¡Qué
gran lección!/Antonio Cañizares Llovera, Cardenal Arzobispo de Valencia.
La Razón, 20 de abril de 2016.
¡Qué
gran lección, en efecto, nos ll a ha dado el Papa Francisco a toda la humanidad
el pasado sábado en Lesbos! La lección de la caridad, la lección del amor, la
lección de la fe en Jesucristo. Porque la fe es reconocer a Cristo donde se le
puede encontrar: en los excluidos, en los pobres, en los perseguidos, en ese
largo etcétera de hermanos nuestros necesitados de misericordia. El Papa no
pasa de largo de los refugiados, de los perseguidos, de los sin techo, de los
que lo han perdido todo. Está a su lado, compartiendo su dolor y sufrimiento
que, viéndolo, «da ganas de llorar», como dijo el mismo Francisco.
Y
ese dar calor y cobijo de hogar como la parábola del buen samaritano, el Papa
Francisco lo llevó a cabo llevándose consigo, en su avión, «en su cabalgadura
del siglo XXI», como huéspedes suyos al Vaticano. Se cumplía así el capítulo 25
de san Mateo: «Me acogiste»; acoge a Cristo mismo.Y los que se llevó consigo
eran «extranjeros», eran musulmanes. La caridad, la acogida, Cristo mismo no
hace acepción de personas, se identifica con los pobres y los últimos.
Elogió
a los que practican misericordia, mostró su admiración por ellos: los de la
isla de Lesbos, porque a pesar de sus propias y grandes dificultades han
mantenido abierto sus corazones y sus puertas; muchos hombres y mujeres
comunes, del montón, corrientes han puesto a disposición lo poco que tienen y
lo comparten con aquellos que lo han perdido todo; y añadió: «Dios va a pagar
esta generosidad, y la de otras naciones vecinas, que desde el principio han
acogido con gran apertura al gran número de personas obligadas a migrar». Lo
que allí vimos el sábado, la Palabra del mismo Cristo pronunciada con claridad,
fuerza y verdad, parece como que nos están diciendo: «haced vosotros lo mismo».
No parece, nos están diciendo lo mismo.
Por
eso Francisco nos dijo, se lo dijo a Europa, se lo dijo, sobre todo, a los
cristianos, raíz de Europa: Europa es la patria de los derechos humanos, y el
que pone un pie en el suelo europeo ha de esperar el cumplimiento de esos
derechos, lo que exige y reclama que la vieja Europa, no la de los mercaderes,
sino la de sus raíces, la que reclama una reconstrucción apoyada en sus
cimientos, tiene la obligación de respetar y defender esos derechos. Desde la
cuna de la civilización, Lesbos, Grecia, lo que significa Grecia, el corazón de
la humanidad sigue latiendo: y sigue latiendo porque allí, verdaderamente,
hemos vistos estos días una humanidad que reconoce a los otros como hermanos,
una humanidad que quiere la paz y sufre la guerra y los desastres de la violencia,
una humanidad que quiere reconstruir puentes y se siente interpelada, llamada a
hacer retroceder ideas y comportamientos individuales y colectivos, sociales y
políticos, que llevan a elevar muros para hacernos sentir más seguros; porque
las barrear crean están creando divisiones, en lugar de promover el verdadero
progreso de los pueblos y las divisiones, tarde o temprano, conducen a
enfrentamientos.
|Qué
gran lección! La que nos llega desde Lesbos. ¡Qué grandes lecciones nos está
dando Francisco, nos está dando, gritando, Dios en estos momentos! «Haced,
hagamos, nosotros lo mismo». No nos cansemos ni agotemos medidas e imaginación
de la caridad, que es lo que salva el mundo, y le hará levantarse y ponerse en
camino a una esperanza grande: la de una nueva humanidad, que anticipe aquella
definitiva en la que para siempre reinará el amor, la «alegría del amor», como
Francisco ha titulado su última Exhortación Apostólica sobre la familia,
verdadero e imprescindible para la humanidad. La lección de Lesbos va
acompañada de «Amoris laetitia». Ambos hechos son inseparables.
¡Cuánto
hemos de aprender en España, esta España nuestra, tan entrañable, tan sometida
a vejaciones e intereses particulares que la desgarran e incapacitan para ser
lo que es y está llamada a continuar siendo! ¡Ni una referencia a lo que está
pasando en Europa, en el mundo, en estos hermanos nuestros si no es para ser
utilizado! Pero el hermano no cuenta, el que está tirado, herido y abandonado
en la cuneta, no cuenta. Así no reharemos esta España que tanto necesita de
reconstrucción. Que nos dejemos ayudar por Dios, que Él ya nos ayuda.
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