden en un hecho: la población respondió rápidamente al repique de las campanas, saliendo en auxilio de los manifestantes del bloqueo, “debido a que los domingos se establece ahí (en el poblado) un tianguis”, tal como señaló el jefe de la policía estatal oaxaqueña.
“Como fue domingo –subraya P., un taxista de Nochixtlán– estaba toda la gente preparándose para ir de plaza (recorrer el tianguis), al mercado, a comer. Y empezaron a tocar las campanas, y la gente se fue directo a la carretera.
Pero todo el pueblo se fue: yo vi gente que nunca se mete en problemas, pero ese día, ahí estaba, en la protesta. Acudieron hombres, mujeres, gente grande, gente joven, de todo.”
A partir de la llegada de un gran número de habitantes de Nochixtlán a la zona de la refriega, en apoyo al pequeño grupo de manifestantes, “las corporaciones (policiacas) fueron agredidas de manera directa por grupos radicales –según la versión oficial, dictada por el titular de la Policía Federal–, que de manera indiscriminada arrojaron cohetones, petardos y nos fueron reportando lesionados por arma de fuego”.
III.
Según la versión oficial, estos “grupos radicales”, fueron los que abrieron fuego por primera vez en la refriega, alrededor de las 9:00 horas.
Esta afirmación, no obstante, fue rechazada por J., quien es la primera persona que se reportó herida por un arma de fuego, durante los enfrentamientos del domingo. Él es originario de Nochixtlán, pero nunca participó en el bloqueo de la carretera.
En la mañana, alrededor de las 8:00 horas del 19 de junio, estaba en su casa, cuando escuchó gritos y autos pasando a toda velocidad.
Al salir de casa, vecinos le notificaron de la presencia de policías federales en el poblado, por lo que él, junto con otros habitantes, se acercaron a la carretera para ayudar a los maestros y padres de familia que desde una semana antes mantenían cerrada la carretera.
J. llegó al lugar cuando los federales ya habían replegado a los 25 manifestantes. Según su versión, para las 8:00 horas, los policías ya estaban desplegados sobre el puente vehicular que pasa por encima de la carretera bloqueada, y desde ahí diparaban gases lacrimógenos.
“Con el gas –explica J.– nos estaban orillando hacia la entrada al pueblo (ubicada a cerca de 700 metros del bloqueo carretero). Empezamos a replegarnos. Ya había más gente y oí los disparos”. Cuando se le pregunta si vio a algún civil armado, tal como sostiene la versión oficial, J. ataja: “Nada de armas (entre los pobladores de Nochixtlán), los armados eran ellos (los policías): con sus gases y los balazos que se oían eran del lado de ellos”.
Hacia las 9:00 horas, J. se refugió a unos metros del panteón municipal.
Según el reporte de la Policía Federal, ante el arribo de más pobladores a la zona, “desde el centro de mando establecido en la ciudad de Oaxaca se valoró la conveniencia de llevar a cabo un repliegue, y lo empezamos a hacer, poco a poco, porque debíamos salir del cerco que estaban llevando a cabo los pobladores de Nochixtlán”, tal como afirmó Enrique Galindo.
Sin embargo, J. –que para ese momento estaba guarecido a unos metros del muro del panteón– descarta que las fuerzas policiales se hayan replegado, sino que, por el contrario, comenzaron a disparar ya con armas de fuego, y a avanzar también hacia la zona del panteón.
Hacia las 9:30 horas, J. fue alcanzado por un disparo que, según su versión, provino de uno de los puntos en los que previamente se había parapetado un grupo de policías.
“Nosotros estábamos en una orilla (del panteón). Los que tiraron los balazos, entre ellos el que me tocó a mí, fueron los federales que se escondieron donde está la vulcanizadora Reyes (a 30 metros, del panteón), de ahí salieron los policías. Desde ahí empezaron a disparar, y nosotros nos echamos a correr, pero me dieron”. J. recibió el disparo en la pantorrilla.
La PF sostiene, por el contrario, que “la orden de repliegue fue una orden táctica, para no exponer la vida de los pobladores”.
Otro grupo de testigos que refutan el “repliegue táctico” de las fuerzas policiales es una familia que, en esos momentos, alrededor de las 9:30 horas, se encontraba dentro del panteón municipal, excavando una fosa dónde sepultar a un anciano, fallecido el 15 de junio.
Según sus relatos, el gas lacrimógeno que comenzó a lanzar la policía llegaba hasta donde estaban los 18 familiares, lugar al que ingresaron uniformados para aprehenderlos.
“Llevábamos un papel que decía que estábamos en el panteón (para enterrar a una persona), pero los policías nos decían ‘cuál difunto, ustedes están con los maestros”, revela R., uno de los integrantes de esta familia.
Luego de ser aprehendidos, y golpeados, los 18 familiares fueron trasladados a un camión policial, donde los obligaron a tenderse bocabajo, en el suelo del vehículo, con las manos en la nuca.
Según su testimonio, los policías los obligaron a permanecer en esa posición durante más de 12 horas: de las 9:30 hasta las 22:30, cuando fueron puestos a disposición del Ministerio Público, en la localidad de San Bartolo Coyotepec.
Finalmente, esta familia fue puesta en libertad el 21 de junio por la noche, al no encontrarse elementos para acusarlos de ningún delito.
IV.
P. es un comerciante, y llegó a Nochixtlán desde las 5:00 de la mañana, para vender en el tianguis que cada domingo se instala en el poblado; ese mismo tianguis que, según la versión oficial, propició la concurrencia de muchos pobladores a la zona de la refriega.
Se trata, explica P., de un mercado abierto al que acuden los pobladores no sólo de Nochixtlán, sino también de las localidades aledañas, para hacer sus compras de la semana. Por eso, el domingo es un día de mucho bullicio y tránsito de gente en el centro del poblado.
Poco antes de las 8:00, P. afirma haber visto una humareda a lo lejos, hacia la zona de la carretera, y minutos después, asegura que la gente comenzó a gritar que la policía federal estaba desalojando la barricada de la carretera.
“Pensamos que no llegarían al pueblo –narra P.–, pero cuando vimos al primer herido, empezamos a levantar los puestos”.
Minutos antes de las 9:00 de la mañana, asegura, las campanas de la iglesia repicaron para que la población saliera a enfrentar el desalojo y una hora después, el primer herido ya estaba llegando al atrio de la iglesia, asegura P.
Su relato coincide con F., voluntario en la iglesia, quien asegura que desde las 8:30 de la mañana, él y otra persona instalaron una lona en el patio del templo, que más tarde funcionó como área de atención médica para los heridos. El primer herido, dice, llegó a las 10:00 horas y tenía una herida en el pie.
Se refiere a J., el joven que recibió un disparo en la pantorrilla a las 9:30 horas cuando estaba refugiado junto al panteón, y a quien otros pobladores ayudaron a llegar hasta la iglesia, para recibir primeros auxilios.
V.
K. es policía tercero de la División de Fuerzas Federales de la Policía Federal. Después de las 9:00 horas, cuando comenzó a congregarse toda la población de Nochixtlán en la zona de la refriega, K. quedó aislada del resto de sus compañeros, y fue golpeada por los manifestantes. Reconoce, sin embargo, que al distinguir que se trataba de una mujer, uno de los pobladores intentó evitar que el resto la siguieran golpeando, y la condujo hasta una ambulancia.
En este vehículo, K. y un compañero más de la Gendarmería fueron conducidos también al atrio de la iglesia, no sólo para recibir atención médica, sino también para impedir que la población los linchara.
“Me empezaron a golpear –narra la policía federal–, a quitarme todo mi equipo antimotín, a darme con todo, me echaron gasolina. Uno les decía que yo era mujer, este señor me levantó y me llevó a la ambulancia. En el recorrido a la ambulancia, yo iba recibiendo toda clase de golpes, patadas, machetazos.”
Según el parte médico, la agente de policía sufrió dos cortadas en la cabeza, hematomas en diversas partes del cuerpo, golpes en el brazo, un golpe en el coxis, y un machetazo en la pierna.
Su narración sobre cómo inició la violencia, sin embargo, difiere de la de todos los testigos consultados e, incluso, difiere de la versión oficial, ofrecida por la misma corporación a la que pertenece.
Según esta policía, desde que llegaron a Nochixtlán, los policías fueron recibidos a balazos por la población.
“Cuando llegamos ahí –narra– los pobladores nos recibieron con balazos”.
“Ellos (los pobladores) corrían del lado derecho (de la carretera) balaceando –asegura la agente–, primero (los disparos) sonaban al aire, luego ya directo a nosotros, los compañeros empezaron a caer (…) Todos nos tirábamos al suelo –reconoce–, porque era increíble que una población se levantara en armas.”
La batalla, en realidad, apenas iniciaba.
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¿Quién emboscó a quién en Nochixtlán?
Esta es la segunda entrega de tres de la reconstrucción de la batalla ocurrida en Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19 de junio, elaborada a partir de las narraciones de 20 testigos, documentos y material videográfico inédito.
¿Quién emboscó a quién en Nochixtlán?
Nayeli Roldán (@nayaroldan) y Paris Martínez (@paris_martinez)
junio 27 2016 08:12
Esta es la segunda entrega de tres de la reconstrucción de la batalla ocurrida en Nochixtlán, Oaxaca, el pasado 19 de junio, elaborada a partir de las narraciones de 20 testigos, documentos y material videográfico inédito. Ese día murieron siete personas (hubo dos más en los días siguientes). Uno de ellos murió lejos de la batalla y de la policía y no se han encontrado testigos que expliquen quién lo mató. Cinco fallecieron cerca de los enfrentamientos o en zonas controladas por la policía. Y el último no se tiene registro del lugar donde murió.
 Nochixtlán es un antiguo poblado comunal, que existe desde antes de la conquista, y al que tocan dos carreteras: la autopista, que une la capital de Oaxaca con la capital del país, y la carretera “libre”, que une los municipios del norte del estado.
Un cruce carretero estratégico, que hace a este pueblo epicentro de protestas políticas, que usan el bloqueo para presionar autoridades.
Eso es lo que ocurrió el pasado 14 de junio, cuando grupos afines al movimiento magisterial oaxaqueño bloquearon este punto carretero para exigir la anulación de la reforma educativa.
No eran muchos. Sólo un grupo de alrededor de 30 pobladores de Nochixtlán, vigilando día y noche las piedras y troncos que obstruían el paso de los vehículos en ambos sentidos del camino.
Hasta el domingo 19 de junio.
Ese día, a las 7:30 horas, 800 policías (la mitad federales y la mitad estatales) se trasladaron hacia ahí para “liberar” la carretera.
Según los testigos, la policía llegó disparando granadas de gas lacrimógeno, sin mediar ningún intento de entendimiento, lo que generó que habitantes de Nochixtlán salieran de sus casas para enfrentar a la policía, ya no como simpatizantes del movimiento magisterial, sino como defensores de sus vecinos y su comunidad.
La versión oficial de los hechos, presentada por el titular de la Policía Federal, Enrique Galindo, asegura en contrapartida que los policías actuaron siempre de forma “pacífica y dialogada”, y que un grupo de los policías vivieron “prácticamente una emboscada” por parte de “grupos radicales”, que dispararon lo mismo a policías que a habitantes de Nochixtlán. 
Hasta la fecha, sin embargo, las autoridades no han presentado pruebas de esto último y el único testimonio que lo respalda es el de una policía, cuya declaración fue proporcionada por la Comisión Nacional de Seguridad, que prefirió que no se le entrevistara.
 Por el contrario, los videos captados por turistas que se encontraban ese día de visita en Nochixtlán muestran que la población que respondió al desalojo llevaba palos y piedras, no armas.
 De hecho, en ninguno de los videos difundidos hasta ahora en todos los medios se muestra a civiles armados y los únicos que aparecen con armas son los propios policías.
 Lo que sí puede probarse es que el primero de los siete civiles que ese día perderían la vida cayó 90 minutos después de que llegaran los policías.
 Esta primera víctima falleció cerca del panteón, en un momento en el que ese punto estaba rodeado por policías.
 El segundo falleció lejos del lugar en el que estaban los policías y no se han encontrado testigos que declaren quién lo mató, si fueron uniformados o civiles.
 Las siguientes tres víctimas perecieron cerca de la línea de enfrentamiento, en un punto controlado por los uniformados.
 La sexta víctima, Óscar Nicolás Santiago de quien hasta la fecha se ignora dónde y en qué momento falleció, sólo se sabe que murió por herida de bala.
 Durante los hechos hubo una séptima víctima mortal de la que también se ignoran las circunstancias del fallecimiento y se desconoce su nombre.
 Cabe destacar que el saldo total es de nueve muertos, sin embargo, el día de los hechos sólo fallecieron siete; los otros dos fallecieron en los días posteriores.
 El repliegue
 Según los testimonios de los vecinos del poblado, el arribo de la policía obligó al primer grupo de manifestantes a replegarse hacia la zona urbana de Nochixtlán, cuyos habitantes, al percatarse de lo sucedido, salieron en su auxilio y cruzaron un tráiler a mitad de camino entre la intersección carretera y el acceso al pueblo, a un costado del panteón municipal.
 Ese tráiler separaba para ese momento los bandos: del vehículo hacia la intersección carretera era territorio controlado por la policía; de tráiler hacia el pueblo era la zona en la que se fueron congregaron los habitantes de Nochixtlán, hasta contarse por cientos.
 F. visitaba ese fin de semana Nochixtlán, famoso por su tianguis dominical y, a las 8:00 horas, las incesantes campanadas de la iglesia la despertaron.
 Momentos después, esta turista salió a la calle y cuenta que vio a los pobladores de Nochixtlán congregados a un costado del panteón, sobre la carretera “libre”, justo frente a un tráiler que se incendiaba.
 La situación era excepcional, y F. decidió tomar video de lo sucedido.
 Su teléfono registró la hora de grabación: las 8:53 de la mañana.
 Fue a esa hora, según el registro de su video, que el contingente policiaco decidió rebasar el tráiler, y avanzar sobre las posiciones que ocupaban los vecinos del pueblo.
 Sus escudos y los parches reflectantes de sus uniformes “brillaban” con el sol, según la turista F.
 Tal como muestra su video, ese avance de la policía generó un nuevo repliegue de los pobladores, que huían no sólo de los policías, sino también del gas lacrimógeno que lanzaban.
 Debido a que el tráiler incendiado se ubicaba a un costado del panteón municipal, cuando los policías remontaron esa barrera comenzaron también a desplegarse alrededor de este camposanto.
 Las imágenes captadas en ese momento por F. muestran que mientras los uniformados lanzan granadas de gas contra los pobladores, éstos responden con piedras y cohetes.
 Con lo que se aprecia en estas imágenes, además, coincide el testimonio de otra turista que se encontraba también en la zona, P., según la cual “se veía que los policías estaban yéndose hacia el panteón, donde había pobladores (guarecidos)”.
 En ese momento “fue cuando yo empecé a escuchar lo que me parecieron disparos”, narra.
 La turista F. refrenda este punto: luego de que los policías lanzaran lacrimógeno contra los manifestantes, empezaron a disparar con armas de fuego.
 Al principio de la trifulca, narra, sólo se escuchaban lo que ella interpretó como estallidos de la pirotecnia utilizada por los pobladores, pero alrededor de las 9:15 de la mañana, dice, se empezaron a escuchar detonaciones distintas a las primeras.
 Según su testimonio, luego de que los policías remontaron el tráiler incendiado, los uniformados formaron una valla frente a los manifestantes; mientras que otro grupo de agentes se ubicó a un costado de ese punto, es decir, alrededor del panteón municipal.
 F. relata que los policías que se ubicaron alrededor del panteón “estaban persiguiendo a civiles y, como no los alcanzaron, les empezaron a disparar”.
 Los videos que capturó con su teléfono, efectivamente, muestran que un grupo de uniformados lanzan una granada de lacrimógeno contra civiles ubicados en el camino que lleva al panteón, y luego, desde donde están esos policías, el video muestra que parten al menos cuatro destellos, que son los que la turista identifica como disparos de arma de fuego.
 Es este momento, además, cuando policías estatales y federales realizaron las primeras 18 aprehensiones del operativo, siendo los arrestados un grupo de familiares que se encontraban dentro del panteón municipal preparando un entierro.
 Para ese momento, según el video, faltaban unos minutos para que el reloj marcara las 9:00 de la mañana.
 En esa misma zona del panteón, minutos después, J., un joven habitante de Nochixtlán, recibió un disparo en la pantorrilla.
 Según su testimonio, sufrió la lesión alrededor de las 9:30 de la mañana, es decir, cuando los policías ya tenía media hora desplegados desde el crucero carretero hasta el territorio del cementerio.
 “Nosotros estábamos en una orilla (del panteón) –narra–. Los que tiraron los balazos, entre ellos el que me tocó a mí, fueron los federales que se escondieron donde está la vulcanizadora Reyes (a 30 metros, del panteón, junto a la gasolinería instalada en la autopista  bloqueada).
La primera víctima
Los destellos que muestra el video, que parten desde el lugar donde hay al menos cuatro policías, se dieron a las 9:30 horas.
A esa misma hora cae muerto la primer víctima fatal, Óscar Luna Aguilar, de 23 años, que se encontraba junto con otras personas a algunos metros del grupo de policías que disparaban.
 Según L., otro joven de Nochixtlán, cuando Óscar fue herido se aproximó a él para auxiliarlo, pero Óscar le dijo “ya me dieron, ya vete”.
 Esas fueron sus últimas palabras, expresadas mientras la sangre le brotaba de las costillas.
 “Me di cuenta de que del lado derecho había unos pinos y de ahí salieron unos federales. Al cargarlo (a Óscar), yo escuchaba que atrás de mí los policías se gritaban entre ellos que que nos agarraran y siguieron las detonaciones, pero por suerte no me tocó ninguno” de los disparos.
 L. afirma, convencido, que los tres o cuatro hombres armados que les dispararon pertenecían a un grupo policiaco, y explica su convicción: “ellos traían todo el equipo antimotín, y salieron dando la espalda, y sus uniformes decían atrás ‘Policía Federal’”.
 En cuanto Óscar cayó herido, un grupo de pobladores se acercó y lo subieron a un taxi, para llevarlo al hospital, pero perdió la vida antes de llegar.
 De acuerdo con el certificado de defunción, la hora de la muerte fue a las 9:40 de la mañana.
 L. asegura que él y Óscar habían acudido a la zona del operativo a brindar apoyo a los heridos, después del llamado que hizo el cura del pueblo, a través de altavoces.
 “Nosotros nos fuimos a mano limpia, no llevábamos armas, ni siquiera llevábamos piedras –narra–. Nomás nos dijeron que era un desalojo y uno se espera golpes, patadas, pero nunca se imagina que iban a ver balazos.”
 La segunda víctima: quién disparó
 Casi al mismo tiempo cayó la segunda víctima mortal: Omar González Santiago, de 22 años. Z., uno de los testigos del deceso, asegura que éste ocurrió entre las 9:30 y 10:00 de la mañana, sobre la misma carretera “libre” en la que se incendiaba el tráiler, pero ya en el acceso a Nochixtlán, a unos 300 metros de distancia del panteón y del tráiler quemado, que era la zona hasta donde habían llegado los policías.
 Es decir, según Z., Omar se encontraba a una distancia considerable de los uniformados, lo que, a su juicio, hace imposible que el disparo viniera del contingente policial.
 En el punto donde cayó muerto Omar se ubican tres hoteles: el Juquila, el Merli, y el Fandango’s.
 Por eso, los pobladores concluyeron que el disparo homicida no vino del contingente policiaco, sino del hotel Juquila, junto al que el joven estaba parado.
 No existe, hasta el momento, ningún testigo que afirme haber visto a quién habría disparado desde el hotel; sin embargo, hacia las dos o tres de la tarde, el rumor de que ese era el punto desde el cual dispararon a Óscar había cundido ya entre la población de Nochixtlán y, después de la batalla, un grupo de manifestantes se congregó frente al hotel y le prendió fuego.
 Tres muertos en un mismo punto
 La muerte de Óscar enardeció al pueblo porque era muy conocido. Tenía un puesto de jugos y materias primas, que repartía en las casas de Nochixtlán.
 Además, su madre vende tamales en el mercado y su padre es un campesino apreciado por los vecinos.
 A partir de que Óscar fue herido de muerte, la mayoría de los pobladores de Nochixtlán salió a la carretera donde se desarrollaba el operativo policiaco, ya sea para arrojar piedras y bombas molotov a los policías, para auxiliar heridos, o para proporcionar trapos mojados a las personas afectadas por el gas lacrimógeno.
 En la calle Progreso, que da hacia el centro del pueblo, los habitantes comenzaron a preparar bombas molotov, que luego enviaban a la línea de batalla, para que sus vecinos las arrojaran contra la policía.
 G. es uno de esos pobladores, que acudió al lugar de la refriega junto con otros tres jóvenes, con la intención de prestar auxilio a los heridos.
 Según su testimonio, mientras la población se congregaba cada vez en mayor número en la carretera, los disparos de la policía continuaban, y algunos iban dirigidos contra ellos.
 Por esta razón, estos cuatro jóvenes intentaron guarecerse, detrás de una pequeña casa en construcción, ubicada cerca del punto donde la carretera estaba bloqueada.
 Ese lugar, sin embargo, no los protegía de las balas, por lo que corrieron hacia un sembradío contiguo, y se echaron pechotierra.
 En ese momento, G. fue testigo de la muerte de las siguientes dos víctimas fatales del operativo: Jesús Cadena, de 19 años, y Anselmo Cruz, de 33 años, con quienes estaba tirado en el suelo para protegerse.
 El momento es confuso, dice G.
 “No sé por qué corrimos hacia allá, no supe por qué el chavo se levantó”.
 Se refiere a Jesús, quien recibió un disparo en la ingle, que momentos después le provocaría la muerte.
 G. le dijo que estirara la pierna, para que no se desangrara y mientras se acercaba a ayudarlo, cayó herido su otro acompañante, Anselmo, quien recibió un disparo en el rostro, a pesar de que estaba pechotierra.
 La bala lo impactó cuando intentó levantar el torso y la cabeza, para observar lo sucedido: el proyectil entró con una trayectoria horizontal, atravesando la quijada y destrozando el pulmón.
 La hora de su muerte, según el acta de defunción, fue a las 11:00 de la mañana.
 Jesús murió poco después, a las 11:30, se asienta en el documento oficial.
 Según G., los disparos provenían de un costado de la súpercarretera, de un policía plantado junto a un poste de luz, que estaba parado, disparando a descubierto, por eso, afirma, es que pudo verlo claramente cuando accionó su arma larga contra ellos.
 En ese mismo punto, y en ese mismo momento, murió también Yalid Jiménez, de 19 años, quien se guarecía junto con ellos.
 En el acta se asienta que su defunción ocurrió a las 11:00 de la mañana por “choque hipovolémico severo producido por hemorragia interna intensa, producida por perforación de corazón, producido por proyectil disparado por arma de fuego”.
 Él recibió el disparo también cuando estaba pechotierra, la bala, con trayectoria horizontal, le atravesó el costado.
 ¿Radicales?
 A las 11:30 de la mañana, habitantes de otros pueblos como Tlaxiaco y Yanhuitlán, comenzaron a llegar a Nochixtlán, “como si estuvieran desfilando, lanzando consignas. Ahí todo se puso más violento y descontrolado”, cuenta la turista F.
 El poblado de Ñumi, a tres horas de Nochixtlán, mandó tres contingentes de apoyo.
 El primero llegó a mediodía, según confirmó Elías Chávez, agente del pueblo mixteco que se rige por usos y costumbres.
 Elías asegura que distintos poblados llegaron a Nochixtlán, como parte del apoyo hacia los maestros que sirven en sus pequeñas comunidades y su sentido de solidaridad comunitario.
 En los siguientes minutos, los manifestantes, reforzados no sólo por la población de Nochixtlán, sino de comunidades vecinas, hicieron retroceder a los policías federales y estatales hasta el punto donde inició la batalla, es decir, casi al llegar al cruce de la carretera libre con la supercarretera.
 Según T., un taxista de Nochixtlán, varios policías se ubicaron entre los sembradíos, cerca del hospital, pero su gremio se organizó con machetes para cubrir ese flanco, e impedir que los uniformados llegaran hasta el edificio donde se atendía a enfermos.
 A esa hora, dice, “ya los estábamos corriendo”.
 X., es un policía de Oaxaca y cuando se le pregunta si en esa zona de la mixteca hay presencia de grupos radicales o hasta crimen organizado, con seguridad lo niega.
 “Aquí se roban quizá un carro, sí hay delitos comunes, pero no hay ese tipo de situaciones (guerrilla o crimen organizado). Uno conoce la noticia criminal y de eso no hay (en Nochixtlán)”, dice.
 Atención humanitaria
 Nochixtlán cuenta con una pequeña clínica de cuidados preventivos, que suele operar con un médico y dos enfermeras.
 La mañana del 19 de junio, sin embargo, los seis médicos de la zona entablaron comunicación telefónica para organizar la atención de heridos, previendo que ésta sería necesaria, al enterarse del arribo de cientos de policías a la zona.
 T. es uno de esos médicos, quien comenzó comunicaciones con el resto de sus colegas a las 7:45 horas, es decir, 15 minutos después de que iniciara el operativo policiaco.
 “Los seis médicos y dos enfermeras que llegamos a la clínica establecimos un protocolo elemental para estabilizar a los heridos que requerían atención de urgencia; luego de estabilizarlos, a los más graves (cuya vida estaba en peligro) los enviábamos a otros hospitales”, mejor equipados, como el de Huajuapan, ubicado a dos horas y media de camino.
 El objetivo del protocolo, explicó el médico, era “jamás negarle el servicio a nadie”.
 N., una de las enfermeras que acudió voluntariamente a prestar auxilio humanitario, detalla que para las 9:30 horas, es decir, dos horas después de que inició el operativo policiaco, en la clínica ya había al menos 50 personas con heridas de bala.
 “Desde las 9:15 empezaron a escucharse los disparos –narra N.–, y todos los heridos que llegaron aquí (a la clínica) tenían impacto de bala. La mayoría en los brazos, en las piernas, en los pies.”
 De esos 50 heridos, al menos 13 tenían heridas de gravedad.
 De hecho, en esta clínica se decretó la muerte de seis de las siete personas que fallecidos durante el operativo del 19 de junio.
 Además de estos ocho trabajadores de la salud, decenas de vecinos y vecinas de Nochixtlán se sumaron a las labores de evacuación y traslado de heridos. Se improvisó en el atrio de la iglesia una zona de atención médica y a las 10 de la mañana recibieron al primer herido.
 “Toda la gente corría de un lado a otro –narra Y., una de esas vecinas que voluntariamente acudió a prestar servicio humanitario a los heridos–. Llegaban (heridos) en carros particulares, en camionetas, o cargados con mantas, como camillas… y también llegaban caminando, aquellos que tenían heridas en los brazos.”
 Para la evacuación de heridos fuera de Nochixtlán, además, acudieron en ayuda de la población camilleros de ocho pueblos de la zona, a bordo de sus ambulancias, provenientes de Santa María Apazco, Fortín, San Miguel Chicahua, Coixtlahuaca, Tamazulapam, Tepelmeme, Tlaxiaco y Santiago Yolomécatl; es decir, los mismos poblados de los que salió la población en caravanas de autos particulares, para apoyar a la gente de Nochixtlán.
 Para las 12:00 horas, narra por su parte el doctor G., quien arribó a esa hora desde la vecina comunidad de Tlaxiaco, “el pueblo era ya un escenario terrible: nunca habíamos visto algo así en nuestras vidas, eso no era el escenario de un desalojo, era el de una guerra como las que vemos en las películas… era aterrador, y no nos dábamos abasto, nos faltaban medicamentos, vendas…”.
 El doctor G. fue, de hecho, quien atendió a K., una agente de la Policía Federal que alrededor de las 11:00 horas fue retenida por pobladores, golpeada, y finalmente conducida al puesto médico improvisado en la iglesia del pueblo; así como a otro elemento de la Gendarmería (es decir, también policía federal), quien fue conducido inconsciente a causa de los golpes.
 “Cuando llegué –narra el doctor–, también llegaron dos federales, muy golpeado de la cara, con la nariz inflamada. La (mujer policía) federal sólo llevaba un hematoma en la pierna izquierda, por lo que les limpiamos la cara y manos, porque estaban llenos de sangre… mientras eso pasaba, la gente afuera de la iglesia exigía que se los entregáramos, había gente del pueblo desaparecida y entonces, los vecinos, decían que si la policía no regresaba a los detenidos, entonces no iban a entregar a los federales. Sin embargo, el padre salió a contenerlos, para que nosotros auxiliáramos a los policías, y sí, se les atendió como a cualquier persona”.
 La ceguera
 K. es la integrante de la Policía Federal atendida por el doctor G. en el atrio de la iglesia de Nochxtlán, hospitalizada actualmente por las lesiones que sufrió durante el operativo policiaco del pasado 19 de junio, cuando quedó aislada del resto de sus compañeros agentes, y fue tundida por pobladores de Nochixtlán, que le provocaron dos cortes en la cabeza, diversos hematomas en el cuerpo y, según su testimonio, un machetazo en la pierna.
 “Fue algo de verdad triste –narra, a través de una grabación proporcionada a Animal Político por la Policía Federal–, porque no se tientan el corazón.”
 Según su testimonio, desde que llegó el contingente de 800 policías al bloqueo carretero de Nochixtlán, “los pobladores nos recibieron a balazos (…) y todos nos tirábamos al suelo, porque era increíble que una población se levantara en armas. No lo creíamos. Todos estábamos asombrados de que nos recibieran así”.
 En la grabación, K. deja sentada su sorpresa ante un hecho particular: el que desde distintas comunidades de la región hubiesen llegado más ciudadanos, para dar refuerzos a los habitantes de Nochixtlán que enfrentaban a las policías Federal y Estatal.
 “Empezaron a llegar más y más y más –exclama K.–, de muchas poblaciones, a atacarnos con todo lo que tenían”.
 Una escena que ella calificó como “espantosa”, ya que se trataba de una “multitud ciega”, que “no saben qué piden ni por qué luchan”
 Muy lejos del hospital en el que K. rinde su testimonio, aunque también postrado y herido, R. da una respuesta a esas preguntas.
 R. es un joven de 24 años, que recibió un disparo en el vientre, mientras ayudaba a evacuar heridos, durante el operativo policiaco en Nochixtlán.
 Para salvarle la vida, los médicos debieron extirparle el bazo y retirarle parte del intestino, a causa de las perforaciones de una bala que sigue alojada junto a su riñón.
 R. no es maestro ni padre de familia, no tenía nada qué ver con el bloqueo carretero y, aún más, esos eran temas que no le incumbían: “yo ese día quería ir a jugar futbol, pero me levanté tarde, a eso de las 9:15 de la mañana, y ya no pude ir al juego”, se lamenta.
 Por ello, reconoce, lo único que lo vinculaba con los hechos era su condición de “vecino” y, más aún, su condición de “mixteco”.
 –¿Por qué decidiste salir de tu casa el 19 de junio, y acudir al lugar de los enfrentamientos?
 –Yo me asomé a la calle y en ese momento vi gente del pueblo desesperada, y (a lo lejos) vi que ya estaba encendiéndose algo (en la zona de la confrontación), y entonces yo también me alarmé… Luego escuché que estaban diciendo desde la iglesia que se necesitaba apoyo, porque en esos momentos ya había gente herida… entonces, si uno ve que hay gente que necesita ayuda, ¿a poco no te dan ganas ayudarla? Por eso es que yo fui a apoyar, pues. Para sacar heridos, para acercar agua, porque “somos hermanos mixtecos, nos tenemos que apoyar”.
 Esa expresión, la que invoca a la hermandad entre los pueblos de origen mixteco, surge de forma reiterada, de hecho, cuando se consulta a otros pobladores, hombres o mujeres, la razón de que habitantes de otras poblaciones, y los mismos vecinos de Nochixtlán, salieran en auxilio del pequeño grupo de manifestantes que mantenían tomada la carretera.
 La maestra Lis (la única entrevistada que aceptó que su nombre fuera publicado) lo explica así:
 “Yo soy una indígena mixteca y estoy orgullosa de serlo, soy originaria de aquí, y si hablamos de resistencias indígenas, mis paisanos la tienen. Nuestros usos y costumbres son que por defender nuestro suelo, nuestra tierra, y a nuestros hermanos, que venga lo que venga. Y esa es la postura de la mayoría de nosotros (…) Y ustedes pueden constatar cómo somos tratados los indígenas: pueden ver los muertos, los heridos que nos dejaron, y estamos muy molestos, porque los medios de comunicación no han dicho nada: hay dolor, hay llanto, hay sangre”.
 Esa es la razón de que todo el pueblo de Nochixtlán, y todos los pueblos mixtecas de la región acudieran en auxilio de aquellos sobre los que se desplegaba un contingente de 800 policías armados y disparando.
 No es ceguera de ningún tipo, pues.
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