Entrevista
al papa Francisco: "La primera reforma debe ser la de las actitudes"
Seis
horas de coloquio con Civilta' Cattolica. Las reformas organizativas y
estructurales son secundarias, vienen después. Si se habla de aborto y temas
difíciles van en un contexto.
Al rezar me pregunto: ¿Qué hice, hago y que debo
hacer por Cristo?
Ciudad
del Vaticano, 19 de septiembre de 2013 (Zenit.org);
El papa
comenzó a darse cuenta –era el miércoles 13 de marzo durante el almuerzo– de
que podría llegar a ser elegido. Sintió que le envolvía una inexplicable y
profunda paz y consolación interior, junto con una oscuridad total que dejaba
en sombras el resto de las cosas. Y que estos sentimientos le acompañaron
hasta su elección. Francisco, en una entrevista concedida Antonio Spadaro S.J., habla sobre sí mismo, sobre su sentirse
jesuita, la Compañía, el gobierno de la Iglesia y las reformas, el hombre, la
oración... Seis horas de diálogo, en las que se puede descubrir un poco más
sobre el papa 'llegado desde el final del mundo'.
“No me
reconocía a mí mismo cuando comencé a responder a los periodistas que me
lanzaban sus preguntas durante el vuelo de vuelta de Río de Janeiro”, le
comenta el papa al director de la revista Civiltá Cattolica, que parte con la
primer pregunta: ¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?, a lo que el santo
padreresponde: “Bueno, quizá podría decir que soy despierto, que sé moverme,
pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo. Pero la síntesis mejor, la
que me sale más desde dentro y siento más verdadera es esta: “Soy un pecador
en quien el Señor ha puesto los ojos”. Y repite: “Soy alguien que ha sido
mirado por el Señor. Mi lema, ‘Miserando atque eligendo’, es algo que en mi
caso, he sentido siempre muy verdadero”.
Sobre
su elección de ser jesuita, Francisco responde que de la Compañía le
impresionan tres cosas: su carácter misionero, la comunidad y la disciplina. Y
esto es curioso, porque yo soy un indisciplinado nato, nato, nato. Pero su
disciplina, su modo de ordenar el tiempo, me ha impresionado mucho”. También destacada
la vida de comunidad ya que no se ve como un sacerdote solo, y así reitera su
decisión de quedarse a vivir en Santa Marta: "Necesito vivir mi vida junto
a los demás”.
Hablando
sobre lo que para un jesuita significa ser papa, explica que “el discernimiento
es una de las cosas que Ignacio ha elaborado más interiormente. Para él, es
un instrumento de lucha que permite conocer mejor al Señor y seguirlo más de
cerca". Al respecto, añade que "son muchos por ejemplo, los que creen
que los cambios y las reformas pueden llegar en un tiempo breve. Yo soy de la
opinión de que se necesita tiempo para poner las bases de un cambio verdadero
y eficaz. Se trata del tiempo del discernimiento". Así mismo subraya el
pontífice, las decisiones que toma, incluso las de la vida normal como puede
ser usar un coche modesto, van unidas a un discernimiento espiritual y que
"el discernimiento en el Señor me guía en mi modo de gobernar”.
Habla
también sobre la experiencia de gobierno y sobre la experiencia previa que tuvo
como superior en la Compañía “En mi experiencia de superior en la Compañía,
si soy sincero, no siempre me he comportado así, haciendo las necesarias
consultas. Y eso no ha sido bueno. Mi gobierno como jesuita, al comienzo
adolecía de muchos defectos. Corrían tiempos difíciles para la Compañía:
había desaparecido una generación entera de jesuitas. Eso hizo que yo fuera
provincial aún muy joven. Tenía 36 años: una locura. Había que afrontar
situaciones difíciles y yo tomaba mis decisiones de manera brusca y
personalista. Es verdad, pero debo añadir una cosa: cuando confío algo a una
persona, me fío totalmente de esa persona. Debe cometer un error muy grande
para que yo la reprenda. Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me
ha llevado a tener problemas serios y a ser acusado de ultraconservador. Tuve
un momento de gran crisis interior estando en Córdoba. No habré sido
ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derecha. Fue mi forma
autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas”.
El papa
habla de esto y se sincera de esta forma para dar a entender algo: “Todo esto
que digo es experiencia de la vida y lo expreso por dar a entender los peligros
que existen. Con el tiempo he aprendido muchas cosas. El Señor ha permitido
esta pedagogía de gobierno, aunque haya sido por medio de mis defectos y mis
pecados".
Y
concretizando sobre el gobierno actual de la Iglesia cree que consultar es muy
importante: "los consistorios y los sínodos, por ejemplo, son lugares
importantes para lograr que esta consulta llegue a ser verdadera y activa. Lo
que hace falta es darles una forma menos rígida. Deseo consultas reales, no
formales. La consulta a los ocho cardenales, ese grupo consultivo externo, no
es decisión solamente mía, sino que es fruto de la voluntad de los
cardenales, tal como se expresó en las Congregaciones Generales antes del
Cónclave. Y deseo que sea una consulta real, no formal”.
¿Y
sobre el sentir de la Iglesia? El papa dice que “una imagen de Iglesia que me
complace es la de pueblo santo, fiel a Dios" y añade que "la
pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor teológico: Dios, en la historia
de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin
pertenencia a un pueblo. Nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que
Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones
interpersonales que se establecen en la comunidad humana. Dios entra en esta
dinámica popular”. A este punto, habla
de la santidad cotidiana, "una
'clase media de la santidad’ de la que todos podemos formar parte".
La
Iglesia es fecunda, debe serlo, dice el papa. Y reconoce que cuando percibe
comportamientos negativos en ministros de la Iglesia o en consagrados o
consagradas, lo primero a lo que piensa es
‘un solterón’, o ‘una solterona’. "No son ni padres ni madres. No
han sido capaces de dar vida. Y en cambio por ejemplo, cuando leo la vida de
los misioneros salesianos que fueron a la Patagonia, leo una historia de vida y
de fecundidad”, explica Francisco.
Sobre
la Iglesia que el papa sueña, comenta: “Veo con claridad que la Iglesia hoy
necesita con mayor urgencia la capacidad de curar heridas y dar calor a los
corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un
hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido
si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya
hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar
por lo más elemental”.
Y
prosigue "yo sueño con una Iglesia madre y pastora. Los ministros de la
Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas,
acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su
prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las
reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen
después. La primera reforma debe ser la de las actitudes".
Y
profundiza en este concepto señalando que “tenemos que anunciar el Evangelio en
todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con
nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad".
Recuerda Francisco que rn Buenos Aires "recibía cartas de personas
homosexuales que son verdaderos ‘heridos sociales’, porque me dicen que sienten
que la Iglesia siempre les ha condenado. Pero la Iglesia no quiere hacer eso.
Durante el vuelo en que regresaba de Río de Janeiro dije que si una persona
homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios, yo no soy quién para juzgarla.
Al decir esto he dicho lo que dice el Catecismo. La religión tiene derecho de
expresar sus propias opiniones al servicio de las personas, pero Dios en la
creación nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la
vida personal. Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo
aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime,
Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o
la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y
aquí entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las
personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que
acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al
sacerdote la palabra oportuna”.
Continúa
explicando que "no podemos seguir insistiendo solo en cuestiones
referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es
imposible. Yo he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido reproches por
ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en un contexto. Por lo
demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia,
pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar".
Otro
punto afrontado en la entrevista son los dicasterios romanos, a lo que
Francisco dice que "están al servicio del Papa y de los obispos: tienen
que ayudar a las Iglesias particulares y a las conferencias episcopales. Son
instancias de ayuda. Pero, en algunos casos, cuando no son bien entendidos,
corren peligro de convertirse en organismos de censura. Impresiona ver las
denuncias de falta de ortodoxia que llegan a Roma. Pienso que quien debe
estudiar los casos son las conferencias episcopales locales, a las que Roma
puede servir de valiosa ayuda. La verdad es que los casos se tratan mejor sobre
el terreno. Los dicasterios romanos son mediadores, no intermediarios ni
gestores”. Y explica también que
“debemos caminar juntos: la gente, los obispos y el papa. Hay que vivir la
sinodalidad a varios niveles. Quizá es tiempo de cambiar la metodología del
sínodo, porque la actual me parece estática. Eso podrá llegar a tener valor
ecuménico, especialmente con nuestros hermanos ortodoxos. De ellos podemos
aprender mucho sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre la tradición de sinodalidad".
El
papel de la mujer en la Iglesia también fue un tema afrontado en el vuelo papal
de Río de Janeiro, por eso el papa recuerda que "la Iglesia no puede ser
ella misma sin la mujer y el papel que ésta desempeña. La mujer es
imprescindible para la Iglesia. María, una mujer, es más importante que los
obispos. Digo esto porque no hay que confundir la función con la dignidad. Es
preciso, por tanto, profundizar más en la figura de la mujer en la
Iglesia".
Y
retomando un tema más personal el papa habla de su forma favorita de orar: “La oración es para mí siempre una oración
‘memoriosa’, llena de memoria, de recuerdos, incluso de memoria de mi historia
o de lo que el Señor ha hecho en su Iglesia o en una parroquia concreta. Para
mí, se trata de la memoria de que habla san Ignacio en la primera Semana de
los Ejercicios, en el encuentro misericordioso con Cristo Crucificado. Y me
pregunto: ‘¿Qué he hecho yo por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo
hacer por Cristo?'"
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