México
no erradicará la violencia sin defender a los periodistas/Christophe Deloire es secretario general de Reporteros Sin Fronteras. Malén Aznárez es presidenta de Reporteros Sin Fronteras-España
El
País |3 de noviembre de 2014
Tras
la terrible masacre de tres y la desaparición 43 estudiantes en el estado de
Guerrero ocurrida en septiembre pasado, el presidente de México aseguró: “no
cejaremos hasta que se haga justicia”. Sin embargo, las autoridades del país no
podrán acabar con la violencia generalizada sin que se proteja a los “perros
guardianes de la democracia”, es decir, a los periodistas, cuya labor consiste
en mostrar al país tal cual es y no como se sueña que sea. Presa de una especie
de esquizofrenia en su culmen, México lleva a cabo una “diplomacia de los
derechos humanos” muy convincente en el ámbito multilateral, pero sigue siendo
demasiado pasivo en su territorio frente a los crímenes cometidos contra
periodistas. ¿Dónde están las promesas del gobierno en lo que se refiere a su
protección y a la lucha contra la impunidad?
Aunque
no sea el escenario de un conflicto armado, México es uno de los países más
peligrosos del mundo para la prensa; en cualquier caso, en el continente
americano es el país donde se asesina a más periodistas en ejercicio de sus
labores. Según las cifras de Reporteros sin Fronteras, entre enero de 2000 y
septiembre de 2014 se registraron 81 casos de periodistas asesinados y al menos
17 de desaparecidos en los que el crimen estuvo clara o posiblemente
relacionado con su actividad profesional. El director de la revista Nueva
Prensa, José Antonio Gamboa Uria, a quien encontraron muerto en Sinaloa, el 23
de octubre de 2014, fue el séptimo periodista o colaborador de medios de
comunicación asesinado desde el inicio del año. Homicidios, secuestros,
agresiones, amenazas: las agresiones se multiplican en medio de un clima de
casi total impunidad. La complicidad del crimen organizado con algunas
autoridades políticas y administrativas locales obstaculiza el buen gobierno y
la justicia a todos los niveles en el país.
Numerosas
investigaciones sobre los asesinatos se han cerrado deprisa o, por el contrario,
se han visto frenadas debido a la lentitud burocrática en las investigaciones,
como en el caso de la periodista María Esther Aguilar Cansimbe, corresponsal
del diario Cambio en el estado de Michoacán, quien desapareció el 11 de
noviembre de 2009. Según la Comisión Nacional de los Derechos humanos, el 89%
de los crímenes cometidos contra periodistas permanece en la impunidad.
Desgraciadamente, ni la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Contra la
Libertad de Expresión ni el Mecanismo para la Protección de Periodistas y de
defensores de los derechos humanos han logrado que la situación mejore. El
mecanismo no posee la eficacia, la flexibilidad ni la rapidez que se requieren
para responder a las necesidades de los periodistas que se encuentran en peligro.
Respecto a la fiscalía, desde el año 2006 su trabajo sólo ha dado como
resultado una sentencia, pese al número alarmante de agresiones cometidas. Es
realmente inaceptable.
Al
drama humano de las familias de las víctimas se suma el de la impunidad, que
genera un clima de miedo y autocensura muy perjudiciales para la actividad
periodística. Numerosos medios de comunicación han renunciado oficialmente a
cubrir temas de narcotráfico por temor a represalias violentas. Otros
periodistas se han visto obligados a huir debido a las amenazas que enfrentan,
ellos y sus familias. El periodista y disidente birmano Win Tin afirmaba con
razón que “la libertad de información es la libertad que permite constatar la
existencia de todas las otras [libertades]”. Esta afirmación no sólo puede
aplicarse a las dictaduras. Cuando se hace callar a un periodista, es el
derecho de todos a tener vidas dignas, a hacer elecciones individuales y
colectivas con conocimiento, lo que se asesina. Al no luchar activamente contra
la impunidad, el Estado permite a los autores de los crímenes continuar su
triste obra y alimenta así, indirectamente, las violaciones de los derechos
humanos. Ya lo decía el filósofo Edmund Burke: “para que el mal triunfe, basta
con que los hombres de bien no hagan nada”.
El
5 de noviembre pasado Reporteros sin Fronteras entregó por primera vez el
premio de Periodista del Año a una mexicana: Sanjuana Martínez, periodista
freelance que trabaja a favor de las mujeres y los niños víctimas de maltrato y
abuso sexual. Sanjuana Martínez asegura que la impunidad es la “reina” y que la
protección a los periodistas es una “quimera” en el contexto actual de México.
No
es hora ya de promesas sin futuro frente a la comunidad internacional, sino de
acción y resultados. Para que el mal “no triunfe”, es necesario que exista una
verdadera voluntad política de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial,
así como contar con los medios humanos y financieros a escala federal y
estatal. De lo contrario, a fuerza de no decir nada, retomando las palabras de
Martin Niemöller, “ya no quedará nadie para protestar”. Será demasiado tarde.
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