El
papa Francisco celebra en el Vaticano su primera Misa del Gallo
Primera Misa del Gallo de su
pontificado y que al menos 65 televisiones han seguido en directo.
La
celebración ha comenzado a las 21.30 y fue abierta por el canto de la Calenda.
Este canto de anuncio festivo de la Navidad, es un rito heredado de la antigua
liturgia romana. Se hace al comienzo de la Misa del Gallo o de la del día de
Navidad y sirve para anunciar el nacimiento de Niño Jesús. Fue muy popular
sobre todo en la Edad Media, donde se interpretaba con música gregoriana.
Al
finalizar la Calenda, ha iniciado la procesión de ingreso. En el canto del
Gloria, han sonado las campanas de la basílica acompañadas del órgano.
En
ese momento el papa Francisco ha bajado a las puertas de la Confesión para
colocar la imagen del Niño en el pesebre situado en el tradicional trono.
Durante la celebración eucarística,
después de la proclamación del Evangelio, el papa ha pronunicado la siguiente
homilía.
1.
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).
Esta
profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos
en la
Liturgia
de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos
conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y
a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en
esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el
acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una
gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de
caminar y de ver.
Caminar.
Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la
historia
de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el
Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le
indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos
hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él
permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla
alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de
luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión,
momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.
También
en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y
sombras.
Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón
se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio
interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien
aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas,
camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus
ojos» (1 Jn 2,11).
2.
Pueblo en camino pero pueblo peregrino que no quiere ser pueblo errante. En
esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha
aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt
2,11).
La
gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y
hombre
verdadero.
Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para
librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la
misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es
solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos
sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha
puesto su tienda entre nosotros.
3.
Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el
anuncio del
nacimiento
de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y
fueron
los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. El
peregrino hacía la vela, y ellos la hacían. Con ellos nos quedamos ante el
Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos
dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su
fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu
rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te
has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.
Que
en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto
que
nos
ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El
Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como han dicho los ángeles a
los pastores, 'no teman'. Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre
tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a
la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la
misericordia. Nuestro Padre perdona siempre. Él es nuestra paz. Amén.
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