Despedida del papa Francisco desde Ciudad, Juárez.
Señor obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos,
Señor obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos,
Queridos
Hermanos en el Episcopado,
Autoridades,
Señoras
y Señores,
Amigos
todos
Muchas
gracias, Señor Obispo, por sus sentidas palabras, es el momento de dar gracias
a Nuestro Señor por haberme permitido esta visita a México. La que siempre
sorprende, México es una sorpresa.
«Soy
hombre: duro poco y es enorme la noche.
Pero
miro hacia arriba: las estrellas escriben.
Sin
entender comprendo: también soy escritura
y
en este mismo instante alguien me deletrea».
Tomando
estas bellas palabras, me atrevo a sugerir que aquello que nos deletrea y nos
marca el camino es la presencia misteriosa pero real de Dios en la carne
concreta de todas las personas, especialmente de las más pobres y necesitadas
de México.
La
noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido
constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la esperanza; he
podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios
que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniéndolos en la
esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible
que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras. Muchos hombres y mujeres a lo
largo de las calles cuando pasaba levantaban sus hijos, me los mostraban. Son
el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos. Esos chicos son profetas del
mañana, son signo de un nuevo amanecer y les aseguro que por ahí en algún
momento sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan
sufrido.
Que
María, la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas
tierras, Mexico no se entiende sin Ella, siga ayudándolos a ser misioneros y
testigos de misericordia y reconciliación.
Nuevamente,
muchas gracias por esta tan cálida hospitalidad mexicana.
Fuente: ACI
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