"El derecho es de los niños", editoria Desde la Fe, organo oficial de la Arquidiócesis Primada de México,
Domingo,
05 de junio de 2016
Una
de las iniciativas presentadas en el “Día de la lucha contra la homofobia” fue
la de reformar el Código Civil Federal en materia de prohibición de matrimonio
de menores y de adopción. Al introducir la posible modificación al artículo 390
de la mencionada disposición, se afirmaría que quien adopte debe ser apto para
hacerlo sin que la orientación sexual o la identidad y expresión de género
constituyan por sí mismas un obstáculo. Con esto, se obligaría a todas las
entidades del país a modificar sus legislaciones para que personas homosexuales
puedan generar relaciones de paternidad-filiación en parentesco civil por la
figura de la adopción.
El
proyecto de reformas no es menor, y sus consecuencias serían gravísimas: en
primer lugar, no se respeta la dignidad de los niños, pues los pone como
objetos y no como sujetos de derechos reconocidos por Tratados Internacionales
y por nuestras leyes, que ven, principalmente, por su interés superior. Es de
explorado derecho que los niños necesitan cuidados y protección especiales,
gozando de ambientes sanos y equilibrados, para procurar de manera integral su
desarrollo físico, mental, moral y espiritual, en condiciones de libertad y
dignidad otorgados por el padre y la madre, en quienes se reconoce el derecho
de contraer matrimonio y fundar una familia.
Según
el censo 2010, en México había 32.5 millones de niños, entre los cero y los 14
años de edad. El 73.5 por ciento vive con ambos padres en su hogar; 15.9 por
ciento sólo con la madre; 1.1 por ciento con el padre, y 3.3 por ciento con
ninguno de los dos. En ese año se había identificado a 30 mil niños, niñas y
adolescentes habitando en casas-hogar, orfanatos y casas-cuna de todo el país.
Por otro lado, según cifras de la Red por los Derechos de la Infancia en
México, había 29 mil niños sin cuidados familiares ni protección institucional
alguna.
La
irresponsable iniciativa del Presidente Enrique Peña Nieto trastoca un tema
delicado y de especial sensibilidad social. Bajo la perspectiva de la opinión
pública, no goza de la mayor simpatía y aprobación. Desde la óptica jurídica,
sería necesario considerar, primero, la reestructuración y homologación del
sistema de adopciones, donde impera una burocracia que socava el derecho de los
niños a gozar de ambientes armónicos. Hay miles de familias, fundadas por un
hombre y una mujer, en espera de adoptar a un pequeño, es a ellos a quienes se
les debe dar esta oportunidad.
En
segundo lugar, debe protegerse a la infancia para gozar de un padre y una
madre. La desafortunada reforma parece correr a la inversa, privilegiando
caprichos homosexualistas por conseguir un hijo, como si se tratara de trofeo
de ideologías de género. Hay que decirlo con todas sus palabras: esto no es
normal ni saludable para ningún niño. Como bien advierte el Papa Francisco:
“Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos
necesarios para su maduración e integración amorosa… Ambos, varón y mujer,
padre y madre son cooperadores del amor de Dios creador y en cierta manera sus
intérpretes”. No permitamos que se conviertan en cosas. Los niños son personas,
no mascotas.
Si
esta administración quiere proteger a los niños en todas sus dimensiones y
fortalecer su interés superior como lo señala la Constitución, entonces se
demanda el inmediato retiro de la iniciativa para ser devuelta a su promotor,
el Ejecutivo Federal. No puede dejarse, como sucedió en la Ciudad de México,
que el tema de las adopciones pase sin la menor discusión, análisis y sentido
de responsabilidad. Un hijo no se reduce a simple posesión caprichosa ni, como
ya se señaló, es un trofeo de las ideologías de género, las cuales reclaman un
derecho, que es un falso derecho, porque no existe el derecho de adoptar, sino
el derecho humano de ser adoptado, y no por parejas disfuncionales en su
sexualidad y afectividad, sino por padres normales que naturalmente deben ser
un padre y una madre. El proyecto del Presidente de la República que reforma el
Código Civil Federal no es una norma justa ni equitativa, ni mira por el bien
superior de los niños. Es, por el contrario, una norma profundamente inmoral e
injusta que hace de los niños objetos, lo que los convierte en víctimas
inocentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario