- Hubo tabaco, café, palabras, silencios, acuerdos.
Rebobinar
2:
De
la muerte y otras coartadas
Periódico
La Jornada, Martes
24 de diciembre de 2013, p. 5
Uno
sabe que ha muerto cuando las cosas que lo rodean han dejado de morir. Elías
Contreras. Profesión: Comisión de Investigación del EZLN. Estado Civil:
Difunto. Edad: 521 años y contando.
Es
madrugada, y si a mí me preguntaran, que no lo han hecho, diría que el problema
con los muertos son los vivos.
Porque
luego suele aparecer esa disputa absurda, ociosa e indignante por su ausencia.
El
“yo los conocí-vi-me dijeron” es sólo una coartada que oculta el “yo soy el
administrador de esa vida porque administro su muerte”.
Algo
así como el “copyright” de la muerte, entonces convertida en mercancía que se
posee, se intercambia, circula y es consumida.
Vaya, hasta hay establecimientos para ello: libros de historiografía,
biografías, museos, efemérides, tesis, periódicos, revistas y coloquios.
Y
está esa trampa de la edición de la historia propia para limar errores.
Se
usan entonces a los muertos para sobre de ellos levantarse un monumento.
Pero,
según mi humilde opinión, el problema con los muertos es sobrevivirlos.
O
se muere uno con ellos, un poco o un mucho cada vez.
O
se adjudica uno mismo el título de vocero de ellos. Al fin y al cabo no pueden hablar, y no es su
historia, la de ellos, la que se cuenta, sino que se justifica la propia.
O
se puede también usarlos para pontificar con el aburrido “yo a tu/su
edad”. Cuando la única forma honesta de
completar ese chantaje barato y nada original (casi siempre dirigido a jóvenes
e infantes), sería rematar con un “había cometido más errores que tú/usted”.
Y,
detrás del secuestro de esos muertos, está el culto por la historiografía, tan
de arriba, tan incoherente, tan inútil.
Eso de que la historia que vale y cuenta es la que está en un libro, una
tesis, un museo, un monumento, y en los equivalentes actuales y futuros, que no
son sino una forma pueril de domesticar la historia de abajo.
Porque
están quienes viven a costa de la muerte de otros, y sobre su ausencia
construyen tesis, ensayos, escritos, libros, películas, corridos, canciones, y
otras formas más o menos estilizadas de justificar la inacción propia… o la
acción estéril.
El
no has muerto puede no ser más que una consigna, si nadie sigue caminando. Porque en nuestro modesto y no académico
punto de vista, lo que importa es el camino no el caminante.
Y,
aprovechando que estoy rebobinando esta cinta de días, meses, años, décadas ya,
pregunto, por ejemplo:
Del
SubPedro, del señor Ik, de la comandanta Ramona ¿valen sus árboles
genealógicos? ¿Sus ADN? ¿Sus actas de nacimiento con nombre y apellidos?
¿O
lo que vale es el camino que con los sin nombre y sin rostro –es decir, sin
linaje familiar y/o escudo heráldico- anduvieron?
De
SubPedro ¿vale su nombre real, su rostro, su modo, recogidos en una tesis, una
biografía –es decir, en una mentira documentada a conveniencia-?
¿O
vale la memoria que de él hay en los pueblos que organizó? Seguro que los fanáticos de la religión lo
hubieran acusado, juzgado y condenado por ser ateo, y los fanáticos de la raza
también, pero por ser mestizo y no tener la piel del color de la tierra, en ese
racismo inverso que se pretende indígena.
Pero
la decisión de luchar de SubPedro, del Comandante Hugo, de la Comandanta
Ramona, de los insurgentes Álvaro, Fredy, Rafael, ¿vale porque alguien le pone
nombre, calendario, geografía? ¿O porque
esa decisión es colectiva y hay quien sigue?
Cuando
alguien vive y muere luchando, ¿nos dice en su ausencia recuérdenme, hónrenme,
cárguenme? ¿O nos impone sigan, no se
rindan, no claudiquen, no se vendan?
Quiero
decir, yo siento (y hablando con otros compas sé que no es sólo mi sentimiento)
que la cuenta que tengo que darle a nuestros muertos es qué se ha hecho, qué
falta y qué se está haciendo para completar lo que motivó esa lucha.
Probablemente
esté equivocado, y alguien me diga que el sentido de toda lucha es perdurar en
la historiografía, la historia escrita o hablada, porque es el ejemplo de los
muertos, su biografía administrada, la que motiva a los pueblos a luchar, y no
las condiciones de injusticia, de esclavitud (que es el nombre real para la
falta de libertad), de autoritarismo.
He
platicado con algunas compañeras, compañeros, zapatistas del EZLN. Cierto, no con tod@s, pero sí con quienes
todavía puedo ver, con quienes puedo estar.
Hubo
tabaco, café, palabras, silencios, acuerdos.
No
fue el ansia de perdurar, sino el sentido del deber lo que nos colocó aquí,
para bien o para mal. La necesidad de
algo hacer frente a la injusticia milenaria, esa indignación que sentimos como
la característica más contundente de humanidad.
No pretendemos lugar alguno en museos, tesis, biografías, libros.
Así
que, en el aliento postrero, una zapatista, un zapatista, nos preguntamos “¿me
recordarán?” O nos preguntamos “¿se dio
un paso en el camino?”, “¿hay quién lo sigue andando?”
Nosotras,
nosotros, cuando vamos a la tumba de Pedro, ¿le decimos lo que hemos hecho para
que lo recuerden o le contamos lo que se ha hecho en la lucha, lo que hace
falta (siempre falta lo que falta), lo pequeños que somos aún?
¿Le
damos buenas cuentas si tomamos el Poder y si le levantamos una estatua?
¿O
si le podemos decir “Oí Pedrín, aquí seguimos, no nos vendimos, no claudicamos,
no nos rendimos”?
Y,
bueno, ya en esto de cuestionar…
Esto
de tomar otro nombre y ocultar el rostro, ¿es para escondernos del enemigo o
para desafiar su escalafón de mausoleo, su nomenclatura jerárquica, sus ofertas
de compra-venta así sea disfrazadas de puestos burocráticos, premios, loas y
alabanzas, clubes grandes o pequeños de seguidores?
/sí
mi buen, los tiempos cambian, antes al maestro o maestra –o al equivalente de
mandarín del conocimiento- se le cortejaba cargándole los libros, lisonjeando
sus palabras, mirándol@ con arrobamiento.
Ahora se postea en sus escritos, se dan likes en sus páginas web, se
suma en el número de seguidores que trinan desordenados…/
Quiero
decir, ¿nos importa quiénes somos? ¿O
nos importa lo que hacemos?
La
evaluación que nos interesa y afecta, ¿es la de afuera o la de la realidad?
¿La
medida de nuestro éxito o fracaso está en lo que de nosotros aparezca en los
medios de paga, en las tesis, en los comentarios, en los pulgares arriba, en
los libros de historia, en los museos?
¿O
en lo logrado, lo fallado, lo acertado, lo pendiente?
Y
rebobinando más…
De
la Chapis, ¿importa que era creyente y una cristiana consecuente, o importa que
vivió y luchó, con y en su ser cristiana, por quienes nunca la conocieron? Seguro que los fanáticos del ateísmo la
hubieran acusado, juzgado y condenado por no profesar la religión de los ismos
que pretende monopolizar la explicación y dirección de todas las luchas.
Alguna
vez, después de leer El Evangelio según Jesucristo de José Saramago, la Chapis
buscó al literato y compañero para decirle no sólo que no le gustaba su libro,
también que ella iba a escribir su propia versión del tema. ¿Importa si llegó a encontrarse con Saramago,
si le dijo eso, si escribió su versión?
¿O importa su decisión de hacerlo?
Y
del Tata Don Juan, ¿vale sólo por sus apellidos Chávez Alonso, su sangre
purépecha, el sombrero que más lo cubría y lo mostraba, como si un pasamontañas
portara? ¿O vale también por los caminos
que se honraron con su paso originario en varios continentes?
Las
niñas y los niños asesinados en la Guardería ABC, en Hermosillo, Sonora,
México, que apenas alcanzaron unas letras de biografía, ¿valen por las líneas y
minutos que alcanzaron en los medios de comunicación? ¿O valen por la sangre que sangre y vida les
dio, y ahora se empeña en una digna terquedad que busca justicia? Porque esos niños y niñas valen también
ahora, aunque ausentes, por los padres y madres que con su muerte parieron.
Porque
la justicia, amigos y enemigos, es también evitar que se repita la injusticia,
o que cambie de nombre, de rostro, de bandera, de coartada ideológica,
política, racial, de género.
-*-
Quiero decir, nosotros (y otr@s como
nosotros, muchos, muchas, tod@s) luchamos por ser mejores, y aceptamos cuando
la realidad nos dice que no lo hemos logrado, pero no por eso dejamos de seguir
luchando.
Porque
no es que acá no honremos a nuestros muertos.
Lo hacemos, sí. Pero es que luchando
lo hacemos. Todos los días, a todas
horas. Y así hasta que miremos el suelo,
primero al mismo nivel, luego hacia arriba, cubriéndonos con el paso compañero.
-*-
En fin, se alargan las cuartillas y con ellas
crece también la certeza de que todo esto no le importa a nadie, que no es
trascendente, que no es lo que la-Nación-el-momento-histórico-la-coyuntura
demanda, que es mejor contar un cuento… o hacer una biografía… o levantar un
monumento.
Y
de las 3 cosas, estoy firmemente convencido de que la única que vale la pena es
la primera.
Así
que les contaré, tal y como me la refirió Durito, la historia del Gato-Perro
(ojo: ahora sí leer rebobinar 3).
Vale. Salud y, de los muertos, mirad sobre todo el
camino que su paso anduvo, que aún necesita pasos que lo caminen.
El
Sup acomodándose el pasamontañas con macabra coquetería.
P.D.
QUE TOMA PARTIDO EN UN DEBATE REALMENTE DE ACTUALIDAD.- Los videojuegos son la
continuación de la guerra por otros medios, sentencia Durito. Y agrega: En la milenaria lucha entre los
fanáticos del PS y el Xbox sólo puede haber un perdedor: el usuario. No me atreví a preguntarle a qué venía eso,
pero supongo que más de un@ entenderá.
P.D.
DEMASIADO EXTENSA PARA CABER EN UN “TUIT” (debe ser por lo abultado de la
factura).- El autodenominado gobernador de Chiapas, México, ha declarado
solemnemente que su administración se ha apretado el cinturón con un programa
de austeridad. Como muestra de su
decisión, se ha gastado más de 10 millones de dólares en una campaña
publicitaria nacional que no por masiva y costosa es menos ridícula… e
ilegal. Pero como algunos medios se
llevan su tajada, el imberbe, inexperto e inmaduro empleado de un negocio que
ni es partido, ni es verde, ni es ecologista, ni es de México (bueno, ni él es
gobernador, así que para qué detenerse en detalles) es ahora, en las páginas y
segmentos de la misma prensa que lo atacaba por niñato, un hombre de Estado que
no gasta en su promoción personal, sino en atraer turismo a Chiapas. Sí mi buen, ya las agencias turísticas lanzan
el turipaquete “Conozca al Güero Velasco”, en plan “all included” que viene con
un “kit” con anteojeras para no ver a los grupos paramilitares, ni la miseria y
el crimen que pululan en las principales ciudades chiapanecas (Tuxtla
Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas, Comitán, Tapachula, Palenque), en una
entidad donde se supone que los indígenas sean los pobres, no los mestizos. Si el gran ladrón, Juan Sabines Guerrero,
pagó millonadas a los medios para simular gobierno donde sólo hubo despojo, el
actual junior de la política local paga más porque ha aprendido, del actual
titular del Ejecutivo Federal (creo que se llama Enrique Manlio Emilio… ¿no? ¿ya
ven lo malo de no tener cuenta en tuiter?), que se puede pasar de una
averiguación judicial a una lista de candidatos presidenciales para el 2018,
con sólo algunas decenas de millones de dólares, un buen Photoshop y una
telenovela rosa.
P.D.
DE COYUNTURA REITERADA.- Permítame
usted, dama, caballero, señor, señora, señorita, niño, niña, otroa. Permítame que, impertinente al fin, no le
deje cerrar la puerta y quedarse solo, sola, rumiando su frustración y
buscándole responsables, que es así como rabian quienes tienen un altar fijo y
un ídolo cambiante. Y si no pongo el pie
para evitar que cierre usted la puerta y quede a salvo en su castillo de
dogmas, y, en cambio, meto las narices donde no me toca, acháquelo usted a mi
nariz, ya de por sí impertinente en tamaño y forma. Ande, permita que interrumpa su odio
amortiguado, seco, estéril, inútil.
Venga,
sosiéguese, tome asiento, respire hondo.
Sea fuerte y compórtese con estudiada sensatez, como esas parejas que se
separan como personas maduras aunque se mueran de ganas por romperle la cabeza
al susodicho… o susodicha (no olvidar la equidad de género).
¿De
modo que, cuando ustedes obtienen algo es por su solo esfuerzo? Ah, pero cuando cosechan una derrota, ahí sí
democratizan la responsabilidad… y se autoexcluyen. Los foros son una farsa, sentenciaron. No se aceptan encapuchados, decretaron (y ni
pensar en poner una reclamación en la CONAPRED por discriminar la forma de
vestir). Sólo nosotros solos
triunfaremos y la Nación nos estará eternamente agradecida, estarán nuestros
nombres en libros de texto, congresos, estatuas, museos, se alegraron de
antemano.
Luego
pasó lo que pasó y, como antes, ahora voltean a ver a quién culpar del fracaso
de esa lucha arriba. Faltó la unidad,
dicen, pero piensan faltó que se subordinaran a nuestra dirección.
El
despojo disfrazado de reforma constitucional no inició en este gobierno. Empezó a formalizarse con Carlos Salinas de
Gortari y su reforma al artículo 27. El
despojo agrario fue entonces cubierto por las mismas mentiras que ahora
envuelven las mal llamadas reformas: ahora el campo mexicano está completamente
destrozado, como si un paquete de bombas atómicas lo hubiera arrasado. Y pasa ya con el total de las reformas. La gasolina, la energía eléctrica, la educación,
la justicia, todo será más caro, de peor calidad, más escaso.
Antes
de eso y aún antes de las actuales reformas, los pueblos originarios eran y son
despojados de sus territorios, que lo son también de la Nación. El oro líquido moderno, el agua y no el
petróleo, ha sido hurtado sin que eso llame la atención de los grandes
medios. El hurto del subsuelo, tan
claramente denunciado en la cátedra Tata Juan Chávez Alonso por el Congreso
Nacional Indígena, apenas recibió unas cuantas líneas desganadas en la prensa
de paga que hoy lamenta que EL PUEBLO, esa entelequia tan a modo político
mediático, no haga nada para frenar el robo legal e ilegítimo que se titula
reforma energética. El despojo es todos
los días y en todas partes. Pero es
hasta ahora que se dice que la Patria fue traicionada.
Y
ahora usted, que fue sordo, se indigna porque no lo escuchan ni siguen.
Y
dice que no se hace nada porque no ve nada.
Dice y se dice: vale lo que YO hago o lo que bajo mi tutela, en mi
calendario y en mi geografía se hace. Lo
demás, no existe porque no lo veo.
¿Y
cómo podría ver algo si usa las anteojeras que el Poder le regala?
¿Ahora
descubre que el Estado no sólo renuncia a ser un amortiguador en el vendaval de
despojos que es el Neoliberalismo, sino que, además, acude presuroso a
disputarse las migajas que el verdadero Poder le arroja?
Mire
usted, lo que pasa es que el mundo es redondo, da vueltas, cambia. Y de poco o nada le puede servir ese catálogo
de evidencias duales: izquierda y derecha, reaccionario y progresista, antiguo
y moderno, y sinónimos y antónimos tan de moda en la política de arriba.
Mire,
lo que ocurre es, simple y sencillamente, que su pensamiento está decrépito.
Y
empezó a vencerse en el momento mismo en que decidió abrazar al de arriba (usando
el viejo truco –que ahora se les revierte- de
derecha-izquierda-progresista-reaccionario, inventándose coartadas y
vistiéndolas de las mismas palabras que hoy le entrampan), olvidando que los de
arriba no aceptan abrazos sino genuflexiones.
No,
no es que usted no tenga ideas y banderas.
Es sólo que están desvencijadas.
No importa cuánta modernidad las vista, ni cuántas palabras altisonantes
se digan en torno a ellas, ni cuántos tuits las repitan, ni cuántos “likes” y
comentarios convoquen.
Usted,
que esperaba una proclama, la sangre anónima derramada, el clarín con su bélico
acento, las ocho columnas, las imágenes con sangre ofrendada en el altar de la
Patria que, faltaba más, ustedes, y sólo ustedes, habrán de redimir.
/ No mi buen, si le digo que el zapatismo ya
no es lo que era antes, ¿se acuerda cómo hace casi 20 años nos emocionábamos
con las imágenes de los muertos tan anónimos que ni rostro ni nombre
alcanzaban, tan lejanos, tan indígenas, tan chiapanecos? / Por cierto,
¿Ocosingo queda en Medio Oriente? / Ah, y sus iniciativas, tan brillantes
cuando había un templete para nosotr@s. / Por otro lado, ¿quién puede tomar en
serio a quien declina inscribirse en la movilización o movimiento (ojo: no es
lo mismo, ya aprendan a diferenciar) de moda?
¿O a analizarla, clasificarla, juzgarla, archivarla? / Lo dicho, están
acabados, ya ni a la prensa invitan a sus celebraciones, ¿qué pueden celebrar
como no sea nuestra absolución o condena? / Ah, pero lo que nunca les
perdonaremos a estos zapatones, no es sólo que no se hayan muerto todos –y con
ello nos hubieran negado el derecho a administrar sus muertes en el largo
laberinto de los mausoleos, los corridos, los no has muerto camarada, tu muerte
será administrada-, sino que también a sus muertes las hayan hecho tan… tan…
tan rebeldes /.
Y
nada, que en lugar de eso… ¡posdatas!
Ya
sé que no le importa, pero para las encapuchadas y encapuchados de acá, la
lucha que vale no es la que se ha ganado o perdido. Es la que sigue, y para ella se preparan los
calendarios y las geografías.
No
hay batallas definitivas, ni para vencedores ni para vencidos. La lucha seguirá, y quienes ahora se regodean
en el triunfo verán derrumbarse su mundo.
Por
lo demás, no se preocupe. Usted no ha
perdido nada porque por nada ha luchado realmente. Lo único que ha hecho es delegar en otro el
conseguirle el monopolio de una victoria que no llegará.
El
de arriba caerá, sin duda. Pero su
derrumbe no será producto de una lucha monopolizada, excluyente y fanática de
sí misma.
Si
gusta, siga usted tirando de arriba, celebrará cada pequeño movimiento del
monolito, pero la cuerda se reventará una y otra vez.
Las
estatuas y los autoritarismos se tumban desde abajo, de modo que no quede el
basamento para que un nuevo busto supla al anterior.
Mientras
tanto, y es mi humilde opinión, lo único que vale la pena hacer allá arriba es
lo que hacen las aves: cagarse.
Vale
de helado de nuez, manque haga frío.
El
Sup preparándose para…
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